“Centrándonos
en el caso de EE.UU. se puede constatar que, sobre el fondo de una tendencia
internacional y con los antecedentes del populismo en dicho país,
se terminaron enfrentando, tras la derrota de Bernie Sanders en las primarias
demócratas, dos opciones que expresaban muy bien el dilema de la globalización
neoliberal. Hillary Clinton expresaba la
continuación de la globalización y el nuevo impulso en marcha con la firma
o negociación de los nuevos tratados comerciales internacionales como el TTIP, el TTP o TISA, su imagen
estaba claramente vinculada al stablishment estadounidense, a Wall Street. Una vez que derrotó a Bernie Sanders en las primarias, y
confiada en una victoria fácil por los pronósticos de las encuestas y los
apoyos de los grandes medios de comunicación, rechazó la posibilidad de hacer concesiones a la izquierda que había
apoyado a Sanders para evitar el triunfo de Trump. Es posible que incluso
si hubiesen percibido el peligro de la derrota, Hillary y el stablishment que
la apoyaba hubiesen preferido la victoria de Trump, con el objeto de encauzarle después, antes que hacer
concesiones a la izquierda pro Sanders. Derrotado este último en las primarias
demócratas, el discurso antiglobalización pasó a estar representado por la demagogia de Trump, que al fusionarle
con el discurso xenófobo anti-inmigración adquiría un nuevo sentido y una nueva
potencia. Ésta se expresó claramente en la victoria del magnate en las primarias republicanas, obtenida contra
la oposición de la mayoría del aparato del partido republicano. Esa ya fue una
clara señal de que el coctel discursivo demagógico de Trump tenía un peligroso
tirón.
La
victoria de Trump abre un escenario insólito dónde se pondrá a prueba las
cuatro grandes líneas maestras de sus promesas electorales, la mejora de las
condiciones de vida de sus apoyos electorales provenientes de la clase obrera
blanca golpeada por los efectos de la globalización; las amenazas xenófobas relacionadas con la inmigración; los objetivos
proteccionistas que pondrían en causa la trayectoria de la globalización
neoliberal impulsada inicialmente por otra gran revolución conservadora en
EE.UU., la de Ronald Reagan; y una
nueva arquitectura de las relaciones internacionales con tendencia a un mayor
aislacionismo y un nuevo enfoque sobre los aliados norteamericanos. El primer tipo de promesas electorales
puede ser llevado a cabo empleando tres líneas de actuación: un programa de
inversiones en infraestructuras como el que ha prometido Trump, y que beneficiaría a sus negocios de construcción; una serie
de políticas de promoción social orientadas a ese electorado en situación
precaria que le ha apoyado – se pueden encontrar ejemplos en otras experiencias
anteriores con programas redistributivos o clientelistas – y; especialmente, aplicando su política
xenófoba anti-inmigración, al precio de exacerbar el conflicto intra-racial en
EE.UU. que podría reforzar las posiciones más ultra conservadoras
expresadas por Trump y garantizarle una base de masas para mantenerse en el
poder. Garantizado ese apoyo interior,
Trump podría, como en los casos de los neopopulismos neoliberales citados
de América Latina, proseguir las políticas neoliberales con modificaciones en
la arquitectura de la globalización
para intentar hacerla más favorable a los intereses de las corporaciones
norteamericanas - por ejemplo, sustituyendo algunos de los grandes tratados
comerciales existentes o en curso de negociación por acuerdos bilaterales dónde
se impongan más nítidamente los intereses estadounidenses -, y proseguir una política exterior de mayor
dureza siguiendo los ejemplos de otras dos administraciones republicanas
anteriores, la de Reagan y la de Bush,
con la diferencia de que si la primera se orientó contra la Unión Soviética y los movimientos revolucionarios de Centroamérica, y la segunda se
centró sobre todo en Oriente Medio, ahora la de Trump se orientaría sobre
China.
/////
TRUMP, POPULISMOS DERECHISTAS Y
GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL.
*****
Jesús Sánchez Rodríguez.
Rebelión lunes 28 de noviembre del 2016.
En septiembre de este año escribí mi primer
artículo [i] sobre el significado del ascenso populista de
Trump a la vista de que sus opciones de victoria empezaban a ser reales, como
desafortunadamente se terminaron confirmando. Aquel artículo estaba centrado
fundamentalmente en el análisis histórico del populismo norteamericano con el
objeto de evidenciar, primero que esta tradición política tenía una larga
trayectoria en EE.UU. y, segundo, que a partir de la década de 1960 el
populismo terminó vinculándose de manera definitiva al conservadurismo en aquel
país.
Evidentemente
quedaron sin analizar muchas aristas, que ahora después de la victoria
presidencial de Trump cobran más interés y urgencia. Si en el artículo anterior
el énfasis estaba puesto en las tendencias políticas internas de EE.UU. que
podían explicar el auge del populismo xenófobo, en el actual queremos
centrarnos en analizar este ascenso y victoria populista en la potencia
dominante mundial como parte de unas tendencias mundiales más amplias a las que
va a reforzar.
Así, el
artículo se centrará en dos aristas diferentes pero relacionadas. La primera es
la trayectoria de la globalización neoliberal y su relación con la victoria de
Trump, La segunda es la coyuntura histórica de repliegue de los movimientos y
fuerzas progresistas y de izquierda, que ha facilitado que los populismos de
derechas terminen encauzando el malestar y las protestas de los amplios
sectores sociales damnificados por la globalización.
La situación del proceso de globalización.
La
globalización neoliberal desplegada a partir los últimos decenios del siglo XX
se ha basado en un proceso de desregulación de la economía que ha permitido una
mayor libertad de circulación a nivel internacional de los principales actores
económicos privados, como las empresas multinacionales que han extendido y
articulado su producción en cadenas de carácter regional o mundial, y las
corporaciones financieras que actúan en un mercado financiero global integrado.
Uno de los
efectos más importante originados por la globalización ha sido el
desplazamiento del centro económico mundial. A pesar del estancamiento
persistente de Japón y de la ralentización reciente del crecimiento chino, no
cabe duda de que el centro de gravedad de la economía mundial se ha desplazado
definitivamente a la región de Asia-Pacífico. China e India son los principales
beneficiarios, pero EE.UU. se encuentra en la posición geográfica privilegiada
de aprovechar este nuevo centro sin tener que renunciar al comercio
trasatlántico en declive. Si la economía china se endereza después de la crisis
sufrida en 2015, los enormes mercados que representan el conjunto de China e
India atraerán el grueso del crecimiento y el comercio mundial.
También es
cierto que la globalización neoliberal ha sufrido con la gran recesión iniciada
en 2008 un importante correctivo, la actividad comercial internacional se
desplomó inicialmente y ha tardado tiempo en ir recuperándose.
En los
últimos años se asiste un nuevo ensayo por reactivar la globalización
neoliberal a través de la negociación de una nueva ronda de acuerdos
comerciales por todo el mundo. Los principales de estos acuerdos comerciales en
curso de negociación o aplicación son el TTIP, TPP, y TISA. Se trata de una
nueva reactivación de los tratados de libre comercio (TLC) impulsados hace más
de una década y que en América se saldaron con el fracaso del ALCA que promovió
EE.UU. Sus objetivos son afianzar la hegemonía norteamericana frente a su
principal competidor, China - pero también frente al resto de los BRIC (India,
Rusia y Brasil), que no participan en los mismos - , y continuar las políticas
neoliberales en dos sentidos, de un lado, profundizando en la mercantilización
de un amplio sector de actividades económicas y sociales aún no comercializadas
mediante un aumento de la desregulación y, de otro lado, reforzando el poder de
las grandes corporaciones transnacionales frente a los Estados que verían
mermada su autoridad al someter sus decisiones soberanas a tribunales
internacionales que suponen una privatización de la justicia.
Si en los
años 90 el neoliberalismo fue impulsado decisivamente a través de las políticas
contenidas en el conocido como Consenso de Washington, puede que un papel
similar se intente conseguir ahora a través de esta ofensiva para implantar
estos ambiciosos TLC. Sin embargo las consecuencias del dominio neoliberal
durante estas décadas pasadas no son desconocidas por nadie: un crecimiento
económico más lento y desequilibrado, con unos mercados financieros mucho más
inestables y generando crisis financieras continuas, y una agudización de la
desigualdad y la pobreza. [ii]
Otro dato
que expresa el nuevo impulso de la globalización neoliberal es el de los
procesos de fusiones y adquisiciones internacionales entre las grandes
corporaciones que las lleva a un crecimiento en su ya gigantesco tamaño en
algunas de ellas. Ralentizados en 2008, rápidamente recuperaron el ritmo y
alcanzaron la cifra actual de 30.000 operaciones por año, el triple que en
1990. En este proceso, y después de que las grandes corporaciones asiáticas o
europeas amenazarán la hegemonía de las estadounidenses, éstas se recuperaron
durante la gran recesión y vuelven a ser las dominantes en este terreno, de las
25 principales corporaciones mundiales, 16 son norteamericanas.
Evidentemente,
la globalización ha tenido unos claros beneficiarios.
En primer lugar, y de manera
destacada, las grandes corporaciones que se han extendido por todo el planeta y
han aprovechado las condiciones de los nuevos países para incrementar sus
beneficios, igualmente las grandes instituciones privadas financieras como la
banca, fondos de inversión, compañías de seguros, etc.
En segundo lugar,
amplios sectores de los países desarrollados que han mantenido o incrementado
su poder adquisitivo en rentas o salarios y se han beneficiado de productos más
económicos originados por la globalización, no se trata solamente de la gran
burguesía, también se incluyen profesiones liberales, empresarios medios,
funcionarios o trabajadores cualificados.
La globalización neoliberal en crisis: ahora más agitada desde dentro por las políticas prometidas por el sr. Trump, en relación al comercio global, los TLC, el fin de TPP, de la OTAN, pero también será el fín de la Deslocalización Empresarial - cuando desde el año de 1990, miles de empresas y corporaciones de Occidente - Estados Unidos y Europa - se trasladaron hacia los países como China, India, Taiwán, Hong Kong, Tailandia, Singapur, etc. será el final de la globalización neoloiberal, creada, desarrollada y mundializada por ellos mismos, hoy sostenida por las corporaciones mundiales del capital corporativo global.
***
En tercer lugar, países que han
conocido un proceso de industrialización originado en inversiones de capitales
extranjeros y que les han sacado en diversos grados de su situación de atraso
secular, se trata de los países emergentes, entre los cuales el caso de China
ha sido el más espectacular. Evidentemente, el beneficio en estos países no se
ha repartido igualmente por toda la población y se ha producido en ellos un
crecimiento acompañado de fuertes desigualdades sociales.
Los países
emergentes, especialmente los BRIC, se constituyeron en el motor del
crecimiento mundial en los años inmediatamente anteriores a la gran recesión
(2001-2007) con un 9% de crecimiento medio y hasta de 11% en China, y fueron
los responsables de evitar que la gran recesión iniciada en 2008 alcanzase
niveles de mayor gravedad. Mediante lo que algunos expertos denominaron como
desacople de sus economías respecto al conjunto mundial consiguieron mantenerse
hasta prácticamente el año pasado en la senda del crecimiento, tirando, así,
del crecimiento del precio de las materias primas, de las inversiones y el
comercio mundial. Entre esas economías emergentes no cabe duda que el principal
motor lo representó China, seguida a distancia por la India, Rusia o Brasil.
Pero en el
2015 esta tendencia se rompió. China que había venido creciendo un promedio del
10,5% entre 2000 y 2007, y que la han llevado a ser una de las principales
economías del mundo (13% del PIB mundial en 2014), ha pasado a cifras de
crecimiento más bajas, el 6,8% en 2015 y el 6,3% previsto para 2016.
Los países
emergentes se encuentran actualmente en una situación de reducción de su
crecimiento e incluso de retroceso económico general, con la excepción de la
India, que se ve agravado en el caso de los países volcados en la exportación
de materias primas. Al hecho de la caída de su precio y su demanda en el
mercado mundial hay que añadir el impacto por evaluar de la subida de los tipos
de interés en EE.UU., de la retirada de los flujos de inversión extranjera del
período anterior, o las presiones sobre sus monedas como consecuencia de la
situación descrita.
Inicialmente
China aprovechó sus reformas de carácter capitalista y su apertura a la
economía mundial para alcanzar un gran crecimiento, partiendo de un nivel de
desarrollo muy bajo, pero conforme alcanzaba un cierto nivel de desarrollo -
desapareciendo con ello algunas de sus principales ventajas competitivas – y se
ha sumergido más intensamente en el mercado mundial, ha sido penetrada
extensamente por las relaciones capitalistas y se ha vuelto más vulnerable a
las crisis del sistema, que se han terminado por trasmitir a su interior
El populismo.
Los
movimientos populistas son un fenómeno antiguo que, por ejemplo, conocieron un
importante protagonismo en América Latina en diferentes momentos y que por ello
han sido objeto de múltiples estudios, siendo uno de los más influyentes el de
Ernesto Laclau. [iii]
El populismo ultraconservador del sr. Trump, llegó, influenció en el ánimo "poloítico" de los populistas europeos - alemanes, franceces, españoles, ingleses de ultraderecha - por ejemplo opuestos a toda política migratoria de medio-oriente - centro de la guerra actual -. Europa para los europeos, o como el sr. Trump, norteamérica para los norteamericanos.
***
El populismo
es para Laclau “un modo de construir lo político”, una “lógica política”, y
también “una de las formas de constituir la propia unidad del grupo”, que puede
contener elementos opuestos, de derechas o de izquierdas, lo que hace que la
tierra de nadie que existe entre uno de derechas y otro de izquierdas haya sido
cruzada muchas veces, y que “según las condiciones sociales y culturales” harán
que prevalezcan unos u otros. Pero esta ambigüedad del populismo y su lenguaje
proviene de la propia naturaleza de lo social, según Laclau, “El lenguaje de un
discurso populista —ya sea de izquierda o de derecha— siempre va a ser
impreciso y fluctuante: no por alguna falla cognitiva, sino porque intenta
operar performativamente dentro de una realidad social que es en gran medida
heterogénea y fluctuante.”
Tanto por la
propia concepción que Laclau atribuye al populismo,” una lógica política”, como
por los numerosos y contradictorios ejemplos históricos que emplea en su libro
para intentar demostrar como su teoría populista es válida como herramienta de
análisis para explicar la realidad, la sensación es que se está en presencia de
una herramienta de ingeniería política, útil para ser empleada por actores muy
diferentes y con objetivos incluso opuestos, tal como él mismo reconoce al
señalar que tanto puede ser empleado por la izquierda como por la derecha, e
incluso transformarse de una en otra en un momento dado. El propio Laclau lo
expresa perfectamente, el populismo “es menos una familia política que una
dimensión del registro discursivo y normativo adoptado por los actores
políticos. Es, por lo tanto, una reserva al alcance de la mano disponible para
una pluralidad de actores, de una manera más o menos sistemática”.
Otros
autores [iv] han preferido emplear el término de neopopulismo
para referirse a un tipo de fenómeno político aparecido en la década de 1990 en
América Latina y cuyos mejores exponentes fueron Fujimori y Menem. Las
características que le diferenciarían del populismo anterior, y que le hacen
más pertinente para analizar la victoria de Trump, son las siguientes:
1) Llegaron al
poder con el apoyo electoral de amplios sectores sociales situados entre los
más pobres para llevar a cabo programas de tipo neoliberal
2) Frente a la
actitud desconfiada respecto a los viejos populismos entre las clases medias y
altas, el neopopulismo recibe un fuerte apoyo de éstas alcanzando una alianza
electoral de facto entre los sectores más empobrecidos y los mejor situados de
la sociedad
3) Ausencia de
mediación institucional (sindicatos, organizaciones campesinas, etc.) que en el
populismo mediaban entre el líder y la masa.
4) Finalmente, estos neopopulismos actuaron para promocionar el
neoliberalismo (Fujimori, Menem, Salinas de Gortari).
Es
importante tener en cuenta estas últimas experiencias porque el populismo (o
neopopulismo) de Trump tiene muchas posibilidades de terminar pareciéndose a
ellas y representar un nuevo impulso al neoliberalismo.
La victoria
de Trump debe leerse en el contexto de una tendencia mundial de ascenso de
movimientos populistas con caracteres derechistas y xenófobos que se viene
expresando en Europa, EE.UU. y partes de América Latina o Asia, siendo en el
viejo continente dónde tienen una trayectoria más antigua. Lo más importante a
retener es que se trata de una tendencia en crecimiento que en pocos meses ha
conseguido dos triunfos importantes, como han sido la victoria del brexit y la
actual de Trump. Otras anteriores han sido objeto de menos atención
internacional porque bien se trataban de países periféricos como Viktor Orban
en Hungría, Rodrigo Duterte en Filipinas, Alberto Fujimori en Perú, Carlos
Menem en Argentina o Berlusconi en Italia, bien eran victorias parciales que
impedía a los populismos derechistas alcanzar posiciones de poder decisivas
como el PVV de Geert Wilders en Holanda, el M5E en Italia, el FPÖ en Austria,
etc. Igualmente, en otras ocasiones han fracasado en sus objetivos de alcanzar
el poder, pero han mostrado su potencia y continúan siendo un peligro en espera
de su oportunidad como fue el caso de Keiko Fujimori en Perú, o el Frente
Nacional en Francia, que busca su oportunidad en las elecciones presidenciales
francesas de mayo de 2017 alentado por las victorias tanto del brexit como de
Trump.
A pesar de
las diferencias existentes entre estos movimientos, existen algunos puntos en
común entre ellos que les hace formar parte de una tendencia. En principio, la
mayoría de ellos exhiben una fuerte demagogia xenófoba orientada contra la
inmigración extrajera. En segundo lugar rechazan los procesos y consecuencias
que se han derivado de la globalización neoliberal impulsada desde la década de
1970, apelando a un regreso al proteccionismo y al reforzamiento de lo
nacional, que en Europa se traduce en un rechazo a la UE en los países miembros
más antiguos (Gran Bretaña, Holanda, Francia) aunque no en los más recientes
(Hungría), y en EE.UU. en las declaraciones de Trump contra los acuerdos
comerciales internacionales y los procesos de deslocalización industrial.
El triunfo del populismo norteamericano y los populistas alemanes - de extrema derecha, conservadores, xenofobos - celbrado el triunfo del candidato yanqui.
***
En
definitiva, lo que estos movimientos populistas derechistas están consiguiendo
es encauzar el profundo malestar existente entre amplias capas populares contra
los efectos de la globalización a través de discursos demagógicos que señalan
las soluciones en el impedimento de entrada o expulsión de los inmigrantes y en
el reforzamiento de los sentimientos nacionalistas. La fortaleza exhibida de
estos populismos derechistas actualmente en Europa y EE.UU. frente a su menor
potencia en otras regiones del mundo está relacionada claramente con los
efectos de la globalización. Ambas regiones comparten una fuerte presión
migratoria de sus áreas geográficas adyacentes mucho más pobres y, además
asoladas por guerras, como en el caso de Europa, que es percibida por los
estratos de trabajadores nacionales menos cualificados como una competencia por
empleos cada vez más escasos y peor remunerados, y por unos recursos sociales
públicos en retroceso, especialmente desde el desencadenamiento de la crisis
económica actual y el recorte de los Estados de Bienestar.
Igualmente,
ambas regiones han sufrido profundos procesos de deslocalización industrial
mediante los cuales, industrias que antes proveían gran cantidad de empleos se
han trasladado a países dónde una tributación, unos costes laborales y una
protección laboral muy inferior han permitido un aumento de los beneficios de las
compañías. Paralelamente, la propia industria nacional se ha resentido frente a
una competencia muy fuerte proveniente de los productos manufacturados en esos
países con menores costes laborales, originando bien el cierre de industrias,
bien una presión por la reducción de costes laborales. Estos procesos han sido
facilitados por la política de desregulaciones impulsadas por la globalización
neoliberal.
Así los
populismos (o neopopulismos) derechistas en EE.UU. y Europa están logrando sus
éxitos políticos como consecuencia de unos discursos que han logrado la
confluencia electoral de las capas beneficiadas por la globalización, que
mayoritariamente votan a la derecha, con las perjudicadas, que se sienten
atraídas por sus promesas demagógicas y xenófobas.
La victoria de Trump.
Centrándonos
en el caso de EE.UU. se puede constatar que, sobre el fondo de una tendencia
internacional y con los antecedentes del populismo en dicho país, se terminaron
enfrentando, tras la derrota de Bernie Sanders en las primarias demócratas, dos
opciones que expresaban muy bien el dilema de la globalización neoliberal.
Hillary Clinton expresaba la continuación de la globalización y el nuevo
impulso en marcha con la firma o negociación de los nuevos tratados comerciales
internacionales como el TTIP, el TTP o TISA, su imagen estaba claramente
vinculada al stablishment estadounidense, a Wall Street. Una vez que derrotó a
Bernie Sanders en las primarias, y confiada en una victoria fácil por los
pronósticos de las encuestas y los apoyos de los grandes medios de
comunicación, rechazó la posibilidad de hacer concesiones a la izquierda que
había apoyado a Sanders para evitar el triunfo de Trump. Es posible que incluso
si hubiesen percibido el peligro de la derrota, Hillary y el stablishment que
la apoyaba hubiesen preferido la victoria de Trump, con el objeto de encauzarle
después, antes que hacer concesiones a la izquierda pro Sanders.
Derrotado
este último en las primarias demócratas, el discurso antiglobalización pasó a
estar representado por la demagogia de Trump, que al fusionarle con el discurso
xenófobo anti-inmigración adquiría un nuevo sentido y una nueva potencia. Ésta
se expresó claramente en la victoria del magnate en las primarias republicanas,
obtenida contra la oposición de la mayoría del aparato del partido republicano.
Esa ya fue una clara señal de que el coctel discursivo demagógico de Trump
tenía un peligroso tirón.
La victoria
de Trump abre un escenario insólito dónde se pondrá a prueba las cuatro grandes
líneas maestras de sus promesas electorales, la mejora de las condiciones de
vida de sus apoyos electorales provenientes de la clase obrera blanca golpeada
por los efectos de la globalización; las amenazas xenófobas relacionadas con la
inmigración; los objetivos proteccionistas que pondrían en causa la trayectoria
de la globalización neoliberal impulsada inicialmente por otra gran revolución
conservadora en EE.UU., la de Ronald Reagan; y una nueva arquitectura de las
relaciones internacionales con tendencia a un mayor aislacionismo y un nuevo
enfoque sobre los aliados norteamericanos.
El primer
tipo de promesas electorales puede ser llevado a cabo empleando tres líneas de
actuación: un programa de inversiones en infraestructuras como el que ha
prometido Trump, y que beneficiaría a sus negocios de construcción; una serie
de políticas de promoción social orientadas a ese electorado en situación
precaria que le ha apoyado – se pueden encontrar ejemplos en otras experiencias
anteriores con programas redistributivos o clientelistas – y; especialmente,
aplicando su política xenófoba anti-inmigración, al precio de exacerbar el
conflicto intra-racial en EE.UU. que podría reforzar las posiciones más ultra
conservadoras expresadas por Trump y garantizarle una base de masas para
mantenerse en el poder.
Garantizado
ese apoyo interior, Trump podría, como en los casos de los neopopulismos
neoliberales citados de América Latina, proseguir las políticas neoliberales
con modificaciones en la arquitectura de la globalización para intentar hacerla
más favorable a los intereses de las corporaciones norteamericanas - por
ejemplo, sustituyendo algunos de los grandes tratados comerciales existentes o
en curso de negociación por acuerdos bilaterales dónde se impongan más
nítidamente los intereses estadounidenses -, y proseguir una política exterior
de mayor dureza siguiendo los ejemplos de otras dos administraciones
republicanas anteriores, la de Reagan y la de Bush, con la diferencia de que si
la primera se orientó contra la Unión Soviética y los movimientos
revolucionarios de Centroamérica, y la segunda se centró sobre todo en Oriente
Medio, ahora la de Trump se orientaría sobre China.
Polarización social, ofensiva
conservadora y populismos derechistas.
En las
elecciones presidencial de EE.UU. se ha vuelto a repetir una situación que
empieza a ser común en bastantes procesos electorales o consultas en las que se
plantean decisiones trascendentales y los resultados arrojan una clara
polarización de la sociedad en dos mitades con la victoria de una de las opciones
por un mínimo de votos.
En mayo de
2016 en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Austria fueron
ganadas por el candidato ecologista, apoyado por la mayoría de los partidos
austriacos, frente al candidato ultraderechista del FPÖ, por una diferencia del
0,6%, la posterior impugnación de los resultados por este último partido debido
a irregularidades en la votación han llevado a una repetición de las elecciones
aplazadas hasta diciembre.
En el brexit
los partidarios del abandono de la UE vencieron en el referéndum por el 51,9%.
En Perú en
la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en junio de 2016
el candidato derechista Pedro Pablo Kuczynski apoyado por la mayoría de los
partidos políticos derroto a la candidata populista derechista Keiko Fujumori
por un 0,248% de diferencia.
En el
referéndum celebrado en octubre de este año en Colombia sobre los acuerdo de
paz alcanzados por el gobierno con las FARC, éste fue rechazado por 50,2% de
los votos, obligando a una nueva ronda de negociaciones de resultados
inciertos.
En febrero
de 2016, Evo Morales convocó un referéndum para cambiar la constitución
boliviana y permitirle una cuarta postulación a la presidencia, el resultado
fue un rechazo a modificar la constitución por un 51,3% de votos.
En noviembre
de 2015 en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales argentinas el
candidato conservador Mauricio Macri ganó al peronista Scioli con el 51,4% de
los votos.
Finalmente,
y en relación con el tema de este artículo, Donald Trump fue derrotado en
número de votos obtenidos, 47,3% frente al 47,8% de Hillary Clinton, aunque en
el colegio electoral este resultado se tradujese en 306 votos para el magnate y
232 para la candidata demócrata.
Estos
resultados ilustran la situación de sociedades claramente polarizadas en dos
mitades frente a opciones antagónicas y afecta a las tres áreas mundiales,
Europa, América Latina y EE.UU., en las que se están expresando más
abiertamente un conflicto político-social de múltiples características. Otras
manifestaciones del antagonismo y la polarización social y política han
desbordado el nivel electoral propiamente dicho y, sin llegar a romper el marco
constitucional, han llegado a burlar la democracia para conseguir sus
objetivos, como es el caso del impeachment a Dilma Russeff, la actitud de
Viktor Orban aplicando su política anti-inmigrantes a pesar de fracasar en el
referéndum que convocó, la actitud de Trump poniendo en cuestión los resultados
antes de las elecciones con objeto de desconocerles si hubiese resultado
derrotado, o el caso de Venezuela dónde la impaciencia de la oposición por
desalojar a Maduro la ha llevado a fraudes para conseguir el referéndum
revocatorio.
Estas
tensiones socio-políticas mundiales han tenido dos fases, la primera originada
con el despliegue de la globalización neoliberal en la parte final del siglo XX
dio lugar a las movilizaciones anti-neoliberales en América Latina que
consiguieron llevar al poder a varios movimientos progresistas o de izquierdas.
La segunda fase arrancó con la gran recesión iniciada en 2008 y sus
consecuencias se han traducido en una fase de derrotas y repliegue para la
izquierda, como ya he analizado en otros artículos [v] . En América
Latina ha supuesto derrotas de varios gobiernos progresistas o de izquierdas
como Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, con el avance de una derecha
clásica aunque muy agresiva. En Europa los esfuerzos de la izquierda han sido
derrotados (Syriza) o contenidos (Podemos) en tanto los populismos de extrema
derecha han seguido avanzando. Y ahora, el populismo ultraconservador y
xenófobo se ha instalado en el poder en EE.UU.
Notas:
[i] Jesús
Sánchez Rodríguez, Trump, el nuevo intento de asalto al poder
del populismo (xenófobo) en Estados Unidos, http://miradacrtica.blogspot.com.es/
[ii] Ver el
informe de 2016 de Oxfam, Una economía al servicio del 1%, https://oxfamintermon.s3.amazonaws.com/sites/default/files/documentos/files/economia-para-minoria-informe.pdf
[iv] Ver el
artículo de Carlos M. Vilas, ¿Populismos reciclados o neoliberalismo a
secas? El mito del “neopopulismo” latinoamericano, Rev. Venez. de Econ. y
Ciencias Sociales, 2003, vol. 9, nº 3 (mayo-agosto), pp.13-36
[v] Jesús
Sánchez Rodríguez, La derrota bolivariana en el contexto mundial y Europa:
cambio de etapa, http://miradacrtica.blogspot.com.es/
*****
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