LA POLÉMICA ESTA ABIERTA
HOY EN TIEMPOS DE CRISIS FINAL DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL. Hay o no camino, alternativa de
nuevos Procesos Sociales que generen
grandes cambios sociales y transformaciones políticas o en forma definitiva
se “han cerrado” las alternativas y
sólo veremos el sistema capitalista, salvaje, violento, deshumanizado - cada
vez más en procesos de barbarie -
pero magistralmente presentados como la “era
de las grandes oportunidades” para los emergentes,
empoderados y desafiantes de los procesos sociales, y los grandes espacios sociales para la “nueva clase
media” emergente, producto de los sucesivos procesos de crecimiento macro-económico producidos
internamente en los propios tiempos de la gran crisis del capitalismo salvaje - la crisis del 2008 - tiempos de la globalización neoliberal. Pero
igualmente en relación al extraordinario Artículo de Marco Aurelio García - asesor del Presidente Lula en Brasil y Presidente
Interino del Partido de los Trabajadores- nos preguntarnos hoy: QUIENES REALMENTE SERÍAN LOS SUJETOS
SOCIALES HISTÓRICOS, que impulsen los grandes CAMBIOS SOCIALES, los protagonistas de los NUEVOS PROCESOS REVOLUCIONARIOS. El OBRERO, el Proletario - internamente ha sido y sigue siendo sujeto de “grandes
cambios” económico, sociales, ideológicos y políticos; EL CAMPESINO
- de los pueblos y comunidades históricas, hoy aún mayoritario en los
países del Segundo y Tercer Mundo en vías de desarrollo y en desarrollo -; LA CLASE MEDIA
TRADICIONAL, gravemente afectada,
marginada, golpeada en sus Derechos
- básicamente Sociales - o habría
posibilidades de una “alianza estratégica”
con la “NUEVA
CLASE MEDIA EMERGENTE” - entre “beneficiada”
y rol participante de los cambios económico, sociales y políticos que trae y
presenta la globalización. Si aún existe la antigua BURGUESÍA NACIONAL y si estaría en capacidad de ser parte en ALIANZA POLÍTICA para ser protagonista - si aún hay espacio social y tiempos
políticos - de cambios sociales y procesos políticos revolucionarios;
O simplemente seremos “testigos
desde el balcón de nuestras estancias sociales” de ver desfilar el viejo cajón del
sistema capitalista - que se niega a
morir y ser enterrado, sepultado - porque aún tiene defensores y esperanza
de ser “revivido”, porque para ellos
estará enfermo, en crisis final, pero en
“realidad se niega a morir”, sigue,
continua por diversos medios y diferentes formas, explotando a millones de millones ahora de jóvenes, en el mundo de la
globalización neoliberal, Hoy “crea”, impone nuevos medios para seguir expoliando, saqueo sistemático de los recursos
naturales, Biodiversidad y Conocimientos Ancestrales
(El “Nuevo Imperialismo”
o El capitalismo por desposesión y las “nuevas formas” de acumulación
mundial), y oficializado por los gobernantes que hipotecaron o vendieron por la
Corrupción la Soberanía Nacional, y
son aliados y fieles sirvientes del gran
capital corporativo global - es decir, la
mega-empresas transnacionales - serán finalmente los tiempos de que
aumente, crezca de manera exorbitante la estupidización
en la juventud y al final sólo seremos juguetes eternos de explotación del
capitalismo salvaje y su propia economía de casino - enferma, en crisis - pero
con varios salvadores, “pintados”
presentados en diferentes signos de manipulación, populismo barato y
asistencialista - que contente con migajas “un día” el hambre de los pueblos, pero la explotación del hombre por el hombre - en formas diversas
y métodos diferentes - continuará.
/////
El Obrero, el proletariado surgido en las entrañas del capitalsmo industrial. El Movimiento Obrero Sindicalizado, sigue siendo el "Sujeto Social Histórico" de los grandes Cambios Sociales y la Transformación Política? O que ha cambiado en los últimos tiempos, tiempos históricos y políticos, de la era de la globalización neoliberal, tiempos de la Tercera y Cuarta Revolución Industrial?.
***
EN BUSCA DE LOS SUJETOS DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL.
*****
Marco Aurélio Garcia*.
Le Monde Diplomatique.
Martes 25 de julio del
2017.
En memoria a Marco Aurelio García, quien fue un
historiador brasileño, considerado por diversos analistas como el principal
artífice de la política internacional de los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma
Rouseff. García, quien fuera exiliado por la dictadura brasilera en la
década de los 70, fue uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores y
promotor del Foro de Sao Paulo. Su mirada geopolítica consideró que su país
debería brindar apoyo a las demás naciones de la región para su fortalecimiento
como bloque. La muerte lo encontró a los 76 años, durante su participación en
el Foro Social Mundial realizado en Brasil, en julio de este año, producto de
las dolencias cardiacas que lo aquejaban.
Retomar el Ciclo Progresista.
El retroceso de las políticas populares
que atravesaron América Latina en los comienzos del siglo XXI obliga a
replantear la cuestión de los sujetos del cambio social ante los cambios
operados en las sociedades por el capitalismo financiero.
Miguel
Ángel Ríos, Sudamérica, 1993 (Gentileza Christie’s) na investigación reciente
realizada en un barrio pobre de la ciudad de San Pablo por la Fundación Perseu
Abramo, vinculada al Partido de los Trabajadores, provocó un intenso debate
tanto en la izquierda como en la derecha brasileña. A grandes rasgos, los
investigadores, después de haber oído a decenas de personas que habían dejado
de votar al PT, señalaban las adhesiones de los entrevistados al ideario
liberal. Para la mayoría, las importantes transformaciones sociales logradas en
los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff (2003-2016) se debían fundamentalmente
al esfuerzo personal de cada uno y no a las políticas de Estado, entidad
considerada por gran parte de los participantes como “enemigo”.
Esas
conclusiones, entre otras con sesgos similares, aparecen pocos meses después
del golpe parlamentario que derribó a la presidenta Rousseff y semanas después
de la derrota electoral del PT y de las izquierdas en las elecciones
municipales de octubre de 2016.
Está
claro que se pueden cuestionar los presupuestos teóricos de la investigación,
su metodología, la coyuntura en la que fue hecha, su lectura y, sobre todo, su
alcance y significación. Pero ella es sintomática. Estudios anteriores
realizados por Data Popular, y algunos análisis sobre el significado de las
manifestaciones de junio de 2013, iban en una dirección semejante y anticipaban
dudas sobre el impacto político e ideológico que los gobiernos del Partido de
los Trabajadores habían producido en la sociedad brasileña, especialmente sobre
aquellos segmentos beneficiados por sus políticas.
La
cuestión cobraba mayor importancia aún en la medida en que ese fenómeno no se
limitaba a Brasil. En otros países de América del Sur, gobiernos progresistas
enfrentaban dificultades parecidas en su relación con sectores y movimientos de
la sociedad que antes los habían apoyado. Se fortalecía, así, la idea de una
crisis de la izquierda en la región, proporcionando argumentos adicionales a
las tesis sobre el probable “fin de ciclo” de los gobiernos transformadores que
predominaron en América del Sur en los quince primeros años del siglo XXI.
La clase media Intelectuual, revolucionaria, militante en los Partidos Comunistas, o en los Partidos Revolucionarios, sigue siendo en la historia del nuevo milenio (siglo XXI) como fue el "Sujeto Social histórico" de la Histórica Revolución Cubana?. O que grandes y significativos cambios políticos, experimentamos hoy en nuevo milenio?.
***
¿Quién genera el cambio
social?.
Entre
celebraciones de la derecha y perplejidades de la izquierda, se abre una
discusión esencial para las fuerzas progresistas en el continente, ya que
involucra un debate sobre los sujetos de las transformaciones sociales y
políticas.
La
problemática sobre el papel de los trabajadores en el cambio social tiene una
larga historia. Comienza por la descalificación de la vocación revolucionaria
de segmentos de las clases trabajadoras en los países imperialistas en el
comienzo del siglo XX. La existencia de una “aristocracia obrera”, que en
aquella coyuntura explicaría la “pasividad” de los trabajadores, cuando
aparentemente estarían dadas las condiciones para una revolución proletaria.
Décadas
más tarde, en la emergencia de la tercera revolución industrial, que acarreó
importantes transformaciones en el proceso de trabajo capitalista (ver Benjamin
Coriat, por ejemplo), y en la conciencia de clase de los trabajadores (Gorz o
Marcuse), ganarían relevancia las tesis sobre la pérdida de la centralidad del
proletariado en los cambios sociales y políticos.
Con
el fin de los “gloriosos años treinta” en Europa y en medio de la crisis del
Estado de Bienestar social, tanto los partidos comunistas, sobre todo después
de la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, como la
socialdemocracia, en su deriva neoliberal, debieron enfrentar una fuerte
erosión de sus bases sociales tradicionales, cuando no el desplazamiento de
vastos segmentos de trabajadores hacia la derecha, o lo que es peor, hacia la
extrema derecha.
Es
evidente que las circunstancias históricas europeas y latinoamericanas son
distintas. Pero en uno y otro caso está presente una misma y crucial pregunta:
¿cuál es hoy el sujeto de las transformaciones sociales por los cuales las
izquierdas siempre lucharon y luchan todavía? Y por supuesto la pregunta que
precede: ¿cuál es la naturaleza y asimismo el ritmo de esas transformaciones?
En
una América Latina en cuyo pasado, salvo honrosas excepciones, no prosperó
suficientemente el pensamiento revolucionario, se abrió un espacio importante
para reflexionar sobre estos problemas, sobre todo a partir de los años
sesenta.
La Revolución Cubana de 1959
tuvo un profundo impacto sobre los partidos comunistas latinoamericanos, en la
mayoría de los casos frágiles y poco influyentes. Sin admitirlo explícitamente,
los PC de la región habían transitado desde las políticas tardías del Frente Popular, principalmente en la
inmediata post Segunda Guerra Mundial, influenciados por Earl Browder, hacia una orientación supuestamente revolucionaria,
amparada en la narrativa construida a partir de la victoria de la Revolución China de 1949. Esta
orientación defendía una revolución anti-imperialista, agraria y democrática,
sustentada por un bloque de cuatro clases –el campesinado, el proletariado, la
pequeña burguesía y la burguesía nacional–. Más tarde, en sintonía con el
vuelco dado a partir del XX Congreso del
PCUS y con las tesis sobre la “coexistencia pacífica”, ese movimiento
explicitaría la necesidad de esa “etapa democrática” que abriría el camino
hacia un futuro socialista. El sujeto de ese proceso sería aquel bloque de
cuatro clases, hegemonizado en teoría por el proletariado y bajo la conducción
de los partidos comunistas.
La
narrativa cubana de su revolución, movimiento imprevisto como casi todas las
revoluciones, avaló fuertemente ese canon. Ella no se apoyaba en amplias
referencias teóricas previas. Se asentaba en los ejemplos y en las lecturas que
de ellas hacía Guevara en sus escritos, Fidel
en sus discursos, y más tarde Regis
Debray en la exégesis del proceso.
Lo
que trascendía del ejemplo cubano, en esa narrativa, era la estrategia de una
revolución que enfrentaba al mismo tiempo al imperialismo, el latifundio y la
burguesía nacional. Ese enfrentamiento sería armado y conducido por un núcleo
político-militar cuya acción tendría una fuerza ejemplar para el conjunto de la
sociedad. La resistencia inicial de la mayoría del PC cubano (llamado Partido
Socialista Popular) al movimiento ponía en evidencia la irrelevancia, por decir
lo mínimo, de las anteriormente celebradas vanguardias. No por casualidad, en
los dos grandes eventos internacionales en que Cuba buscó articular una nueva
corriente revolucionaria mundial – la
Tricontinental y la OLAS– compareció una nueva izquierda y las posiciones y
los dirigentes de los Partidos Comunistas estuvieron políticamente ausentes,
con la excepción de Rodney Arismendi,
el hasta cierto punto heterodoxo secretario general del PC uruguayo.
Los
acontecimientos de Cuba hicieron creer que la revolución había ganado de nuevo
actualidad en el continente. Ellos marcaron toda la América Latina. Escindieron
partidos comunistas e inclusive organizaciones llamadas “populistas” dando nacimiento a disidencias como las del peronismo revolucionario en Argentina,
de los grupos nacionalistas en Brasil, del APRA Rebelde en Perú, de
los distintos disidentes de la Acción
Democrática (AD) en Venezuela, por citar sólo algunos casos.
El
relato de casi todos estos grupos (la “estrategia”, para permanecer en
consonancia con la formulación militar) apuntaba básicamente hacia un proceso
revolucionario ininterrumpido, sin “etapas”, realizado esencialmente por la
fuerza de las armas, dirigido por una vanguardia político-militar que
reemplazaba en la práctica, no en la teoría, a los verdaderos sujetos.
A
pesar de haber sido derrotada en toda América Latina (años sesenta y setenta),
la estrategia derivada de la Revolución Cubana persistió por largo tiempo,
inclusive en el periodo en que la contrarrevolución se impuso en varios países,
sobre todo en el Cono Sur del
continente.
Los impasses del nacional-desarrollismo y los golpes militares que siguieron en
muchos países, sobre todo en el Cono Sur, fueron vistos por algunos como la
expresión de una crisis final del capitalismo en la región. “Socialismo o fascismo”, se proclamó
muchas veces para expresar la nueva disyuntiva que supuestamente empezaba a
vivir el continente. Se trataba, sin embargo, de un doble equívoco.
La
contrarrevolución que se instaló en la región fundaba el capitalismo en muchos
países, preanunciando la ola neoliberal que, originariamente implantada en el Chile de Pinochet, se expandiría poco a
poco en otros países. Esa refundación capitalista venía acompañada de una
reconfiguración de la estructura social en muchos países. Las clases
trabajadoras tradicionales habían sido desarticuladas, al mismo tiempo que sus
partidos, sindicatos y movimientos eran sometidos a una fuerte represión. Si el
Chile posterior a la importante experiencia del gobierno de Salvador Allende
fue el ejemplo clásico de esa nueva situación, la excepción sería Brasil, donde
militares nacionalistas trataban de combinar un fuerte crecimiento económico,
socialmente excluyente, con represión, fortaleciendo, contra sus intenciones, a
los “sujetos” –en especial la clase obrera industrial– que tendrían un papel
importante en la transición a la democracia.
Pero
no era el socialismo lo que estaba en juego. Las transiciones ponían en el
orden del día reivindicaciones de democracia política, económica y social en el
marco del capitalismo.
La
mayoría de las transiciones de los años ’80-’90 no fueron capaces, sin embargo,
de construir instituciones democráticas sólidas, menos aún de enfrentar los
graves problemas sociales que los ajustes conservadores profundizaban. La
consecuencia sería una fuerte reacción popular que impulsó la onda progresista
de los primeros años del siglo XXI.
O son los Líderes Políticos de los Movimientos Democráticos de Izquierda, Revolucionarios - post-neoliberales - los "nuevos sujetos sociales" y los grandes conductores de los procesos revolucionarios en Democracia, hoy en tiempos históricos y políticos - entre la crisis estructural global del capitalismo salvaje - y la polí-crisis del sistema capitalista en tiempos de la globalización neoliberal y su propia crisis final?
***
Potencialidades del
populismo.
Transcurrida
una década y media del inicio de este ciclo y ante las vicisitudes que las
fuerzas de izquierda tuvieron que enfrentar en la mayoría de los países de la
región donde se establecieron gobiernos progresistas, se formulan cada vez más
preguntas sobre las razones de las dificultades actuales y sobre el papel de
los trabajadores en el proceso.
Es
en este punto donde emergen con cierta frecuencia análisis sobre la
fragmentación de las clases trabajadoras, consecuencia de las transformaciones
estructurales del capitalismo periférico, como explicación definitiva de la
fragilización de la base social de los gobiernos progresistas. Todo sucede como
si las izquierdas, y los gobiernos que ellas integran o apoyan, tuvieran que
hacer una revisión radical de sus tesis, especialmente sobre los actores de las
transformaciones, pero también sobre la naturaleza misma de esas
transformaciones. Es evidente que las izquierdas se confrontan hoy con grandes
cambios, resultantes de las transformaciones del capitalismo global, pero
también de factores endógenos, entre ellos los efectos que su propia acción
gubernamental provocó. En esa revisión teórico-política surge, a veces, la
tentación conservadora de descalificar a las clases trabajadoras como posibles
agentes de transformación. Más que eso, se cuestionan las propias
transformaciones. Esa tentación no es nueva.
En
el pasado, y aún hoy, las políticas revolucionarias tuvieron dificultades para
convivir teórica y prácticamente con las clases trabajadoras que no presentaban
la “pureza” sociológica de los
manuales. Ellas aparecían como exageradamente “heterogéneas” o integradas por
segmentos de “lumpen proletariado” y por otras capas “marginales”.
Por
otro lado, un supuesto “acomodamiento”
de la clase obrera proporcionaba argumentos a quienes privilegiaban a los más
excluidos de nuestras sociedades: los “condenados de la tierra”.
Estos
argumentos –de la derecha, pero también de la izquierda– crearían las bases
para la crítica al “populismo”, fenómeno político presentado muchas veces como
una especie de falsa conciencia de un proletariado de reciente extracción
rural, fascinado por líderes carismáticos y por la movilidad social a cualquier
precio, o aun más, emparentado con el fascismo, como en los análisis de Gino Germani.
Sin
embargo, la naturaleza y la evolución de nuestro capitalismo periférico pueden
explicar de otra manera el surgimiento y el papel que históricamente
desempeñaron esos segmentos plebeyos de nuestras sociedades, como hicieron Miguel Murmis, Juan Carlos Portantiero
y otros que focalizaron sobre el fenómeno de los “cabecitas negras”, o sobre
los “batalhadores” o la “rale” (chusma) brasileños. En todos
los casos –y son muchos– se verifica en esos contingentes una extraordinaria
disposición de movilidad social ascendente, que se puede realizar de forma
individualista y conservadora o por medio de procesos colectivos y solidarios.
Por lo tanto, en lugar de una hoy improbable revolución permanente, o de una
recaída social-liberal, se abre el espacio para la invención de un proceso
permanente de reformas, con las cuales el propio capitalismo realmente
existente tenga dificultades para convivir y, por esa razón, pueda ser
desestabilizado, dando lugar a transformaciones importantes.
O en forma definitiva "no hay lugar" para los "Procesos Revolucionarios?", hoy en los tiempos históricos y políticos, de crisis de los movimientos de Izquierda Democrática y "solo" hay camino para el retorno, la vuelta de la burguesía financiero político-empresarial - entre democrática electoral y golpista-corrupta - la "gran protagonista" de mantener el sistema capitalista, "la gran burguesía transnacional", GBTn; en los tiempos de salvajismo y barbarie - como Trump, Putin, o FMI, BM, OCDE, OMC; - o son los tiempos de su propia crisis final, y solo ellos y sus organismnos multilaterales, serán los protagonistas de su propia destrucción económica-social y política?.
***
Capitalismo e ilegalidad.
La
respuesta neoliberal a la crisis del capitalismo, especialmente después de 2008, en la medida en que fortalece su
dimensión financiera y concentradora, es cada vez más agresiva. Las
resistencias que encuentra en la sociedad provocan la utilización creciente de
soluciones autoritarias, propias de un Estado de excepción y que hieren la
institucionalidad misma que las clases dominantes dicen haber creado y
defender.
“La legalidad nos mata”,
había dicho ya el conservador Odilon
Barrot, al sentirse amenazado por el ascenso del proletariado en la Francia del siglo XIX. La atracción por
el Estado de excepción por parte de las burguesías fortalece la dimensión
democrática de la lucha de los trabajadores. La defensa de la soberanía popular
–esencia de la democracia– es cada vez más importante. De la misma forma, la
renuncia de un efectivo proyecto nacional de desarrollo por parte de las
actuales clases dominantes entrega centralmente a los trabajadores la defensa
de la soberanía nacional. Por no haber entendido esa problemática, fuerzas
liberales y progresistas sufrieron recientemente importantes derrotas
electorales frente a propuestas de extrema derecha, como ocurrió en el Reino
Unido y en los Estados Unidos. Lo grave es que esas propuestas regresivas hayan
contado con la adhesión de amplios segmentos populares.
Si
es cierto que los hombres hacen la historia sobre la base de condiciones
económicas, sociales, políticas y culturales previamente dadas, no es menos
cierto que la historia es construcción colectiva. Si así no fuera, estaría
consagrado un marxismo vulgar, según el cual la política y la acción que lo
acompañan no pasarían de ser un teatro de sombras que reflejaría un drama cuya
existencia real estaría en las estructuras del capitalismo, como si esas
estructuras no fuesen determinadas también por la lucha de clases.
Teniendo
claro que la revolución de los años sesenta no estaba más en el orden del día,
los gobiernos y partidos progresistas siguieron el camino de reformas
inclusivas. Pero no fueron capaces, en la mayoría de los casos, de impulsar un
reformismo fuerte, para retomar una expresión cara a la izquierda italiana, capaz
de dar permanencia, continuidad y sustentabilidad política a las importantes
transformaciones en curso.
El
mal no está en hacer reformas y dejar de “hacer
la revolución” o esperar por ella una eternidad, limitándose al ejercicio
crítico del capitalismo o de los desvíos de las izquierdas. El problema está en
no inscribir un proceso de reformas en una visión de largo plazo de
transformación social, política y cultural, capaz de movilizar a una sociedad
que no puede ser reducida al papel de espectadora. Es el lazo constante de
gobiernos y partidos con la sociedad el que impide una lectura individualista y
conservadora de las transformaciones en curso, como ha aparecido en muchas
investigaciones.
No
vivimos más en aquel mundo donde los trabajadores y sus organizaciones
constituían lo que Annie Kriegel llamó
“contra-sociedad”, una especie de atmósfera política y cultural distinta y
separada del universo burgués. Nunca, como ahora, las ideas dominantes pasaron
a ser las ideas de las clases dominantes, en función de los instrumentos totalizantes (o tal vez totalitarios)
que las burguesías empezaron a tener a nivel global. Todo ello hace de la lucha
por la hegemonía política y cultural una batalla extremadamente compleja y
permanente, pero sin duda absolutamente necesaria.
El
hecho de que en los días que corren las clases trabajadoras latinoamericanas no
visualicen su emancipación como resultado necesario e inmediato de una ruptura
con el orden económico vigente no implica que ellas se hayan transformado en
aliadas de un proyecto que se revela globalmente cada vez más concentrador de
riqueza y autoritario a escala mundial. El
capitalismo financiero, más de lo que fue en el pasado, no se limita a la
explotación y desvalorización creciente del mundo del trabajo. Se revela
igualmente racista, misógino y oscurantista. Se amplía, así, el espectro de
contradicciones y, también, de enfrentamientos con ese proyecto que, cada día
que pasa, retira la esperanza del horizonte de la mayoría de los pueblos del
mundo.
Se
trata de conocer mejor ese proyecto en acelerado cambio, no sólo por imperativo
ético e intelectual, sino también por necesidad política. Pero reunir esas dos
dimensiones –teórica y práctica– es una iniciativa que tiene como punto central
la aproximación, cada vez mayor, de los intelectuales con aquellos que viven
esas nuevas situaciones y en cuyas manos está la responsabilidad de retomar,
criticar y profundizar el ciclo progresista que marcó a América Latina en este
inicio de siglo y que tantas esperanzas suscitó aquí y fuera del continente.
Los
sujetos de las transformaciones no existen tan sólo en la teoría, no se deducen
de las “estructuras”. Ellos se construyen en su accionar, en la lucha de
clases. Ese es
el
desafío al que se enfrenta el progresismo latinoamericano.
(*) Designado en 2003
asesor de Asuntos Exteriores del Presidente de Brasil Luiz Inacio (Lula) Da Silva. Presidente interino del Partido
de los Trabajadores desde el 6 de octubre de 2006 hasta el 2 de enero de
2007.
Publicado en Le Monde Diplomatique.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario