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Para
los economistas de perspectivas estrechas, el “sistema” es natural y perfecto, pero la
avaricia excesiva de unos cuantos lleva a la ruina a millones. Así, las crisis suelen justificarse por las
malas decisiones, la falta de inversión, el capitalismo de “casino”-especulador
y un vulgar etc. Sin excepción, insisten en negar las recurrencias cíclicas de
las crisis y el funcionar caótico del capital. Para el capital, que el mundo detente más de mil millones de
personas en situación de hambre severa y que posea más de 4 mil millones de personas en la
pobreza, es un asunto normal. No es considerado negativo ni
crítico. Por lo tanto, la crisis que se les manifiesta como el estallido de las contradicciones
inherentes del modo de producción capitalista, se les aparece como una
caída en la inversión, bancarrotas y cesación de pagos en los créditos (default). Al respecto, Marx comentaba con cierto aire jovial, que la crisis era la explosión que
hacía ver a la burguesía las contradicciones intrínsecas del capital.
Al
ver en sus manos sus billetes evaporarse, consultan la prensa y miran el
desplomar de las bolsas de valores y dicen: es una crisis financiera. Atrapado en la nebulosa apariencia, el
burgués no puede entender que las finanzas son apenas la piel del modo de
producción capitalista, es decir, un espacio en el cual se recicla la plusvalía
producida en el agro, los servicios y en la industria. Un ámbito donde se titularizan créditos, deudas y papeles, y se
confecciona un pingüe edificio de capital ficticio. Por tanto, esta área específica
por donde rota el capital (el terreno financiero), no puede ser jamás el
centro, ni el corazón esencial del funcionar capitalista. Creerlo, es ser víctima de la fetichización del dinero y suponer
que el dinero puede producirse así mismo de la nada. Admitir este desvarío es
dar por buena una insólita sinécdoque que erige a las finanzas (una parte) como la relación
social general capitalista (el todo).
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La crisis el capital, sus ciclos y el
proceso mundial de acumulación.
*****
Manuel
Sutherland.
CEPRID.
Rebelión martes 26 de febrero del 2013.
Quiebras, despidos masivos, fraudes y una recesión (en términos
ortodoxos: estancamiento en el crecimiento del PIB por 2 o más trimestres
seguidos) amenazan con soliviantar las bases del modo de producción
capitalista a nivel mundial. Dicho fenómeno suele intitularse como “crisis
sistémica del capital”, porque podría decirse que su carácter es omnímodo.
Como la ideología que portan la mayoría de personas, es la ideología de la
clase dominante (la capitalista), es lugar común escuchar las frases más desternillantes
en relación a la crisis del capital y su imposible solución. En el top five
de esos delirios, resaltan: la ideología de que la crisis es meramente
financiera, que se pueden evitar los ciclos recesivos, que la acumulación de
capital puede ser “nacional” o “independiente”, que hay “liberaciones
económicas” nacionales y que la crisis NO afectará a las naciones cuyos
gobiernos que administren el capital social, sean “progresistas”. Tamaños
dislates son amargamente frecuentes y representan un duro escollo en la
emancipación de la clase obrera, de la tiranía capitalista. Sin entender lo
que se quiere transformar, es imposible hacerlo. Veamos.
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La
acumulación de capital es un proceso mundial por su contenido, pero nacional
por su forma. Juan Iñigo
Carrera. (1)
El proceso de acumulación capitalista toma
la forma concreta nacional en su representación política: el Estado.
Ése complejo institucional es el representante del capital social que trata de
acumularse desde el ámbito que abarca el mercado nacional. Al plantear alianzas
o acuerdos comerciales, el equipo diplomático sale a defender en exclusividad a
sus representados (la burguesía local) frente a otros representantes de la
burguesía extranjera. Así, al tratar de imponer lo que más le conviene a
la burguesía local, el cuerpo negociante muestra la apariencia invertida de que
dirige un proceso de acumulación nacional que sólo se enfrenta a otros como
externalidades competitivas. Pero no es así. El proceso de acumulación de
capital es en esencia mundial y está fundamentado en una serie de
capitales que desarrollan una escala ampliada que les permite valorizarse a
través del mundo sin distingo de nacionalidad.
La diferenciación en cuanto a la magnitud de
acumulación por cada parte alícuota del capital, deviene del monto que puede
valorizar en el mercado mundial. El monto, está íntimamente ligado a la escala
de acumulación de dicho capital. Por ello, los capitales medios (de escala
competitivamente adecuada para competir en el mercado mundial) están
generalmente integrados por las burguesías de varios países y son los que
debido a su envergadura económica, ejercen una capacidad mayor de influencia
política en el planeta. Así, en la competencia internacional por la
apropiación de plusvalía convertida en tasa de ganancia media, es donde se
manifiesta abiertamente la unidad mundial en el proceso de acumulación
capitalista.
La crisis del capital no se circunscribe a las
finanzas (una parte), la crisis radica en la totalidad.
Para los economistas de perspectivas estrechas, el
“sistema” es natural y perfecto, pero la avaricia excesiva de unos cuantos
lleva a la ruina a millones. Así, las crisis suelen justificarse por las malas
decisiones, la falta de inversión, el capitalismo de “casino”-especulador y un vulgar
etc. Sin excepción, insisten en negar las recurrencias cíclicas de las crisis y
el funcionar caótico del capital.
Para el capital, que el mundo detente más
de mil millones de personas en situación de hambre severa y que posea
más de 4 mil millones de personas en la pobreza, es un asunto normal. No
es considerado negativo ni crítico. Por lo tanto, la crisis que se les
manifiesta como el estallido de las contradicciones inherentes del modo de
producción capitalista, se les aparece como una caída en la inversión,
bancarrotas y cesación de pagos en los créditos (default). Al respecto, Marx
comentaba con cierto aire jovial, que la crisis era la explosión que hacía ver
a la burguesía las contradicciones intrínsecas del capital:
“Donde más patente y más sensible se le revela al burgués práctico el
movimiento lleno de contradicciones de la sociedad capitalista, es en las
alternativas del ciclo periódico recorrido por la industria moderna y en su
punto culminante: el de la crisis general".(2).
Al ver en sus manos sus billetes evaporarse,
consultan la prensa y miran el desplomar de las bolsas de valores y dicen: es
una crisis financiera. Atrapado en la nebulosa apariencia, el burgués no puede
entender que las finanzas son apenas la piel del modo de producción capitalista,
es decir, un espacio en el cual se recicla la plusvalía producida en el agro,
los servicios y en la industria. Un ámbito donde se titularizan créditos,
deudas y papeles, y se confecciona un pingüe edificio de capital ficticio.
Por tanto, esta área específica por donde rota el
capital (el terreno financiero), no puede ser jamás el centro, ni el corazón
esencial del funcionar capitalista. Creerlo, es ser víctima de la fetichización
del dinero y suponer que el dinero puede producirse así mismo de la nada.
Admitir este desvarío es dar por buena una insólita sinécdoque que erige a las
finanzas (una parte) como la relación social general capitalista (el todo).
Hablamos de crisis sistémica ya que
podemos considerar que la crisis general de sobreproducción capitalista, ocupa
todas las áreas que componen el mosaico estructural (producción industrial,
agropecuaria, servicios etc.) y la parte supraestructural (política, ética,
cultura, etc.) del modo de producción capitalista, por ello, la crisis
es sistémica y no financiera.
El aparente y “sorpresivo” irrumpir de la crisis
sistémica del capital En voz de Marx, entendemos que el modo de producción
capitalista se desarrolla en una serie de ciclos no isócronos. La vida de la
industria se convierte en una serie de períodos de animación media, de
prosperidad, de superproducción, de crisis y de estancamiento. De lo anterior
podemos entrever que de la más amplia prosperidad capitalista, es decir, de la
expansión de la producción y por ende de la ganancia; se desprende la crisis
de sobreproducción general, que trae aparejada la agudización de la ristra
de desgracias que comentamos en el párrafo anterior.
Así las cosas, aunque parezca contraintuitivo, la
crisis emana de un exceso de riqueza, de una superabundancia de capitales
que se abalanzan a perseguir la tasa de ganancia media incrementada. Por tanto,
podemos afirmar que esta crisis general de superproducción, dimana de un auge
de la tasa ganancia, que puede ser explicado por el movimiento cíclico decenal
del capital. Ésta ciclicidad determina el grado de utilización de las fuerzas
productivas y el trabajo en la sociedad. Parafraseando a Fourier: la
miseria emana de la más fabulosa riqueza(concentrada en muy pocas manos). En el
momento de mayor auge (ojo, no quiere decir que en ese instante se superen las
contradicciones del capital o la clase obrera alcance el “bienestar”) es la
antesala a la más honda depresión. Ésta ciclicidad determina el grado de
utilización de las fuerzas productivas y el trabajo en la sociedad. En palabras
de Marx:
“(“) [es un] ciclo decenal de períodos de animación
medía, producción a todo vapor, crisis y estancamiento, descansa en la
constante formación, absorción más o menos intensa y reanimación del ejército
industrial de reserva o superpoblación obrera.”
Con el trabajo del Profesor Juan Iñigo, podemos
contribuir a dilucidar esta aparente contradicción:
“El presente avance de la crisis de superproducción
general no se corresponde con la caída inmediata de la tasa de ganancia, sino
con su aumento. No se trata que produzca poca plusvalía y, por lo tanto, poco
capital, sino de que se produce demasiada riqueza social bajo la forma de
capital” (3).
El auge económico mundial del período 2011-2012,
aunque ligero, debe venir aparejado con una severa disminución en la producción
para más tardar el año 2014 ó 2015, de acuerdo al comportamiento cíclico de la
economía.
El proceso mundial de acumulación y la creencia de
que la crisis es el ?norte? De las frecuentes tergiversaciones populistas, nos
llega a los oídos, la tenebrosa idea de la ”desconexión”, o el “desgaje” del
proceso mundial de acumulación capitalista. La “desconexión” es un trabajo
teórico que fue desarrollado primigeniamente por el marxista egipcio Samir
Amín (4) y que está siendo utilizado por una
caterva socialdemócrata que plantea una quimérica desvinculación
?nacional? al proceso mundial de acumulación capitalista. Pero el escape no
estriba en construir el socialismo científico (como lo señala de algún modo
Amín), sino en erigir, como expresa Wim Dierckxsens:
“(?)
relaciones internacionales bajo principios de solidaridad, reciprocidad,
complementariedad cooperación y sustentabilidad, es decir hacia un mayor
equilibrio internacional ["] desconexión del proceso de anexión
económica a EEUU [?] recuperación de la soberanía nacional ["] Ya con
varios países desconectados, la idea (“) comienza a tener factibilidad.” (5).
¿Cuáles son
esos países desconectados? ¿Cómo se desconectan económicamente países que
son absolutamente interdependientes, es decir, cuya determinación central
estriba en la mundialización de los procesos productivos y en un intercambio
comercial incesante? ¿Será que existen países autárquicos que
producen todo lo que consumen al interior de sus fronteras nacionales?
Si Marx planteó que la revolución socialista puede estallar primeramente en un
solo país, el socialismo como modo de producción tiene que erigirse
necesariamente de forma mundial. Por ello, la tarea revolucionaria
fundamental es construir ese sujeto histórico revolucionario (la clase obrera
directamente internacional), y empezar a unificarla bajo un plan de producción
internacionalmente consolidado. El planteamiento de la ?desconexión?, aparte de
ser falaz, plantea una situación reaccionaria y retrograda para la construcción
socialista. ¿América Latina no será tocada por la crisis del ?norte??
Es una triste fantasía creer que la crisis
de sobreproducción capitalista, no afectará a América Latina, por el
alto precio actual de sus mercancías primarias de exportación (soya, petróleo,
gas etc.) o porque (como erróneamente argumenta Dierckxsens) se pueda
?desconectar? de la debacle capitalista, por la vía de acuerdos comerciales o
tratados de cooperación. Creer que esto sucederá es conjeturar al mundo como un
montón de economías autárquicas que se relacionan esporádicamente por
la vía comercial. Es imaginar a las sociedades como componentes agregativos que
se yuxtaponen (si mezclarse) en relaciones de intercambio. Dejarse llevar por
esa apariencia, es clave en el error que estriba en la ilusoria protección
latinoamericana a la crisis general de sobreproducción.
En los países cuyo proceso de acumulación
capitalista sigue su curso más general (EEUU), en los países cuya dinámica
económica gira principalmente alrededor de la renta del suelo (Venezuela,
Argentina, Chile) y en los países cuya acumulación de capital estriba en la
explotación de fuerza de trabajo (con bajos salarios) dedicada a la manufactura
simple (Sudeste Asiático), la crisis de sobreproducción general, incidirá fuertemente,
pero en escalas y profundidades diferentes. No hay milagrosas defensas ni
salidas a este fenómeno inherente al propio funcionamiento del capital. No hay
salvatajes (transferencias directas de dinero ?Estatal? a los quebrados
bancos), ni expansiones del gasto público (keynesianos), ni contracciones del
gasto público (ultraliberales) que puedan detener los masivos efectos
destructivos de la crisis. Las manifestaciones más visibles de la crisis
capitalista: caída abrupta de la tasa de ganancia, caída de la inversión,
cierre de fábricas, despidos masivos, quiebras generalizadas; son sólo
expresiones de destrucción de capital o derruir de fuerzas
productivas. Esta eliminación de capital sobrante, es el ÚNICO
mecanismo mediante el cual el modo de producción capitalista metaboliza a las
empresas más ineficientes y a los capitalessuperabundantes que ya no
pueden valorizarse, y que ralentizan con su obsolescencia el proceso de
acumulación mundial de capital. Por ende, de forma cíclica las crisis se suceden
y sucederán, dejando efectos más devastadores en la depauperada la clase
obrera.
Las economías de América Latina cuya dinámica
central dependa de la renta de la tierra, verán como los precios de sus
mercancías de exportación se desploman y como la demanda internacional que
genera sus divisas se derrumba. Ello traerá problemas para cubrir los gastos
estatales corrientes, se paralizará el crecimiento económico y aumentarán los
niveles de pobreza e indigencia, que deben venir aparejados de las corrientes medidas
ultraliberalesque tomarán los gobiernos en esas circunstancias: maxi
devaluación de la moneda (devaluación del 100%), aumento del IVA, aumento en
las tarifas de los servicios públicos, despidos masivos en el sector estatal,
disminución del gasto social y paralización de la construcción de
infraestructura etc. En Venezuela las divisas las provee en 95% la industria
petrolera, el 80% de ese petróleo es de bajo procesamiento. Con un incremento
de 300% en sus importaciones totales en la última década, debe resentir con
enorme e inusitada fuerza una eventual contracción de la demanda energética,
que depende directamente de la producción industrial en el mundo y de la
especulación financiera que con esa plusvalía se genera.
Lo mismo puede aplicarse a países cuya centralidad
económica oscila a través del precio de commodities como el gas
natural, la soja, el cobre etc. Dicha crisis amenaza con ser mucho más grave
que la de 1929, 1974, 2001 y 2008, teniendo en cuenta que las dos últimas
grandes crisis han sido apenas pausadas, a fuerza de enormes expansiones
de la deuda global. Si el gran gendarme del mundo (EEUU), cuya
economía es casi un quinto de la economía mundial, tiene una deuda global que
alcanza el 400% de su PIB, posee más de 37 millones de desempleados y más de 44
millones de pobres, ¿Que quedará para las demás naciones capitalistas cuyos
niveles de acumulación son notoriamente más débiles? El aumento en la belicidad
de las naciones con mayor poderío militar y los probables estallidos sociales
que esas crisis generarán, son un tópico importante que trabajaremos en próximos
escritos.
*****
Notas:
1.- Iñigo Carrera, Juan, El capital: razón
histórica, sujeto revolucionario y conciencia. -1ra- Edición, Edit. Imago
Mundi, Argentina. (2008). Pág. 59.
2.- Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, Edit.
Fondo de Cultura Económica, 2da Ed. México, 1959. Potsfacio a la Segunda
Edición. Pág. XXIV
3.- Juan Iñigo Carrera, El capital: razón
histórica, sujeto revolucionario y conciencia. 1ra Edición, Edit. Imago Mundi,
Ed. Argentina. 2008. Pág. 88.
4.- Amin, Samir, ?La desconexión. Hacia un
sistema mundial policéntrico?, Editorial IEPALA, Madrid, 1998.
5.- Dierckxsens, Wim, El proceso de desconexión y transición del capitalismo
mundial, Fecha de publicación 15/8/2006.*****
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