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“En Honduras, estos grupos no han renunciado a la
idea de un golpe de Estado, pero ya no se prevé que traten de hacerlo tan “blando”. Es más posible que traten de repetir la
experiencia de las guarimbas o la intentona de golpe de
Estado en Nicaragua en 2018. La cuestión es que los pasos que da el
Gobierno bajo la dirección de la presidenta Castro se
aproximan cada vez más a resolver muchos problemas de la sociedad y este puede
ser un factor que dé al traste con las intenciones de la oligarquía esquizofrénica hondureña. De ahí que aumenten las prisas y las angustias fascistas.
Es posible que ellos estimaran una debacle del Gobierno a mediados del año anterior, solo
por la inercia de todas las trampas que dejaron montadas a nivel del manejo
estatal. Un ejemplo de ello son los más de 200
fideicomisos que habían vaciado la caja única del Estado, y que
básicamente hacían imposible disponer de los recursos para hacer frente a los problemas sociales más inmediatos. Hoy, la combinación
de factores los arrastra a quitarse todas las máscaras, oponiéndose a todo
atisbo de desarrollo potencial. El tiempo juega contra ellos, por eso han
depositado muchas esperanzas en que la crisis energética
les ajuste para tener su primavera catracha.
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HONDURAS.
Golpes no tan blandos y el viejo recurso del apagón.
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Por Ricardo Salgado | 26/06/2023 | América Latina y Caribe
Fuente. Rebelión lunes 26 de junio del 2023.
En estos días entramos en Honduras en una nueva fase de la construcción de la intentona de la derecha por provocar una revolución de colores.
Esta vez la cuestión parece más
organizada: generadores de energía que apagan sus generadores, apagones constantes, gente que se enfurece
y sale a protestar en diversos
puntos del país, e incluso llegan al máximo
frenesí llenando de balazos
algunos transformadores de energía
eléctrica.
Ante la denuncia de sabotaje empresarial
hecha por el Gobierno
progresista, y mientras la presidenta
completaba una exitosa gira por la República Popular China, la
derecha fascistoide hondureña
argumenta que el presidente Nicolás
Maduro también había denunciado boicot
energético en 2019. Esto, tratando de decir que tanto en Venezuela como en Honduras esto es un ardid de la izquierda. No circula mucho
por los medios hondureños el video en
el que Donald Trump confiesa con lujo de cinismo que en su gestión llevó a la República Bolivariana al borde del colapso con la intención de robar todo su petróleo.
Quizá sin proponérselo, la derecha hondureña está sufriendo una radicalización hacia el fascismo, dirigida ideológicamente desde la gusanera de Miami, e impulsada por una élite que controla todo, incluida la generación de energía, con el agravante de que no paga impuestos de ninguna índole. Si el capitalismo es solo una burda trama teórica que da vida a un saqueo sistemático, lo de Honduras patentiza la terrible realidad de que los ricos solo pueden acumular si roban a los que menos tienen, esto es ganar mucho dinero sin pagar nada, mientras la sociedad subsiste con los impuestos de las mayorías.
Misteriosamente, estas empresas dejan de
generar, arguyendo que deben dar mantenimiento a sus máquinas, justo cuando se alcanzan las demandas pico
en el país, en medio de una sequía sin
precedentes. En Honduras, estas empresas
compran el combustible sin pago de impuestos, y sus operaciones indirectas se ven
favorecidas por el subsidio al combustible que está vigente
desde que la presidenta Xiomara Castro asumió la
dirección del país en 2022.
En un breve resumen: son cuatro
familias, que no pagan impuestos, que se benefician de subsidios, y que se encuentran en la cúspide de las 25 familias que concentran
más del 80 por ciento de toda la riqueza del país. Estas familias concentran en sus manos más del 90 por ciento de los
medios de comunicación, que, como es
fácil suponer, no pararon ni un solo día
su ataque incesante contra el Gobierno de la presidenta Castro, al que no le perdonan su
determinación soberana y su independencia.
La crisis energética se produce en el
mismo momento en que Honduras recibe una atención diferenciada del gigante
asiático, que ofrece un modelo
distinto de relacionarse con un país pobre, atrasado, altamente endeudado, por el que ninguno de los miembros de su clase dominante está dispuesto a ceder en nada. Crear violencia para la derecha no es complicado, tienen manuales al respecto, y lo primero se traduce
en una virulenta incontinencia verbal,
compitiendo por quién lanza el insulto
más grave a la Presidenta y sus funcionarios.
Ahora ya hay señales de que buscan crear focos de intranquilidad, utilizando gente humilde que no repara en el hecho de que son estos empresarios los responsables del problema y que, además, son tan voraces que venden la energía eléctrica más cara del continente. Mientras en Guatemala, por ejemplo, se encuentran precios de hasta $ 0.04 por kw/h, en Honduras los precios llegan muchas veces hasta los $ 0.26 por kw/h.
Además, es importante señalar que muchos
de los contratos leoninos otorgados a estas empresas se adjudicaron a finales
de 2021, justo después de que la dictadura había ya perdido las elecciones.
La narrativa de la derecha apunta a
relativizar la naturaleza de clase detrás
de este fenómeno
de saqueo y extorsión en contra del Gobierno de izquierda, que no es otra
cosa que una agresión directa contra el
mismo pueblo, al que pretenden mandar a incendiar el país.
Es común escuchar a voceros políticos, con vínculos seguros con el
narcotráfico, el crimen organizado, la trata de personas y muchos crímenes
más, aparecer en la
televisión hablando del Foro de Sao Paulo
como si se tratara de una secta diabólica,
con un plan desquiciado de dominación
mundial. Esos políticos se agrupan en diferentes partidos de
oposición, todos de derecha, pero con poca formación política, es decir, personajes favorables para repetir los
guiones de Miami, sin tener siquiera
que saber de qué hablan. En esto, se parecen mucho todas las derechas
latinoamericanas.
En Honduras, estos grupos no han renunciado a la
idea de un golpe de Estado, pero ya no se prevé que traten de hacerlo tan “blando”. Es más posible que traten de repetir la experiencia de las guarimbas o la
intentona de golpe de Estado en Nicaragua en
2018. La cuestión es que los pasos
que da el Gobierno bajo la dirección
de la presidenta Castro se aproximan
cada vez más a resolver muchos problemas
de la sociedad y este puede ser un factor que dé al traste con las intenciones de la oligarquía esquizofrénica
hondureña. De ahí que aumenten las prisas y las angustias fascistas.
Es posible que ellos estimaran una debacle del Gobierno a mediados del año anterior, solo
por la inercia de todas las trampas que dejaron montadas a nivel del manejo
estatal. Un ejemplo de
ello son los más de 200 fideicomisos que
habían vaciado la caja única del Estado,
y que básicamente hacían imposible
disponer de los recursos para hacer
frente a los problemas sociales más inmediatos. Hoy, la combinación de
factores los arrastra a quitarse todas
las máscaras, oponiéndose a todo atisbo de desarrollo potencial. El tiempo juega contra ellos, por eso han depositado
muchas esperanzas en que la crisis energética les
ajuste para tener su primavera catracha.
Ricardo Salgado es ministro de Planificación
Estratégica de Honduras
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