¿Los fallos de construcción del euro se deben
a la ideología que dominaba, sobre todo en Alemania, en aquel momento?
El
euro fue fundado en un momento determinado, en 1992. En aquel momento la ideología
dominante era compartida por Alemania,
pero también por otros países. Las ideas dominantes eran que si se controlaba
el déficit y se mantenía la inflación baja, el mercado ya arreglaría el resto
de problemas. Pero la crisis asiática de
1997 demostró que esto era un error. Y la crisis financiera global de 2008 ratificó aún más que dejar la
solución en manos del mercado era una equivocación. Lo que ha ocurrido es que
en 2010, el Fondo Monetario
Internacional (FMI) ha cambiado de pensamiento y se ha dado cuenta también
de que estas ideas de limitarse a controlar el déficit y la inflación eran
equivocadas y que se necesitan políticas expansivas, pero Alemania y algunos países no lo ven así.
Usted subraya
que el euro no ha generado prosperidad y tampoco ha reducido las diferencias
entre los países europeos. Es más, incluso destaca que ha aumentado las
diferencias. Efectivamente.
Se puede decir que la crisis financiera global contribuyó a agravar los
problemas en Europa, pero todo el mundo reconoce que la prueba del euro se verificó
cuando apareció la crisis. Y cuando
surgió la crisis, el euro falló. Lo mismo ocurrió en el plano político, cuando aparecieron
fuerzas políticas que pusieron a prueba la política de solidaridad. Por
ejemplo, cuando Europa se amplió al Este
se crearon fuertes presiones migratorias mucho más fuertes que las existentes cuando se creó la Unión Europea. Y
estas presiones aumentaron los problemas económicos y políticos y crearon más
euroescépticos. En esta situación la
economía del euro hizo a los países pobres más pobres y a los ricos más ricos.
Aumentó la división y las políticas de
la troika aplicadas al Sur la hicieron crecer más. El resultado es
que Alemania, que pensaba que estaba
ayudando a Grecia, estaba cada día
más enfadada con los griegos y éstos
a su vez cada vez más irritados con los alemanes. Así que en lugar de lograr más solidaridad, lo
que se ha conseguido es más división.
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“EL EURO DEBE SALVARSE, PERO
NO A CUALQUIER PRECIO”.
Entrevista a Joseph
Stiglitz, Premio Nobel de Economía.
*****
Andreu Missé.
El Diario miércoles 16 de noviembre
del 2016.
"En
lugar de lograr más solidaridad, lo que ha traído la moneda única es más
división", dice Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía
"La
primera obligación de un Gobierno es lograr el pleno empleo"
"La
mayor parte de las reformas deben centrarse en que los bancos corrijan los
daños que han causado a nuestra sociedad"
"Hay
que dar más voz a los trabajadores en la negociación colectiva y regular más el
mercado"
Desde Europa siempre se
han visto con reticencia las críticas de los economistas estadounidenses a la
construcción de la moneda única. Muchos intelectuales y políticos europeístas
opinan que los académicos de la otra orilla del Atlántico no comprenden que el
euro es un proyecto político además de monetario. Por otra parte, los
defensores del euro subrayan que el euro es un proyecto en fase de
construcción, que apenas lleva veinte años de vida. Aunque reconocen los fallos
originales (ausencia de unión económica y política), consideran que la moneda
única debe mantenerse a toda costa y corregir sus deficiencias paulatinamente
en los próximos años.
El análisis de Joseph E.
Sitglitz, premio Nobel de Economía en 2001, no encaja precisamente con la corriente
mayoritaria de críticas a la moneda única. El catedrático de la Universidad de
Columbia es un apasionado del proyecto europeo, que considera superior al de
Estados Unidos. "El modelo social europeo", explica a Alternativas
Económicas, "era una alternativa al modelo de desigualdad de Estados
Unidos". "Pero si el euro lo destruye", añade, "entonces
sólo nos quedará Suecia, Noruega, pero estos Estados son demasiado pequeños
para considerarlos un modelo europeo".
Stiglitz sostiene que
"si no se quiere el modelo neoliberal de Estados Unidos ni un modelo
socialista, ¿entonces qué esperanza podemos tener?". Su opción es el
proyecto europeo, pero "el problema es que el modelo social europeo no
funciona".
Stiglitz profundiza en sus
análisis sobre Europa en su reciente libro El euro. Cómo la moneda común
amenaza el futuro de Europa (Taurus). Es desde una posición claramente
europeísta que el profesor estadounidense expresa sus preocupaciones sobre el
futuro del proyecto de la Unión Europea.
¿Qué es lo que ha fallado?
¿La estructura de la unión monetaria o las políticas que se han aplicado
después en la zona euro?
Ahora en Estados Unidos
cuando se analiza por qué los países de la zona euro se comportan de una manera
tan pobre, casi todo el mundo está de acuerdo en que el euro no funciona bien.
La mayoría cree que se ha incurrido en numerosos errores políticos: por
ejemplo, la manera en que se trató a los bancos en Irlanda o la forma en que se
abordó el déficit en Grecia. En mi libro planteo que los políticos más
geniales, aunque vayan con sus mejores intenciones, no pueden lograr que el
euro funcione sin romper las reglas que lo crearon, sin constituir nuevas
instituciones como un seguro de depósitos europeo o los eurobonos. La idea
básica es, pues, que si se quiere que la zona euro funcione hay que cambiar no
sólo las políticas, sino también la estructura.
¿Los fallos de
construcción del euro se deben a la ideología que dominaba, sobre todo en
Alemania, en aquel momento?
El euro fue fundado en un
momento determinado, en 1992. En aquel momento la ideología dominante era
compartida por Alemania, pero también por otros países. Las ideas dominantes
eran que si se controlaba el déficit y se mantenía la inflación baja, el
mercado ya arreglaría el resto de problemas. Pero la crisis asiática de 1997
demostró que esto era un error. Y la crisis financiera global de 2008 ratificó
aún más que dejar la solución en manos del mercado era una equivocación. Lo que
ha ocurrido es que en 2010, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha cambiado
de pensamiento y se ha dado cuenta también de que estas ideas de limitarse a
controlar el déficit y la inflación eran equivocadas y que se necesitan
políticas expansivas, pero Alemania y algunos países no lo ven así.
Usted subraya que el euro
no ha generado prosperidad y tampoco ha reducido las diferencias entre los
países europeos. Es más, incluso destaca que ha aumentado las diferencias.
Efectivamente. Se puede
decir que la crisis financiera global contribuyó a agravar los problemas en
Europa, pero todo el mundo reconoce que la prueba del euro se verificó cuando
apareció la crisis. Y cuando surgió la crisis, el euro falló. Lo mismo ocurrió
en el plano político, cuando aparecieron fuerzas políticas que pusieron a
prueba la política de solidaridad. Por ejemplo, cuando Europa se amplió al Este
se crearon fuertes presiones migratorias mucho más fuertes que las existentes
cuando se creó la Unión Europea. Y estas presiones aumentaron los problemas
económicos y políticos y crearon más euroescépticos. En esta situación la
economía del euro hizo a los países pobres más pobres y a los ricos más ricos.
Aumentó la división y las políticas de la troika aplicadas al Sur la
hicieron crecer más. El resultado es que Alemania, que pensaba que estaba
ayudando a Grecia, estaba cada día más enfadada con los griegos y éstos a su
vez cada vez más irritados con los alemanes. Así que en lugar de lograr más
solidaridad, lo que se ha conseguido es más división.
Para muchas personas, el
euro es la profundización lógica del mismo proceso de construcción europea.
Pero usted distingue entre el proyecto europeo y el euro. Usted está claramente
a favor de la Unión Europea, pero ve muchos problemas con el euro. Dice que el
proyecto europeo es demasiado importante y no se puede permitir que sea
destruido por el euro.
Exactamente. Cuando uno
considera la moneda, un pedazo de papel, se ve claramente que es un medio, no
un fin en sí misma. El dinero es un medio, no un fin. El acuerdo monetario es
un medio, no un fin. Si la moneda se convierte en un fin en sí mismo e impide
conseguir el objetivo, entonces tienes que repensar el medio.
De todas formas usted dice
en su libro que el euro puede y debe ser salvado.
Lo que digo es que la
Unión Europea tiene que ser salvada y que el euro puede y debería ser salvado,
pero no a cualquier precio.
Para salvar el proyecto de
la moneda única, propone una serie de reformas. Usted compara el triple mandato
de la Reserva Federal de Estados Unidos (crecimiento, empleo y estabilidad de
los precios) con el único objetivo del Banco Central Europeo (control de la
inflación). En su opinión, la reforma más urgente es lograr un compromiso por
el pleno empleo en Europa. ¿Cuál es su recomendación concreta?
Después de la Segunda
Guerra Mundial, la mayor responsabilidad de un gobierno en una economía moderna
es lograr el pleno empleo. Esto no lo hace el mercado. Si no se siente esta
responsabilidad, se derrochan los recursos, se crea desigualdad y se crea
sufrimiento. Por tanto, la principal responsabilidad del Gobierno es lograr el
pleno empleo. Pero si el diseño del euro impide el pleno empleo, entonces hay
replantearlo. ¿Qué significa todo esto? Pues que todas las instituciones deben
ser coherentes con mantener el pleno empleo. Una de las instituciones más
importantes es el Banco Central Europeo y éste no está pensando ahora en el
pleno empleo.
En el caso de España,
ahora tenemos el 19,5% de desempleo y más del 43% de paro juvenil, que son
claramente insoportables. En 2012, en el momento peor de la crisis, superamos
el 26% de desempleo. ¿Cree que esta situación es consecuencia de pertenecer a
la zona euro y de sus políticas?
Oh, claramente es parte de
esto, porque si España no perteneciera a la zona euro podría devaluar su
moneda, sus exportaciones se habrían incrementado y su economía podría ser
estimulada, y así tendrían más crecimiento, más trabajo y menos paro.
Muchos políticos y
académicos dicen que la solución es "más Europa". Pero "más
Europa" significa más solidaridad de los países ricos hacia los pobres, y
entonces viene Alemania y dice que esto es "la Europa de
transferencias" a la que se opone frontalmente. ¿Entonces qué se puede
hacer?
Este aspecto es
precisamente el más interesante de mis debates durante este viaje a Europa. Hay
políticos y economistas que dicen que para "salvar el euro hay que hacer
más Europa". Son personas que creen dos cosas contradictorias al mismo
tiempo. Porque decir que para salvar el euro necesitamos "más
Europa", lo cual supone más transferencias teniendo en cuenta que Alemania
no quiere, no es una conclusión lógica.
¿Cree que es posible que
el euro pueda funcionar con un presupuesto europeo del 1% del producto interior
bruto (PIB) de la Unión?
No, si se quiere mantener
el euro. Sí, si sólo se quiere tener un acuerdo comercial. Sí, si sólo se
quiere tener un pequeño proyecto europeo, un acuerdo comercial, un Erasmus un
poco mayor. Pero si se quiere tener una real integración política y económica,
obviamente no.
Durante los últimos años,
los comisarios de Competencia, primero Joaquín Almunia, y recientemente
Margrethe Vestager, han abierto investigaciones a los acuerdos que facilitan la
evasión fiscal entre algunos países (Irlanda, Luxemburgo y Holanda) y algunas
multinacionales (Apple, Amazon y Starbucks), que suponen graves perjuicios para
el sostenimiento de los servicios públicos de estos países. ¿Qué opina de estos
acuerdos?
Cuando un Estado roba los
impuestos a otros Estados esto crea muchos perjuicios. Esto es una de las
externalidades importantes de la zona euro, como puede ser la medioambiental.
Lo que le puedo decir es que cuando hice unas declaraciones contra el acuerdo
de Apple y el Gobierno irlandés en una radio irlandesa, mucha gente me escribió
para darme las gracias y decirme que lo que hizo el Gobierno fue un mal acuerdo
para su país.
¿Qué consejos daría a
nuestro Gobierno para afrontar sobre todo el gran problema del desempleo?
Creo que el primer consejo
sería que tratara de trabajar con otros países para reformar la zona euro. Y el
segundo consejo sería empezar a pensar en un debate abierto sobre las
alternativas posibles.
¿En qué alternativas está
pensando?
En cómo organizar un euro
más flexible. También cómo animar a las universidades a estimular más debates
sobre las actuaciones del Gobierno, lo que significa conectar con la sociedad
para afrontar los efectos de la crisis financiera.
Uno de los problemas del
sistema financiero actual es el papel de los bancos. Usted ha dicho que los
bancos deben servir a la sociedad y a la economía. Pero la realidad es que no
sólo no sirven a la economía, sino que causan muchos problemas.
Estoy de acuerdo. Por eso
mi crítica es que la mayor parte de las reformas y regulaciones deben centrarse
en que los bancos corrijan los daños que han causado a nuestra sociedad.
¿Qué piensa del creciente
proceso de concentración bancaria que se está produciendo? Cuando se analizaron
las causas de la crisis se dijo que los bancos eran excesivamente grandes.
Ahora Mario Draghi, presidente del BCE, propone como solución más fusiones, lo
que conduce a bancos más grandes. ¿Qué consecuencias va a tener esto?
La verdad es que es
difícil tratar con los grandes bancos. Recuerdo que se decía de los bancos
"demasiado grandes para caer, demasiado grandes para ser salvados,
demasiado grandes para ser encarcelados". Estoy totalmente de acuerdo. La
teoría de que si coges dos bancos débiles y los fusionas tienes un banco fuerte
es absurda. La realidad es que si tomas dos bancos endebles y los fusionas lo
que consigues es un banco más grande que puede causar más problemas a la
sociedad. El verdadero problema de los bancos grandes es su poder político.
¿Por su influencia?
Por la influencia de los
lobbies. Cuando vemos un gran banco como Deutsche Bank en Alemania o JP Morgan
y Citibank en Estados Unidos se observa que son bancos con más poder del que
deberían ejercer. Hay bancos, como Wells Fargo, que han falsificado millones de
cuentas. Todos los bancos están involucrados en fraudes masivos y su estrategia
ha sido litigar y litigar con la idea de que tienen más dinero que el Gobierno.
De todas formas, en
Estados Unidos han puesto multas elevadas a los bancos por sus prácticas
abusivas, que en ocasiones han superado los 16.000 millones de dólares,
mientras que en España las sanciones han sido de cuantías ridículas.
El problema es que la
mayoría de estas multas han sido pagadas por las entidades y no por los
banqueros. Los banqueros se llevan los beneficios y las multas recaen en la
sociedad.
La situación en España ha
sido especialmente grave. Porque se ha forzado a preferentistas, que eran
pequeños ahorradores, a salvar a los bancos y no se han castigado los abusos de
sus directivos.
No conozco la situación
española. Pero en general estos casos deben resolverse con un seguro que
garantice los depósitos. La idea de que los depositantes deben rescatar a los
bancos me parece equivocada. Los accionistas y los bonistas deben pagar. Si ha
existido algún tipo de indecencia como en Italia, donde se vendieron bonos
deshonestamente a los afectados, hay que protegerlos.
En su libro El euro
usted llega a conclusiones muy deprimentes sobre el proyecto europeo, pero al
mismo tiempo se proclama optimista. ¿Cómo puede explicar esto?
Bien. La esperanza es la
base del optimismo. Hay que distinguir entre las desgracias naturales como un
huracán, en las que no podemos hacer nada, y los problemas causados por los hombres.
Hay cosas que exceden nuestro control. Pero los problemas causados por los
hombres siempre se pueden resolver por los hombres.
Usted ha dedicado muchas
de sus investigaciones y varios libros a explicar los estragos que está
causando la desigualdad. En relación con este problema ha señalado que
"hay que ser radical para afrontar la desigualdad". ¿Qué significa
ser radical para usted?
Lo que quiero decir es que
los aspectos negativos de la desigualdad no se pueden resolver con pequeñas
medidas. Mejorar un poco la educación o un poco el salario mínimo está bien,
pero para resolver los efectos negativos de la desigualdad tenemos que adoptar
medidas mayores y más valientes.
¿Qué más se debe hacer?
Por ejemplo, cambiar la
legislación para dar más voz a los trabajadores en la negociación colectiva. Y
por otra parte, regular más el mercado. Hemos visto durante los últimos veinte
años que los mercados no funcionan bien y hay que regularlos para que funcionen
de una manera socialmente justa.
La desigualdad es una
consecuencia de la globalización o quizá de los excesos de la globalización.
¿Es posible una globalización que sea beneficiosa para todo el mundo?
Es posible, pero difícil.
Los defensores de la globalización dicen que la sociedad va a ser más rica. Lo
que ellos quieren decir es que los beneficios de los ganadores son mayores que
las pérdidas de los perdedores. Esto significa que se pueden poner impuestos a
los ganadores y dar una parte del dinero a los perdedores y entonces todo el
mundo podría ganar. Pero los vencedores de la globalización, una vez han
conseguido los beneficios, no quieren ayudar a los perdedores y esta es la
razón por la que tenemos más desigualdad.
La separación del Reino
Unido de la Unión Europea, el proceso conocido como Brexit, ha abierto la
última crisis de la UE. ¿En su opinión, el Brexit es un primer paso que será
seguido por otros países o una oportunidad para replantear el proyecto europeo?
Espero que sea un paso
para repensar Europa. La reacción de algunas personas como Jean-Claude Juncker
no fue positiva. Subrayó en lo que no estaba de acuerdo. Juncker no dijo
"tenemos que explicar a nuestros ciudadanos los beneficios del euro y de
la Unión Europea". No dijo "tenéis que estar seguros de que la Unión
Europea es beneficiosa para los ciudadanos". Su postura no fue una agenda
positiva.
Las últimas noticias sobre
el Brexit son muy preocupantes. La primera ministra británica, Theresa May, ha
manifestado su interés en aumentar el control sobre los trabajadores
extranjeros en el Reino Unido.
Lo que hay que tener en
cuenta es que el Brexit ha sido en parte consecuencia de que las relaciones que
regulaban la emigración se habían roto. Una de las cosas que han quedado claras
es que la emigración hay que analizarla atentamente. Cuando se habla de libre emigración hay que
tener en cuenta que puede imponer más costes a unos países que a otros. De
repartir la carga tendremos una reacción.
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