TRES
PRECISIONES SOBRE EL POPULISMO.-
Igualmente,
para abarcar las múltiples realidades que pueden incluirse bajo el nebuloso
rótulo de populismo, desde nuestra perspectiva es importante efectuar tres
precisiones.
En primer lugar,
debe subrayarse que no existe un
consenso sobre este concepto entre los estudiosos, ya que no designa una ideología concreta, sino una
forma de movilización política maleable y que puede adoptar cualquier sector
ideológico. Su emergencia constituye
una reacción a la pérdida de credibilidad que experimentan los sistemas
representativos. Por esta razón, las formaciones populistas se dirigen al
ciudadano anónimo (el “hombre de la
calle”, la “buena gente” o “el pueblo” genérico) y lo movilizan contra
élites que supuestamente se han adueñado de su soberanía o sus derechos. Los
discursos de este tipo revisten una gran ambigüedad, en la medida que -como
advierte el politólogo Marco Tarchi-
los líderes que los emiten pretenden “refundar
la democracia, no destruirla, pretensión que a veces desemboca en un riesgo de
hiperdemocratismo, es decir, en una idealización de la disponibilidad del
hombre de la calle como ciudadano activo” y, como tal, dispuesto a soportar los
costes de su afán de “reapropiarse del ejercicio del poder”
En segundo lugar, no hay
unanimidad en relación a su pretendido carácter “positivo” o “negativo” en relación al funcionamiento de la democracia, aunque
los pronunciamientos desfavorables son más extendidos. El polifacético
académico Ralf
Dahrendorf, por ejemplo, afirma que el populismo estimula voluntariamente la pérdida de protagonismo de los
parlamentos y su debilidad. Como consecuencia de este hecho, la hiper-democracia que los populistas preconizan se construiría -paradójicamente-
sobre la desvalorización de la democracia. De hecho, Dahrendorf estima que el referéndum
se habría devaluado al estar hoy “destinado
a ser utilizado como un test de
popularidad para los políticos y los gobiernos, porque está concebido
expresamente para dejar al margen a las instituciones intermedias”. Aun
así, otros estudiosos ofrecen visiones diferentes y el pensador Ernesto Laclau consideró que el populismo tenía una naturaleza
democrática y que debía ser rescatado de su posición marginal en el discurso de las ciencias sociales,
extrayéndole su estigma de antidemocrático:
“Cuando
las masas populares que habían estado
excluidas se incorporan a la arena política, aparecen formas de liderazgo que
no son ortodoxas desde el punto de vista liberal democrático, como el
populismo. Pero el populismo, lejos de ser un obstáculo, garantiza la
democracia, evitando que ésta se convierta en mera administración”, manifestó.
En tercer lugar, no puede homologarse el
populismo de extrema derecha con el de otros ámbitos políticos, en la medida que su mensaje aúna anti-elitismo y
xenofobia. El politólogo y filósofo Pierre-André
Taguieff alude a él como “nacional-populismo”.
Sus formaciones y líderes, señala, se
dirigen al pueblo con un llamamiento centrado en su dimensión “nacional”,
partiendo de la premisa de que el pueblo
es “homogéneo” (la división de clases sociales no tiene relevancia) y “se confunde con la nación unida, dotada de
una unidad sustancial y de una identidad permanente”. De esta forma,
aquello que diferencia a los partidos nacional-populistas del resto es que el
objeto de su denuncia y crítica prioritaria no son tanto “los de arriba” (las élites), como “los de enfrente” (los extranjeros):
“Más exactamente: las élites
son rechazadas en la medida que son percibidas como ‘el partido del
extranjero’”, subordinando así el anti-elitismo a la xenofobia, destaca Taguieff. Este populismo integrado al
nacionalismo proyecta la figura de un enemigo nuevo: la del extranjero-invasor.
Este discurso constituye,
en esencia, el eje argumental de la
nueva ultraderecha o nueva derecha
radical populista, que en Europa reúne formaciones de carácter muy diverso y en su mayoría se
desvinculan del fascismo y neofascismo.
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CHANTAL MOUFFE, Filósofa y Politóloga belga, profesora del departamento de Ciencias Políticas y de Relaciones Internacionales en la Universidad de Westminster en Londres . Se inscribe en el pensamiento político del posmarxismo . Es especialmente conocida por el ensayo Hegemonía
y estrategia socialista escrito
con el filósofo ERNESTO LACLAU. ,
EL POPULISMO DE IZQUIERDA EN
EL REINO UNIDO.
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Chantal Mouffe.
Página/12.
Jueves 26 de abril del 2018.
La crisis
de la socialdemocracia europea está confirmada. Después de los fracasos de
Pasok en Grecia, del PvdA en los Países Bajos, del PSOE en España, del SPÖ en
Austria, del SPD Alemania y del PS en Francia, el PD viene de obtener el peor
resultado de su historia en Italia. La única excepción a este desastroso
panorama se encuentra en Gran Bretaña, donde el Partido Laborista, dirigido por
Jeremy Corbyn, está en pleno crecimiento. Con casi 600 mil afiliados, el
Laborismo es hoy el mayor partido de izquierda en Europa.
¿Cómo hizo Corbyn, quien sorpresivamente fue
elegido como líder del partido en 2015, para lograr esta proeza?
Después
de un intento de desplazarlo por parte de la derecha del partido en 2016, el
momento decisivo en la consolidación de su liderazgo fue el fuerte crecimiento
del Partido Laborista en las elecciones de junio de 2017. Mientras los sondeos
les daban a los conservadores una ventaja de 20 puntos, el Partido Laborista
ganó 32 escaños, logrando que los tories perdieran la mayoría absoluta. La
estrategia desarrollada en esas elecciones es la clave del éxito de Corbyn.
El Senador Bernie Sanders (Social-Demócrata, pre-candidato Demócrata) en Estados Unidos y el Líder del Partido Laborista Jeremy Corbyn, en Inglaterra, ensu campañas políticas presentaronm Proghramas de gobierno del Populismo de Izquierda.
***
Esto se
debe a dos factores principales. Primero, un manifiesto radical, en línea con
el rechazo a la austeridad y las políticas neoliberales por parte de
importantes sectores de la sociedad británica. Después, la formidable
movilización organizada por Momentum, el movimiento creado en 2015 para apoyar
la candidatura de Corbyn.
Inspirado
en los métodos de Bernie Sanders en Estados Unidos, así como en las nuevas
agrupaciones radicales europeas, Momentum ha aprovechado numerosos recursos
digitales para establecer vastas redes de comunicación que les han permitido a
los militantes y a muchos voluntarios saber en qué distritos era necesario ir a
contactar a los electores puerta a puerta. Fue esta movilización inesperada la
que llevó al error a todos los pronósticos.
Pero fue
gracias al entusiasmo que despertó el contenido de su programa que todo esto
fue posible. Con el título For the many, not the few (para la mayoría, no para
unos pocos), utilizó un lema que ya había sido usado por el partido, pero
dándole una nueva significación para establecer una frontera política entre un
“nosotros” y un “ellos”. De esta manera, se trataba de repolitizar el debate y
de ofrecer una alternativa al neoliberalismo instaurado por Margaret Thatcher y
continuado por Tony Blair.
Las
principales propuestas del programa fueron la renacionalización de los
servicios públicos, como los ferrocarriles, la energía, el agua o el correo, el
freno al proceso de privatización del Servicio Nacional de Salud (NHS) y del
sistema escolar, la abolición de los aranceles de inscripción en la universidad
y un aumento significativo de los subsidios sociales. Todo apuntaba a una clara
ruptura con la concepción de la tercera vía del Nuevo Laborismo.
Mientras
este último había reemplazado la lucha por la igualdad con la libertad de
“elegir”, el manifiesto reafirmó que el Laborismo era el partido de la
igualdad. El otro punto destacado fue la insistencia en el control democrático,
por lo que se puso el acento en la naturaleza democrática de las medidas
propuestas para crear una sociedad más igualitaria. La intervención del Estado
fue reivindicada, pero con el rol de crear las condiciones que permitieran a
los ciudadanos tomar el control de los servicios públicos y gestionarlos. La
insistencia en la necesidad de profundizar la democracia es una de las
características centrales del proyecto de Corbyn. Esto resuena muy
particularmente en el espíritu que inspira a Momentum, que aboga por establecer
vínculos estrechos con los movimientos sociales. Y explica la centralidad
atribuida a la lucha contra todas las formas de dominación y discriminación,
tanto en las relaciones económicas como en otras áreas, como las luchas
feministas, antirracistas o LGBT.
Es la
articulación de las luchas sociales con las que se relacionan con otras formas
de dominación lo que está en el corazón de la estrategia de Corbyn y es por eso
que puede ser calificada como “populismo de izquierda”. El objetivo es
establecer una sinergia entre las diversas luchas democráticas que atraviesan a
la sociedad británica y transformar al Partido Laborista en un gran movimiento
popular capaz de construir una nueva hegemonía.
Es claro
que la realización de un proyecto como éste significaría para Gran Bretaña un
cambio tan radical, aunque de sentido opuesto, como el realizado con Margaret
Thatcher. Ciertamente, el combate por reinvestir al Laborismo todavía no se
ganó y la lucha interna continúa con los partidarios de Blair. Los oponentes de
Corbyn despliegan múltiples maniobras para intentar desacreditarlo, la última
consiste en acusarlo de tolerar el antisemitismo dentro del partido.
Las
tensiones también existen entre los partidarios de una concepción más
tradicional del Laborismo y los partidarios de la “nueva política”. Pero estos
se están imponiendo y las relaciones de fuerza juegan a su favor. En
comparación con otros movimientos como Podemos o Francia Insumisa, la ventaja
de Corbyn consiste en que está a la cabeza de un partido grande y cuenta con el
apoyo de los sindicatos.
Bajo su
conducción, los laboristas lograron devolverles el gusto por la política a
aquellos que la habían abandonado con Blair y atraer a cada vez más jóvenes.
Esto prueba que, contra lo que afirman muchos politólogos, los partidos
políticos no han devenido formas obsoletas y que, al articularse con los
movimientos sociales, pueden renovarse. Es la conversión de la socialdemocracia
al neoliberalismo lo que está en el origen del descontento de sus electores.
Cuando se
les ofrece a los ciudadanos la perspectiva de una alternativa y tienen la
posibilidad de participar en un debate agonístico real, ellos se muestran
ansiosos por hacer oír sus voces. Pero esto requiere abandonar la concepción tecnocrática de la
política, que la reduce a la gestión de problemas técnicos, y reconocer su
carácter partisano.
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