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El filósofo y lingüista italiano Raffaele Simone sentenciaba hace poco en Le Monde que "en este inicio de siglo la reserva de ideas de la izquierda roza la bancarrota". A su juicio, la izquierda europea no comprende el mundo en el que vive, a diferencia de la "nueva derecha" –argumenta en su libro Le monstre doux (el monstruo blando)–, que ha sabido presentarse como una fuerza "pragmática y sin ideología". Cuperus coincide en la gravedad del momento. "Se está gestando una auténtica tragedia social en Europa, con las clases medias abandonando a la izquierda por partidos populistas de derechas; a largo plazo es peligroso para la estabilidad de la democracia. Temo que la izquierda se convierta en un partido de la élite, de académicos, como sugiere la respuesta maniquea que han dado algunos a la crisis de los gitanos".
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La derecha copa el debate político europeo.
La Izquierda no despierta de su largo sueño.
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Los postulados socialdemócratas desaparecen del espacio público, marginados por la tensión ideológica entre conservadores y extremistas
La crisis económica y el desencanto del electorado con los partidos tradicionales ha convertido a Europa en un fértil caldo de cultivo para la extrema derecha.
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Tiene escaños en una decena de parlamentos nacionales y, aunque su peso numérico es marginal, también marca el tono del debate público europeo, cuyos márgenes está redefiniendo y estrechando, hasta moverse únicamente entre posiciones conservadoras y ultras. Mientras los postulados socialdemócratas se esfuman, los partidos conservadores se escoran hacia posiciones extremistas en inmigración o seguridad. tratando de pescar votos en el caladero de los ultras.
Estas tensiones internas afectan a la galaxia del UMP francés –que trata de reconquistar votos del extremista Frente Nacional–, a la derecha danesa e incluso a la democracia cristiana alemana. También en Holanda el partido democristiano clásico ha endurecido sus posiciones y su retórica y ahora se plantea pactar con el islamófobo Geert Wilders para formar gobierno, algo que no convence a todos sus dirigentes. En Suecia, el fenómeno es nuevo, y el bloque conservador se niega a pactar con los ultras, aunque no esté claro cómo va a gobernar.
El auge de la extrema derecha populista no es un fenómeno pasajero ni electoralista. "Reacciona a situaciones y problemas del mundo real", opina Rene Cuperus, investigador de la fundación Wiardi Beckman, adscrita al partido socialdemócrata holandés (PvdA). "Para vencerlo, hay que ser duro con el populismo, pero también con sus causas. No es casual que avancen en tantos países; no debemos subestimar los enormes problemas ligados a la inmigración y la globalización".
Cuperus se define como "disidente" dentro de la socialdemocracia holandesa: "Mi tesis es que el avance de estos partidos es fruto de la negligencia de los partidos tradicionales y de las élites, por no actuar frente a la globalización, la integración de los inmigrantes o la Unión Europea", sostiene. "Hay en parte una reacción xenófoba y es un problema, pero es sobre todo por la inacción del establishment", añade.
La mejor respuesta a Wilders y compañía, aduce Cuperus desde La Haya, "es solucionar los problemas que señalan (aunque sea de forma histérica), porque es cierto que están ahí y afectan en especial a las clases bajas", el electorado clásico de izquierdas.
El filósofo y lingüista italiano Raffaele Simone sentenciaba hace poco en Le Monde que "en este inicio de siglo la reserva de ideas de la izquierda roza la bancarrota". A su juicio, la izquierda europea no comprende el mundo en el que vive, a diferencia de la "nueva derecha" –argumenta en su libro Le monstre doux (el monstruo blando)–, que ha sabido presentarse como una fuerza "pragmática y sin ideología".
Cuperus coincide en la gravedad del momento. "Se está gestando una auténtica tragedia social en Europa, con las clases medias abandonando a la izquierda por partidos populistas de derechas; a largo plazo es peligroso para la estabilidad de la democracia. Temo que la izquierda se convierta en un partido de la élite, de académicos, como sugiere la respuesta maniquea que han dado algunos a la crisis de los gitanos".
Íñigo Méndez de Vigo, eurodiputado del PP y presidente del Colegio Europeo de Brujas, advierte en contra de ignorar el auge de la extrema derecha. Se debe, afirma, a la crisis económica, "por eso hay que concentrarse en atajarla" y dar respuesta a otros problemas sociales "sin que te acusen de ser lepenista". "Si no –añade–, dejamos las soluciones en manos de extremistas". El riesgo de que la derecha tradicional se contagie de las posiciones ultras "está ahí –admite–. Es una línea muy fina la que define el equilibrio entre seguridad y libertad". Estas medidas, sostiene, deberían adoptarse a escala europea. "Mejor afrontar los problemas entre todos, para que no ocurra que un gobernante necesite sacar pecho por razones electoralistas y actúe a su aire", concluye.
Salvando las distancias ideológicas, algunos analistas comparan el panorama europeo con la situación de los conservadores en Estados Unidos, acechados por su ala más radical. "Es la versión europea del movimiento Tea Party, una respuesta muy reaccionaria a la crisis", afirma Fabrice Pothier, director del centro de estudios Carnegie Europe. Ante la crisis, "la opinión pública se centra en cuestiones domésticas, creando un ambiente propicio para la extrema derecha", añade.
La presión de los extremos no es un fenómeno exclusivo de la derecha. En Holanda y Alemania, la izquierda radical (SP, Die Linke) ha aumentado enormemente su popularidad en los últimos años. Para Ernst Stetter, director de la Fundación de Estudios Europeos Progresistas, es un movimiento pasajero: "Es un electorado frustrado que se podrá reconquistar, no hay una verdadera base ideológica, al menos en Alemania". Este ideólogo del socialismo europeo ve más preocupante ve el auge ecologista: "Es más inquietante porque enarbola causas que la izquierda no puede asumir, como por ejemplo el debate nuclear en Alemania".c El auge ultraconservador en Europa Apoyo internacional. Extremistas ingleses se manifiestan a favor del político islamófobo holandés Geert Wilders el pasado mes de marzo en Londres Los postulados socialdemócratas desaparecen del espacio público, marginados por la tensión ideológica entre conservadores y extremistas La derecha copa el debate político europeo.
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