lunes, 25 de julio de 2011

Noruega, la tragedia; México, la canalización. Terrorismo, destrucción y muerte de inocentes por responsabilidad de políticos.

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En materia de terrorismo tal parece que ningún país está del todo exento. Hoy le tocó el turno a Noruega, y vaya si la destrucción ha sido masiva y trágica. Primero fue una bomba detonada en el centro de Oslo, la capital, justo por donde están las oficinas gubernamentales. Dos horas más tarde, un tiroteo masivo en la isla de Utoya, donde las víctimas fueron en su mayoría jóvenes que participaban en un campamento juvenil del Partido Laborista. Al principio, los sospechosos habituales: al-Qaeda, jihad y el extremismo musulmán que siempre acecha a Occidente. Al mismo tiempo, las conjeturas y la sorpresa, pues Noruega es un país que hasta poco se menciona. En efecto, si no fuera porque es el lugar donde entregan el Premio Nobel, quizás se sepa mucho menos acerca del mismo. Sin embargo, Noruega es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y como tal tiene tropas estacionadas en Afganistán e intervino recientemente en Libia, motivos que ciertamente pudieran movilizar esos grupos. Sea cual sea la razón, tan solo queda en evidencia que el terrorismo, además de provocar la muerte de personas totalmente inocentes y ajenas a sus causas, causa pánico a escala mundial, y ese pánico tiene consecuencias que se manifiesta de maneras insospechadas.


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Noruega. Oslo. En materia de terrorismo, tal parece que ningún país está exento. Hoy le tocó a Noruega, vaya si la destrucción ha sido masiva y trágica.

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Noruega, la tragedia; México, la canalización. Terrorismo, destrucción y muerte de inocentes por responsabilidad de políticos incompetentes.


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Alan Arias Marín.


Milenio Domingo 24 de julio del 2911.


Lo que en Noruega y el mundo globalizado es tragedia, en México es el mal banalizado, al extremo de parecer parte del paisaje de la globalización, al menos en una de sus vertientes más dinámicas, la del narcotráfico y su simbiosis con la economía internacional


Semana de violencia extrema en la tranquila Noruega. Casi cien muertos, como en algunas de nuestras jornadas de guerra gubernamental al narcotráfico e interbandas criminales. Escándalo internacional. Justificados horror y repudio ante la atrocidad, multiplicados feroz e intencionadamente por los medios globales. Contraste estrujante con el tratamiento rutinario, casi displicente, de las ejecuciones y enfrentamientos que ocurren en México.


Una violencia espectacular y subjetiva frente a otra habitual, casi objetiva. ¿Invisible por su naturaleza prácticamente estructural o invisibilizada por el empeño propagandístico del gobierno, el aquí no pasa nada y no influye en las inversiones? Lo que en Noruega y el mundo globalizado es tragedia, en México es el mal banalizado (Arendt), al extremo de parecer parte del paisaje natural de la globalización, al menos en una de sus vertientes financieras y culturales más dinámicas y eficaces, la del narcotráfico (sus finanzas simbióticas con la economía internacional).


Discriminación en el tratamiento y la percepción de formas de violencia diferenciadas, aunque, en el fondo global, complementarias. De la periferia en desarrollo al centro del mundo desarrollado; interconexión insalvable potenciada por la globalización y, más aún, por su crisis. Contragolpe ultraderechista, cargado de prejuicios e ideologizaciones estentóreas, contra las tendencias indetenibles de las migraciones sur-norte, las diferencias culturales —étnicas, religiosas y lingüísticas— acaso irreductibles y el fracaso de las mediaciones del multiculturalismo.


Indignación moral y miedo de la sociedad globalizada ante actos ostensibles de violencia subjetiva, en este caso, individual y ya personalizada en Anders Behring Breivik, un joven rubio, ultraderechista extremo, radical antiislamista y antimulticulturalista, de 32 años. En pocas horas, hizo estallar un coche bomba en Oslo (7 muertos, probablemente más en los edificios dañados) y luego arremetió a tiros contra decenas de jóvenes en una reunión del partido Laborista (en el gobierno) en la isla de Utoeya (85 fallecidos y un número todavía no determinado de desaparecidos).


Behring, quien ya aceptó su responsabilidad, modulando el pensamiento antiinmigrante, ha escrito: “¿En qué momento el multiculturalismo deja de ser una ideología para deconstruir la cultura, tradiciones, identidad de los estados-nación europeos?”; para luego, extralógicamente apuntar… ”13% de jóvenes británicos musulmanes de entre 15 y 25 años apoyan la ideología de Al Qaeda, son un peligro que habría que suprimir…” (Foro neo-nazi sueco Nordisk, con 22 mil participantes; www.document.no). Y, pues, manos a la obra…


El contexto está dado por el conservadurismo europeo y la ambivalente social democracia respecto a la migración y el multiculturalismo como método convivencial. Angela Merkel señaló que el multiculturalismo como simple convivencia pacífica de personas con diferentes raíces culturales no funciona para Alemania; quien no hable alemán no es bienvenido al ser incompetente en el mercado laboral. David Cameron, en Gran Bretaña, apela al reforzamiento de las identidades nacional y local en detrimento de la tolerancia pasiva.


Noruega no es excepción. Con casi 5 millones de habitantes (10% son extranjeros); mayoritariamente luteranos, de las religiones no cristianas los musulmanes (1.5%) son la más grande y la segunda en crecimiento. Los inmigrantes, restrictivamente laborales (asilo y refugio son otorgados en lento cuentagotas), son principalmente somalíes, árabes, albaneses y turcos. El canciller Jonas Gahr Stor, al rechazar financiamiento saudi-árabe para construir mezquitas, alega obligatoria reciprocidad a los islámicos tanto en términos de libertad religiosa, como de integración a la cultura receptora.


Violencia bizarra, en trance de globalización, con actores individualizados (el terrorismo de paradigma 11 de septiembre multiplica y dispersa su potencia, dificulta la prevención y amplifica la represión), con débiles referentes nacionales y fuertes ligas ideológicas y culturales internacionales. Violencia vinculada a la expansión de la ultraderecha europea, reinterpretación y modernización del discurso y las organizaciones nazi-fascistas (recordar incidentes de Holanda y Suecia), desarrollada en los últimos años bajo el amparo de las victorias conservadoras en gran parte del continente.


Resulta necesario ensayar claves críticas de interpretación que ayuden a comprender la violencia contemporánea. Violencia subjetiva extrema, mediada política y/o criminalmente, articulada a la violencia objetiva, sin nombre, invisible, condición de la autoreproducción del sistema; elementos explicativos de lo que se comunica, en Noruega como tragedia, en México como recuento ya banal.


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