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OPINIÓN DEL ECONOMISTA COSTAS LAPAVITSAS.- "Financiarización”
es una palabra rara, pero captura uno de los aspectos más
importantes del capitalismo contemporáneo: durante las últimas décadas, el
sector financiero ha crecido de forma extraordinaria hasta llegar a dominar la
economía. Algunos consideran que el ascenso de las finanzas es resultado de
políticas gubernamentales. No hay duda de que en EEUU, el país que mejor ejemplifica la financiarización, la
desregulación llevada a cabo por el gobierno ha beneficiado a Wall Street. Sin embargo, el fenómeno
de la financiarización está tan extendido a nivel global que merece una
explicación más compleja. Sin duda, es más lógico pensar que las políticas de
los gobiernos han favorecido a las finanzas una vez ciertas tendencias sociales
y económicas ya habían convertido a la financiarización en una realidad.
La
“financiarización” se entiende mejor como un gran desplazamiento en el
desarrollo del capitalismo que empieza en la década de 1970 y se ha desarrollado
poco a poco en los últimos cuarenta años. Procede de profundos cambios en la
tecnología y en las formas laborales. Concretamente, se ha producido una revolución en las
telecomunicaciones y la informática, que no ha conseguido mantener un crecimiento sostenido de la
productividad por razones que todavía no se conocen en profundidad. Al
mismo tiempo, el trabajo se ha
intensificado y el empleo se ha precarizado, mientras crecía enormemente la
desigualdad
salarial. En este contexto, la esfera de la producción en los países
desarrollados anda a trompicones mientras la esfera de las finanzas está
inflada. Este desequilibrio marca el capitalismo contemporáneo.
Estos
cambios subyacentes han llevado a tres tendencias características de la
financiarización, perfectamente visibles en EEUU. En primer
lugar, grandes empresas no financieras, por ejemplo, grandes compañías automovilísticas o del petróleo, se han
“financiarizado”, esto es, obtienen sustanciales beneficios de operaciones
financieras y se han independizado relativamente
de los bancos, ya que cuentan con amplios recursos para financiar sus
inversiones. Al contrario de lo que a veces se imagina, la financiarización no conlleva que los grandes bancos dicten órdenes a
los grandes negocios; lo que sí sucede es que tanto los grandes bancos como
las grandes empresas están más implicados en actividades financieras, sin que
esto se traduzca en relaciones de dominio entre ellos. Como consecuencia, los
grandes bancos ya no centran su modelo de negocio
en el préstamo de dinero y la provisión de servicios financieros a empresas
no-financieras, sino sobre todo en transacciones en los mercados financieros y
en los préstamos y servicios a personas y familias.
Por último, las unidades domésticas también se han “financiarizado”,
están totalmente expuestas a instituciones financieras
formales (bancos, compañías de seguros, otras compañías financieras) ya que los
préstamos, el ahorro, las pensiones, los seguros, etc., han crecido de una
forma sin precedentes en los últimos años. En
la actualidad, los ingresos personales son una fuente significativa de los
beneficios bancarios. La naturaleza histórica de esta transformación es visible
en el crecimiento de los beneficios financieros en las últimas décadas. Desde
el inicio de la década de 1960 hasta
los primeros años de la de 1980, los beneficios financieros supusieron una
proporción estable del total. La financiarización comienza en la década de 1970 y se desarrolla desde el
inicio de los años ochenta hasta los años dos mil. En estas dos décadas, el beneficio financiero se dispara en
relación con el total. Son años de burbujas que terminan sistemáticamente en
crisis financieras marcadas por la caída de los beneficios financieros, como la
“crisis de ahorros y préstamos” de
finales de la década de 1980 y principios de la de 1990. La tendencia alcista
se recuperó poco después.
No debería sorprendernos la pronunciada inestabilidad de la
financiarización. Las finanzas están relativamente
desconectadas de la producción, y cuando están suficientemente desarrolladas,
tienden a crear montañas de préstamos y deudas, obligaciones y
contra-obligaciones, que solo tienen una débil conexión con los procesos de
creación de valor. Suele acabar en un
crash. La crisis más profunda tuvo lugar sin duda en 2007-2009 como
consecuencia de la burbuja inmobiliaria
de los años 2000 que trajo una enorme expansión del endeudamiento de los
hogares. La crisis produjo una catastrófica caída de los beneficios
financieros. La recuperación fue
rápida pero, desde 2009, la proporción de las ganancias financieras se ha
reducido ligeramente. La gigantesca deuda contraída en la burbuja previa parece
haber detenido la financiarización,
mientras que en EEUU la economía se
ha atascado en un (ahora habitual) estancamiento.
El camino que tome EEUU determinará en buena medida el del resto de
países. Tiene delante una oportunidad histórica para abandonar
el callejón sin salida donde se encuentra a través de un proceso de “des-financiarización”, es decir, de
re-equilibrar la economía a favor de la esfera de la producción en relación con
la esfera de las finanzas. Para que esto suceda, no basta con regular Wall Street. Una política pública integral
tendría que hacer frente a las tendencias características de la financiarización: fomentar que las
empresas no-financieras incrementen su inversión en actividades productivas y
abandonen las financieras, redirigir la actividad de los bancos hacia el sector
productivo de la economía y reducir la dependencia de los hogares de
instrumentos financieros complejos e intangibles. Ninguna de estas acciones es
sencilla y todas
ellas supondrían profundos cambios en las formas de vida, trabajo y estudio de
la población. Pero sin duda merece la pena.
*
Costas Lapavitsas es profesor de Economía en la School of Oriental and African
Studies de la University of London.
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LA “FINANCIARIZACIÓN” se entiende mejor
como un gran desplazamiento en el desarrollo del capitalismo que empieza en la
década de 1970 y se ha desarrollado poco a poco en los últimos cuarenta años.
Procede de profundos cambios en la tecnología y en las formas laborales.
Concretamente, se ha producido una revolución en las telecomunicaciones y la
informática, que no ha conseguido mantener un crecimiento sostenido de la
productividad por razones que todavía no se conocen en profundidad. Al mismo
tiempo, el trabajo se ha intensificado y el empleo se ha precarizado, mientras
crecía enormemente la desigualdad salarial. En este contexto, la esfera de la
producción en los países desarrollados anda a trompicones mientras la esfera de
las finanzas está inflada. Este desequilibrio marca el capitalismo
contemporáneo.
***
¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE FINANCIARIZACIÓN?.
*****
¿Cuáles
han sido los principales hitos históricos de la adecuación de la política del
capital al nuevo contexto de crisis crónica iniciado en los años 70?
¿Cuáles
son pues los pilares de la hegemonía actual del capitalismo financiarizado?
Para
terminar, haré un par de brevísimos apuntes sobre las enormes implicaciones del
entramado descrito anteriormente en la vida social y política de nuestras
sociedades.
Alfredo Apilánez.
ALAI. Sábado 19 de noviembre del 2016.
Comenzaré la exposición yendo al grano para tratar de
contestar, a través de una aproximación teórica, a la pregunta que da título a
la charla. A continuación, haré un breve recorrido histórico por los hitos
del desarrollo del neoliberalismo: el brazo político-ideológico del capitalismo
actual. En tercer lugar expondré los rasgos de los que podríamos
llamar pilares de la hegemonía del capital financiero para concluir con un
breve apunte sobre las enormes repercusiones políticas y sociales de lo
anterior.
Me gustaría comenzar con un ejemplo que, en mi
opinión, sirve de certera aproximación al tema que queremos abordar. Se trata
de un fragmento de un excelente trabajo de Salva Torres de la
asociación 5OOx20 sobre
la espectacular burbuja del alquiler que está fraguándose en Barcelona:
Barcelona se ha
convertido en el laboratorio del mercado de alquiler del futuro. El sector
inmobiliario está alborotado por la entrada masiva de dinero de los llamados
fondos buitres y por la avalancha turística. Todo empezó con la máquina de
creación de dinero bancario que inició la Reserva Federal de los EE.UU (la
llamada expansión cuantitativa). Ahora, “el bazooka monetario” lo
tiene el BCE que dispara compras masivas de deuda bancaria y
corporativa. Hay dinero a raudales mientras las autoridades monetarias
propulsan artificialmente los precios de los activos para evitar una nueva
caída de todo el tinglado financiero internacional. Pero todos sabemos quién
sale beneficiado”.
La descripción anterior nos acerca más a la esencia
del capitalismo “realmente existente” que las recurrentes
cantinelas sobre esforzados autónomos y heroicos emprendedores que pueblan los
discursos de las “fuerzas vivas” y sus portavoces político-mediáticos.
Yendo pues directo al grano de la cuestión planteada: ¿de
qué hablamos cuando hablamos de financiarización? Hablamos de la
evolución acelerada del capitalismo actual hacia la hegemonía del rentismo y la
expropiación financiera basada en el endeudamiento masivo. De este modo, un
capitalismo “patrimonial”, propulsado por las burbujas de
activos infladas vía crédito por la banca global, deviene el corazón del
sistema económico en detrimento de las actividades productivas tradicionales.
Como resume Jesús Nácher (autor del excelente blog “La proa del argo”): “La
retórica habla de valor, de trabajo pero la realidad nos muestra grandes
fortunas reunidas mientras el propietario se echaba la siesta. La palabra clave
es “renta”, el beneficio que obtenemos simplemente por ser propietarios de
algo, sin aportar trabajo o valor de ninguna clase”.
¿Qué nos dicen
los expertos de la ciencia económica sobre esta singular configuración de la
matriz de la rentabilidad capitalista?
Los economistas clásicos hubieran
abominado de una estructura económica basada en el rentismo y la especulación
con activos. Stuart Mill, –refiriéndose a los terratenientes
absentistas- es bastante inclemente:
“Puede decirse
que se enriquecen mientras duermen, sin trabajar, arriesgar o economizar. Según
el principio general de la justicia social, ¿qué derecho tienen a ese aumento
de sus riquezas?”.
David Ricardo también –aún
sujeto al férreo dogma malthusiano de la creciente presión demográfica sobre
los escasos recursos- culpaba a la renta de la tierra de la agonía progresiva
del capitalismo al absorber partes crecientes del excedente generado en la
economía productiva desembocando así en un paralizador estado estacionario –la
siniestra “ciencia lúgubre” de Thomas Carlyle-.
Keynes iba mucho más allá: propugnaba nada menos que la
supresión de la herencia y la socialización de parte de la inversión en manos
del estado para asegurar el pleno empleo practicando, de rebote, la eutanasia
del rentista. Sin embargo, su pronóstico no fue precisamente premonitorio:
“Veo por tanto
el aspecto rentista del capitalismo como una fase transitoria que desaparecerá
tan pronto como haya cumplido su destino”.
Esta honestidad de los pioneros ante los rasgos
tóxicos del capitalismo brilla por su ausencia en la actual corriente
hegemónica. En palabras de Jordi Llanos (autor del blog “La economía del doctor Pangloss”): “Para
la escuela neoclásico-marginalista, no existen las rentas no ganadas de los
clásicos, aquello que no ha requerido la utilización de trabajo para ser
obtenido; para ella todo es retribuido, en el sacrosanto equilibrio, según su
contribución –el esotérico producto marginal-”. La ausencia de
cualquier enfoque sobre el origen del excedente económico y su distribución
incapacita a la teoría ortodoxa para la comprensión global del sistema. Como
dice irónicamente Alejandro Nadal (prestigioso economista
marxista mejicano): ¿Qué estatus científico o credibilidad intelectual
le puede quedar a un paradigma económico para el cual la crisis actual no
debiera haber ocurrido? De hecho, ningún economista “serio” se enteró
del colosal derrumbe que se avecinaba. De nuevo Jordi Llanos:
“Una de las
cosas más destacables es que la crisis fuera causada por un sector –el
financiero- que desde el punto de vista del corpus neoclásico es meramente
auxiliar, un simple lubricante que canaliza el ahorro hacia la inversión. “El
dinero y el sistema financiero carecen de relevancia para el paradigma dominante,
lo que para un profano debe resultar asombroso y, ciertamente, lo es”.
Solamente los herejes y los infieles nos ayudarán a
arrojar un poco de luz sobre el papel real de las finanzas en el actual armazón
capitalista. Steve Keen –autor del texto “La economía
desenmascarada” y seguidor del economista post-keynesiano Hyman Minski,
famoso por su premonitoria “hipótesis sobre la inestabilidad financiera”-
describe el papel explosivo del sistema financiero. Se trata de un sistema “disipativo”, potencialmente
desestabilizador, en el que la creación masiva de deuda bancaria implica el
surgimiento de un poder adquisitivo no existente. Esto se debe al hecho crucial
de que las instituciones financieras no se limitan a prestar lo que otros han
depositado en ellas, sino que construyen deudas que inflan colosales burbujas
especulativas que llevan a la catástrofe.
A pesar de su
fertilidad, el enfoque anterior identifica la distorsión financiera únicamente
como un tumor a extirpar. Sin embargo, quizás cabría ir más allá. ¿Y si la
financiarización, lejos de haber parasitado la economía real con sus excesos
especulativos la hubiese ayudado a sobrevivir más allá de su fecha de
caducidad?
Solamente la tradición marxista nos da
una respuesta: las finanzas no son un parásito en un cuerpo sano sino el
apéndice que apuntala la menguante rentabilidad del capital.
En los clásicos términos marxianos:
“la razón última para todas las crisis reside en la
pobreza y el consumo restringido de las masas frente al vigor de la producción
capitalista en desarrollar las fuerzas productivas como si el poder de compra
de la sociedad no tuviera límite”.
Como explica Anselm Jappe, economista
francés autor del excelente libro “Crédito a muerte”:
“Desde los años
70, el mecanismo se encasquilló. La acumulación real amenazaba con detenerse
ante la progresiva insuficiencia del sustrato que la nutría. Fue en ese momento
cuando el «capital ficticio», como lo llamaba Marx, levantó el vuelo”.
Con el final del ‘círculo virtuoso fordista’ de
los “treinta gloriosos” años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial reaparece pues con especial virulencia el clásico problema de
insuficiencia de la demanda. En los precisos términos de Michel Husson, economista
francés que es en mi opinión el mejor analista de las causas profundas de la
crisis actual:
“si los
salarios bajan y las inversiones se estancan, ¿quién va a comprar la
producción? El consumo derivado de ingresos no salariales (rentistas) y el
recurso al crédito deben compensar el estancamiento del consumo salarial. He aquí, por cierto, la raíz del brutal
aumento de la desigualdad”.
El resumen que hace Husson de la
génesis de la financiarización es inmejorable.
“De este modo,
la falta de oportunidades para sostener una acumulación rentable, a pesar de la
recuperación de los niveles de ganancia gracias a la ofensiva neoliberal sobre
los trabajadores, movilizó una masa creciente de rentas financieras en busca de
valorización: allí es dónde se encuentra la fuente del proceso de
financiarización”
Crisis de la financiarización glabalizada de la economía actual?.
¿Cuáles
han sido los principales hitos históricos de la adecuación de la política del
capital al nuevo contexto de crisis crónica iniciado en los años 70?.
Si hubiera que elegir una fecha simbólica para el
inicio de la contrarrevolución neoliberal y del proceso de financiarización
ésta sería el 15 de agosto de 1971 (“el día en que la historia financiera del
mundo cambió para siempre” en los solemnes términos de Alejandro Nadal).
En el llamado Nixon Shock el
gobierno estadounidense suspendió la convertibilidad entre el dólar y el oro,
dinamitando el mecanismo regulador del comercio y las finanzas internacionales
surgido de la Segunda Guerra Mundial. Los circuitos financieros se vieron
anegados de dólares imprescindibles en el comercio de las fuentes de energía y
materias primas estratégicas. Los petrodólares y eurodólares que fluían hacia
la banca de Wall Street proporcionaron el combustible para el crecimiento
exponencial de las “innovaciones” financieras y financiaron las descomunales
deudas fiscal y exterior que apuntalaban la declinante hegemonía
estadounidense.
Michael Hudson, experto en finanzas y autor del
magnífico libro “Matar al huésped”, resume las formidables
implicaciones geopolíticas de lo anterior:
“Ante el hecho
de que cerca de la mitad de los gastos discrecionales del gobierno de EE.UU.
son para operaciones militares, no sería descabellado afirmar que el sistema
financiero internacional está organizado de tal manera que financia al
Pentágono”.
Comienza a continuación la aplicación de la doctrina
del shock (expuesta magistralmente en
el famoso texto de Naomi Klein) para extender por doquier el
evangelio neoliberal.
Quizás el golpe de estado en Chile en 1973 fuera
la primera aplicación de la línea dura de la nueva doctrina. ¡Haced que la
economía grite!, fue la elocuente frase de Nixon al desatar la guerra económica
para extirpar el “mal ejemplo” del gobierno socializante de Salvador
Allende. Gunder Frank, economista marxista chileno-alemán, describió
la terapia de choque neoliberal pinochetista diseñada por los Chicago
Boys de Milton Friedman como “Capitalismo y genocidio
económico”.
Del diseño de la línea blanda-tecnocrática del nuevo
credo –aplicado fervientemente en el corazón del sistema por Reagan y
Thatcher durante los años 80- se encargó el llamado Consenso de
Washington de 1989. El paquetazo neoliberal resultante, esparcido a los cuatro
vientos por el “brazo ejecutor” del neoliberalismo, el FMI,
extendió por doquier las despiadadas políticas de “ajuste estructural”. En
los años 90 el “paquetazo” se impuso en Latinoamérica –la
década perdida de la crisis de la deuda culminada en el corralito argentino-,
pero también se administró tras la crisis del sudeste asiático de 1997 e
incluso en la eterna crisis japonesa que arranca en 1989. Lo que este “potro
de tortura” económico ha supuesto para sus víctimas lo expresa Davison
Budhoo, ejecutivo del FMI que, en su carta de renuncia a
su jefe, describe de esta guisa su honorable tarea:
“Para mí, esta
dimisión es una liberación inestimable, porque con ella he dado el primer gran
paso hacia ese lugar en el que algún día espero poder lavarme las manos de lo
que, en mi opinión, es la sangre de millones de personas pobres y hambrientas.
[…]; tengo la sensación de que no hay jabón en el mundo que me pueda limpiar de
las cosas que hice en su nombre”.
¿Y qué pasaba mientras tanto en la vieja Europa? La
UE ha sido un alumno ejemplar del experimento neoliberal. Los absurdos
criterios de convergencia fijados en el Tratado de Maastrich –con
el 3% de déficit público a la cabeza- y la prohibición al “independiente” BCE de
financiar directamente a los estados son el paradigma de la pseudociencia
monetarista que sustenta las políticas neoliberales.
El mejor
ejemplo de la doctrina del shock a la europea fue la tortura
sufrida por los PIGS –ejemplificada en el vía crucis griego-
en la crisis de la deuda soberana. El BCE retrasó
intencionadamente la adopción de medidas paliativas -dejando vía libre a los
especuladores hasta el verano de 2012- para obligar a los parias del sur a
acelerar las reformas de la agenda neoliberal. La frase inicial de la carta de Trichet (presidente –a
la sazón- de la suprema autoridad monetaria europea) a Zapatero en
el verano de 2011 resalta el fondo del asunto: “el consejo gobernante (del
BCE) considera que para España la acción apremiante de las autoridades
es esencial para restaurar la credibilidad de la firma soberana en los mercados
de capitales”. Ni que decir tiene que lo que entendía Pilatos-Trichet por
‘acción apremiante’ no era demasiado diferente del “genocidio económico”
infligido al pueblo chileno.
OJO. CUIDADO CON EL NUEVO ORDEN MUNDIAL.- Transnacional y financiera. Cada vez más transnacionalizada y progresivamente financiarizada. Así es la economía mundial actual. Esos son dos de los atributos de las transacciones internacionales en nuestros días. Dos rasgos característicos que ganan fuerza y extienden sus efectos e intensidad al conjunto de las relaciones económicas internacionales. Panamá y sus despachos de abogados son solo un ejemplo de ello.
***
¿Cuáles
son pues los pilares de la hegemonía actual del capitalismo financiarizado?
Incidiré en los dos esenciales ya esbozados: la
planificación de la actividad económica realizada por la banca y el papel
neurálgico que representa la independencia del banco central para apuntalar la
expropiación financiera.
El papel del sistema bancario es el secreto mejor
guardado de la realidad económica. Los paraísos fiscales, el fraude de las
preferentes y la corrupción rampante copan el ruido mediático mientras la
colosal expropiación financiera que realiza la banca privada queda sumida en la
más absoluta penumbra. Sin embargo, como refiere Michael Hudson: “La
realidad es que el derecho monopolístico de crear crédito bancario productor de
intereses es una transferencia de la sociedad a una élite privilegiada”.
Jordi Llanos describe la ceremonia de la confusión:
“No resulta
extraño que el poder económico, con la inestimable colaboración de la mayor
parte de la profesión académica, se haya empeñado en echar tierra sobre la
creación de dinero y el funcionamiento del sistema bancario. Lo
impresionante es que se trata de una máquina de generar desigualdad, canalizando
rentas hacia el sistema financiero a una escala enormemente superior
a la corrupción o el fraude fiscal”.
Alejandro Nadal resume la simplicidad del proceso:
“En el mundo
real los bancos proveen financiación mediante la creación de dinero. Los bancos
ofrecen préstamos, pero no necesitan tener en sus bóvedas los fondos necesarios
para otorgar crédito. La causalidad se invierte: los préstamos hacen a los
depósitos, no a la inversa. Se estima que el 97% del dinero es creado por la
banca privada a través de la generación de préstamos”.
Ello explica asimismo la virulencia de las crisis. Los
bancos originan enormes cantidades de deuda en la fase álgida del ciclo –como
explicaban Minsky y Keen- y cierran bruscamente el grifo en la fase
descendente provocando la implosión de las burbujas generadas por su voracidad
prestamista. El resumen que hace el economista marxista griego Costas Lapavitsas -autor del
espléndido texto: “Capitalismo financiarizado: crisis y expropiación
financiera”- del proceso es inmejorable:
“Para los
bancos comerciales, involucrarse en expropiación financiera se traduce
primariamente en créditos hipotecarios y de consumo propulsados por la
titulización y la adopción de técnicas de banca de inversión. Las hipotecas se
originaban pero no se mantenían en la hoja de balance”.
Este maravilloso descubrimiento fue llamado el modelo
bancario de “originar y distribuir”, que levantó el castillo
de naipes de productos financieros “creativos” basados en préstamos subprime
hasta su estrepitoso colapso en 2007.
La función de la banca es, en conclusión, sostener la
tasa de ganancia del capital a través de la creación de dinero-deuda dirigiendo
la financiación y la planificación económica no a la inversión productiva sino
hacia el sector inmobiliario.
No hay mayor dogma de fe de la ortodoxia neoliberal
que el principio de la independencia de la banca central. Lapavitsas resume el fondo
del asunto: “Los bancos centrales han cobrado más prominencia, reforzados por
una independencia tanto legal como práctica. Miran con benevolencia el exceso
especulativo financiero mientras movilizan recursos sociales para rescatar a
los financistas de la crisis”.
La pionera fue la Ley de la Reserva Federal que en una
modificación de 1981 impedía a la Fed comprar deuda del tesoro
obligándolo a financiarse en los mercados. El mecanismo se repite por doquier:
la “máquina de succión” de la deuda pública volcando ‘masas colosales de
riqueza’ real al sector financiero –los intereses de la colosal deuda española
representan un 10% del gasto público estatal-. Las implicaciones de este
aséptico “golpe de Estado” son fabulosas. Como explica Nadal: “La
separación en compartimentos estancos de la política fiscal y de la política
monetaria pone de rodillas al Estado frente a los caprichos de los mercados
financieros”.
La surrealista QE (expansión
cuantitativa), la mayor inyección de dinero público a la banca de la historia,
ha llevado la transferencia de rentas al capital financiero al paroxismo. El
rescate masivo de la quebrada banca global, la hipertrofia del casino
financiero y el dopaje de las burbujas de activos –como mencionaba la cita
inicial- son los resultados de la ingente dádiva de los –para esto sí-
manirrotos bancos centrales.
Incluso las
grandes multinacionales, cada vez más financiarizadas,-que también reciben su
parte del pastel en la última QE-, se apuntan al casino a través de
recompras de acciones y demás trucos especulativos orillando su tradicional
función “de hacer cosas útiles para la gente”.
Para terminar, haré un par de brevísimos apuntes sobre
las enormes implicaciones del entramado descrito anteriormente en la vida
social y política de nuestras sociedades.
Michael Hudson resume el quid de la cuestión:
“El mayor
problema para la sociedad es que las finanzas hallan sus mayores ganancias, no
en el incremento de los niveles de vida de la gente, sino en la barra libre
para sus clientes, al tiempo que convierten la búsqueda de rentas y las
ganancias con los precios inmobiliarios en una ‘máquina de succión’ de riqueza
real a través del flujo de intereses”.
Con el agravante de que, como explica
Lapavitsas, “las finanzas dirigidas a los ingresos personales apuntan a
satisfacer necesidades básicas. Difieren cualitativamente de las finanzas
dirigidas a la producción capitalista”.
La “acumulación
por desposesión”, descrita por el marxista británico David Harvey y las masivas
privatizaciones de servicios públicos han reforzado el papel extractivo de la
banca mediando y extrayendo crecientes rentas del acceso a la vivienda, la
educación y la salud de la desvalida ciudadanía.
Tal configuración agudiza la fractura social entre
los que disfrutan de rentas financieras, y los que están condenados a
sufragarlas mediante los menguantes ingresos salariales. La formidable
desigualdad de ingresos, la degradación de las condiciones laborales y la
preeminencia de la clase rentista –caracterizada por su pasividad complaciente
con las políticas neoliberales (que en el fondo benefician su interés en la
revalorización de sus activos)- alteran profundamente la estructura social
tendiendo a desactivar la resistencia popular y el activismo político.
Dejo para acabar un breve apunte polémico: ¿Existe
alguna posibilidad de revertir tales procesos de aguda expropiación financiera
a través de las palancas institucionales? Carlos Fernández Liria, uno de los fundadores de Podemos,
piensa que sí:
“Algunos
pensamos que a ese caudillismo del capital financiero es posible aún pararle
los pies por vía parlamentaria”. Desgraciadamente, y lo anterior debería servir
de fundamentación de la divergencia, no comparto en absoluto éste optimismo. La
apelación a “pararle los pies” al capital con reformas legales choca de lleno
con el “talón de hierro” con el que la dictadura de la “renta
financiera” ha triturado las palancas de la soberanía nacional.
En las sabias palabras de Miren Etxezarreta
del Seminari Taifa de
Economía Crítica:
“No mandan los
políticos, hay poderes fácticos mucho más importantes detrás. Hay que innovar
en las maneras de hacer política y de transformar la sociedad. Crear partidos
nuevos no supone otra cosa que volver a lo viejo, a las formas de los siglos
XIX y XX, y a reforzar la dinámica del capitalismo que queremos cambiar”.
Pugnar por arrancar migajas al poder real a través de
las instituciones sólo puede ser fuente de frustración y de desactivación de
las potenciales efervescencias populares, anestesiadas con la falsa expectativa
de realizar cambios en el statu quo. Implica asimismo ignorar la
evidencia de la desaparición definitiva del capitalismo keynesiano, fenecido
cuarenta años atrás, cuando el embate neoliberal hizo saltar por los aires el
sueño reformista-socialdemócrata de pacto social basado en la redistribución
de rentas, el pleno empleo y la ampliación del Estado del bienestar.
Habrá que buscar pues otras vías, ya que debería
resultar meridianamente claro que sin un sistema económico radicalmente diferente
será imposible evitar el lúgubre pero certero diagnóstico del filósofo
greco-francés Cornelius Castoriadis: “La
sociedad capitalista es una sociedad que corre hacia el abismo, desde todos los
puntos de vista, porque no sabe autolimitarse. Y una
sociedad verdaderamente libre, una sociedad autónoma, debe saber
autolimitarse”.
*****
Blog del autor: Texto de la exposición
realizada el 12 de noviembre de 2016 en el marco de la jornada
“Financiarización y consumo: el asalto de las finanzas a la vida cotidiana”
organizada por AICEC-ADICAE.
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