“La
geopolítica también está jugando su parte en la configuración de un nuevo orden
financiero mundial. Tras la imposición de sanciones económicas en contra
del Kremlin, a partir de 2014, la relación con China tomó gran relevancia
para los rusos. Desde entonces, ambas potencias han profundizado sus
vínculos en todos los ámbitos, desde la economía y las finanzas, hasta la
cooperación militar. Además de comprometer el suministro de gas a China para las próximas tres décadas,
el presidente Vladímir Putin
construyó junto con su homólogo Xi
Jinping una poderosa alianza financiera que busca terminar de una vez por
todas con la dominación de la divisa estadounidense. Actualmente, los
hidrocarburos que Moscú vende a Pekín se pagan en yuanes, ya no en dólares. De este modo, la “moneda del pueblo”
(‘renminbi’, en
chino) se está abriendo paso poco a poco en el mercado mundial de
hidrocarburos a través de los intercambios comerciales entre Rusia y China, los
países que, a mi modo de ver, encabezan la construcción de un sistema monetario
multipolar”.
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RUSIA, CHINA Y ARABIA SAUDITA PONEN EN JAQUE
LA HEGEMONÍA DEL DÓLAR.
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Ariel Noyola Rodríguez*.
RT.
Rebelión miércoles 2 de noviembre del 2016.
La supremacía de Washington en el sistema financiero
mundial recibió un golpe tremendo el pasado mes de agosto: Rusia, China y
Arabia Saudita vendieron bonos del Tesoro de Estados Unidos por la suma de
37,900 millones de dólares, de acuerdo con la última actualización de datos
oficiales publicada hace unos días. Desde una perspectiva general, las
inversiones globales en la deuda del Gobierno estadounidense se desplomaron a
su nivel más bajo desde julio de 2012. Es evidente, el papel del dólar como
moneda de reserva mundial nuevamente se ha puesto en cuestión.
Ya en 2010, el almirante Michael Mullen, presidente de
los Jefes del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, lanzó la advertencia de
que la deuda representaba la principal amenaza para la seguridad nacional. A mi
juicio, no es tanto que un alto nivel de endeudamiento público (actualmente por
encima de los 19 billones de dólares) sea una piedra en el zapato para la
economía estadounidense, sino que más bien para Washington es decisivo
garantizar diariamente un enorme flujo de recursos desde el exterior a
fin de cubrir sus déficit gemelos (comercial y presupuestario); es decir, para
el Departamento del Tesoro es un asunto de vida o muerte vender títulos de
deuda a todo el mundo para de esta manera poder financiar los gastos del Estado
norteamericano.
Hay que recordar que tras la quiebra de Lehman
Brothers, en septiembre de 2008, el Banco Popular de China se vio fuertemente
presionado por Ben Bernanke, en aquel entonces presidente del Sistema de la
Reserva Federal (FED), para que no vendiera sus títulos de deuda
estadounidense. En un primer momento, los chinos aceptaron sostener el dólar.
Sin embargo, ya en un segundo momento, el Banco Popular de China se resistió a
comprar más bonos del Tesoro de Estados Unidos y, en simultáneo, puso en marcha
un plan de diversificación de sus reservas monetarias.
Pekín ha venido comprando oro de forma masiva en los
años recientes, y lo mismo ha estado haciendo el banco central de Rusia. En el
segundo trimestre de 2016, las reservas de oro del Banco Popular de China
alcanzaron las 1,823 toneladas frente a las 1,762 toneladas registradas
el último trimestre de 2015. La Federación rusa por su parte, incrementó sus
reservas de oro en alrededor de 290 toneladas entre diciembre de 2014 y junio
de 2016, con lo cual, cerró el segundo trimestre de este año con un acumulado
de 1,500 toneladas.
Frente a los brutales bandazos del dólar, es crucial
comprar activos más seguros como el oro que, en momentos de gran inestabilidad
financiera, actúa como un valor refugio. Por eso la estrategia de Moscú y Pekín
de vender bonos del Tesoro de Estados Unidos para luego comprar oro ha sido
seguida por muchos países: según las estimaciones del Fondo Monetario
Internacional (FMI), las reservas de oro de los bancos centrales del mundo
alcanzan ya el nivel más alto de los últimos 15 años luego de registrar a
principios de octubre un volumen total de casi 33,000 toneladas.
La geopolítica también está jugando su parte en la
configuración de un nuevo orden financiero mundial. Tras la imposición de
sanciones económicas en contra del Kremlin, a partir de 2014, la relación
con China tomó gran relevancia para los rusos. Desde entonces, ambas
potencias han profundizado sus vínculos en todos los ámbitos, desde la economía
y las finanzas, hasta la cooperación militar. Además de comprometer el
suministro de gas a China para las próximas tres décadas, el presidente
Vladímir Putin construyó junto con su homólogo Xi Jinping una poderosa alianza
financiera que busca terminar de una vez por todas con la dominación de la
divisa estadounidense.
Actualmente, los hidrocarburos que Moscú vende a Pekín
se pagan en yuanes, ya no en dólares. De este modo, la “moneda del pueblo”
(‘renminbi’, en chino) se está abriendo paso poco a poco en el mercado mundial
de hidrocarburos a través de los intercambios comerciales entre Rusia y China,
los países que, a mi modo de ver, encabezan la construcción de un sistema
monetario multipolar.
La gran novedad es que a la carrera por la
desdolarización de la economía global se ha sumado Arabia Saudita, país que
desde hace varias décadas se había mantenido como un aliado incondicional de la
política exterior de Washington. Sorpresivamente, durante los últimos 12 meses
Riad se deshizo de más de 19,000 millones de dólares invertidos en bonos del
Tesoro de Estados Unidos, convirtiéndose junto con China, en uno de los
principales vendedores de deuda norteamericana. Para colmo de males, la furia
del Reino Saudita contra la Casa Blanca viene incrementando su intensidad.
Sucede que a finales de septiembre, el Congreso
norteamericano aprobó la eliminación del veto del presidente Barack Obama a una
ley que impedía a los estadounidenses denunciar a Arabia Saudita ante
tribunales por su presunta participación en los ataques del 11 de septiembre de
2001. En respuesta, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP)
llegó a un acuerdo histórico con Rusia para disminuir el nivel de producción de
crudo y, con ello, promover un incremento de precios.
Es llamativo también que, justo por esos días, Pekín
haya abierto la negociación directa entre el yuan y el riyal de Arabia Saudita
a través del Sistema de Comercio de Divisas Extranjeras de China (CFETS, por
sus siglas en inglés) a fin de realizar transacciones entre ambas monedas sin
necesidad de pasar antes por el dólar. En consecuencia, es altamente probable
que, más temprano que tarde, la empresa petrolera Saudi Aramco acepte pagos en
yuanes en lugar de dólares. De concretarse, la Casa de la Saud estaría
apostando de lleno por el petroyuan. Ante nuestros ojos, el mundo está cambiando.
*Economista egresado de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Twitter: @noyola_Ariel
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