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Aquellas
taras mentales que permitieron la esclavitud no fueron abolidas. Siguen entre
nosotros. Si las
queremos abolir, no las ocultemos. Y si fuera racista la expresión, no
ataquemos el síntoma, el lenguaje en todo caso es un termómetro. Y además ¿ante quién se eleva una carta
para que modifique o anule una expresión? ¿Ante la Real Academia? Si un día enviamos una carta a España,
además de agradecer todo lo que de ellos heredamos, exijámosle que nos
restituyan todo lo que nos quitaron. Exijámosle
que, como hizo el Vaticano con Galileo
cinco siglos después, pida disculpas por el genocidio indígena y por la trata de negros, y de paso exijámosle
a Inglaterra que
pida disculpas a toda la humanidad. En cuanto a la Real Academia, lo mejor que podemos hacer es olvidarla. El lenguaje
no precisa de Academias. ¿Qué sentido tiene una institución que establece que
una palabra es aceptable luego que
la gente la ha inventado y usado por doquier? Las instituciones inventan las fronteras, pero
las palabras no saben de fronteras ni de controles.
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URUGUAY: Piden borrar expresión "trabajar como negro", término considerado discriminatorio, del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
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LA PALABRA COMO REGISTRO
HISTÓRICO.
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Rebelión jueves 31 de enero del 2013.
La Casa de la Cultura
Afrouruguaya invita a través de una Carta pública a la Real Academia Española a
revisar la permanencia en la Edición de su Diccionario de la expresión “trabajar como un negro”, por
considerarla discriminatoria.
El
Uruguay actúa igual que aquella señora estirada, muy dada a hablar de moral,
modales y buenas costumbres, que esconde sin embargo un pasado harto dudoso. La
esclavitud en nuestro país no fue una actividad menor. Fue el comercio de
esclavos con Inglaterra el que valorizó nuestra ganadería, pues, como no podían
los esclavistas llevarse oro y plata de América, se les pagaba a razón de 200 o
300 cueros por esclavo, proceso que acentuó su valor de cambio y de ahí la
transformación demográfica y económica que viviríamos. Las familias
montevideanas de la colonia integraban su capital en casas, chacras, vacas,
negros, caballos y ovejas. Tenían más capital en vacas que en negros, pero más
en negros que en caballos y ovejas. Con la actividad negrera se financiaban los
hospitales, los asilos, las cárceles, pues el Cabildo de Montevideo y Buenos
Aires recibían su tercio en cueros por cada transacción. Cuando se inició el
proceso mal llamado “Independencia” cada vez que a un criollo se le pedía que
ingresara al ejército libertador, podía zafar enviando a un negro, y aquellos negros
que querían liberarse de sus amos, podían hacerlo, pero pasando a la categoría
de carne de cañón. No se crea que esto pasó exclusivamente en la Banda
Oriental. Los negros fueron la carne de cañón de los ejércitos “libertadores”
de toda América. Nadie, ningún héroe, ningún “Guarango de bronce” abolió la
esclavitud. Todo lo contrario, se aprovecharon de ella para reforzar sus
ejércitos. Luego, a la hora de escribir nuestra constitución, la sociedad
criolla decretó la libertad de vientres, lo cual significaba la libertad para
los negros que nacieran en el futuro, pero ninguno de aquellos constituyentes
esclavistas perdería a sus negros. Ninguno perdería su capital semoviente. El
fin de la esclavitud en América estuvo más vinculado al rol de los esclavos en
la economía de cada país, y a su vínculo con Inglaterra, que a las buenas
disposiciones morales. Allí donde los negros no eran piezas claves en la
economía fue donde primero los liberaron.
Fuimos
esclavistas, usamos a los esclavos para nuestras guerras, luchamos porque
Montevideo tuviera, a diferencia de Buenos Aires, el privilegio de la venta de
esclavos, en nuestras escuelas llamamos al esclavista Maciel como filántropo y
“padre de los pobres”, construimos, no por el bien de los esclavos, si no por el
bien de la población blanca de Montevideo, un barracón en donde dejar en
cuarentena a los esclavos sarnosos, cosa que no nos contagiaran. ¿Dónde está
ese barracón? ¿Por qué permaneció oculto durante doscientos veintiséis años?
Actualmente se están haciendo trabajos de excavación para determinar el lugar,
para que la ciudad pueda encontrarse con su pasado. Aplaudimos esta iniciativa,
inclusive en el caso que estuviera dictada por intereses turísticos. No es una
iniciativa racista ésta que nos recuerda nuestro pasado negrero. Racista es
haberlo ocultado. ¿Dónde están las cadenas? ¿Dónde están los grillos? ¿Por qué
no formamos un museo donde se luzcan estas muestras de avaricia y de maldad?
¿Por qué no ponerlo lindero a un museo que muestre los mecanismos de tortura de
la dictadura?
Los
documentos pueden destruirse, del pasado puede no hablarse, sobre todo si del
pasado nos hablan las instituciones estatales, los objetos del delito pueden
esconderse en manos de coleccionistas, pero no se pueden acallar los rastros en
el lenguaje. “Más malo que Artigas” decía el proverbio antiguo. Los sacerdotes
del culto al dios uruguayo pretenderán que esta expresión fuera definitivamente
borrada del vocabulario, pero por fas o por nefas es saludable que la expresión
llegara a nosotros. O es resultado de una “leyenda negra” por la cual las
clases privilegiadas quisieron denostar a un héroe revolucionario que minara
sus privilegios; o es resultado de un saber popular que ninguna propaganda
estatal pudo devastar, por el cual Artigas era un fiero policía de la campaña
que ejecutaba sin juicio previo a todo eventual malhechor, gaucho o indio, que
cazara. “Trabajar como un negro” no es una expresión racista. En una sociedad
colonial donde los hijosdalgo veían con horror ensuciarse las manos con el
trabajo, y donde los indios no había quién los pusiera a trabajar ni
funcionaran siquiera las muy eficientes reducciones jesuitas (se traían para
ciertas tareas a los indios cristianizados por los jesuitas en Paraguay), el
que trabajaba en aquellas cosas que nadie quería hacer, el trabajo pesado, era
el negro. “Trabajar como un negro” significa reconocer que fuimos esclavistas.
No es denigratorio para ningún negro. Sería, eventualmente, denigratorio para
los blancos, por esclavistas.
No
creamos ni por un instante que en Occidente acabamos con la esclavitud como
resultado de una evolución de nuestras mentes. Acabamos con la esclavitud
cuando se convirtió en una actividad antieconómica. En vez de invertir en
esclavos de muy lenta amortización, se invertía en actividades industriales de
rápido retorno, para lo cual se precisaba, por un lado obreros, y por el otro,
consumidores, y este tipo de economía era enemiga del régimen esclavista,
motivo por el cual Inglaterra, luego de enriquecerse con la trata negrera, pasó
a ser su principal perseguidora, convirtiéndose en la “policía de los mares”.
Aquellas
taras mentales que permitieron la esclavitud no fueron abolidas. Siguen entre
nosotros. Si las queremos abolir, no las ocultemos. Y si fuera racista la
expresión, no ataquemos el síntoma, el lenguaje en todo caso es un termómetro.
Y además ¿ante quién se eleva una carta para que modifique o anule una
expresión? ¿Ante la Real Academia? Si un día enviamos una carta a España,
además de agradecer todo lo que de ellos heredamos, exijámosle que nos
restituyan todo lo que nos quitaron. Exijámosle que, como hizo el Vaticano con
Galileo cinco siglos después, pida disculpas por el genocidio indígena y por la
trata de negros, y de paso exijámosle a Inglaterra que pida disculpas a toda la
humanidad. En cuanto a la Real Academia, lo mejor que podemos hacer es
olvidarla. El lenguaje no precisa de Academias. ¿Qué sentido tiene una
institución que establece que una palabra es aceptable luego que la gente la ha
inventado y usado por doquier? Las instituciones inventan las fronteras, pero
las palabras no saben de fronteras ni de controles.
Abolimos
la esclavitud, pero sólo para pasar a otras formas de esclavitud. La palabra
puta no nos gusta, es demasiado fuerte, es demasiado clara, usamos
académicamente la palabra prostituta, o todavía mejor meretriz, golfa,
casquivana. La palabra negro nos suena mal, inventemos la palabra
afrodescendiente. No la llamemos dictadura, llamémosle mejor régimen de facto.
Barramos la basura debajo de la alfombra.
Todo
nuestro lenguaje es expresión de nuestra cultura. Esclavo viene, aparentemente,
de eslavo, raza de hombres blancos esclavizados fuera de Europa. Los negros que
vendían los blancos habían sido previamente comprados a negros que esclavizaban
negros. La esclavitud es una institución muy antigua, pero no es una
institución que acompañara a toda la historia de la humanidad. Por miles de
años los cazadores y recolectores no fueron dados a la esclavitud. La
esclavitud nació con la agricultura, proceso asociado con la escritura, las
clases sociales, el Estado y la propiedad de la tierra. De una propiedad más o
menos estatal hemos pasado a la propiedad privada. Con ella nacieron una
cantidad de palabras: cerradura, alambres de púa, alarmas, cárceles, rejas,
grilletes, esclavos y muchísimas más. No nos preocupemos de abolirlas.
Preocupémonos en soñar que ojalá algún día no sean necesarias, que dejen de
usarse pues habrá caído la cosa que les da nombre. Y si desaparece la cosa y la
palabra pervive, será porque aquella utópica humanidad no gustará de hacerse trampas al solitario, y
cuidará del lenguaje como una prueba viviente de su pasado.
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