viernes, 10 de septiembre de 2010

GLOBALIZACION, REVOLUCION Y TECNOLOGIA.

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Esto es anomia para Durkheim, una etapa transitoria carente de normas, reglas y patrones sociales, donde los ciudadanos carecen de puntos de referencia aceptables para comportarse en un tipo de sociedad que todavía no ha marcado límites a las acciones individuales. Un período caracterizado por la incertidumbre donde las reacciones ante la misma vienen siendo diversas. Durkheim no planteó este concepto de forma negativa sino problemática, al producirse un desajuste entre los ideales establecidos por una sociedad y los medios proporcionados a los ciudadanos para alcanzarlos. Desde mi punto de vista, lo importante para el autor era reorganizar, lo más rápidamente posible, los sistemas normativos para clarificar los límites aceptados a todos los miembros de una sociedad.
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GLOBALIZACION, REVOLUCION Y TECNOLOGIA.
Teorìa de la anomia en el contexto de la globalizacion.

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Domingo 5 de septiembre del 2010.

GOTZONE MORA

TITULAR DE LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y DE LA COMUNICACIÓN.
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO.

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Las últimas semanas del pasado mes de julio participé en varios eventos, a partir de los cuales, renové mis convicciones acerca de las características diferenciales del nuevo contexto propiciado por la «Sociedad red» y de las exigencias ineludibles que conlleva. Lo más importante de dichos encuentros cívicos, fueron sus «feed-back» que, además de aportarme reflexiones, me permitieron percatarme de la presencia expansiva de un fenómeno denominado anomia y definido por Émile Durkheim ya en el siglo XIX.
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Curiosamente, este científico social desarrolló el término en una época de transformaciones sociales originadas por el inicio de las sociedades de la modernidad donde las normas y reglas validadas para la etapa societal anterior, la estamental, estaban dejando de cumplir su papel integrador por lo que se necesitaba redefinir algunos de los conceptos anteriores, desechar otros e introducir principios y reglamentaciones que recondujesen las nuevas relaciones sociales. Es más, Durkheim profundizó en las causas de la anomia en dos ámbitos concretos de la realidad de su tiempo.

En primer lugar, en «La División del Trabajo Social» (fue su tesis doctoral publicada en 1893) y en «El Suicidio» (1897), obras claves que siguen manteniendo su pertinencia como modelos analíticos de nuestra época.

En el actual contexto de la globalización con su complejidad y heterogeneidad en cuanto a nuevas formas estructurales de organización del sistema productivo, de la política, la economía y lo social y cuando asistimos a una crisis de civilización que afecta a los individuos y a las relaciones entre economía, cultura y sociedad sigue siendo pertinente el concepto de anomia.

Y en segundo lugar, es más en este momento transicional donde se carece de una regulación de los sistemas normativos que determine las relaciones entre funciones sociales cada vez más complejas. Faltan referentes sociales y patrones organizacionales que sirvan de modelos, los individuos manifiestan bajo distintas modalidades y modulaciones un cierto sentimiento de pérdida de sus raíces al tener que ubicarse entre lo local y lo global, la separación entre público/privado se ha difuminado, los criterios de lo ético y lo justo deben ser ajustados nuevamente.

Esto es anomia para Durkheim, una etapa transitoria carente de normas, reglas y patrones sociales, donde los ciudadanos carecen de puntos de referencia aceptables para comportarse en un tipo de sociedad que todavía no ha marcado límites a las acciones individuales. Un período caracterizado por la incertidumbre donde las reacciones ante la misma vienen siendo diversas. Durkheim no planteó este concepto de forma negativa sino problemática, al producirse un desajuste entre los ideales establecidos por una sociedad y los medios proporcionados a los ciudadanos para alcanzarlos. Desde mi punto de vista, lo importante para el autor era reorganizar, lo más rápidamente posible, los sistemas normativos para clarificar los límites aceptados a todos los miembros de una sociedad.

¿Es pertinente este concepto en la actualidad, donde los cambios vienen siendo estructurales y no coyunturales? En una sociedad donde la diversidad se ha convertido en su elemento central ¿Hemos establecido nuevas reglas y normas sociales que proporcionen pautas de actuación a los ciudadanos? Comencemos por comprobar si existiera algo nuevo en un sector poblacional concreto: los jóvenes.

En la década de los setenta la antropóloga más destacada de su tiempo, Margaret Mead subrayaba «Nuestro pensamiento nos ata todavía al pasado, al mundo tal y como existía en la época de nuestra infancia y juventud, nacidos y criados antes de la revolución electrónica, la mayoría de nosotros no entiende lo que ésta significa. Los jóvenes de la nueva generación, en cambio, se asemejan a los miembros de la primera generación nacida en un país nuevo. Debemos aprender junto con los jóvenes la forma de dar los próximos pasos; pero para proceder así, debemos reubicar el futuro.(.) Ahora bien, para construir una cultura en la que el pasado sea útil y no coactivo, debemos ubicar el futuro entre nosotros, como algo que está aquí listo para lo que nazca porque, de lo contrario, será demasiado tarde».

La descripción anterior nos alerta de que, a partir de la emergencia de la sociedad informacional, se origina una ruptura generacional insólita en la historia de la humanidad donde quedan invalidados patrones de comportamiento y se producen cambios profundos en la «naturaleza» del proceso de socialización entre otros (la separación «privado/público» se diluye y se quiebran los filtros que establecen la censura ejercida hasta ese momento por la autoridad paterna en la familia).

Uno de los elementos causantes de dicha fractura es la presencia de la TV. En 1.992 el Prof. de Comunicación de la Universidad de New Hampshire (EE.UU) Dr. Joshua Meyrowitz, señalaba «Lo que hay de verdaderamente revolucionario en la televisión es que ella permite a los más jóvenes estar presentes en las interacciones de los adultos (.) Es como si la sociedad entera hubiera tomado la decisión de autorizar a los niños a asistir a las guerras, a los entierros, a los juegos de seducción eróticos, a los interludios sexuales, a las intrigas criminales. La pequeña pantalla les expone a los temas y comportamientos que los adultos se esforzaron por ocultarles durante siglos».

También el Prof. Martín Barbero insiste en este aspecto «Mientras la escuela sigue contando bellísimas historias tanto de los padres de la patria como de los del hogar (.), la televisión expone cotidianamente a los niños a la hipocresía y la mentira, al chantaje y la violencia que entreteje la vida cotidiana de los adultos». ¿Podemos extrañarnos de ciertos comportamientos de la juventud, cuando han sido rotos sistemas normativos y valores fundamentales, no habiéndose creado otros?, ¿Podemos seguir desconociendo cómo viven nuestros hijos?,

Si no tenemos en cuenta la incertidumbre que vienen originando las transformaciones producidas por la Sociedad Tecnológica-Informacional, como bien nos indica el Dr. Martín Barbero «no habrá posibilidad de formar ciudadanos, y sin ciudadanos no tendremos ni sociedad competitiva en la producción ni sociedad democrática en lo político». Opino lo mismo y reclamaría nuestra implicación para nutrir a la ciudadanía de nuevas normas, principios, valores y regulaciones. Este cometido requiere una cierta urgencia.
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