¿Por qué busqué dirigir el Fondo Monetario Internacional. FMI. ?
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Reforma. México. Lunes 4 de julio del 2011.
Agustín Carstens. Secretario de Hacienda. México.
Tomado Wikio-Gobernabilidad.
Mi postulación a la Dirección-Gerencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue una decisión exitosa del Presidente de México y del Secretario de Hacienda, que recibió el apoyo decidido de la Junta de Gobierno del propio Banco de México así como del Poder Legislativo a través de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión.
Alguien podría argumentar que, a la vista del desenlace final, se trató de un empeño jactancioso, ingenuo e inútil. No es así, en absoluto: México, en conjunto, y el Banco Central, en particular, hemos dado en unas cuantas semanas un gran paso, indispensable para que la voz y la representación de las economías emergentes en los organismos financieros internacionales crezcan y correspondan a su verdadera aportación a la economía mundial, a la estabilidad financiera global y al bienestar de todos. Fue, no me cabe duda, una estrategia ganadora.
El FMI es una institución multilateral sin igual. Ha contribuido al diseño y administración de las políticas públicas, ha establecido estándares globales, ha apoyado la resolución de algunas crisis y su contribución a la construcción de instituciones en países de bajos ingresos ha sentado las bases para disminuir las desigualdades.
Pero el desarrollo institucional del FMI está rezagado. Tiene cuatro grandes debilidades: su gobernabilidad; su capacidad para supervisar apropiadamente y prevenir crisis; su habilidad para apoyar la resolución de crisis y, finalmente, su capacidad para propiciar una coordinación global de políticas.
El FMI sufre, en pocas palabras, de una severa crisis de legitimidad.
Llamar la atención sobre esta crisis y urgir de manera eficaz su pronta corrección fue el objetivo final de esta propuesta de México y seguirá siendo un asunto prioritario para el País en sus participaciones en los foros internacionales.
Veámoslo de una manera sencilla: El principal “producto” del FMI son sus recomendaciones de política económica; de hecho, sus programas de financiamiento por lo general están condicionados a la aplicación de políticas macroeconómicas. Pero para que las recomendaciones del FMI sean escuchadas, aceptadas e instrumentadas es vital que la Institución sea percibida como apolítica y carente de sesgos. Entre sus integrantes debe prevalecer un juicio imparcial, al tiempo que la voz y la representación de los países deben reflejar la realidad actual, no la de hace 65 años. Es hora de terminar con ese riesgoso doble estándar, en el que el FMI predica -con razón- la transparencia y las prácticas democráticas a las economías en problemas, pero sorprendentemente parece incapaz de aplicar esas mismas recomendaciones a sí mismo.
Esta disonancia no puede persistir. Esta disonancia es tan grave que explica, en parte, la gestación de la terrible crisis global de 2008. Dicha crisis tuvo un caldo de cultivo en una supervisión financiera laxa en las economías avanzadas, contrastante con estándares de supervisión mucho más estrictos que se ejercieron en otros países. Los países avanzados estuvieron menos interesados en recibir y atender la supervisión del Fondo, lo cual, a su vez, desalentó al equipo técnico del Fondo que se abstuvo de desafiar la “sabiduría convencional” con propuestas menos complacientes.
Porque está en juego nuestro futuro, la administración y el equipo técnico del Fondo deben tomar más “riesgos” al hacer sus recomendaciones; y el Directorio Ejecutivo del FMI, donde está la representación de los países miembros, debe estar abierto a escuchar esas propuestas alternativas.
Esto no se podrá lograr si la dirección y la administración del Fondo son rehenes de los intereses de corto plazo de los países que aún hoy dominan, inequitativamente, el voto y la representación en el FMI.
Gracias a esta decidida propuesta de México, cristalizada en mi candidatura, el proceso de reforma de la representación y del voto de los países miembros en el FMI se acelerará y se profundizará. Una candidatura sólida y creíble mostró sin reticencias ni falsas humildades que en los países emergentes hay expertos en la prevención y en la resolución de crisis con las más altas calificaciones y con resultados comprobados. La candidatura fue mil veces más persuasiva que cualquier discurso en los foros internacionales.
Las economías emergentes hemos dejado de ser, hace muchos años, “el eslabón débil” y poco confiable de la economía mundial, pero hay que demostrarlo con decisión, como lo hizo esta candidatura.
Esa fue la batalla que dio México y ese fue -y seguirá siendo- uno de mis principales empeños como Gobernador del Banco de México. Sin duda, hemos ganado. Y hemos ganado mucho. El tiempo lo confirmará.
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