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“Los
países de la Amazonia han realizado esfuerzos para conservarla. En 1978 se firmó el Tratado de
Cooperación Amazónica y en 2019 el Pacto de Leticia por la Amazonia. “Yo diría que estos
son excelentes intentos. Todavía son pequeños en relación con las necesidades de la región y los nuevos gobiernos. Por ejemplo, en Colombia
y Brasil ya están pensando mucho en ese sentido: ¿Qué pueden hacer para
agregar más? ¿qué pueden hacer para unir a estos países de una manera más
fuerte, para conservar y evitar el punto de inflexión?
Otro ejemplo es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático, o la COP28, que este año será en Dubái.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva,
ha recibido confirmación para albergar la COP30 en
dos años [además de reducir a cero la deforestación en
2030]. Para 2025, en la ciudad de Belém, en el estado de Pará,
hay una serie de cumbres en preparación. Traer más liderazgo
regional para resolver el problema de la Amazonía
es una de las prioridades de su gestión”, explica Connors. De acuerdo con el
informe Clima y Desarrollo en Brasil del
Banco Mundial, es necesario implementar estrategias de resguardo
y conservación de la selva, cultivando más
alimentos en menos cantidad de tierra. En
este sentido, recientemente se publicó un informe que insta a poner más foco en la productividad para
promover el desarrollo económico y reducir la presión
sobre los bosques en los estados amazónicos brasileños.
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OCHO PAÍSES DE LA AMAZONIA CON
EL PODER DE SALVAR EL PLANETA.
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La
selva amazónica abarca ocho
países muy distintos entre sí. Atender estas diferencias y
particularidades es fundamental para evitar la deforestación
y frenar el calentamiento global
Por
Eduardo Luis Hernández.
Fuente.
El País jueves 8 de junio del 2023.
La
Amazonia es un territorio de más de siete
millones de kilómetros cuadrados y una de las áreas de mayor biodiversidad en el mundo. Ha contribuido por
siglos en la conservación natural del planeta gracias a las toneladas de dióxido de carbono que
absorbe, uno de los gases que contribuye a
incrementar el efecto invernadero, acelerando el
cambio climático.
Estamos ante
una región por demás compleja, ya que su cuenca abarca ocho países distintos, con
diferentes proporciones de territorio
selvático, entre los que se encuentran: Brasil, con 61,8%, Perú con
11,3%, Bolivia
un 8,1%, Colombia
con 6%, así como Venezuela con 5,6%, Guyana un 2,6%, Ecuador con 1,7%, Surinam 1,7%
y el departamento de ultramar de la Guayana Francesa con 1,1%. Es un área vasta donde habitan
más 40 millones de personas, entre ellas unos 410 grupos indígenas con diversas lenguas y culturas. En esta historia, unificar los esfuerzos en pro de la conservación de la zona es una tarea
difícil, pero de vital importancia
para la humanidad.
Existen varias
amenazas sobre el bosque amazónico, pero sin duda la más preocupante es la deforestación.
En 2021 un grupo de científicos
se manifestó en el Informe de Evaluación de la Amazonia,
donde recomendaron una prohibición inmediata de la tala de bosques en un área de dos millones de kilómetros cuadrados en el todo el sur de esta selva.
“Entre el 18% y el 20% de la
selva tropical ya ha sido deforestada y otro 38%
se está degradando. Los científicos
aseguran que si alcanzamos el 25% de deforestación llegaremos a lo que llaman un punto de inflexión con cambios que resultarán en el colapso del
ecosistema amazónico”, explica Genevieve Connors, gerente de Medio Ambiente, Recursos
Naturales y Economía Azul para América Latina y
el Caribe del Banco Mundial.
La
Amazonia es parte de un círculo virtuoso, considerado un bien público global, por lo que su colapso o
degradación extrema puede desestabilizar el sistema climático mundial.
Pacaya Reserva
Nacional Samiria, Perú. Foto: Wust Ediciones/SERNANP
“Se ha
llegado a muchas prácticas insostenibles. Una de
las causas es la actividad ilegal, que puede ir
desde la tala de madera, acaparamiento de tierras, la pesca y la minería,
pero también hay impulsores macroeconómicos, por
supuesto. Si hay cambios en los precios de la materia
prima, como la madera o la soja, o variación en los tipos de cambio, todos tienen impactos indirectos en la deforestación. Solemos pensar solo en actividades ilegales, pero realmente la deforestación
es causada por la actividad de un sistema
económico completo”, asegura Connors.
La
infraestructura no planificada también es un impulsor de la deforestación. En 2020, la revista Nature Communications contabilizó
158 represas operando en diferentes
países amazónicos y revela la
intención de construir más del doble.
Si bien la energía hidroeléctrica es
una fuente limpia de energía renovable,
algunos proyectos generan altas
emisiones de gases de efecto invernadero.
Apoyos que trascienden
En la región
se han implementado varias iniciativas, tales como el programa Paisajes Sostenibles de la Amazonia (ASL, por sus siglas en inglés), el cual es financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés) y liderado por el Banco Mundial, para desarrollar
proyectos de conservación en la zona con diferentes gobiernos y socios. Este programa, que consta de tres fases, estando ésta última en preparación, ha tenido financiamiento por 300 millones de
dólares y busca restaurar miles de hectáreas, así como promover prácticas sustentables en la tierra.
“El Banco Mundial lidera el programa, pero la mayor parte del dinero va a los gobiernos nacionales de los países para que implementen sus propios programas amazónicos, contribuyendo a una visión regional. Lo que la organización realmente está tratando de hacer es apoyar la colaboración regional, creando intercambio de conocimientos a través de capacitación, seminarios, conferencias, eventos para científicos, ONG, pueblos indígenas y miembros del gobierno que puedan reunirse y compartir su experiencia en torno a la protección del medio ambiente en la Amazonia”, asegura Connors.
Trabajar con
al menos ocho países de la región no es una tarea fácil en una
región tan compleja y diferente en sus políticas, necesidades
y comunidades indígenas que habitan la Amazonia.
La cooperación entre gobiernos es necesaria para la conservación de la región y ya ha habido avances en ese
sentido.
Los países
de la Amazonia han realizado esfuerzos para conservarla.
En 1978 se firmó el Tratado
de Cooperación Amazónica y en 2019 el Pacto de Leticia por la Amazonia.
“Yo diría
que estos son excelentes intentos. Todavía son pequeños en relación con las necesidades de la región y los nuevos gobiernos. Por ejemplo, en Colombia
y Brasil ya están pensando mucho en ese sentido: ¿Qué pueden hacer para
agregar más? ¿qué pueden hacer para unir a estos países de una manera más
fuerte, para conservar y evitar el punto de inflexión?
Otro ejemplo es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático, o la COP28, que este año será en Dubái.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva,
ha recibido confirmación para albergar la COP30 en
dos años [además de reducir a cero la deforestación en
2030]. Para 2025, en la ciudad de Belém, en el estado de Pará,
hay una serie de cumbres en preparación. Traer más liderazgo
regional para resolver el problema de la Amazonía
es una de las prioridades de su gestión”, explica Connors.
De acuerdo
con el informe Clima y Desarrollo en Brasil del
Banco Mundial, es
necesario implementar estrategias de resguardo y conservación de la selva, cultivando más alimentos en menos cantidad
de tierra. En este sentido,
recientemente se publicó un informe
que insta a poner más foco en la productividad para
promover el desarrollo económico y reducir la presión sobre los bosques en los
estados amazónicos brasileños.
Corazón de
la Amazonia, departamento de Guaviare, Colombia. Foto: Banco Mundial
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Mercados de carbono, una solución para
sus habitantes.
La
conservación de la Amazonia debe ir de la mano
del desarrollo de su población y es necesario
generar un equilibrio entre el
valor que se le da al bosque y la práctica
de actividades como la agricultura y la ganadería.
En este sentido, la población indígena tiene un papel fundamental, pues son más de 2 millones de personas que habitan y viven
en estas tierras desde hace miles de años.
“Es posible
tener crecimiento económico mientras se protegen
los derechos de los pueblos indígenas, tanto su
derecho a la tierra como su derecho a los recursos. Por ejemplo, el derecho a
los ingresos de los mercados de carbono, no hay
razón para que algunos de esos ingresos no se compartan. Los beneficios deben compartirse con los pueblos indígenas en cuya tierra se encuentran. Por
supuesto, siempre existe una tensión entre la conservación
y el desarrollo, ya sea para los pueblos
indígenas o para otras personas. Y creo que esto es algo que los países amazónicos realmente han tratado de pensar en
sus constituciones, en sus políticas”, comenta Connors.
De igual
manera, la especialista explica que el sector privado debe impulsar inversiones con un sentido de
sustentabilidad, con conocimientos de la región y un sentido ecológico:
“Financiar la naturaleza nunca es fácil porque es difícil generar ingresos, y eso es lo que busca el sector privado, flujos de ingresos de la operación de un puerto o la construcción de una represa o el funcionamiento de una planta de energía renovable. Es muy difícil llevarlos a un sector donde, ¿quién paga por los árboles? Esta es exactamente la razón por la que los mercados de carbono son absolutamente esenciales para generar el tipo de ingresos que interesan al sector privado”.
La tarea es
compleja y necesita la colaboración de diferentes sectores, pero los gobiernos deben
ser protagonistas en las acciones
para resguardar
la selva amazónica, generando
políticas efectivas basadas en
investigaciones científicas, así como campañas
de concientización y prácticas sustentables.
“Estamos
viendo más y más liderazgo de los países de la Amazonia. Espero que sean esos países los que tomen la
iniciativa y nosotros podamos aprender de ellos”, finaliza
Genevieve Connors.
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