lunes, 25 de julio de 2011

El parto Sociológico según Zaffaroni. “La cuestión Criminal en la Historia de la Sociología”.

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La vieja criminología etiológica de médicos y abogados languidecía en los rincones de nuestras Facultades de Derecho, pese a la buena fe de muchos de sus expositores, que no lograban acercarse al fenómeno desde la perspectiva del grupo humano y menos del poder. De vez en cuando espolvoreaban su olla con un poco de sal social, con afirmaciones un tanto socialistas (cuando se abre una escuela se cierra una cárcel, y otras semejantes), pero ignoraban a criminales que nunca pasarían por una cárcel y habían frecuentado muy buenas escuelas. La delincuencia seguía siendo para ellos la que veían en la prisión o en la crónica policial, aunque de vez en cuando se les escapaba la contradicción en que caían.



Si bien la cuestión criminal siempre fue un tema central para quienes ejercieron o disputaron el poder, esto no lo podía explicar una criminología de médicos abogados. Pero por suerte hay saberes que se ocupan del comportamiento humano y exceden bastante el limitado campo de esos especialistas, de modo que otros avanzaban por un camino diferente, observando los fenómenos desde el plano social. Nunca faltaron los que lo hicieron desde este atalaya diferente, pero fue precisamente a partir del análisis de la cuestión criminal que fue tomando forma y terminó obteniendo patente académica una nueva ciencia: la sociología.


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El parto Sociológico según Zaffaroni.


“La cuestión Criminal en la Historia de la Sociología”.


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Espectadores. Periodismo. Medios. Sábado 23 de julio del 2011.



A continuación, Espectadores publica la síntesis de la novena entrega de la Cuestión Criminal de Raúl Eugenio Zaffaroni. Quizás se trate del resumen más acotado hasta ahora, pues este capítulo transita con lujo de detalles, la Historia de la Sociología.


La vieja criminología de médicos y abogados languidecía en los rincones de nuestras Facultades de Derecho, pese a la buena fe de muchos expositores que no lograban acercarse al fenómeno desde la perspectiva del grupo humano y menos del poder. De vez en cuando espolvoreaban su olla con un poco de sal social (“cuando se abre una escuela, se cierra una cárcel” decían ) pero ignoraban a criminales que nunca irían a prisión y que además habían frecuentado muy buenas escuelas.


Al mismo tiempo la Sociología, fue obteniendo patente académica alrededor la cuestión criminal. Como la Criminología, La Sociología moderna también nació del entrevero entre el poder y la cuestión criminal. Pero en tanto la criminología quedó atada a Spencer, la Sociología moderna se desprendió del contenido reaccionario de sus ideas y adquirió vuelo propio, en Europa continental, hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918).


Entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, aparecieron los Sociólogos que abandonaron las lucubraciones de sobremesa. Entre los padres fundadores figuran los franceses Emile Durkheim y Gabriel Tarde y los alemanes Max Weber y George Simmel. Su importancia se debe menos a sus afirmaciones que a su condición de precursores. Durkheim y Weber, pioneros de la denominada “Sociología Funcionalista y Sistémica”, en tanto Tarde y Simmel del llamado “Interaccionismo”.


Desde lo macro, Durkheim pensaba que el delito cumplía la función social positiva de provocar un rechazo y con eso reforzar la cohesión de la sociedad. Entendámonos: Durkheim no consideraba positivo que alguien descuartizara a su abuela, sino la reacción social de cohesión que ese crimen provocaba. De esta forma despatologizaba al delito, lo consideraba normal en la sociedad.


En Alemania Weber, también pensaba en lo macro y acentuaba la importancia de las ideas para avanzar a través de los sistemas de autoridad, que pasaban del ancestral al carismático y luego al legal-racional (éste sería el de las grandes burocracias que regían en los países centrales y que se extenderían a todo el mundo). En tal sentido este Sociólogo sostenía que el protestantismo había facilitado el desarrollo del capitalismo.


En tanto, que Tarde se fijaba más en la imitación como clave de las conductas, impresionado por el poder que adquiría la prensa, en espacial por el escándalo del caso Dreyfus, que provocó un brote antisemita reaccionario y monárquico responsable de dividir a Francia quizás hasta el gobierno de Vichy. A diferencia de Durkheim, se daba cuenta de la existencia de la enorme cantidad de delitos impunes y adelantaba así la cuestión de la selectividad.


Por su parte, Simmel observó que la esencia de lo social es la interacción entre las personas, y que cada día tenían menos valor las capacidades individuales, en la sociedad industrial.


Es evidente que en Alemania, no podía obviarse Karl Marx, pese a que este no fue Sociólogo. Pero por un lado las ideas de Weber responden a un debate con Marx ( algunos historiadores afirman que toda la Sociología alemana de la época lo hizo) y por otro, lado Marx se refirió sólo muy tangencialmente a temas penales y criminológicos. En realidad la criminología marxista no se apoya en las escasísimas referencias de Marx al tema, sino en la aplicación que los criminólogos marxistas hicieron de las categorías de análisis.


Todo este riquísimo debate sociológico de fines del siglo XIX se agotó en Europa con los padres fundadores, que por coincidencia murieron cerca del final de la guerra del 14. Es más, hacia 1920, la Sociología Europea se opacó.


El gran beneficiario de la Primera Guerra Mundial fue Estados Unidos, que no la sufrió en su territorio. El Presidente Wilson pensaba ratificar el Tratado de Paz de Versalles, pero lo republicanos ganaron las leecciones, asumieron pésimos Presidentes, no ratificaron el Tratado de paz y Europa quedó sola y devastada, con una masiva corriente de emigrantes hacia Norteamérica.


Mientras Europa no lograba explicar su eclipse y dominaban las respuestas de iluminados como Hitler, Mussolini, Dollfuss, Stalin, Oliveira Salazar, Pétain o Franco, Estados Unidos estaba en la cresta de la ola: le llovía capitales y millones de emigrados europeos, sus ciudades crecían de modo incontenible, el meting pot era más pot que meting, la especulación financiera alcanzaba el nivel de un verdadero orgasmo económico. Todo esto creaba problemas que llamaron la atención de los sociólogos norteamericanos.


Por efecto de la autonomía académica, una cosa fue la administración y el gobierno (y la Suprema Corte) de Estados Unidos, que seguían en la línea del spencerianismo racista admirado por un Hitler en Mein Kampf, y otra lo que ocurría en las Universidades, donde se respiraban otros aires: Franz Boas renovaba la Antropología y sentaba las bases del culturalismo, que dejaba de lado los pretendidos naturalismos biologistas y creaba la Escuela en que descollarían Margaret Mead, Ruth Benedict y Clyde Kluckhohn.


En este clima en cuestión criminal empezó a ser estudiada sociológicamente, con investigaciones de campo, con preguntas sobre las condiciones del delito en la sociedad. De este modo, el paso del primado de la Sociología de Europa a Estados Unidos, dio comienzo a una nueva etapa de la criminología.


Sin embargo, la criminología siguió arrastrando durante décadas una falla fundamental: continuó preguntándose por el delito y dejó de lado el funcionamiento del poder punitivo. Así, excluía al aparato penal estatal del campo de investigación. Si bien no lo legitimaba activamente, lo legitimaba por omisión ( sino no me pregunto por algo, es porque creo que funciona bien).


Recién a fines de la década del 70’, la criminología etiológico-social se hizo esta pregunta. De hecho, además de sepultar la carga del racismo manifiesto de su precedente, dio el paso necesario para llegar a lo que hoy parece casi evidente: no podemos explicar el delito sin analizar el aparato de poder que decide la definición o la represión del delito.


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