CHINA DESPACITO EN EL
MEDITERRÁNEO.- China ha diseñado un plan para
potenciar su comercio marítimo, en el que el Mediterráneo es una pieza central, con inversiones en las dos
orillas, y en África. El transporte
marítimo constituye un pilar fundamental de la economía mundial. Por mar
circulan el 80% de las mercancías y alrededor del 50% del petróleo; y el Mediterráneo tiene la clave. La
expansión China para ganar la supremacía en los puertos del Mare Nostrum no para de crecer y forma
parte de su cinturón de protección.
Su
política de rutas llamada la Tierra del siglo XXI, es el equivalente marítimo
de la ruta de la seda
La empresa estatal China Cosco acaba de adquirir el 51% de Noatum Ports, con la que se hace con la terminal de del
puerto de Valencia. la mayor terminal de contenedores en volumen, uno de los
tres puertos de contenedores más importantes del Mediterráneo, con esta
operación China refuerza su presencia en España puesto que también tiene una
vinculación importante con el puerto de Barcelona, que es el mayor del Mediterráneo de
mercancías. La relación se ha visto reforzada con la apuesta de Hutchison
Port por el puerto donde dispone de una gran terminal.
China
aprovechó el plan de privatización que el gobierno griego liderado por Syriza
tuvo que poner en marcha presionado por la troika para poder acceder al tercer
rescate. El grupo Chino Cosco ha
ganado la licitación del principal puerto heleno
el Pireo abriendo el camino para convertirlo en un centro importante para
el comercio entre Asia y Europa Central.
Además, Cosco ha puesto los ojos en la vecina
Chipre, presentándose al concurso de privatización del principal puerto de
la isla. Limasol está llamado a ser
una plataforma para las grandes empresas petroleras, favorecidos por el
descubrimiento en alta mar de grandes reservas de gas en el Mediterráneo
oriental entre Chipre-Líbano-Israel.
La política de rutas de China, llamada Tierra del siglo XXI, es el
equivalente marítimo de la ruta de la seda
En los últimos años China ha conseguido un avance
espectacular en la orilla Sur del mediterráneo, en el Magreb y África, regiones vecinas de Europa, con el fin de Intentar
reforzar sus intereses para asegurar sus necesidades, y reforzar su estrategia
de crear un espacio económico que se extiende desde China a África a través de la India
y Oriente medio. China es hoy el primer socio comercial de Oriente Medio, África y la India en
detrimento de EEUU y la UE, aunque muchos preferirían reducir su influencia
y expansión en los mercados emergentes y controlarle el suministro de petróleo.
En
el Norte de África hay varios ejemplos, Argelia y China
firmaron un contrato de 3.000 millones de euros para construir y explotar un
nuevo puerto de transbordo al oeste de la capital, Argel. Esta infraestructura
será crucial en el trafico entre África y Europa
En
Marruecos quiere participar en el proyecto del enlace fijo a través
del Estrecho de Gibraltar, y cerca
del Puerto Tanger-Med a 14 km de
Europa, China ha anunciado la construcción de una ciudad industrial, Tanger Tech para instalar un centenar de
empresas chinas en un terreno 2.000 hectáreas, creando 300.000 empleos y una
inversión de 1.000 millones anual durante 10 años.
En Egipto, China está creando una zona industrial en la
orilla del canal de Suez, que atraerá a un centenar de empresas y una inversión
de 2.500 millones de dólares.
China
ha empezado a construir su primera base militar en Djibouti
Y en África el avance de China es espectacular sobre todos en los países
ricos en materias primas que le ha transformado en el primer socio comercial. China ha empezado a construir su
primera base militar en Djibouti, un pequeño país situado en el Cuerno de África, cerca del Golfo de
Adén y el Mar Rojo, próximo al estrecho de Bab
al Mandeb, por el que transita el 40% del tráfico marítimo mundial.
Estos movimientos deberían alertar a
los europeos del riesgo del cerco
geo-económico. el Mediterráneo,
es una de las anclas y la puerta de entrada en Europa para los productos
chinos. Pero la UE inmersa en una crisis, con el Brexit, el conflicto de los
refugiados, no tiene un plan coherente para el Magreb y África.
China construyó cuatro rutas de la seda,
una en Asia Central, otra por el
océano Índico y la tercera a través del ártico. La cuarta es una extensión de
la Península Ibérica hacia la África Atlántica y el Golfo de Guinea .
Las relaciones son complejas en la era
del comercio político. El aumento de los
lazos económicos podría conducir a una mayor voluntad política y
cooperación militar. Los temas comerciales y de inversión deben introducirse en
un amplio debate que con demasiada frecuencia está dominado por cuestiones de
seguridad y de inmigración con el
Mediterráneo.
Es imprescindible lanzar nuevas
propuestas claras y audaces. La UE
debe implicarse, hay que priorizar una estrategia y una buena respuesta para
evitar el cerco y ver el patio trasero mediterráneo y sus conexiones
controlados por empresas
estatales chinas, sino es muy probable que la UE quede atrapada en la red de
Dragón que sigue su máxima de crecer despacito.
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CHINA Y RUSIA. LOS NUEVOS MEJORES AMIGOS.
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Soberanía
Digital.
Lunes
7 de agosto del 2017.
Mientras el caos de Trump tiene a Estados Unidos dando
palos de ciego, Vladimir Putin y Xi
Jinping estrechan silenciosamente sus relaciones políticas, militares y
económicas. Sus más recientes acuerdos podrían revolucionar la geopolítica
mundial.
Las
frías aguas del mar Báltico acogieron el fin de semana pasado a un
invitado inusual. Se trataba de una flota naval china compuesta por un moderno
destructor, una fragata, un barco de aprovisionamiento, varios helicópteros
militares y un regimiento de infantes de marina. Tras recorrer 16.000
kilómetros desde Beijing, el grupo
se unió a una decena de buques y aeronaves rusos para participar en unos
ejercicios conjuntos frente a las costas de San Petersburgo.
No se trató de unas maniobras como
tantas otras. En primer lugar,
porque por primera vez barcos de la Armada china realizan maniobras militares
en aguas europeas. En segundo lugar,
porque la operación le sirvió al Ejército Popular de Liberación para mostrar
los impresionantes avances técnicos que los chinos han alcanzado en la última
década. Y en tercer lugar, porque
esos juegos de guerra se desarrollaron en una de las zonas en las que Rusia
y la OTAN sostienen un fuerte
pulso geopolítico por el control de los mares y los cielos de Europa oriental y
Escandinavia.
Más allá de eso, los ejercicios
tuvieron una dimensión histórica porque se trata del ejemplo más contundente de
la creciente cooperación entre Moscú y
Beijing, que en los últimos años no solo se han acercado en el ámbito
militar, sino también en cuestiones políticas, económicas y sobre todo
diplomáticas. Así quedó demostrado el 4 de julio durante la visita de dos días
del presidente chino, Xi Jinping, a
su colega ruso, Vladimir Putin.
En
esta, ambos emitieron una declaración conjunta sobre la crisis de Corea en la que le apuntaron a “una solución pacífica del
conflicto a través del diálogo”, y advirtieron que los planes de Washington de
instalar un sistema antimisiles en Corea del Sur representaban un grave
perjuicio para sus “intereses de seguridad estratégica de los países de la
región”.
Todo lo cual contrasta con el comportamiento
errático de Donald Trump, que ha
llevado la política exterior norteamericana hasta su nivel más bajo desde la
posguerra. En el caso de Corea del Norte,
esto se ha expresado en una serie de declaraciones contradictorias del
presidente y de su secretario de Estado, Rex
Tillerson, quienes en menos de un mes le ofrecieron su amistad y –al mismo
tiempo– trataron de loco al líder norcoreano, Kim Jong-un. Y en cuanto a Rusia
y China, el caos de la administración de Trump se ha traducido en una avalancha
de declaraciones contradictorias, en las que la fastuosa recepción que el
presidente norteamericano le ofreció a Xi
en Mar-a-Lago y la sumisión que mostró ante Putin en el G20 contrastan con el “conflicto abierto” con el que Tillerson
amenazó a China el miércoles y
las sanciones que el Senado aprobó la
semana pasada contra Moscú por cuenta del Rusiagate
Una cuestión personal.
Aunque en Europa y en Estados Unidos el proceso ha pasado relativamente desapercibido,
en Moscú y en China tienen muy
claros los pilares de la estrategia que los ha acercado. Como informó la
agencia estatal Xinhua el 4 de julio
tras la visita de dos días a Moscú del
gobernante chino,
“las
relaciones bilaterales atraviesan por su ‘mejor momento en la historia’ y los
intercambios entre el presidente Xi
y su contraparte rusa, Vladimir Putin,
juegan un papel clave en las estas”.
No era una exageración, pues ese fue el
tercer encuentro que esos líderes sostienen este año, y el vigésimo desde que Xi llegó al poder en 2012. De hecho, en esa reunión el
mandatario chino habló de “una amistad
personal”, que hay que entender a la luz del estilo autocrático y
nacionalista que ambos comparten y que quieren contraponer a las democracias
liberales de Occidente. Y a eso hay que agregar que China y Rusia tienen intereses políticos y diplomáticos que no solo
son compatibles, sino que pueden incluso complementarse.
Por un lado, ninguno está contento con
el orden mundial imperante por lo que, desde hace casi una década, ambos están
extendiendo su poderío militar más allá de sus fronteras para ejercer un
control militar y económico en sus áreas de influencia. Beijing lo ha hecho en sus litorales sur y oriental, y Moscú en Georgia y Ucrania, de la que se
anexionó la península de Crimea. Y
por el otro, como dijo David Lewis,
autor del libro The Temptations of Tyranny in Central Asia,
“tanto
China como Rusia ven el periodo de debilidad estadounidense como una
oportunidad para comenzar a construir un orden mundial diferente”.
Y en efecto, ambos líderes han llevado a sus países a actuar de forma coordinada
en los escenarios internacionales y también a apoyarse en cuestiones
diplomáticas. Por eso, Xi fue uno de
los pocos líderes mundiales que acompañó a Putin
durante el aniversario de la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial
(cuatro meses después Putin le
devolvió atenciones al participar en el aniversario de la victoria contra
Japón). A su vez, ambos están actuando en tándem en las Naciones Unidas, donde han usado su derecho a veto para controlar el Consejo de Seguridad.
Pero eso no es todo, pues Moscú ha apoyado tácitamente los
reclamos de Beijing en el mar del Sur de la China, y Beijing ha ignorado
las sanciones que Europa y Estados
Unidos le impusieron a Rusia por
anexarse Crimea y desestabilizar Ucrania oriental en 2014. De hecho, ese
país es hoy la principal fuente de divisas para Moscú y también el principal
cliente de su petróleo y de su gas. Durante la reunión de julio Beijing aprobó 11.000 millones de
dólares para financiar proyectos de infraestructura y desarrollo, y desde 2016
está invirtiendo en un gasoducto para llevar combustible desde Siberia hasta sus principales centros
industriales.
Y a eso se agrega el creciente interés
de ambos países por el manejo de la información, pues los rusos quieren adoptar las estrategias de Beijing para controlar internet y aislar a sus ciudadanos de las
noticias inconvenientes. Y los chinos,
por su parte, están muy interesados por la eficaz represión que Rusia ejerce sobre las ONG, y también por la capacidad de
emprender ciberataques y de influir mediante agencias de noticias controladas
por el Estado.
Sin embargo, tanto Xi como Putin se han cuidado de hablar de una alianza. Por un lado,
la historia de las relaciones bilaterales es larga y compleja, e incluye varios
conflictos territoriales, como el que a finales de los años sesenta casi lleva
a una guerra a Mao y al líder soviético
Leonid Brezhnev. Y por el otro, existe un fuerte desequilibrio económico
entre ambas naciones. Mientras China
está en vías de convertirse en la mayor economía del mundo, el PIB de Rusia es inferior al de Italia.
Adicionalmente, a diferencia de Moscú, Beijing no tiene ninguna
intención de enfrentarse militarmente con Occidente, sencillamente porque no
está preparada para una confrontación de ese calibre, que significaría además
acabar con su crecimiento económico. Como dijo el sinólogo Guillermo Puyana:
“China
quiere que sus relaciones con Europa y Estados Unidos sean lo más cordiales
posible. De hecho, su objetivo es que haya un mundo multipolar en el cual poder
consolidar su ‘poderío nacional integral’, un concepto que no solo incluye la
fuerza militar, sino también el poder económico y político”.
De hecho, la principal diferencia entre ambos países es que mientras Rusia le ha sacado el mayor provecho a
su poderío militar y nuclear para maximizar su presencia en el tablero
geopolítico internacional, China
tiene una estrategia a muy largo plazo. Para sus líderes, esta comenzó a principios del siglo XX con
la llegada del Partido Comunista al poder y solo va a terminar cuando el país
recobre su estatus milenario de Imperio central.
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