sábado, 23 de julio de 2011

“CHILE y la oscura institucionalidad para mantener el modelo”. Las movilizaciones estudiantiles por el "cambio" del modelo Económico.

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“La lucha de clases es la expresión total de la contradicción y tensión entre capital y trabajo. De este modo, necesariamente la lucha de clases hay que entenderla como una guerra de clases. Esto si atendemos y recogemos el concepto de guerra de Klausevich, de derrotar la voluntad de lucha del enemigo, sometiéndolo al servicio de intereses que no le son propios. Por consiguiente podemos afirmar que la clases de los asalariados y explotados del mundo han conocido una duradera y amarga derrota a partir del golpe de Estado en Chile el 73, y vivida en plenitud en los ochenta, noventa y en el primer decenio del siglo XXI. De aquí deriva por tanto el carácter del Estado, a saber, un órgano de dominación al servicio de la clase que rompe la resistencia de las demás clases sociales.”


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“CHILE y la oscura institucionalidad para mantener el modelo”. Las movilizaciones estudiantiles por el "cambio" del modelo Económico.


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Viernes 22 de julio del 2011.


Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)



En los últimos dos meses, Chile se ha visto impactado por movilizaciones sociales, especialmente estudiantiles. Aun deponiendo las tomas de colegios y universidades, y acosados por la elite política, los estudiantes con sus reclamos por el regreso de la educación pública y la eliminación del lucro en la enseñanza, han reabierto los temas pendientes del debate nacional como es la reforma constitucional que permita reformar el modelo económico impuesto durante la dictadura en la década de los 80.



Recordemos que Chile fue un alumno aventajado del ajuste estructural a las economías impulsado por la ola de neoconservadurismo que lideraban Reagan y Thatcher en esa época. Se trataba de salvar al capitalismo golpeado por la crisis económica de la segunda mitad de los 70 en el siglo pasado. La salvación consistía en iniciar un proceso continuo de privatizaciones, de reforma institucional con reducción del rol del estado en la economía, en el área de servicios, en la salud y la educación, y el plato de fondo que era la desregulación acompañada con la apertura del comercio internacional con mercados abiertos con un control mínimo. La idea estaba concebida para implementar finalmente a escala planetaria, el sueño del Club de París de los años 60 y 70 de formar una fábrica global con un sistema económico uniforme y con sistemas políticos que garanticen el modelo de apertura y desregulación.



Han pasado casi tres décadas desde la incepción de este modelo y es ahora cuando se comienza a palpar con más nitidez el impacto de su implementación bajo la figura de la globalización, con toda su parafernalia tecnológica y su eje consumista que esconde un abismo de desigualdades y asimetrías en desarrollo y oportunidades para las naciones y gran parte de la población.



La crisis de 2008 ha sido el corolario de ese proceso que se puede resumir en haber resultado en una economía frágil con una política desacreditada. Chile representa una cápsula del fenómeno y de alguna manera los estudiantes con su movimiento han reflejado la gravedad de un problema que pareciera ser más generalizado en el mundo. No es el Mayo de París de 1968, es menos convulsionado y los tiempos son diferentes, aunque claramente se ha incubado en una generación la necesidad de cambiar el modelo. Y no podría ser de otra forma. En Chile es donde con mayor brutalidad se aplicó, y el efecto es el de un país desprotegido y vulnerable por exceso de privatizaciones de sus recursos naturales, de sus zonas estratégicas de producción, a lo que se le agrega su reducido tamaño y su reducida población.



Es la primera vez en 20 años que movilizaciones de estudiantes provocaron tal remezón político que obligaron al cambio de gabinete en un gobierno que no encuentra la senda política y exhibe escasa respuesta política frente a las demandas.



El margen de maniobra se ha reducido a un cambio de gabinete que ha generado aun más polémica política por exacerbar el uso constitucional de la designación de congresistas. El gobierno obtiene los ministros de los miembros de su coalición que forman parte del parlamento y los representantes que los reemplazan se designan, no se eligen.



Es la martingala del sistema binominal que se mantiene por la renuencia de los partidos para impulsar una reforma constitucional. Es supuestamente la clave de la estabilidad del sistema de representatividad diseñado en dictadura y que esconde la fragilidad institucional.



Chile vive un sistema democrático con una constitución de excepción anidando el autoritarismo al menor desbalance del status quo.



El comentario político generalizado, tanto de adherentes como opositores apunta a una falta de manejo político en el gobierno. Esta inquietud obliga a una pregunta básica ¿Qué se entiende por manejo político?



Bajo la premisa de un sistema político desacreditado y una realidad institucional frágil, esa pregunta cae en el vacío, y las respuestas están reflejadas en políticos de ambas coaliciones evitando el debate en torno a las reformas fundamentales. Es un círculo vicioso del cual el país hace depender su estabilidad, y es la forma de cómo manejar una prolongada incertidumbre sobre la pregunta de fondo: ¿Y la verdadera reforma constitucional, cuando?



El país de apariencia real, parece ser un invento para unos pocos, para el 20 por ciento de los que tienen como sobrevivir sin angustia y con bienestar. El otro país es uno “ficticio” que los propagandistas del modelo esconden, y aquel del 80 por ciento que vive con muy poco o que no posee casi nada. Esa es la vulnerabilidad de Chile y mientras tanto los bancos abren sus líneas de crédito para que esa Clase Media que hoy tiene algo y mañana puede no tener nada, se endeude comprando más autos y nuevas tecnologías.



En la misma alianza de derecha que respalda al actual gobierno, existe una suerte de desconfianza en la propia institucionalidad actual, de otra forma no se entienden los esfuerzos por ampliar la coalición a radicales y demócrata cristianos, o con puestos técnicos clave a profesionales de la oposición.



Es natural, esta desconfianza resulta porque la mayor parte de los líderes y miembros clave de la alianza política que sustenta al actual gobierno proviene del gobierno militar, o al menos continúan siendo adherentes a la filosofía política de ese régimen. El ethos político de hacer política desde el estado – un estado que fue diezmado en dictadura- no es un terreno sobre el cual se pueda pisar con tranquilidad y confianza. Conocen su fragilidad porque en función de ganar más dinero, el equipo aquel y sus herederos fueron capaces de organizar un golpe de estado y asesinar a gente inocente.


Allí reside uno de los núcleos de la oscura institucionalidad para mantener el modelo. Chile aún está prisionero de su pasado. Como en el mejor thriller de Hollywood. Pero esto es real. Y los estudiantes han puesto el verdadero debate de regreso. Es de esperar que prime la conciencia y no la conveniencia. Como que se hubiera instalado en el subconsciente de muchos chilenos que inciden en la opinión pública, la actitud de “no abrir la pieza oscura” que ha permanecido cerrada por demasiado tiempo, con el riesgo de encontrar sorpresas desagradables. ¿Por qué no abrirla y pensar que también se pueden encontrar algunas soluciones a los actuales problemas? Este riesgo no se toma y mientras esto no ocurra, la fragilidad institucional, continuará acechando el devenir del debate y las ideas constructivas para mejorar el país.
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