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QUE ES LA
INFLACIÓN. La inflación es un incremento generalizado y continuo de precios, lo que equivale a la
desvalorización de la moneda con consecuencias negativas en la actividad
económica y en el bienestar de la población.
La
inflación es un aumento generalizado en los precios de los
bienes y servicios de una economía durante un periodo de tiempo.
Existe inflación cuando
aumentan de forma sostenida los precios del conjunto de bienes y
servicios de una economía. Es decir, cuando la media de los precios de todos los
bienes y servicios de un país sube.
A continuación,
vamos a ver la importancia de conocer bien el significado de inflación. ¿Por
qué el significado de inflación es tan importante?
Es un fenómeno que ocurre en casi todos los
países, de hecho, los bancos centrales siempre tratan de que en su país haya
algo de inflación, normalmente entre el dos y el tres por ciento. Si no
hubiera inflación, los precios bajarían
(deflación), que es el
temor de cualquier responsable económico de un país. La deflación puede ralentizar el consumo y el crecimiento
económico. Pudiendo, además, derivar en una espiral deflacionista con
terribles consecuencias para la economía del país.
La inflación es uno de los aspectos más importantes
en el estudio de la macroeconomía y
en la política monetaria de
los bancos centrales. Por ejemplo, el principal objetivo del Banco Central
Europeo (BCE) es conseguir la estabilidad de precios,
manteniendo una tasa de inflación del 2% anual. Una de las funciones de los precios es permitir
a los compradores indicar la cantidad de
producto que desean comprar según el precio del mercado y a los
empresarios determinar la cantidad
de producto que desean vender a cada precio. Los precios garantizan que los
recursos se repartan de manera eficiente para alcanzar un equilibrio de mercado y
así, los recursos se pueden asignar de manera eficiente. No obstante, lo más
común es que los precios aumenten, provocando lo que se llama inflación.
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EL FANTASMA DE LA INFLACIÓN AMENAZA EL
MUNDO.
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Por Alejandro Narváez Liceras*
Otra Mirada Lima 2 de diciembre del
2021.
El fuerte aumento de los precios
desde la primavera pasada en las distintas economías del mundo, comienza a
preocupar cada vez más a gobiernos, instituciones y organismos internacionales.
Pese a que los responsables de política
monetaria continúan, de momento, calificando dicho aumento como coyuntural, hay más voces y también más
datos objetivos para cuestionar los fundamentos de ese diagnóstico.
En Estados Unidos la inflación subió en octubre pasado
hasta el 6.2% en tasa interanual, su
peor dato de los últimos 30 años. Entre tanto, el llamado índice de precios
subyacente, o inflación dura, que
excluye las categorías a menudo más volátiles de alimentos y energía, subió un 4.6% con respecto al año anterior.
Dicho dato publicado el 10 de noviembre último es también el mayor aumento
desde 1991, según la Oficina de
Estadísticas Laborales. En Alemania,
los precios han subido un 4.5%, en
este caso el nivel más alto desde agosto de 1993. En España, la tasa de inflación
alcanzó un 5.5%, un valor
desconocido desde hace tres décadas. El fenómeno es parecido a otras economías
de la Unión Europea. En el otro
extremo del planeta, China vive la mayor subida de la historia en sus precios industriales, que se han
disparado hasta el 13.5% interanual.
Mientras que, en América Latina, la situación no es mejor, con Argentina a la cabeza, cuya inflación
anualizada a octubre marca un 52.5%,
Perú
6.13%, Chile 6% y Colombia 4.8%. En suma, la inflación así de alta es un virus que acecha el mundo. Todos están
infectados en mayor o menor grado.
Entre tanto, la Reserva
Federal (FED, banco central de Estados Unidos) afronta el reto del
tapering, es decir, la retirada
progresiva de los estímulos monetarios que han apuntalado hasta ahora la
economía Norteamérica, y más concretamente, se trata del inicio de la reducción
de su programa de compra de activos
por 120,000 millones de dólares, a
un ritmo mensual de 15,000 millones
a partir de este mes. Por su parte, la economía
más grande de Europa, Alemania, reclama al Banco Central Europeo (BCE): prevención, lo que se traduce en
diseñar una estrategia de normalización de la política monetaria ultra expansiva de los últimos años, que envíe
señales a las economías y los mercados sobre el camino a seguir en caso de que
la inflación haya vuelto para
quedarse. En América Latina, algunos
bancos centrales han comenzado a subir sus tasas de interés referenciales,
entre ellos, México, Brasil, Chile,
Colombia y Perú.
La combinación del encarecimiento de la energía, la crisis de las materias primas, el atasco mundial de los suministros y la fuerte recuperación de una demanda embalsada desde los inicios de 2020, permiten explicar en parte la actual curva de la inflación. No existen garantías de que esa suerte de tormenta perfecta vaya a desaparecer en poco tiempo. Por el contrario, es posible que el virus de la inflación termine contagiando a todas las economías del mundo, aun con más virulencia. De persistir el aumento de precios en los niveles de octubre, los hogares más pobres, principalmente, se enfrentarán a un mayor recorte del poder de compra de sus exiguos ingresos que restarían vigor a la demanda en el próximo año. Y para completar ese posible escenario, los bancos centrales endurecerán sus políticas monetarias, encareciendo el costo al que se financian los distintos agentes económicos (Estado, empresas, familias) con las consecuencias que ello implica.
¿Inflación
temporal o transitoria?
Uno de los grandes debates económicos del momento a
escala planetaria, se resume en la pregunta ¿hasta cuándo durará la alta inflación? La respuesta enfrenta dos
formas de pensar: la primera,
encabezada por el BCE y la FED,
aseguran que se trata de un fenómeno transitorio que responde básicamente a que
los niveles de precios se miran en el espejo del año 2020, cuando el consumo se desplomó por las restricciones causadas
por la pandemia.
Efectivamente, podría ser transitoria porque la oferta y demanda se irán ajustando. En el
lado de la demanda ya no habrá la
ayuda de los gobiernos sobre todo en las principales economías, y por el lado
de la oferta, se irá también
normalizando cuando la pandemia no
sea una amenaza y no suponga más restricciones. Sin embargo, los últimos
rebrotes del virus con variantes
másletales en Austria, Portugal, Alemania, China, entre otros, parece
indicar que estaríamos lejos de que el coronavirus nos abandone pronto. En
cualquier caso, los precios podrían
moderarse recién en el segundo semestre de 2022
y ello dependerá de cómo enfrentan los gobiernos a la pandemia en los próximos
meses.
Por su parte, los más ortodoxos, los llamados halcones, advierten de los peligros de una espiral inflacionista si las alzas de
precios se trasladan a los salarios y a otros productos, generando un círculo
vicioso que se retroalimente. Entre los más ortodoxos hay también instituciones
como el Banco de Canadá, que está
acelerando su retirada de estímulos monetarios tras advertir recientemente que
la inflación podría no desvanecerse
tan rápido, como se esperaba.
Los efectos
colaterales de la inflación
La inflación, supone un lastre para la recuperación en marcha de la economía mundial y sus efectos colaterales son diversos de mantenerse en el tiempo.
Salarios. El poder de compra de un sueldo de 930 soles mensuales (el actual sueldo mínimo en Perú) no es igual ahora que hace 12
meses. Con el precio de la gasolina y
del gas por las nubes debido al alza
del petróleo y el precio de los
alimentos desbocado, el margen de gasto y ahorro (si lo hubiera) es menor
para los que lo perciben. Pero la inflación
también está minando la capacidad de compra de familias con ingresos más
elevados.
Uno de los efectos más devastadores del coronavirus fue precisamente el desempleo.
Según el último estudio económico de la CEPAL
de octubre 2021, la tasa de desempleo en el 2020 alcanzo el 10.5% en
América Latina y el Caribe (ALC). Al respecto, el economista Arthur Okun, es uno de los que más y
mejor ha estudiado la relación entre el PBI
y el desempleo, y creó el índice de miseria, que es la suma de la tasa de desempleo y la de inflación.
Consumo. Si las familias destinan cada vez más dinero a la factura
de la gasolina, el gas, o hacer la compra de alimentos en el supermercado, las cuentas de ahorro adelgazan, y el poder adquisitivo disminuye, lo cual puede reducir el consumo. El consumo en el Perú en lo que va de
este año está muy bien por la mejora de
la confianza y el ahorro embalsado en el 2020. Sin embargo, tan pronto se acaben los ahorros y los ingresos suban a menor
velocidad que los precios o sigan estancados, como en el sector público, ese
desequilibrio puede ser nocivo para el consumo.
Competitividad. Una fábrica que consume
insumos importados y paga más por la energía
que consume es menos rentable, a no ser que traslade a sus productos tales
aumentos, y entonces serían otras empresas o los consumidores los que asumirían
el costo. Pero en plena globalización,
subir el precio ni siquiera es garantía de que se mantendrán los márgenes de rentabilidad esperados. La competitividad es feroz y los clientes
pueden optar por otras opciones más baratas procedentes de países donde los
costos de producción son menores o los impuestos más bajos.
Política monetaria.
Los bancos centrales de todo el mundo están retocando sus objetivos de política monetaria y ahora toleran
tasas de inflación superiores al 2%. Todos insisten en que la subida de
precios es un fenómeno transitorio, alentado por un cúmulo de factores que van
más allá de los precios de la energía,
como los problemas en las cadenas de
suministros, los ingentes paquetes de estímulo público inyectados a la economía y la enorme demanda propiciada
por el ahorro y las ayudas públicas.
Sin embargo, los sectores más ortodoxos
de los bancos centrales toman
posiciones y elevan la presión para mover ficha de tasas de interés y reducir
los estímulos monetarios.
Deuda pública. Es
de reconocer, no todos los efectos de la inflación
son negativos. La inflación favorece
más a los deudores que a los acreedores. Y hace que la deuda pública y privada se digiera
mejor. Perú
es uno de los países menos
endeudados de América Latina, con
una deuda pública actual de 34.9%
del PBI. Cuando aumenta la
inflación, también se eleva la recaudación del Estado y ayuda al PBI a crecer, con lo que baja el
porcentaje de deuda en relación al tamaño de la economía.
Finalmente,
si la situación ideal, aunque difícil de lograr, es el crecimiento
de la economía, con un aumento
moderado de los precios, lo peor que
puede pasar es una caída de la
producción con un rápido aumento de los precios. Y lo peor, tiene nombre: estanflación, estancamiento
de la economía con alta inflación. Como advierten muchos analistas, puede darse
este fenómeno cuando las mismas causas que produce la inflación son las que frenan la producción. Para el caso conviene recordar y sacar
lecciones de la crisis del petróleo de 1973 y 1974
* es Profesor Principal de Economía Financiera de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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