domingo, 17 de julio de 2011

“No podemos perder el modelo social europeo en nombre de Europa”.

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Intentar encontrar una salida a la crisis actual en que se debate Europa, por los propios responsables, es simplemente una ironía y un juego de mal gusto, como la derecha, empresarios, banqueros, y corporaciones, están dinamitando desde dentro el Modelo Social Europeo, la más grande contribución democrática que Europa aportó al mundo. De acuerdo con el planteamiento central, sobre la responsabilidad de los partidos políticos, pero la izquierda es mayor responsable, convivió muchos años con la derecha, pero nunca se interesó de encontrar - trabajar y construir - una alternativa viable y democrática para fortalecer el Estado de Bienestar, y menos aún ante la crisis, que no solamente, es de la deuda, es una crisis estructural, multidimensional. La lección del nuevo movimiento social del 15-M, es necesario el apoyo político y asimilar su valiosa lección de fortaleza, consecuencia y lucha por nuevos ideales, que en el fondo constituyen la defensa del Modelo Social Europeo. Buen análisis e interpretación de la crisis, sus responsables y las alternativas sugeridas, del Profesor Samir. Saludos desde Perú. Región Arequipa.


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“No podemos perder el modelo social europeo en nombre de Europa”.


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Sami Nair. Politólogo y Sociólogo.


El Día.es Domingo 17 de julio del 2011.


M. Gómez, Adeje.


El proyecto de Europa, en cuya construcción se ha invertido medio siglo, puede saltar por los aires como consecuencia de la crisis económica. Los mercados financieros han triunfado ante la impotencia -cuando no la complicidad directa- del poder político. Así lo cree Sami Naïr, que ha visitado Tenerife para inaugurar una nueva edición de la Universidad de Verano de Adeje. El politólogo francés asiste con preocupación, pero también con propuestas de solución, a una situación que se ha cebado con los más débiles.


¿Podrá sobrevivir la Unión Europea a la actual crisis si continúa siendo una unión meramente económica?


No podrá si no se toman medidas muy drásticas a nivel político. Los alemanes se opusieron a un gobierno económico europeo porque no querían que las autoridades políticas pudieran entrar en los planes del Banco Central Europeo, que es el Bundesbank (el banco central alemán) disfrazado. El Bundesbank es el marco, y el euro es el marco disfrazado. Esta crisis pone en evidencia la realidad de la construcción europea, que es la dominación de un eje germano-francés, pero puede resultar muy positiva si ayuda a la toma de conciencia de un proyecto político común. Un gobierno económico europeo debería poner en marcha grandes proyectos comunes de desarrollo económico y ajustar el papel del euro. Un euro fuerte permite el crecimiento del beneficio de los más ricos en detrimento de los más pobres. Necesitamos un euro débil, a la altura del dólar o el yuan, que permita competir a los productos de los países menos desarrollados. El euro es la nueva religión y hemos destrozado la capacidad económica de Europa en su nombre. Abandonarlo sería como saltar de un avión sin paracaídas, pero hay que adaptarlo a la capacidad económica de Europa y que sirva para el desarrollo económico y social de los ciudadanos y no para que crezcan los beneficios de los bancos.


¿Es usted optimista respecto a que la crisis fuerce a esos cambios drásticos?


Todo depende de los movimientos sociales, pero también de las contradicciones inter-europeas. Se ve que Europa no existe, porque ni los franceses ni los alemanes ni los holandeses se han puesto de acuerdo, por ejemplo, para una política de ayuda a Grecia, que mañana será a España.


Estamos todos básicamente de acuerdo en que la crisis la han causado, en buena medida, las políticas neoliberales. Sin embargo, son los partidos que defienden estas políticas los que ganan elección tras elección.


Porque los partidos han actuado como agentes del sistema liberal, sin diferencias entre la derecha y la izquierda. La izquierda tiene una responsabilidad inmensa, porque ante la globalización liberal no supo oponer una globalización del bienestar. Cuando se adoptó el Tratado de Maastrich, que era un plan de ajuste estructural dramático, teníamos que haber aprobado también una carta de derechos sociales. Los ingleses y los alemanes se opusieron y las élites de izquierda no hicieron nada. Critico más a la izquierda que a la derecha porque de ésta no me extraña que sea liberal, pero sí que la izquierda aceptara este sistema. No es casualidad que hayamos visto una alianza entre Aznar y Blair. Más reaccionario que Blair no se puede ser, incluso más que Bush. Uno de los elementos de la recomposición de la izquierda debe ser la autocrítica.


El Estado del bienestar tiene problemas para su sostenimiento. ¿Qué medidas habría que adoptar para asegurar su supervivencia?


Tenemos que apartar definitivamente la idea de que España puede resolver sus problemas por sí misma. Es imposible, al igual que Francia o Alemania. Tenemos una integración económica, felizmente: es mala pero existe. Es preciso incrementarla para crear un espacio económico común con un concepto de interés general común al alza y plantear las políticas necesarias para construir un Estado del bienestar europeo. Debemos someter la estabilidad al crecimiento y permitir a los países tener más déficit público y crear moneda. Hay que utilizar el BCE para el desarrollo económico de Europa y no solo de las finanzas de los bancos. Podemos, pero sería una reorientación radical, asociada a una confederación política europea que pueda decir a las multinacionales que no vamos a perder el modelo social europeo en nombre de Europa. Entre Europa y sus propios intereses sociales, la gente elige estos últimos. ¿Vamos a aceptar en nombre de Europa un régimen que nos va a destrozar socialmente? No. Europa tiene sentido si es un proyecto de desarrollo común, y ahora es un proyecto de regresión defendido por las élites, de derecha e izquierda. Por eso valoro mucho los movimientos nacidos en España. Los españoles, con el 15-M, dieron un ejemplo al resto de los europeos.


¿Qué futuro augura a ese movimiento?


Muy problemático, porque los partidos políticos se van a apoderar de él. Probablemente, la derecha ganará las próximas elecciones. El PSOE quiere recuperar el electorado de izquierda, evitar una victoria abrumadora de la derecha y dejar a ésta gestionar la crisis. Va a desarrollar un discurso izquierdista socialdemócrata en los próximos años. Si sucede eso, el movimiento 15-M se pondrá a su lado y perderá capacidad de enfrentamiento.


¿No es bueno que los partidos recojan las reivindicaciones del movimiento?


Es peligroso. La izquierda tiene un discurso en la oposición y otro en el gobierno. Evidentemente, los partidos de izquierda son los aliados del 15-M, pero yo propondría constituir una confederación nacional de los movimientos asociativos, que se reúna regularmente, defina orientaciones estratégicas y negocie con los partidos políticos, como hacen los Verdes en Alemania. Incluso si no tienen capacidad de controlar a los partidos, que ellos mismos creen formaciones políticas y se presenten a las elecciones.


¿Existe el peligro de que los partidos de ultraderecha adquieran la misma fuerza en España que en otros países europeos?


No lo creo. Probablemente, los partidos de ultraderecha se van a desarrollar, pero los de derecha los van a recuperar, porque no son diferentes en el fondo desde el punto de vista ideológico. La apuesta de España por la democracia es muy fuerte, porque los españoles lo han pagado muy duro. Más que Alemania, incluso, porque los alemanes nunca fueron alejados de Europa, mientras que el franquismo hizo una política criminal al alejar a España del resto de Europa, siendo el pueblo más europeo del continente. Por eso los españoles tuvieron tanta razón en su lucha por entrar en la Unión Europea y conquistar un papel en ella. Pero deberían tener en cuenta la realidad de las relaciones de fuerza en Europa, y no entrar en el mito federalista. Europa no puede ser federalista, porque las naciones son muy fuertes. La solución es una Europa confederal, en la que vayamos juntos poco a poco, con una federación como objetivo último a largo plazo. Los españoles nunca han tenido esa concepción realista, porque vienen de lejos y quieren ir más rápido.


¿Qué responsabilidad tienen los partidos políticos tradicionales en el auge de la ultraderecha?


Una responsabilidad objetiva: no lucharon para otorgar derechos a los inmigrantes cuando éstos los necesitaban. El problema del auge de la extrema derecha es el problema del enfriamiento del estado de derecho. Cuando en éste existen espacios en que no hay derechos, los más reaccionarios los aprovechan para decir: nos amenazan y nos quitan el trabajo. Pero si los grupos tienen derechos políticos, pueden defenderse y decir que no. Hemos visto que en Francia, donde los hijos de inmigrantes tienen muchos más poderes, el discurso del Frente Nacional ha cambiado y no es directamente racista. Hay incluso hijos de inmigrantes que forman parte del Frente. Sigue siendo un discurso nacionalista, reaccionario, pero ha cambiado, y lo ha hecho porque hemos otorgado derechos a todo el mundo. Los partidos de izquierda no hicieron el trabajo necesario para legitimar la presencia de una población trabajadora extranjera. No digo que haya que abrir las fronteras y acoger a millones de inmigrantes. Acogemos a los que podamos, pero los que están aquí legalmente tienen los mismos derechos que el resto.


¿Son conscientes los partidos de derecha al asumir parte del ideario de esas formaciones?


Lo son porque no tienen una visión a largo plazo y lo utilizan de forma "politiquera". Saben perfectamente que no les va a dañar a ellos, sino a la sociedad. La derecha no tiene el mismo concepto del interés general que la izquierda. Para ellos, el interés general es en primer lugar el interés privado.


Aunque de forma tardía, la UE ha apoyado las revueltas en el norte de África. Sin embargo, la llegada a las costas italianas de 30.000 libios ha hecho saltar todas las alarmas y puesto en cuestión el principio de libre circulación de personas.


Eso es normal, porque la UE no tiene una política migratoria elaborada, sino basada en la inmigración como mercado, y ve a esos países como una amenaza migratoria e identitaria. Saben perfectamente que pueden acoger esa inmigración, pero al mismo tiempo no quieren una política de ayuda al desarrollo hacia esos países. Es otra vez el problema de una visión cortoplacista que considera que los derechos humanos vienen detrás de los intereses particulares, y no solo de los de Europa, sino de cada país. Lo hemos visto con el tratamiento de los 20.000 tunecinos. Los italianos les dejaban llegar pero querían que se fueran a Francia.


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