¿Por qué los más grandes medios occidentales, por
ejemplo El País de España y los pestilentes medios de la
oligarquía mediática latinoamericana silencian toda crítica y justifican un
ataque criminal e indiscriminado? Respuesta: lo hacen porque hace largos años
que dejaron de ser medios de comunicación para convertirse en "house
organs" de la Casa Blanca, en sus agentes de propaganda. Hay
excepciones: en el caso que nos ocupa las noticias online de
la BBC hablaban de un "presunto" ataque con armas químicas que habría
ocurrido en Duma; o de depósitos militares en donde "presuntamente"
habría armas químicas. Una cosa es la presunción, otra la corroboración. “Todo
el mundo sabe que no hay armas de destrucción masiva en Iraq”, le dijo un
periodista del New York Times a Karl Rove, el principal asesor
de George W. Bush en vísperas de la invasión y cruenta guerra de Irak en 2003.
“Entonces, ¿qué sentido tiene una guerra?” La respuesta de Rove fue
paradigmática de la prepotencia norteamericana: “Nosotros ahora somos un
imperio, y creamos la realidad. Ustedes la comentan, nosotros la creamos. Y si la
Casa Blanca dice que hay armas de destrucción masiva en Iraq todo el mundo dirá
que hay armas de destrucción masiva en Iraq.” La historia se repite: si
Washington dice que hubo un ataque con armas químicas en Siria todo el mundo
dirá lo mismo, aunque por supuesto siempre estarán los incrédulos que se
resistan a admitir el engaño.
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ESTADOS UNIDOS: CALÍGULA Y
TRUMP.
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Atilio A. Boron.
Rebelión lunes 16 de abril del 2018.
El ataque trapero lanzado en contra de Siria por
Donald Trump y sus criados británicos y franceses ratifica por enésima vez el
acelerado proceso de putrefacción moral del imperio norteamericano, comandado
ahora por un Calígula redivivo. Los cronistas de la época y los historiadores
caracterizaron al emperador romano como un sujeto despreciable: cruel,
extravagante y propenso a dar rienda suelta a sus perversas fantasías sexuales.
En pocas palabras, un personaje desequilibrado, caprichoso y para quien el derecho
y la ley eran intolerables obstáculos a sus más profundos deseos.
En su libro
el historiador Suetonio cuenta que Calígula quiso nombrar a su caballo
favorito, Incitato, como cónsul para demostrar con ello lo ilimitado de sus
poderes y el absoluto desprecio que sentía por las instituciones públicas de la
Roma imperial. No muy diferente es el perfil psicológico del Calígula que
habita en Washington. Al menos eso es lo que en vano advirtió la carta que al
inicio de su mandato enviara un grupo de la Sociedad Americana de Psiquiatría
al Congreso de la Unión denunciando el extremo peligro que representaba que un
sujeto tan enfermo como Trump tuviera a su alcance el botón nuclear que podría,
en cuestión de horas, poner fin a todo rastro de vida en el planeta Tierra.
Una muestra de su talante (in)moral lo ofrece el
reciente bombardeo descargado sobre Damasco. ¿Por qué hacerlo si se sabía que
el tan mentado ataque con armas químicas realizado en las afueras de Damasco,
en Duma, fue un montaje de los servicios de inteligencia occidentales y sus
aliados en los medios de comunicación para justificar la agresión de EEUU y sus
lacayos? No había ninguna evidencia que confirmara ese presunto ataque, y sin
embargo se procedió a bombardear Damasco. ¿Por qué no se facilitó la labor de
la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), el organismo
que fiscaliza este tipo de amenazas en el marco del sistema de Naciones
Unidas?
¿Por qué los más grandes medios occidentales, por
ejemplo El País de España y los pestilentes medios de la
oligarquía mediática latinoamericana silencian toda crítica y justifican un
ataque criminal e indiscriminado? Respuesta: lo hacen porque hace largos años
que dejaron de ser medios de comunicación para convertirse en "house
organs" de la Casa Blanca, en sus agentes de propaganda. Hay
excepciones: en el caso que nos ocupa las noticias online de
la BBC hablaban de un "presunto" ataque con armas químicas que habría
ocurrido en Duma; o de depósitos militares en donde "presuntamente"
habría armas químicas. Una cosa es la presunción, otra la corroboración. “Todo
el mundo sabe que no hay armas de destrucción masiva en Iraq”, le dijo un
periodista del New York Times a Karl Rove, el principal asesor
de George W. Bush en vísperas de la invasión y cruenta guerra de Irak en 2003.
“Entonces, ¿qué sentido tiene una guerra?” La respuesta de Rove fue
paradigmática de la prepotencia norteamericana: “Nosotros ahora somos un
imperio, y creamos la realidad. Ustedes la comentan, nosotros la creamos. Y si la
Casa Blanca dice que hay armas de destrucción masiva en Iraq todo el mundo dirá
que hay armas de destrucción masiva en Iraq.” La historia se repite: si
Washington dice que hubo un ataque con armas químicas en Siria todo el mundo
dirá lo mismo, aunque por supuesto siempre estarán los incrédulos que se
resistan a admitir el engaño.
Lo cierto es que la irresponsabilidad de Washington
tensa al máximo la delgada cuerda de la paz mundial. Rusia lanzó una enérgica
advertencia que, dados los antecedentes de Vladimir Putin, sería temerario no
tomar en cuenta. China está harta de Trump, su nacionalismo económico y su
pandilla de cobardes halcones -John Bolton y Mike Pompeo, los más notables- que
mandan a matar a miles de personas, ocasionan una guerra que ya produjo cinco
millones de refugiados y siguen disparando misiles en medio de una borrachera
de poder desde la seguridad que -¡por ahora, sólo por ahora!- les brinda estar
separados por dos grandes océanos de los sitios en donde perpetran sus
crímenes. Lo que hicieron fue un replay de la agresión a Irak y a Libia y el
objetivo es acabar con el más laico, avanzado y tolerante de los estados del
mundo árabe, y uno de los más desarrollados también.
Un paso más en el viejo proyecto, del cual no se
apartó ningún presidente norteamericano, si siquiera el “progre” Obama:
destruir a todos los estados nacionales de Medio Oriente para que el mar de
petróleo sobre el cual están parados quede sin dueño y las transnacionales
estadounidenses se apoderen de ese recurso estratégico sin nadie que les oponga
resistencia. Aunque, como Calígula lo hizo con las leyes del imperio Romano,
deban hacer del actual orden mundial un "orden de m....", como Trump
calificara a nuestros países pese a lo cual los colonizados gobernantes del
área hacen caso omiso del grosero insulto y pugnan entre sí para ver quien se
arroja con mayor obsecuencia e ignominia a los pies del sociópata de la Casa
Blanca. Apoderarse de ese petróleo, decíamos, aunque, como antes en Irak, sean
millones los que mueran en el vano intento de postergar la inevitable
declinación del American dream, convertido en una pesadilla
mundial.
Por eso, ahora más que nunca, es fundamental
intensificar la campaña internacional que consagró al día 9 de Agosto
(aniversario de la bomba atómica arrojada sobre Nagasaki) como el Día
Internacional de los Crímenes Estadounidenses Contra la Humanidad. El drama de
Siria nos obliga a trabajar incansablemente para detener toda esta escalada
belicista cuyo desenlace puede ser de inimaginables proporciones. El
lanzamiento de la campaña se hará en esa fecha en Bolivia, muy probablemente en
Santa Cruz de la Sierra, y será un gran acontecimiento internacional, un grito
de paz en medio del fragor de la batalla exigiendo que la humanidad ponga fin a
la barbarie desatada por un imperio que se resiste a admitir su inevitable
decadencia. “Si
Esparta y Roma perecieron”, decía Rousseau, “¿qué estado puede esperar durar
para siempre?".
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Este texto
es una versión ampliada de un artículo del mismo nombre publicado en la edición
en papel de Página/12 del domingo 15 de abril de 2018.
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