Interesante el libro
publicado por el periodista e investigador uruguayo Raúl Zibechi sobre los
Movimientos Populares, una visión local-continental e
histórica que comprende 5 siglos en nuestra América, es decir 500 años, desde
el momento que llega la colonización a nuestro continente - visto en su
conjunto cada una de las protestas y rebeldías de los sectores sociales originarios,
contra la propia dominación colonial y cómo ve él estas luchas de resistencia
cultural de cada pueblo, durante los tiempos de la República. Debemos darle una
lectura al Libro, será nuestra obligación, para seguir conversando con todos
ustedes distinguidos amigos(a). Gracias.
"El
periodista e investigador uruguayo Raúl Zibechi compila
estos tres ejemplos, entre otros, en el libro “Latiendo resistencia. Mundos nuevos y guerras de despojo”, publicado
en 2016 por Coordinación de Luchas contra la Precariedad Baladre y Zambra Iniciativas Sociales. Pero el ensayo
de 210 páginas no sólo aborda una pluralidad de luchas, sino que –en la primera
parte del libro- el articulista de Brecha
y La Jornada plantea un giro en la perspectiva. En una entrevista realizada
por el colectivo “Veredas Autónomas”,
Zibechi propone un pensamiento crítico no tan vinculado a la tradición
eurocéntrica, sino que eche raíces en las tradiciones singulares de América
Latina; por ejemplo en los quilombos,
caracoles, comunidades y cabildos. Así, “el quilombo de Palmares duró más años que la Unión Soviética”,
recuerda Raúl Zibechi. Organizado en 1580 y finiquitado en 1710, fue un
territorio libre promovido en Brasil
por esclavos negros, fugitivos y sus
descendientes. No se trata de una cuestión menor, ya que pese a que
sufrieran asesinatos masivos, tanto los quilombos como los palenques y las
rebeliones indígenas desempeñaron un rol capital en la derrota de los imperios
hispano y portugués".
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“BATIENDO RESISTENCIA”
AMÉRICA LATINA, CINCO SIGLOS DE LUCHAS POPULARES”.
El Periodista e Investigador
Raúl Zibechi publica (Zamba y Baladre).
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Enric Llopis.
Rebelión jueves 10 de agosto del 2017.
Una marcha indígena que recorrió, durante dos meses, 600 kilómetros del territorio boliviano fue reprimida en septiembre de 2011, pero finalmente llegó a La Paz. Pretendía paralizar la construcción de una carretera que partía en dos el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure. La construcción de la vía de 305 kilómetros, entre los departamentos de Cochabamba y Beni, no se consultó previamente con las poblaciones afectadas. Estas apuntaron como trasfondo de la infraestructura, adjudicada a la constructora brasileña OAS, la extracción de crudo, de otros recursos naturales y la ampliación de la frontera agropecuaria. Las movilizaciones forzaron al presidente Evo Morales a dar marcha atrás en el megaproyecto.
En mayo de 2006 se produjo en Sao Paulo una
desaforada ola de violencia tras la ofensiva de grupos narcotraficantes. Sin
embargo, la represión por parte de las fuerzas de seguridad y escuadrones
parapoliciales apuntó más allá de estas bandas, y cercenó la vida de 500
personas. ¿Con quiénes se encarnizó la acción represiva? Una de las fundadoras
de Madres y Familiares de Víctimas de Violencia de la Baixada Santista aportó
la clave de la masacre: “El Estado brasileño extermina a los pobres y a los
negros de las favelas”. Hace algo más de una década también nació en Argentina
la experiencia de organización popular “Paren de Fumigarnos”, con uno de los
epicentros en Santa Fe. Esta provincia es, junto a Buenos Aires y Córdoba, una
de las que más se ha volcado en el cultivo de la soja.
El
periodista e investigador uruguayo Raúl Zibechi compila
estos tres ejemplos, entre otros, en el libro “Latiendo resistencia. Mundos nuevos y guerras de despojo”, publicado
en 2016 por Coordinación de Luchas contra la Precariedad Baladre y Zambra Iniciativas Sociales. Pero el ensayo
de 210 páginas no sólo aborda una pluralidad de luchas, sino que –en la primera
parte del libro- el articulista de Brecha
y La Jornada plantea un giro en la perspectiva. En una entrevista realizada
por el colectivo “Veredas Autónomas”,
Zibechi propone un pensamiento crítico no tan vinculado a la tradición
eurocéntrica, sino que eche raíces en las tradiciones singulares de América
Latina; por ejemplo en los quilombos,
caracoles, comunidades y cabildos. Así, “el quilombo de Palmares duró más años que la Unión Soviética”,
recuerda Raúl Zibechi. Organizado en 1580 y finiquitado en 1710, fue un
territorio libre promovido en Brasil
por esclavos negros, fugitivos y sus
descendientes. No se trata de una cuestión menor, ya que pese a que
sufrieran asesinatos masivos, tanto los quilombos como los palenques y las
rebeliones indígenas desempeñaron un rol capital en la derrota de los imperios
hispano y portugués.
En este punto Zibechi hace visible una de las significativas
contradicciones de la izquierda. Se hace visible una parte del pasado, mientras
que se silencia otro. La izquierda
celebra, porque los considera propios, a “milicos
criollos que se limitaron a continuar la tarea exterminadora de los
conquistadores”. Sus figuras se exhiben en muchas de las plazas de América Latina. Los ensayos de este
periodista militante, y que lleva tres décadas recorriendo el continente
acompañando a los movimientos populares, suponen un aldabonazo contra el pensamiento
adormecido y la anestesia burocrática. Autor de libros como “Descolonizar al resistencia”, “Política y
miseria” y “Territorios en resistencia”, antepone la ética (“que ata
palabras y formas de vida”) a manifiestos y discursos, “que en muchos casos se los llevan las urnas”. Y este profundo
sentido ético le lleva a valorar como dos
grandes revoluciones la del movimiento zapatista y la Comuna de París (“una creación heroica de los obreros”).
No es casualidad que el “mandar
obedeciendo” del zapatismo se extienda, de manera fluida y por empatía
natural, entre pueblos como el mapuche o
los aymara de Bolivia.
Precisamente su estancia en la “escuelita” zapatista le llevó a Zibechi a asumir grandes
lecciones. Entre otras, que para transformar el mundo no hace falta tomar el
poder del estado; o que no existe la reflexión teórica al margen de la práctica. “No es lo mismo reflexionar en un despacho
rodeado de libros, con aire acondicionado y cómodos sillones, que después de
dormir sobre una tabla/cama; o hacerlo en el cafetal colectivo después de un
día trajinando con el ganado”. Puede que esto ya se supiera, en la teoría;
pero, asevera el periodista, “no lo
sentíamos en el alma y en el cuerpo”. Por otra parte, más que centrarse en
arquetipos, fósiles, de sujetos revolucionarios extraídos de los manuales, Raúl Zibechi prefiere referirse a la
extraordinaria heterogeneidad de los “abajos”,
lo que incluye a marineros, campesinos sin tierra, delincuentes, borrachos,
negros, mestizos, prostitutas, blancos, tullidos y enfermos. Asimismo fue una
multiplicidad de sujetos la que se rebeló contra los amos durante la época del esclavismo.
En “Latiendo resistencia” Zibechi defiende la
descolonización del pensamiento crítico. Y, para ello, pone como ejemplo la idea de Autonomía. La tradición
europea bebe de la autogestión obrera de las fábricas y autores como Pannekoek
(“Los consejos obreros”); asimismo de Castoriadis
y el colectivo “Socialismo o Barbarie”, que pone el énfasis en la capacidad
del individuo y de las masas para regir su vida; la historia de la autonomía
obrera en Europa se apoya en una sucesión muy conocida de experiencias: los soviets de la Revolución Rusa (1905 y
1917); los consejos fabriles en Italia
(1919) y Alemania (1918); la Barcelona autogestionada de 1936 o mayo de 1968 en Francia. Según Zibechi, “En América Latina estamos
ante otra genealogía”. Ésta incluye no sólo la autonomía zapatista, el
alzamiento aymara del año 2000 en
Bolivia, la Asamblea de los Pueblos
de Oaxaca o los asentamientos de los “sin
tierra” en Brasil; sino al líder
indígena Tupac Amaru, que encabezó en 1780
las revueltas en el Virreinato de La Plata y el Perú, durante el Imperio
Hispano. Derrotado, la cabeza de Tupac
Amaru terminó exhibiéndose en la punta de una lanza. El caudillo inca Tupac Katari, rey de los aymaras, no tuvo mejor
fortuna, tras sitiar La Paz a finales del siglo XVIII con decenas de miles de
seguidores.
Esta raigambre latinoamericana –que no es ilustrada
ni racionalista, ni se concreta como en Occidente en los derechos humanos y de
ciudadanía- podría continuar con Zapata
y Pancho Villa, Haití (después de 1804), los esclavos deportados de África
o los quilombos, palenques y cimarrones. “Todas
estas luchas fueron aplastadas a sangre y fuego”, resume el investigador
uruguayo. Expresiones actuales de esta tradición, explica el autor de “Política y miseria”, son las Juntas de
Buen Gobierno zapatista, la autonomía mapuche o los Cabildos Nasa del Cauca. Una de sus características es que abordan
la vida de modo integral, desde la agricultura hasta el modo de impartir
justicia. Son las raíces que distinguen a la socialdemocracia, el marxismo y el
anarquismo, derivados de la razón ilustrada europea; del Sumak Kawsay (Buen Vivir) y el Sumak
Qamaña (Vivir Bien) de los quichuas
en Ecuador y los aymaras y quechuas, en Bolivia.
Otra de las diferencias respecto a Europa es que en América Latina
determinados grupos fueron relegados directamente a la zona del “no-Ser”: allí donde la vida no se
tiene en consideración. El sociólogo
peruano Aníbal Quijano ha señalado la construcción de los estados
nacionales en América Latina a partir de la noción de raza y la idea de
colonialidad del poder. Otro distingo respecto a la vieja metrópoli radica en
que en Latinoamérica la masacre es el modo de proceder habitual.
“Sólo el color de piel explica el diferente trato que tuvieron Tupac Amaru y Tupac Katari, así como
todos los indios, negros y mestizos”. Zibechi extiende al presente la idea de
masacre: la asociación Madres de Mayo
hizo cuenta de 25 escabechinas en Brasil
entre 1990 y 2012, cuyas víctimas principales fueron negros/jóvenes/pobres de las favelas. Podrían incluirse una miríada
de ejemplos en diferentes países y periodos; uno de los que cita Zibechi es la matanza en 1907 de 3.600
mineros en huelga en Santa María de
Iquique (Chile). “Es el modo de advertir a los de abajo que
no deben moverse del lugar asignado”, remata el escritor uruguayo.
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