CIUDAD DEL CABO, SUDÁFRICA: PRIMERA URBE
DEL MUNDO EN QUEDARSE SIN AGUA POTABLE.- A causa de
una sequía que se ha prolongado por varios años, Ciudad del Cabo, capital de Sudáfrica y la segunda ciudad más
poblada de ese país, podría quedarse sin
agua a partir del 22 de abril del 2018. Cerca de 4 millones de personas, en
la turística urbe y en general, la
zona del suroeste de la nación, se quedarían sin acceso al recurso hídrico. Esta información ha
sido publicada en la página oficial de la ciudad, en donde también se advierte que la
única manera de evitar lo que han llamado 'EL
DÍA CERO', es que los residentes y visitantes reduzcan su consumo de agua a 87 litros diarios, (que son el
equivalente a un baño de 4 minutos) y la ciudad implemente proyectos
alternativos para la extracción de agua
del océano, aunque el proyecto Atlantis, uno de las opciones que tiene la
ciudad y que es el más adelantado hasta ahora, solamente lleva un 60 % de
progreso.
OTROS PROYECTOS QUE PERMITIRÍAN LA DESALINIZACIÓN DE AGUAS MARÍTIMAS tan solo alcanzan entre el 50 y el 58 % de avance. Si no se
cumpliese la meta establecida, los
niveles de las represas de Ciudad del Cabo bajarán hasta el 13.5 %
(actualmente están 29.7 %), y sus habitantes tendrán que recoger agua en 200 puntos que se habilitarán en diferentes lugares
de la ciudad porque la distribución será coordinada por la Policía y el
Ejército. Para
no llegar a ese punto ciudadanos y miles de turistas que visitan la ciudad en esta época están llamados a
limitar la ducha a dos minutos, cerrar el grifo mientras se cepillan los
dientes y evitar, en la mayor medida posible, soltar el agua del inodoro. Además, está prohibido regar los jardines o
llenar las piscinas.
“UNA PROFUNDA CRISIS”. Según las declaraciones al diario The New
York Times de Anthony Turton, profesor del
Centro de Manejo Ambiental de la Universidad de Free State, "Ciudad
del Cabo posiblemente se
convierta en la primera gran ciudad del mundo en quedarse sin agua, y eso puede
suceder en los próximos cuatro meses". Aseguró que no se trata de una
crisis inminente, sino de una "profunda,
profunda, profunda crisis". Por ahora, según datos oficiales de la
ciudad, solo el
54% de los residentes de Ciudad del Cabo está consumiendo 87 litros o menos de
agua al día.
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SUDÁFRICA: CIUDAD DEL CABO
SE QUEDA SIN AGUA.
La emergencia de la “modernidad
seca”.
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Renán Vega Cantor.
Rebelión lunes 2 de abril del 2018.
“Nadie
debería ducharse más de dos veces a la semana en estos momentos. Hay que ahorrar
agua como si la vida dependiera de ello, porque depende de ello” (Helen Zille.
Primera Ministra de la Provincia Occidental del Cabo).
La
transformaciones climáticas son una dura realidad y entre ellas se destaca el calentamiento global, el que está en marcha
y afecta la vida humana, animal y vegetal. Esto es evidente en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), la segunda
urbe en importancia de ese país. Esta ciudad de cuatro millones de habitantes se
está quedando sin agua, siendo la primera urbe del planeta en donde se ha
decretado una hora cero,
para suspender
el servicio del agua a los hogares.
Así como se lee: cuatro millones de habitantes, sin
importar la clase social a la que pertenezcan, no van a recibir ni una gota de
agua más, a través de las redes públicas de acueducto y suministro de agua
potable.
La situación
es apremiante. Desde el primero de enero se limitó el uso del agua a 87 litros diarios por persona
y se prohibió lavar automóviles, rociar jardines y llenar las piscinas. Se
recomendó reducir el baño diario a menos de dos minutos, no bañarse las manos
más de dos veces al día, no utilizar máquinas de lavar platos, reducir al
máximo el empleo de lavadoras de ropa, soltar la cisterna cuando sea necesario
y reservar el agua limpia para preparar alimentos. Desde el primero de febrero el consumo diario de agua se redujo a 50
litros por persona. La reducción es dramática porque antes de las fechas
indicadas, cada habitante de los barrios de clase media consumía entre 250 y 350 litros.
Es bueno recordar que, en promedio, un habitante de
una ciudad requiere de un consumo diario de agua de unos 200 litros, aunque existen lugares donde el
despilfarro alcanza la demencial cifra de 1000 litros por habitante, como en
algunas ciudades de Canadá. Esos 200 litros que consumimos están
distribuidos así: 100 en el baño diario y aseo de bocas y manos, cada
descarga en el inodoro consume 10 (3 descargas diarias), 20 para preparar
alimentos y unos 50 para lavar ropa y loza. Claro, el uso y abuso del agua está
relacionado con la clase social, puesto que un miembro de los ricos y
poderosos, y de sus émulos de la clase
media, puede consumir diariamente 500
o más litros de agua, en actividades como lavar el automóvil, mantener llena la piscina, regar los campos
de golf…
Las
restricciones en Ciudad del Cabo originan situaciones apocalípticas que se pensaban
nunca iban a llegar. Un testimonio es elocuente:
“ Mi esposa ya no usa la ducha. En lugar de eso, hierve un litro y medio
de agua, lo mezcla con un litro de agua de la canilla y así se limpia
diariamente. En cuanto a tirar la cadena del inodoro, solo lo hacemos cuando
hay excrementos. En mi familia hemos tenido que cambiar nuestros hábitos para
ahorrar agua. Un balde y una
jarra se han convertido en herramientas esenciales a la hora de
darnos una rápida ducha de dos minutos”.
El asunto es noticia por el impacto sobre la clase
media y los ricos, puesto que en las grandes ciudades, los más pobres y desvalidos
nunca han recibido agua potable. Para ellos, el Día Cero existe
desde siempre. Como lo afirmó una periodista sudafricana, “ esta no es una crisis por el
agua, es específicamente una crisis por el agua en la clase media”.
Así, aquellos que viajan en auto propio, viven en casas confortables, consumen
a granel bienes materiales, van a sentir el impacto de no tener agua, puesto
que su modo de vida, aplaudido como propio de la modernidad, empieza a
resquebrajarse, al no contar con el agua, la fuente nutricia que lo hace
posible.
Esta carencia de agua repercute de manera diferente
según la clase social, ya que por lo menos un millón de personas, toda la clase
media, va a dejar la ciudad en las próximas semanas. A los turistas en los lujosos
hoteles no se les va a limitar la cantidad de agua que quieran despilfarrar.
Los que tienen dinero hacen huecos en los jardines de sus casas para extraer
agua o compran agua embotellada –una mercancía cada vez más demandada y costosa
en las tiendas de la ciudad–. Y los más pobres entre los pobres a hacer filas interminables para recibir
los 25 litros diarios, lo que
modifica sus vidas cotidianas, en medio de un orden militarizado, porque la
entrega de la ración de agua forma parte de un dispositivo agresivo, como en
una guerra. Obvio, es una guerra por el agua, que va a generar disturbios,
revueltas, motines, a todo lo cual le temen los dueños de Sudáfrica.
El despilfarro del agua conduce a un de fascismo hídrico, que
parte de la premisa que debe obligarse por la fuerza a que la gente consuma el
mínimo indispensable de 25 litros de agua diaria. Se ha diseñado un plan de
índole militar que incluye el despliegue de miles de soldados en los puntos
de distribución del agua, los camiones de agua viajaran escoltados por
guardias fuertemente armados, y se hace un seguimiento durante las 24 horas de
los puntos conflictivos, para evitar las protestas por el racionamiento.
Eso cambia
los patrones de vida, de higiene, de salud. Van a reaparecer enfermedades y
epidemias, ocasionadas por la elemental modificación de las condiciones
higiénicas, como el baño de las manos. Al no limpiar el instrumental médico se
estará regresando a la época anterior a Louis
Pasteur, con lo que aumentan los contagios y enfermedades. Se van a cerrar
escuelas, bibliotecas y otros lugares públicos.
Que el agua se agote no es un castigo de los
dioses, es resultado de un modelo de vida (aunque ahora puede llamarse de
muerte) que calienta el planeta, genera sequias, modifica el ciclo de las
lluvias, desertifica los suelos, arrasa con los bosques naturales, y ese modo
de vida-muerte se llama capitalismo. La
Ciudad del Cabo es un ejemplo de ello: soporta la peor sequía de su
historia, las presas abastecedoras almacenan un 13% de su capacidad, la
población aumentó en un 80% en 20 años (ascendió de 2,4 millones en 1995 a 4,3
millones hoy), al turismo, principal renglón económico de la urbe, se destinan
grandes cantidades de agua y alimentos…
Los hechos
dramáticos de Ciudad del Cabo parecen desmentir las afirmaciones del sociólogo Zygmunt Bauman, para quien
viviríamos en la modernidad liquida, porque empezamos a padecer, y eso nunca fue tan terriblemente
literal, la “modernidad seca”.
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