viernes, 20 de abril de 2018

SOCIOLOGÍA DEL PODER Y DE LA DESIGUALDAD, VIOLENCIA ESTRUCTURAL.

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MAX WEBER Y LA SOCIOLOGÍA DEL PODER.-
Una asociación de dominación será política cuando la existencia y la validez de sus ordenaciones, esto es, su legitimidad, siempre dentro de un ámbito geográfico o territorial específico, estén garantizadas por la amenaza y aplicación, en los casos en los que se requiera, de la fuerza física. Dicho de otra forma, la asociación será política si es capaz de mantener la validez de sus ordenanzas, en última instancia, mediante la coacción física. Sin embargo, dice Weber, en las asociaciones políticas el único modo de administración no es la coacción física, no es ni siquiera el normal. Los dirigentes de estas asociaciones utilizan todos los medios a su alcance para conseguir el mantenimiento del poder y conseguir una buena administración. Aunque la coacción física es el medio específico, exclusivo, de las asociaciones políticas, es el último recurso que tienen cuando todos los demás medios de administración fracasan.

También es muy importante, como se ha señalado antes al hablar del proceso de la unificación alemana, en estas asociaciones políticas el hecho de que su dominación administrativa se ejerza sobre un territorio bien definido y que este dominio del territorio está garantizado por la fuerza. Una asociación política es por tanto, en la sociología weberiana, un Estado. Pero ¿qué es un Estado? Para Weber es erróneo intentar definir el Estado por los fines que se supone que tiene. Y es que el Estado no sigue ningún fin específico, ya que los persigue todos, dice Weber. «Apenas existe una tarea que aquí o allí no haya sido acometida por una entidad política y, por otra parte, tampoco hay ninguna tarea de la que pueda decirse que haya sido siempre competencia exclusiva de esas entidades o asociaciones políticas que hoy llamamos Estados, o de las que históricamente fueron precursoras del Estado moderno.

 


Por ello, el Estado sólo es posible definirlo atendiendo a su medio de imposición: el control de un territorio y la coacción física. Que no es el medio primario que tiene para conseguir sus fines pero sí el específico, el que únicamente pertenece al Estado. Por Estado Weber entiende por tanto un instituto político de actividad continuada, cuyo cuadro administrativo debe mantener de manera continuada y estable el monopolio legítimo de la coacción física, de la violencia, para el mantenimiento del orden establecido. Así, una acción estará políticamente orientada cuando influya en la dirección de las acciones de una asociación política, en especial a la apropiación o expropiación de los poderes gubernamentales. El monopolio de la coacción física sobre un territorio es lo propio del Estado moderno.

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Sin embargo, existen discrepancias sobre cómo definir poder. Gran parte del debate sociológico  reciente sobre el poder gira en torno al problema de su definición, y su naturaleza como constrictiva o como permisiva. Así, el poder puede ser visto como un conjunto de formas de constreñir la acción del ser humano, pero también como lo que permite que la acción sea posible, al menos en una cierta medida. Gran parte de este debate está relacionado con los trabajos de Michel Foucault, quien, siguiendo a Maquiavelo, ve al poder como "una compleja situación estratégica en una determinada sociedad". Siendo puramente estructural, su concepto involucra tanto las características de constricción como de facilitación. Para Max Weber la sociedad moderna está amenazada por el fenómeno creciente de la concentración del poder dentro de las organizaciones. Es importante señalar que para Weber el concepto de poder está relacionado al concepto de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia.

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SOCIOLOGÍA DEL PODER Y DE LA DESIGUALDAD, VIOLENCIA ESTRUCTURAL.

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Agustín Ortega Cabrera.

Rebelión jueves 19 de abril del 2018.


En la época contemporánea, como es sabido, se han desarrollado las ciencias sociales como la sociología, la psicología o la antropología. Estas ciencias con su base filosófica, crítica y ética nos posibilitan un análisis más estructural, global e integral de la realidad con los problemas sociales y patologías que padecemos en la actualidad. No podemos reducir estos problemas, como son los actuales que sufrimos, a una cuestión meramente individual y puntual. Las ciencias sociales y la sociología nos muestran las causas, raíces y el sentido de estas problemáticas con una explicación y compresión más profunda de la sociedad-mundo en el que vivimos. De tal forma, podemos conocer y valorar como nos dominan, oprimen y empobrecen las relaciones inhumanas, la cultura alienante, la estratificación social de los poderosos y enriquecidos a costa de los empobrecidos. Todas esas estructuras sociales injustas, los sistemas políticos y económicos perversos, la inequidad de los sistemas laborales, comerciales y financieros/bancarios especulativos, usureros y causantes de crisis sistemáticas.

En nuestro mundo, como nos enseñan los estudios sociales, esta desigualdad e injusticia social, global y ecológica cada vez es más acentuada, escandalosa u obscena. En donde el poder, el capital y la riqueza se concentran cada vez más en menos manos de estos poderosos y enriquecidos. Lo que genera toda esta desigualdad, inequidad e injusticia social-global de la creciente, extensa e intensa hambre, miseria, pobreza, esclavitud infantil, desempleo, trabajo basura, exclusión social, guerras y destrucción ecológica. Una auténtica violencia (mal) estructural, una estructura social y global perversa e injusta que insistentemente provoca conflictos, patologías y problemas. Por ejemplo en el Sur empobrecido, en África, buena parte de Asia o América Latina se extiende toda esta desigualdad e injusticia socio-estructural, con la mayor parte de las poblaciones sometidas a condiciones de vidas indignas e inhumanas, cada vez más explotadas, empobrecidas y excluidas.

Tal como estudian las ciencias sociales, no es casualidad que en este Sur empobrecido, que en los pueblos africanos o latinoamericanos a causa de toda esta desigualdad e injusticia del empobrecimiento y marginación: se hayan originado todo tipo de violencias o conflictos bélicos; con la aparición de guerrillas, paramilitares, pandillas o maras, narcotráfico, corrupción y crimen organizado. El poder y dominación que padecen los pueblos, sufriendo toda esta desigualdad e injusticia social-global, es el caldo de cultivo para todas estas violencias, guerras, terror, delincuencia y criminalidad de todo tipo. Tal como, por ejemplo, sigue sucediendo en El Salvador, Colombia o últimamente Ecuador con el caso de los tres periodistas asesinados y, parece, otras personas secuestradas.




Como nos enseñan los estudios sociales, hay una mayor salud integral y desarrollo humano global, con una convivencia más pacífica, en aquellas realidades donde existen unas condiciones sociales e históricas más dignas. Por las que se aseguran los derechos humanos, sociales, económicos y políticos con una democracia más real, participativa y autogestionaria. Un estado social de derechos con libertad, ética, equidad y justicia social. Los conflictos sociales, guerras y violencias de todo tipo, con la corrupción o criminalidad extendida, afloran más en aquellos lugares que padecen la desigualdad e injusticia. Con la apropiación y expolio de las tierras o bienes para disfrute de unos pocos, con un trabajo basura (indecente) y salarios injustos, con el paro, la pobreza y exclusión, con la dominación política que impide una auténtica democracia y la destrucción ecológica. Cuando no se distribuyen de forma justa los recursos o bienes y la propiedad, con una sistema laboral digno y una economía que posibilite la equidad- como es una fiscalidad con justicia social-, entonces, la violencia estructural está servida. La humillación y empobrecimiento de las poblaciones del Sur como las africanas o latinoamericanas, con su desesperación por la negación de la vida-dignidad y un futuro con esperanza, no puede más que traer todo este conflicto, violencia y crimen.

La violencia estructural, en donde el poder con el el capital dominan sobre la vida (humana o ecológica) y el trabajo decente, impide la solidaridad y la justicia provocando las violencias, conflictos y guerras. La civilización del capital con su cultura del individualismo posesivo, relativista e insolidario, del consumismo y de la competitividad: generan las violencias y guerras de todos contra todos; en donde triunfan los más fuertes, poderosos y enriquecidos. Es la ideología del éxito y de ciertos enfoques del emprendimiento. Por el que cada uno va a lo suyo, al interés individual y al mayor beneficio, a costa de aplastar al otro e indiferencia ante todo este sufrimiento y opresión. El poseer y el tener se impone sobre el ser (humano-persona). El placer (hedonismo) y la buena vida burguesa del lujo con la riqueza-ser rico, por encima de todo y de todos, es la máxima ley. Y es que el que no consume ni produce no es, no merece existir. Solo los fuertes-poderosos y enriquecidos con la regla mercantilista de la competitividad, el ídolo del mercado, deben sobrevivir a costa del descarte de los demás.

Por tanto, este mundo idolatra con sus falsos dioses de la riqueza-ser rico y del poder, de lo ídolos del mercado/capital o del estado, nos lleva a esta jungla global violenta, con su ley de la selva competitiva del éxito y del fracaso que merece la muerte. Los “mayores” resuelven sus conflictos a base de guerras y violencias que son el medio para conservar, mantener y acrecentar el poder y la riqueza-ser rico, para dominar a los pueblos con el robo de sus bienes, recursos y capacidades de todo tipo. No es casual que en aquellos territorios geo-estratégicos y que poseen bienes o materias como las energéticas, por ejemplo en Medio Oriente (Siria e Irak como casos dramáticos) o Latinoamérica (Venezuela es otro ejemplo terrible), se produzcan el terror, los conflictos y las guerras.

Y para mantener todo este desorden violento e injusto hace falta controlar las conciencias, por ejemplo, a través de los medios de comunicación, de la cultura y de la educación. Es más que evidente la manipulación de las conciencias por medio de toda esta publicidad o propaganda, cultura y educación mercantilista, competitiva y violenta. El poder y la riqueza/ser rico necesita des-educar para producir animales científicos-técnicos y competitivos al servicio del productivismo mercantilista. Seres individualistas y hedonistas, esclavos del consumismo que es su negocio y que asegura la alienación humana. Impidiendo así que seamos personas, sujetos protagonistas y gestores de la vida pública, social, política y económica con la militancia por la solidaridad, la paz y la justicia con los pobres de la tierra. Toda esta mercantilización y corrupción global que estamos sufriendo, por ejemplo en el mundo universitario y académico español con todos esos casos de fraudes generalizados, responden a toda esta “lógica” del poder y del dominio del capital; con los ídolos de la riqueza-ser rico, del beneficio y del tener.

Como nos muestran las ciencias sociales, los poderes económicos, políticos e ideológicos siempre pretender controlar y dominar la educación para el monopolio de los ricos, potentados y de la vida burguesa. Manipulando y expulsando así a los pobres o a los pueblos más empobrecidos. Como pasa ahora con los títulos de posgrados (“masters” o “expertos” e inclusos doctorados), la educación se convierte en una mercancía o negocio para unos pocos. Una realidad educativa de desigualdad e injusticia, con la exclusión de los más pobres y del acceso al trabajo, por no acceder a esta mercantilización de la educación. En esta línea, la educación como lavado de conciencia para fabricar animales técnicos-competitivos, al servicio del lucro y productivismo, que no se comprometan y luchen por la justicia.

Frente a todo lo anterior, la propuesta y alternativa solo puede ser la vida honrada, asociada y militante con la civilización del trabajo y de la pobreza solidaria, en contra de la del capital y de la riqueza. Esto es, una existencia desde la solidaridad en la comunión de vida, de bienes y de luchas por la justicia con los pobres de la tierra, con los obreros y trabajadores del mundo. Para que haya una economía y política democrática al servicio del bien común, del trabajo decente con salarios justos y del desarrollo humano, ecológico e integral. En oposición a las idolatrías del capital, de la riqueza-ser rico y del poder. 

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Ph. D. Agustín Ortega (España) es Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Dpto. de Psicología y Sociología). Asimismo ha realizado los Estudios de Filosofía y Teología, Doctor en Humanidades y Teología. Profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y, actualmente, de la UNAE (Universidad Nacional de Educación) así como invitado en diversas universidades latinoamericanas. Autor de diversas publicaciones, libros y artículos. 

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