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HOMENAJE
DE LA PROMOCION “GLORIOSO COMANDANTE ERNESTO Che GUEVARA”. El deber de todo revolucionario es hacer la
revolución”. Diciembre de 1967. Facultad de Ciencias de la Educación de la
Universidad Nacional San Agustín de Arequipa. El paralelismo entre Martí y el Che puede establecerse desde
diferentes ángulos e incluso visiones para demostrar la verticalidad de
construcciones teóricas y posiciones prácticas, que aun cuando diverjan en
fundamentos filosóficos aparenciales o no, encuentran propósitos y similitudes
que los acercan y unen. La trascendencia
y contemporaneidad, además de probar lo expresado en cuanto a su quehacer
teórico en función de una práctica revolucionaria acorde con su época y
circunstancias, se distinguen por la unidad común en cuanto a proyección de
cambio y de futuro, lo que otorga un
sentido de universalidad a posturas y definiciones que se engarzan, en lo
global, con la necesidad de una mirada transformadora y de compromiso del mundo,
y en lo particular, con el renacimiento
de una verdadera América Nuestra. Pudiera parecer casual o un mero
ejercicio académico, la similitud de propósitos y líneas conceptuales en
trabajos emblemáticos de Martí y Che, como los ensayos «Nuestra América» y «El
socialismo y el hombre en Cuba», aunque no los únicos. Se
identifican procesos de búsqueda, propuestas de tesis y como solución la lucha revolucionaria para propiciar los
cambios que se interrelacionan sobre bases comunes: el hombre como portador de los cambios y sujeto activo, la ética como
soporte indispensable para construir proyectos emancipatorios y de expresión
popular y la identificación de la
existencia de un eje distorsionador en la región, como lo ha sido y es los
Estados Unidos.
"La gratitud, como ciertas flores no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes" José Martí.
***
En
Martí, hombre de su tiempo y de raigambre americana, que aprehendió de las
fuentes nutricias de la independencia y que vio crecer a ese hombre americano, sujeto-actor de ese proceso, muchas veces
mancillado y olvidado, se encuentra presente no solo la defensa a ultranza de
ese hombre, sino sobre todo el destacar su
estirpe de raza, portador de una cultura autóctona y de una voluntad puesta a
prueba en circunstancias crueles y despiadadas, como lo fue la conquista y
la colonización. Para Martí, el camino hacia escalones superiores por parte de
nuestros pueblos, debía centrarse en el crecimiento espiritual y cultural de
ese hombre ingenuo e ignorado, enfatizando que esa obra era y es de todos,
porque solo así se podrá construir y
alcanzar una América propia. En esa razón, se erige como una necesidad
imperiosa otorgar a la ética un papel rector para establecer el verdadero sentido a
los pueblos que renacen de la barbarie, para que aprendan con
sentido de equidad a construir naciones
emancipadas y de hombres libres y plenos, defensores de sus intereses ante
la depredación de poderes foráneos, como siempre lo fueron los Estados Unidos, advertido no solo por Martí, sino por el propio
Bolívar y otros próceres de Nuestra América.
El
Che, hombre de acción y de pensamiento, comprendió plenamente la esencia
humanista del marxismo y que, de forma incipiente, se construye a partir
de los viajes que realizara en su
juventud por el continente. La solidaridad y el espíritu de compromiso con
los desposeídos fueron sus primeros componentes, seguido por su decisión de
luchar al comprender que solo mediante esa acción
directa el hombre puede alcanzar su máxima plenitud, basado sustancialmente
en el principio marxista de resaltar
el factor subjetivo como el actor principal de todo proceso revolucionario y dueño de su
destino histórico, que para el Che no era otro que el socialismo. Como
advierte ese es un proceso en extremo complejo y difícil, donde se puede
contemplar desde su surgimiento “al
hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada […]. Lo importante
es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de
su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como
motores de la misma […]. El camino es
largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros
mismos”. El punto de partida y su posterior evolución
transita con el propio acontecer de la Revolución cubana. Esa mirada, en la que se
vislumbra un futuro alternativo a la barbarie
capitalista desde el pleno ejercicio del poder mismo, refleja una visión
integradora de un nuevo tipo de sociedad a alcanzar en lo intelectual y moral y que debe pasar por la conquista gradual de la igualdad, la
justicia social, la plena dignidad humana y la defensa de los derechos humanos como verdadero contenido moral de la
política, los que representan indicadores de una validez incuestionable para los movimientos
sociales de mayor o menor radicalidad.
/////
"El deber de todo revolucionario, es hacer la revolución". Glorioso Comandante Ernesto Che Guevara.
***
JOSÉ MARTÍ Y ERNESTO CHE GUEVARA: en la redención
americana de hoy.
*****
María del Carmen Ariet García.
Rebelión viernes 1 de febrero del 2013.
Introducción.
A 160 años del natalicio de José Martí acercarnos a
su ensayo «Nuestra América», escrito en circunstancias muy particulares dentro
su prolongada estancia en los Estados Unidos e inmerso en su afán por alcanzar
la independencia de Cuba, representa, sin dudas, la expresión más nítida de un
pensamiento que no solo se construye literalmente con un estilo depurado y
propio, sino que es expresión, también, de dimensiones que sobrepasan a su
época y contextos, siempre presentes en el devenir latinoamericano y en el
aliento vital y renovador con que nuestros pueblos han de luchar para
conquistar y hacer realidad, como expresara Cintio Vitier, «los fantasmas de la
redención americana».
Estos análisis se inscriben dentro de un
pensamiento social radical de nuestro continente, precursor junto con nuestros
próceres de la independencia, de proyecciones que apuntan a defender conceptos
y actuaciones que nunca se han logrado alcanzar, a pesar de una historia común
en las que sobresalen páginas gloriosas de lucha, pero que en incontables
ocasiones no han podido sobrepasar más allá de sus circunstancias. Es un mérito
indiscutible de Martí, el que desde la visión independentista mirara más allá y
reflexionara en torno a elementos claves, para obtener lo que sabía
indispensable, la soberanía de nuestras repúblicas con un sentido diferente y
donde primara la fuerza y dignidad del hombre americano, como el portador de la
plena liberación, que en su caso era definitorio del hombre múltiple y de su
identidad: cultura y participación comprometida en lo político y en lo social,
sin dejar de considerar lo económico dentro de esa sumatoria de factores.
En este afán por reconocer y reconocerse en el
hombre americano, supo advertir no solo el crisol de sus cualidades por
desarrollar, sino sobre todo el compromiso ético que debía primar en sus
acciones para enfrentar el poder --que sentía omnímodo--, de la nación del
norte y sus pretensiones de dominación total en nuestras repúblicas nacientes.
Representa uno de los ejes esenciales de «Nuestra América», pero no el único,
porque su larga estancia en los Estados Unidos contribuyó a una mirada
abarcadora, en los que supo apreciar el impulso interior de su desarrollo
económico y cultural, pero también las limitaciones particulares que hacían de
sus ciudadanos hombres egoístas y desprovistos de gestos de hermanamiento y
solidaridad, por lo que auguraba un futuro prominente pero a la vez depredador
y avasallador con los más débiles de su entorno, los que en esos tiempos se
encontraban delineando su provenir como nación después de las luchas por
alcanzar la independencia.
Para el vecino del norte, nuestros países eran
considerados bárbaros, incultos pero, para su mal, con enormes recursos
materiales codiciados por ellos. Ya se sentían capaces de ejercer un dominio
imperial a escala expansiva y, nada más oportuno, que en su patio trasero. Este
fenómeno de expansión imperialista y sus rasgos distintivos constituyen en el
pensamiento martiano una visión superior de su época, interpretada como
profética por algunos, pero que, si se estudia analíticamente, resume la
expresión de un pensamiento político latinoamericano que conforma las bases de
una modernidad que se entronca con lo más avanzado, coherente y actual de
nuestra intelectualidad en el plano de la teoría social.
De esa forma, muy sucinta, se puede resaltar la
contemporaneidad intrínseca de «Nuestra América», al extenderse su presencia en
las propuestas de cambio que se sustentan hoy en la región, donde se incluyen
ejes que van desde el compromiso por recuperar la plena identidad del hombre
americano en su diversidad y también en su unidad, como base primaria para
entender las formas y los modos propios de cómo obtener la plena independencia
que fuera cercenada por la nación del norte y por coyunturas propias. En esos
espacios se ubican corrientes y tendencias en las que se cruzan posiciones más
radicales y de izquierda con las más conservadoras, con la necesidad imperiosa
de construir no solo el proyecto de nación que cada país debe y requiere hacer,
sino esencialmente para pensar en el compromiso de un nuevo siglo y milenio que
nos obliga a diseñar espacios superiores donde los ejes de poder político, la
hegemonía, la soberanía y la plena identidad sean las fuerzas dominantes y
contrastantes para enfrentar de una vez por todas al «gigante de las siete
leguas».
En esa escala superior, la historia reciente de
América Latina registra un hecho sustancial cuyo significado llegó a trascender
fronteras, que no es otro que el triunfo de la Revolución cubana en enero de
1959. Resulta muy propio de este proceso la unión de tendencias y proyecciones
en las que se suman lo más autóctono de nuestro pensamiento revolucionario,
donde, por supuesto, Martí alcanza un lugar cimero, definido por Fidel Castro,
líder de la Revolución, como el autor intelectual del Movimiento 26 de julio y
por consiguiente del proceso radical y de total transformación que se proponía
ejecutar en el proyecto de nación a reconstruir. Es importante advertir que en
el proceso cubano desarrollado en la segunda mitad del siglo XX no solo
estuvieran presentes los presupuestos conceptuales martianos sino que
estuvieran imbricados en ellos el pensamiento marxista dentro de su ideario, lo
que en nuestro caso no significó una ruptura diacrónica, porque aun cuando
Martí y su filosofía no pertenece a esa línea de pensamiento, sus concepciones
políticas y sociales se sitúan en lo más sobresaliente y actual de las
aspiraciones libertarias de Cuba y América y le dan un verdadero sentido a su
contemporaneidad.
Dentro del pensamiento revolucionario que distingue
a la Revolución cubana, el ejercicio de una praxis política consecuente con el
ideal martiano y marxista, postulado en momentos cumbres como en el preludio de
la invasión mercenaria en abril de 1961, donde se declara el carácter
socialista de la Revolución, junto con Fidel y como parte de nuestra vanguardia
revolucionaria, se distingue de modo particular el pensamiento creador y la
acción práctica de Ernesto Che Guevara, expresión de esa simbiosis, al
articular de forma natural el pensamiento filosófico y revolucionario de Marx y
del marxismo latinoamericano con el pensamiento radical cubano, condensado en
el pensamiento martiano.
El paralelismo entre Martí y el Che puede
establecerse desde diferentes ángulos e incluso visiones para demostrar la
verticalidad de construcciones teóricas y posiciones prácticas, que aun cuando
diverjan en fundamentos filosóficos aparenciales o no, encuentran propósitos y
similitudes que los acercan y unen. La trascendencia y contemporaneidad, además
de probar lo expresado en cuanto a su quehacer teórico en función de una
práctica revolucionaria acorde con su época y circunstancias, se distinguen por
la unidad común en cuanto a proyección de cambio y de futuro, lo que otorga un
sentido de universalidad a posturas y definiciones que se engarzan, en lo
global, con la necesidad de una mirada transformadora y de compromiso del mundo,
y en lo particular, con el renacimiento de una verdadera América Nuestra.
Pudiera parecer casual o un mero ejercicio
académico, la similitud de propósitos y líneas conceptuales en trabajos
emblemáticos de Martí y Che, como los ensayos «Nuestra América» y «El
socialismo y el hombre en Cuba», aunque no los únicos. Se identifican procesos
de búsqueda, propuestas de tesis y como solución la lucha revolucionaria para
propiciar los cambios que se interrelacionan sobre bases comunes: el hombre
como portador de los cambios y sujeto activo, la ética como soporte
indispensable para construir proyectos emancipatorios y de expresión popular y la identificación de la existencia de un eje
distorsionador en la región, como lo ha
sido y es los Estados Unidos.
"En Cuba hemos contado con un la presencia activa
de Fidel y el Che, convertidos, además, en referente de los pueblos que han
abogado por cambios profundos".
***
- El
sujeto americano: emancipación y liberación política.
El sujeto, esencia de una filosofía que distingue
al hombre como centro de su accionar y destino, se encuentra presente en muchas
corrientes de pensamiento y, fundamentalmente, en aspiraciones concretas dentro
del proceso civilizatorio del hombre a través de todos los tiempos.
Es el hombre sujeto portador u objeto subordinado
de esos procesos, en dependencia de su propia evolución, producto de violentos
enfrentamientos en aras de alcanzar poderes superiores, traducidos en
pensamientos que se sitúan en pro o en contra de esas posiciones. En el
transcurso de esas fases, la interrelación entre sujeto y ética conforma un
binomio singular, porque muchas veces no se ha sabido o querido expresar su
verdadero sentido y necesidad como elementos sustanciales en el momento de
percibir los cambios y las transformaciones exigidas. La usurpación del papel
sustancial que le corresponde desempeñar al hombre en la sociedad es limitada
por poderes omnímodos, convertidos en sus representantes absolutos sin advertir
que por fuerza bruta o por vías más dúctiles, sin la acción del hombre no se
puede alcanzar propósito alguno.
En Martí, hombre de su tiempo y de raigambre
americana, que aprehendió de las fuentes nutricias de la independencia y que
vio crecer a ese hombre americano, sujeto-actor de ese proceso, muchas veces
mancillado y olvidado, se encuentra presente no solo la defensa a ultranza de
ese hombre, sino sobre todo el destacar su estirpe de raza, portador de una
cultura autóctona y de una voluntad puesta a prueba en circunstancias crueles y
despiadadas, como lo fue la conquista y la colonización.
Para Martí, el camino hacia escalones superiores
por parte de nuestros pueblos, debía centrarse en el crecimiento espiritual y
cultural de ese hombre ingenuo e ignorado, enfatizando que esa obra era y es de
todos, porque solo así se podrá construir y alcanzar una América propia. En esa
razón, se erige como una necesidad imperiosa otorgar a la ética un papel rector
para establecer el verdadero sentido a los pueblos que renacen de la barbarie,
para que aprendan con sentido de equidad a construir naciones emancipadas y de
hombres libres y plenos, defensores de sus intereses ante la depredación de
poderes foráneos, como siempre lo fueron los Estados Unidos, advertido no solo
por Martí, sino por el propio Bolívar y otros próceres de Nuestra América.
A pesar de esas advertencias, explícitas y
preclaras en «Nuestra América», el poder del norte se impuso con toda su fuerza
despiadada, convertido en el yugo hegemónico de las repúblicas americanas. Así
ha sido hasta el presente, aun cuando se ha avanzado y retrocedido a la vez y
que ha habido hombres que, como Martí, han luchado por construir una América
libre y soberana.
En Cuba hemos contado con un la presencia activa de
Fidel y el Che, convertidos, además, en referente de los pueblos que han
abogado por cambios profundos, portadores, el primero, de un proyecto de
liberación total para su pueblo, y el segundo, no solo parte de ese proyecto,
sino también diseñador y actor de un proyecto de cambio que abarcara la América
toda y donde estuvieran presentes rasgos y signos distintivos del proceso
cubano, pero sin calco ni copia como expusiera Mariátegui en su tiempo, con el
objetivo supremo de otorgarle al hombre americano el verdadero papel que le
corresponde en estos tiempos, hechos a golpe de acción y en la búsqueda de una
ética superior que los conduzca por el camino de la solidaridad y la unidad
como los ejes particulares capaces de nuclear el espíritu latinoamericano que,
como Gran Semí, regó por las naciones del continente y que conforman, a no
dudar, los preceptos que distinguen a los gobiernos más progresistas del
continente.
El Che, hombre de acción y de pensamiento,
comprendió plenamente la esencia humanista del marxismo y que, de forma
incipiente, se construye a partir de los viajes que realizara en su juventud
por el continente. La solidaridad y el espíritu de compromiso con los
desposeídos fueron sus primeros componentes, seguido por su decisión de luchar
al comprender que solo mediante esa acción directa el hombre puede alcanzar su
máxima plenitud, basado sustancialmente en el principio marxista de resaltar el
factor subjetivo como el actor principal de todo proceso revolucionario y dueño
de su destino histórico, que para el Che no era otro que el socialismo. Como
advierte ese es un proceso en extremo complejo y difícil, donde se puede
contemplar desde su surgimiento «al hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no
está todavía acabada […]. Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada
día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al
mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma […]. El camino es
largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el
hombre del siglo XXI: nosotros mismos.»i
El punto de partida y su posterior evolución
transita con el propio acontecer de la Revolución cubana. Esa mirada, en la que
se vislumbra un futuro alternativo a la barbarie capitalista desde el pleno
ejercicio del poder mismo, refleja una visión integradora de un nuevo tipo de
sociedad a alcanzar en lo intelectual y moral y que debe pasar por la conquista
gradual de la igualdad, la justicia social, la plena dignidad humana y la
defensa de los derechos humanos como verdadero contenido moral de la política,
los que representan indicadores de una validez incuestionable para los
movimientos sociales de mayor o menor radicalidad.
Tanto en Martí como en el Che sobresale una ética
política que se destaca en lo teórico y en lo práctico por actuaciones y
pensamientos, que colocan al sujeto como centro rector de una visión y
compromiso consigo mismo y a la vez con su entorno, capaz de concientizar tanto
en su accionar individual como en la toma de conciencia del accionar colectivo,
en aras de superarse a sí mismo para construir una proyección cualitativamente
superior que dignifique la solidaridad y la dignidad plena del hombre y que
pudiera centrarse en una tesis sustancial: La interrelación entre pensamiento y
acción representan el centro de sus acciones, expresadas en un espíritu de
compromiso con el sujeto como eje primordial de todo proceso de cambio que
aspire a un mundo mejor y que, en sus casos, transitó a lo largo de sus vidas,
cuyo ciclo culmina con su entrega sin límites, haciendo cierta el apotegma martiano de que, «nadie tiene el derecho de dormir tranquilo mientras haya un hombre
infeliz…» ii
"Recuerden que el eslabón más alto que pude alcanzar la especie humana, es ser Revolucionario". Glorioso Comandante Ernesto Che Guevara.
***
- Poder
político: dependencia y dominación vs independencia y soberanía.
Aunque parezca alejado en tiempo en cuanto a
propósitos a alcanzar, cuando se estudian en Martí y el Che los temas referidos
a la política y el poder, sobre todo los referidos a la obtención de la
independencia y la soberanía como un bloque compacto de acciones para
alcanzarlas, contrastantes con la dominación y la dependencia impuesta por las
políticas hegemónicas de los Estados Unidos hacia la región, la similitud de
intereses y posibles soluciones para alcanzarlas, determinan las raíces
históricas comunes que desde las luchas por la independencia colonial española
percibieron ambos como un hilo perceptible donde reconocernos todos.
Para Martí, quien postula como primer elemento que
el problema de la independencia no era un cambio de formas, sino un cambio de
espíritu y donde advierte, además, que «urge decir, porque es la verdad, que ha
llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia»,iii es lógico entender su concepción
precisa acerca del camino que debía seguir la política y la estrategia a seguir
en nuestras naciones. Cuando define que en la política, lo real es lo que no se
ve y que es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los
factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad
abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos, están presentes argumentos
pensados y expuestos teniendo en cuenta su vasta experiencia y conocimiento
directo de los Estados Unidos y el significado de su amenaza permanente,
realizando un retrato fiel de su composición y estructura, al haber sido criado
en la esperanza de su dominación continental; en el ansia de mercados de sus
industrias pletóricas y en la ocasión de imponer a naciones lejanas y a vecinos
débiles su protectorado, como característica de su ambición política, rapaz y
atrevida.
En ello encuentra razones suficientes para mirar,
desde la independencia real no alcanzada aun, el peligro de la dominación de un
pueblo que mira con codicia a los pueblos menores. Con visión íntegra precisó
que si dos naciones no tienen intereses comunes no pueden juntarse, porque «si
se juntan chocan». Quedan pendientes hoy las advertencias martianas cuando
llamaba a inquirir sobre cuáles eran las fuerzas políticas del país que
convidaba y los intereses de los partidos y de sus hombres, además de insistir
en la necesidad de indagar e investigar a qué unión nos convocaban, porque de
lo contrario haría mal a América en seguirlos.
Dentro de ese contexto, algunos de los postulados
expuestos por el Che en sus escritos y discursos en torno a la forma clara y
precisa de abordar el tema de la soberanía y cuyos ejes esenciales estaban
conformados por la obtención de la soberanía política primero y la
independencia económica después, representan ópticas de significados y
propósitos idénticos, más allá de circunstancias y coyunturas concretas que las
particularizan.
La visión esclarecedora que sostuvo el Che al
analizar la expansión del capitalismo y del imperialismo como su línea central
dentro de una relación específica de un poder político diseñado para ello y,
donde lo social y lo político intervienen en toda su contradicción, por ser
expresión intrínseca del imperialismo como fenómeno histórico, se conjuga con
lo advertido por Martí.
La interrelación de ambas visiones deviene
paradigmática, porque forman parte de dimensiones similares, unidas en análisis
complementarios, capaces de demostrar la validez de un pensamiento y una
práctica revolucionarias que partieran de un análisis crítico del imperialismo
combinado con un involucramiento activo en lo personal, con la presencia muy
propia de combinar la práctica política con la ética en un compromiso que los
distinguió en toda su trayectoria.
Con mirada actual, la expresión martiana de que lo
primero en política es aclarar, prever y alertar a América sobre el vecino rapaz
y ambicioso en la batalla que se preparan a librar con el resto del mundo, se
une la centralidad del Che de destacar la interrelación entre imperialismo y
revolución, el papel de la acción humana para enfrentar el fenómeno
imperialista y la profundización de las desigualdades , que de manera constante
mina la capacidad de las naciones para actuar, porque como dijera Martí «sobre
serpientes, ¿quién levanta pueblos?»iv
La batalla advertida por Martí muy a tiempo y de
innegable solidez y vigencia, fue asumida en su momento por el Che dentro de un
camino más complejo y violento, que lo llevan a una lucha directa para
enfrentar esa fuerza mayor que definiera en el «Mensaje a la Tricontinental»:
«Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor
por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los
Estados Unidos de Norteamérica»v y que solo con la conjunción de
fuerzas sociales y políticas unidas se podrá alcanzar un pleno proceso de
liberación humana.
- Imperialismo
y revolución: presencia en los paradigmas emancipatorios de América Latina.
La historia reciente de nuestros pueblos se suma a
las páginas que esclarecedoramente fueron advertidas por pensadores y
revolucionarios y por páginas estremecedoras de generaciones que lucharon y
luchan por hacer de nuestro continente un todo indivisible. Todavía está por
responder en su total dimensión la interrogante escrita por Martí en 1889, y
que sintetiza nuestra fatídica historia compartida: «¿Y han de poner sus
negocios los pueblos de América en manos de su único enemigo, o de ganarle
tiempo y poblarse, y unirse, y merecer
definitivamente el crédito y respeto de naciones, antes de que ose demandarles la sumisión el vecino…?»vi
"Nuestra América" de: "…injértese en nuestras
repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas…" José Martí.
***
Es
sabido que las acciones y percepciones acerca de cómo obtener caminos comunes y
dignos obedecen, en ocasiones, a circunstancias y coyunturas muy
particulares, de no poca importancia en cualquier análisis que se necesite
hacer para interpretar o juzgar una etapa o período de la historia, lo que sin
dudas representa una singularidad pero también contribuye a una profundización
de fenómenos que por su relieve e importancia pertenecen al todo imaginario de
nuestras culturas y a los modos de abordar nuestras realidades y posibles
soluciones.
Pasado los años, hemos transitado por un
bicentenario independentista, expresión de luces y sombras, pero singularmente
conformado por caminos similares aunque no idénticos en sus particularidades.
Se observan alternativas diversas no solo en los modos de repensar nuestra
realidad, sino sobre todo en los modos de accionar con la misma, incluyendo las
que por diferentes modos, circunstancias y maneras no se avienen o no
corresponden a los momentos actuales. Aun cuando el binomio
imperialismo-revolución pase por gradaciones y manera de asumirlo, lo real es
que se mantienen como un par indivisible aunque los tiempos obliguen a
replantear su comportamiento, centrado esencialmente en los nuevos paradigmas
en los que intervengan con un sentido más participativo, de igualdad,
solidaridad y pleno cambio con su pleno sentido revolucionario, si en verdad
deseamos hacer realidad el precepto martiano expresado en «Nuestra América» de:
«…injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de
nuestras repúblicas…»vii
En la raíz de nuestros paradigmas, y como exigencia
mayor, se erige como un monolito el llamado de Martí en ese prédica permanente
por hacer de nuestras repúblicas un todo indivisible para su propia defensa y
desarrollo, la presencia de Bolívar: «…así está en el cielo de América,
vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el
haz de banderas a los pies; así está él calzadas aún las botas de campaña,
porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy; porque Bolívar tiene que
hacer en América todavía…»viii
Esa voluntad de hacer está aun por conquistar
porque a través de la independencia real es que se logra «el equilibrio del
mundo». Ese equilibrio del mundo invocado por Martí es una sentencia vital en
nuestros tiempos de nuevo siglo y nuevo milenio, cuando se habla de un mundo
global, pero excluible para la mayoría y que nos conmina a un análisis
reflexivo que permita acercarnos, de modo inobjetable, a lo expuesto por el Che
en múltiples análisis, cuando articuló una visión transformadora
revolucionaria, popular y orgánica a la vez, de lo nacional, incluyendo,
además, su carácter internacionalista y solidario.
Para el Che su teoría revolucionaria del cambio
social y su estrategia política se sustenta en el principio de alcanzar un
proyecto de liberación nacional socialista, donde se destaca el aspecto activo
de la política en su carácter emancipatorio y liberador de la fuerza hegemónica
del poder centrado en el imperialismo norteamericano. Tanto Martí como el Che
pudieron analizar la esencia de los centros de poder del capitalismo, para el
primero, los análisis que en su tiempo realizara sobre esas proyecciones,
expuestas en sus escritos sobre la Conferencia Monetaria efectuada en Nueva
York en 1889, y para el Che sus tesis tercermundistas, sobresalen por su
extraordinaria capacidad analítica y su extraordinaria visión de futuro, las
que mantienen la esencia de sus fundamentos.
La dimensión teórica y práctica de esas tesis del
Che permiten acentuar, en los movimientos populares, la búsqueda en la
revolución de un proceso de emancipación de los individuos como una estrategia
válida para cualquier movimiento socialista. Es por ello, que tanto en Martí
como en el Che sobresalen sus orientaciones acerca de la lucha contra las
desigualdades y dependencias entre las naciones, como consecuencia de la
hegemonía instrumentada en el mundo por poderes omnímodos, con predominio de un
profundo contenido moral capaz de rescatar un pasado común y la recuperación
histórica entre la cultura y la política en la obtención de un poder global
para todos, con un desarrollo que trace como objetivo el poder avanzar por un
camino propio y crear un modelo integral de solidaridad y ética para todos.
En el caso de América la proyección martiana queda
como tesis pendiente a alcanzar y como guía señera para la acción : «¿A dónde va la
América, y quien la junta y la guía? Sola, y como un pueblo, se levanta. Sola
pelea. Vencerá sola.»ix
*****
Notas:
i Ernesto Che
Guevara: “El socialismo y el hombre en Cuba”, en revista Contexto, no.
5, México, 2007, pp. 89 y 99.
ii José Martí:
“La verdad sobre los Estados Unidos”, publicado en Patria el 23 de marzo
de 1894, tomado de José Martí. Antología mínima, T. I, Editorial
Ciencias Sociales, ICL, La Habana, p. 450.
iii ________:
“Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus
tendencias” I, publicado en La Nación los días 19 y 20 de diciembre de
1889, tomado de José Martí. Antología mínima, ob. cit., p. 272.
v Ernesto Che
Guevara: “Crear dos, tres … muchos Viet Nam, es la consigna” en revista Contexto,
ob. cit., p. 137.
vii ________,
“Nuestra América”, publicado en El Partido Liberal el 30 de enero de
1891, tomado de José Martí. Antología mínima, ob. cit., p. 311.
viii ________,
“Bolívar”, publicado en Patria el 28 de octubre de 1893, tomado de José
Martí. Antología Mínima, ob. cit., pp. 380-381.
ix ________,
“Madre América”, discurso pronunciado el 19 de diciembre de 1889, tomado de José
Martí. Antología mínima, ob. cit., p. 302
Bibliografía Consultada:
- Ariet García, Ma. del Carmen: El pensamiento político de Ernesto
Che Guevara, Ocean Sur, México, 2010.
- ________________________: Che Guevara: fases integradoras de su
proyecto de cambio social, Ocean Sur, México, 2008.
- ________________________: “Política y revolución en el Che
Guevara”, en revista Contexto, no. 12, México, 2010,
pp. 100-107.
- Guevara Ernesto Che: Justicia Global. Liberación y
socialismo, Ocean Press, Melbourne, 2002.
- Martí José: José Martí. Antología mínima, T. I, ICL, La
Habana, 1972
Rebelión ha
publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de
Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
*****
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