jueves, 9 de diciembre de 2021

“HAY UNA NUEVA OLA DE AUSTERIDAD QUE VIENE DESPUÉS DE LA OLA DE LA PANDEMIA”

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"Tú también has trabajado el tema del impacto de la deuda en el género. Con esta nueva crisis y esos aumentos de deuda, ¿cómo va a afectar a las mujeres?
Una elevada deuda pública, por cómo funciona el “delirío neoliberal” que diría la economista feminista Carmen Castro, significa más austeridad. Más austeridad significa menos servicios públicos, más privatizaciones, acceso más restringido a los servicios públicos. En resumen, achicamiento del estado de bienestar
. Eso siempre significa más peso de trabajo sobre las mujeres. Porque aquellos servicios que deja de prestar el Estado acaba recayendo mayormente en las mujeres. El ejemplo más claro es que si el Estado tiene menos recursos para ayuda a la dependencia, quién cuida de los mayores son las mujeres. O bien con el trabajo remunerado o con el trabajo remunerado precario de las mujeres migrantes. Lo mismo si se deja de invertir en sanidad, en guarderías o en prevención de violencia de género. En la crisis de 2010, desde la PACD, hicimos un análisis de cómo evolucionaban los presupuestos y vimos como, por ejemplo, esos servicios de prevención de violencia de género eran los que sufrían los recortes más drásticos.  La pandemia ha venido a visibilizar pero también ha incrementar el trabajo no remunerado de las mujeres. Si a eso le añades otra ola de austeridad, pues le añades mucho más peso.

Lo que es probable que veamos es una sucesión de países en default si no se pone una solución encima de la mesa. Y la única que se pone es la de endeudarse más ¿Qué futuro nos espera? ¿Qué puede pasar? ¿Podremos ver que un país del sur caiga en default y que eso cree una reacción en cadena? Países en default ya hay varios. Líbano, Zambia, Surinam e incluso Argentina, que está en default parcial y tiene un pago gigantesco al FMI en marzo del año que viene. Lo que es probable que veamos es una sucesión de países en default si no se pone una solución encima de la mesa. Y, como he dicho antes, la única solución que se les pone encima de la mesa es prestarles más. Más leña al fuego. La bola se hace más grande pero el estallido se pasa más adelante. En vez de 2023, como pensamos, pues será en 2024 o 2025, pero afectando a más países y con efectos más grandes. Yo creo que no queda más remedio que hacer una iniciativa de cancelación de la deuda como se hizo a finales de los 90 y principios de los 2000. Lo que exigimos desde la sociedad civil es que esa cancelación de la deuda se de ahora y no esperar, porque cuando esperas tiene mayor impacto en la vida de las personas, es más caro, pierdes más recursos. Incluso desde la perspectiva de la eficiencia económica es peor esperar. Es mejor hacerlo ahora que ya sabemos que el problema existe y es insostenible. La otra cuestión que estamos poniendo encima de la mesa es que necesitamos un sistema de insolvencia de los Estados. Tienen que poder acudir a un ente independiente, que no sea el FMI porque el FMI es acreedor, sino bajo Naciones Unidas que pueda resolver y dictaminar con reglas iguales para todos qué parte de la deuda se tiene que cancelar, cómo se debe reestructurar, que pueda hacer auditorías de la deuda y determinar qué deudas son ilegítimas o ilegales. Que haya un sistema de insolvencias para Estados a nivel global igual que las hay para empresas.

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“HAY UNA NUEVA OLA DE AUSTERIDAD QUE VIENE DESPUÉS DE LA OLA DE LA PANDEMIA”

Entrevista a la activista y socióloga Iolanda Fresnillo

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Por Yago Álvarez | 09/12/2021 | Economía

Fuente Rebelión jueves 9 de diciembre del 2021.

La activista y socióloga analiza las consecuencias de una economía global financiarizada y sus principales herramientas de sometimiento: la deuda y la austeridad.

La deuda crece más que la economía. Y no hablamos de estos dos años de pandemia, ya lo hacía en 2019. Mientras en países del norte, los Estados siguen inyectando dinero en la economía para recuperarse de la crisis del covid, en los países del sur ya empiezan a escuchar las mismas recetas que en crisis anteriores. ¿Qué tienes mucha deuda? Pues aquí tienes otro préstamo. ¿Qué no puedes devolverla? Pues austeridad, recortes y ajustes estructurales. Mientras tanto, varios países rozan el default —suspensión de pagos—, otros no tienen para comprar vacunas porque “lo primero es siempre pagar la deuda” y la bola mundial no hace más que crecer.

Cuando unos activistas realizaron la Consulta Social por la Abolición de la Deuda Externa en marzo de 2000, Iolanda Fresnillo ya estaba allí. Lleva más de dos décadas a sus espaldas en el activismo contra la deuda ilegítima e ilegal y su uso como herramienta de sometimiento, formando parte de movimientos sociales como la Plataforma por la Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD) o en organizaciones como el Observatorí del Deute en la Globalització (ODG). No, no es economista, como dice en su perfil de Twitter, y es posible que eso sea lo que le facilita observar la economía desde una perspectiva verde, feminista y social.

Ahora, desde su posición en European Network on Debt and Development (Eurodad) como manager de incidencia y políticas en deuda, sigue estudiando y analizando los efectos de la deuda sobre los países del sur global, sobre la crisis climática y cómo ha engordado tras la pandemia porque, como dice ella, “los mercados financieros fueron los únicos que no hicieron confinamiento”. Nunca ha perdido su faceta activista y se la puede seguir viendo en manifestaciones como la organizada para paralizar la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Eso sí, ahora se sienta en reuniones con representantes de la OCDE y tiene “el WhatsApp de uno del FMI que me facilita la información que pido para mis estudios”.

Una nueva crisis. En esta, más que responder con austeridad, se ha hecho con un gran gasto expansivo público por parte de la gran mayoría de gobiernos. Pero eso también ha hecho aumentar mucho la deuda pública. ¿En qué situación nos encontramos con el tema deuda a nivel global?

Más allá de la situación en la que nos encontramos ahora, lo que marca la diferencia es la situación en la que nos encontrábamos antes de la pandemia. Justo antes estábamos en niveles récords de deuda pública y privada a nivel global, tanto en países del norte como del sur global. En las economías avanzadas, tanto como en los países empobrecidos. A diferencia de otras crisis, esos niveles de deuda tan elevados se dan en todas las regiones del mundo, aunque haya diferencias entre unas y otras. No era una concentración de deuda en los países del sur de Europa como en 2008 o en países de Latinoamérica como a finales de los 90. Es global.

Aumenta la deuda en todo el mundo porque los mercados financieros fueron los únicos que no hicieron confinamiento

Entonces llega la pandemia, con un impacto en todas las economías sin apenas distinción, algunas más, algunas menos, pero afecta a todo el mundo. Aumenta la deuda en todo el mundo porque los mercados financieros fueron los únicos que no hicieron confinamiento. Siguieron funcionando y se siguió emitiendo deuda. En el sector privado, las empresas se endeudaron para poder hacer frente a la crisis de la pandemia y los Estados se han endeudado para poder hacer frente a esos gastos crecientes, tanto a nivel de gastos en salud como de poner de nuevo en marcha la economía. Por ejemplo, aquí en Europa, con los fondos europeos Next Generation UE que, en realidad, también son deuda porque es la Unión Europea endeudándose.

Estamos a un nivel récord. Casi al borde del 400% de la deuda respecto al PIB. Es decir, el mundo está endeudado casi cuatro veces lo que es capaz de producir en un año a nivel económico. Esto no se ha visto nunca en época de paz. Es una situación sin precedentes.



Los países del norte tienen sus economías, emiten dinero y pueden, como acabas de decir, emitir nueva deuda. Pero, ¿Cómo afecta esto a los países del sur que tienen una fuerte dependencia financiera?

Hay diferencias entre algunas regiones pero, en general, los países del sur han aumentado mucho su deuda. Hay un número creciente de países en lo que se llama Distressed debt, o sea que tienen altas vulnerabilidades de deuda, que tienen dificultades serias para poder pagar su deuda. Y hablamos de la deuda pública, pero en el sur también está creciendo esa deuda privada, la de empresas y familias. Lo que quiere decir que estos países no están teniendo capacidad de invertir en sus problemas de salud, en su recuperación económica, para comprar las vacunas o en la lucha contra el cambio climático, porque están utilizando sus recursos para pagar su deuda. Y esto no lo digo yo y las ONG, sino que los propios representantes de esos países lo han expresado ya en las reuniones de Naciones Unidas. La respuesta que se les da es ‘endéudate más’.

Sobre la lucha contra el cambio climático, ¿cuál es, más específicamente, la relación entre la deuda y la lucha contra la crisis climática para los países del sur?
Es más dramático para los países del sur. Sobre todo para los países más sensibles al cambio climático, como las islas del Caribe, del Pacífico, países costeros que dependen del turismo o aquellos muy agrícolas donde están sufriendo sequías históricas. En esos países no tienen recursos para hacer frente a la crisis climática. Si tienes que pagar la deuda, y aquí sabemos bien que el pago de la deuda es obligatorio constitucionalmente igual que en muchos otros países, es lo último que se deja de pagar.

Además, en este mundo financiarizado, si dejas de pagar la deuda te caes de los mercados financieros. Te conviertes en un paria que ni el FMI te da recursos, cuando es el prestamista del último recurso. Si pagas esa deuda no puedes hacer frente a los impactos del cambio climático. Pero además, cuanto más impactos de cambio climático tienes, más deuda acumulas. Tampoco lo digo yo, sino estudios del propio FMI que analizan los impactos de desastres naturales.

Los países con más vulnerabilidad climática están pagando la deuda que emiten más cara porque los mercados ven más riesgo en esos países

Claro, porque al final siempre recae sobre el sector público el tener que hacer frente a esos impactos.

Exacto. La reconstrucción tras esos eventos extremos recae sobre el sector público y aumenta la deuda en todos los casos. Pero no solo eso, sino que los países con más vulnerabilidad climática están pagando la deuda que emiten más cara porque los mercados ven más riesgo en esos países. Más riesgo, pagan más tipos de interés.

Y como guinda del pastel, los países del norte tenemos una deuda climática con los países del sur. Tenemos un compromiso firmado en el Tratado de Copenhague en el que nos comprometemos a proveer financiamiento climático a los países que tienen menos responsabilidad en el cambio climático pero que están sufriendo más los impactos. El 70% de esa financiación, que ni siquiera ha llegado ni al compromiso firmado para antes de 2020, es en forma de créditos. Es decir, las teóricas ayudas que se dan para que los países inviertan en mitigación y mínimamente en adaptación es en forma de créditos. Una bola de nieve que agrava la situación.

Durante la pandemia, el G20 presentó un plan para liberar de deuda a los países del sur. ¿En qué ha quedado?

Lo que se acordó se llamó Iniciativa de la suspensión del servicio de la deuda. Se presentó como un acuerdo de países para suspender los pagos. Las palabras son importantes aquí, porque no hablamos de cancelar la deuda, sino de suspender los pagos de un grupo de algo más de 70 países, los más empobrecidos del mundo, a los países del G20. O sea, la deuda bilateral entre estos. La que tienen gobiernos del sur con otros gobiernos, donde el principal acreedor es China, pero también está Francia, España y otros países. En un principio se quiso que se sumaran acreedores privados. Es decir, que se suspendiera la deuda a fondos privados y bancos. Eso no sucedió nunca, porque era voluntario y voluntariamente los mercados nunca van a ayudar a estos países y suspender los pagos.

Esa deuda bilateral es un porcentaje pequeño de la deuda total de estos países, entre un 20 y un 30% según la región. Además, los países tenían que solicitar esa suspensión de menos de dos años, desde mayo 2020 a diciembre de 2021, y solo lo han hecho unos 40 países. Se anunciaron miles de millones y al final no han llegado a los 10.000 millones de dólares de pagos suspendidos temporalmente. O sea, no se ha pagado en ese tiempo, pero esa deuda hay que pagarla y se empieza a pagar el año que viene.

Pero es que además se aprobó otra cosa en el G20. Un marco común para la respuesta a la deuda. Básicamente es lo mismo que teníamos, un marco de reestructuración de deudas. Reconocían que la suspensión era un parche que no solucionaba el problema. Querían ir más allá y aprobaron este marco común con nuevas normas para poder cancelar y reestructurar deuda. Se presentó como la gran solución en noviembre de 2020 y a día de hoy solo se han presentado tres países. Chad, Zambia y Etiopía. En este año no se ha llegado a un acuerdo con estos países, siguen negociando. Los acreedores privados no han dado su brazo a torcer y no están cancelando su deuda. Es un nuevo fracaso.




Has dicho tres en este nuevo marco y solo 40 de más de 70 en la iniciativa. ¿Por qué? ¿Los países del sur están hartos de estas soluciones y no se fían de los países del norte?

Hay dos razones. La primera es porque ha triunfado el discurso neoliberal y financiarización de que lo que tienen que hacer estos países, por muy pobre que seas, es acceder a los mercados. Existe la creencia de que si tú te acoges a una de estas ayudas o programas de cancelación de deuda, los mercados financieros dejarán de prestarte. Se te cerrarán las puertas a los mercados financieros. Hay países, como Ghana que está hasta arriba de deudas y en una situación muy complicada, que ha dicho explícitamente que no quiere estas ayudas por no cerrarse la puerta a los mercados y quieren seguir emitiendo deuda, que la están emitiendo a un 10, 12 y 15% de intereses, a precios carísimos.

Hay una segunda razón, que para mí tiene bastante peso, es que para poder poder acceder a estas soluciones tienes que tener un programa del FMI o que estés negociando un programa con ellos. O sea, que te estén vigilando. En muchos países es políticamente imposible. Porque ya ha habido programas de austeridad de la mano del FMI y hay países que ya no se quieren volver a endeudar del FMI porque no quieren ir de la mano del FMI. En el sudeste asiático casi ningún país ha querido pedir estas suspensiones de pago por el FMI, porque ya tuvieron su crisis por el FMI. Existe un estigma político y razones de peso para no ir de la mano del FMI.

La mayoría de programas del FMI de préstamos de emergencia para hacer frente a la pandemia tenía medidas de ajustes fiscal y de recortes ya en 2021

Ahora el FMI va con el tema climático como bandera.

El climático y social. El FMI vende que han aprendido del pasado y que en sus programas hay mínimos de gastos en protección social, en sanidad, en educación, que hay una protección de esos gastos sociales a la hora de aplicar ajustes en los presupuestos de los países con los que están trabajando. La verdad es que, ya en 2020, Eurodad hizo una análisis de 80 programas del FMI de préstamos de emergencia para hacer frente a la pandemia y de esos la gran mayoría tenía medidas de ajustes fiscal y de recortes ya en 2021.

Antes decías que esta pandemia se ha hecho frente de manera diferente a las anteriores porque se ha metido dinero en lugar de echar el freno de la austeridad, pero eso es relativo. Se ha echado dinero de forma récord por parte del FMI y de los mercados, también en el sur, pero eso es a cambio de austeridad. La austeridad está ahí y ya se está aplicando. El programa del FMI con Ecuador, que ya está en marcha hoy, tiene unos ajustes brutales de gasto social, de sueldos, de recorte de personal público. Las medidas de austeridad que todos conocemos están encima de la mesa de muchos países y no solo del sur, también del norte, desde este año. Desde las ONG lo estamos diciendo ya: hay una nueva ola de austeridad que viene después de la ola de la pandemia.

En esas crisis de la deuda que has citado antes, Latinoamérica o sudeste asiático, de repente la FED subía los tipos de interés, porque a ellos no les afectaba mucho, y reventaban a estos países que veían cómo sus pagos de deuda aumentan. Ahora los países del norte están también muy asustados por sus niveles de deuda y vemos que el BCE, por ejemplo, sigue sin subir los tipos. ¿Crees que vamos hacia una japonización de la economía? O sea, que no suban los tipos de interés en muchos años.

No lo sé y he leído argumentos hacia un lado y hacia el otro. Como que no tendrán más remedio de incrementar los tipos de interés desde ya por la inflación, en caso de que la que se está sufriendo ahora mismo no sea temporal. No es descartable. Claro, un cierto aumento aquí, en Europa o en Estados Unidos, puede ser un gran aumento en los países del sur. Porque en el momento que en Europa o Estados Unidos se aumente un poco, la deuda se vuelve más atractiva para los mercados financieros, que quieren ir a mercados más seguros. Por lo tanto, retirarán capital que tienen invertido en países del sur o de emergentes para invertirla en deuda más rentable estadounidense y europea. Lo que supone que la deuda del sur será más cara porque la que tendrán que hacer más atractiva. Solo que la eleven un poquito, tendrá un impacto en el sur. El riesgo es elevadísimo.

¿Qué pasa en España, con un 125% de deuda sobre el PIB, si el BCE suben los tipos de interés aunque sea medio punto?
Que nuestra deuda será más cara y que por lo tanto esa amenaza de la austeridad y el ajuste se hace mayor, porque la amenaza ya está.

Pero la amenaza, que sería el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, está suspendido. ¿Cuánto crees que va a durar así?
Es que depende de si hay ese aumento de tipos de interés y hay que dar un mensaje a los mercados de que hay que ajustar, de que vamos a tener unas economías saneadas. El pacto se va a recuperar en el momento que se necesite dar un mensaje a quien nos compra la deuda.



También depende de cómo se van a refinanciar esas deudas europeas, las deudas mutualizadas. Este escenario no lo habíamos tenido antes, no es cómo en 2010-2012. Este aumento de la deuda pública, está siendo de alguna manera refinanciado por una deuda panaeuropea a través de los fondos europeos. O sea, en la medida en la que llegan los fondos europeos, el Gobierno puede dedicar sus fondos a pagar su deuda. Por lo que ese endeudamiento europeo nos da algo de margen para invertir sin poner en riesgo el pago de la deuda. En el momento en que ese dinero ya no esté, la situación se complica. A no ser que esa mutualización de deuda siga. No lo sabemos.

¿Y con la deuda privada, qué pasaría?
La deuda privada tiene mucho riesgo, sobre todo la de las empresas no financieras. Los bancos están menos endeudados que en la crisis anterior y las familias no están tan mal. De hecho España es uno de los países que ha habido un desendeudamiento familiar. El problema está en las pymes y en las grandes. Las Ibex 35 tienen altos niveles de deuda. Eso es un problema en la medida en que no haya recuperación económica. Si estos problemas de suministros, de energía y estos temas que también tienen que ver con la emergencia climática se hacen más permanentes y sistémicos, esas empresas van a tener más dificultad para devolver su deuda. Si hay una recuperación de en sueño, como la que están anunciando algunos, pues no habrá problemas para devolver esa deuda. Y ya sabemos que, en caso de que vaya mal y no puedan pagarla, será el Estado nuevamente el que tenga que acudir.

¿Rescates otra vez?
Rescates otra vez, pero esta vez no tanto de bancos sino de empresas. Lo hemos visto durante la pandemia con las empresas de aviación y lo estamos viendo con los fondos europeos. Los fondos en realidad tienen una parte muy importante de rescate al sector empresarial.

Y revestido de verde.
Revestido de verde, de lo digital, de la modernización…

Tú también has trabajado el tema del impacto de la deuda en el género. Con esta nueva crisis y esos aumentos de deuda, ¿cómo va a afectar a las mujeres?

Una elevada deuda pública, por cómo funciona el “delirío neoliberal” que diría la economista feminista Carmen Castro, significa más austeridad. Más austeridad significa menos servicios públicos, más privatizaciones, acceso más restringido a los servicios públicos. En resumen, achicamiento del estado de bienestar. Eso siempre significa más peso de trabajo sobre las mujeres. Porque aquellos servicios que deja de prestar el Estado acaba recayendo mayormente en las mujeres. El ejemplo más claro es que si el Estado tiene menos recursos para ayuda a la dependencia, quién cuida de los mayores son las mujeres. O bien con el trabajo remunerado o con el trabajo remunerado precario de las mujeres migrantes. Lo mismo si se deja de invertir en sanidad, en guarderías o en prevención de violencia de género. En la crisis de 2010, desde la PACD, hicimos un análisis de cómo evolucionaban los presupuestos y vimos como, por ejemplo, esos servicios de prevención de violencia de género eran los que sufrían los recortes más drásticos.  La pandemia ha venido a visibilizar pero también ha incrementar el trabajo no remunerado de las mujeres. Si a eso le añades otra ola de austeridad, pues le añades mucho más peso.

Lo que es probable que veamos es una sucesión de países en default si no se pone una solución encima de la mesa. Y la única que se pone es la de endeudarse más

¿Qué futuro nos espera? ¿Qué puede pasar? ¿Podremos ver que un país del sur caiga en default y que eso cree una reacción en cadena?

Países en default ya hay varios. Líbano, Zambia, Surinam e incluso Argentina, que está en default parcial y tiene un pago gigantesco al FMI en marzo del año que viene. Lo que es probable que veamos es una sucesión de países en default si no se pone una solución encima de la mesa. Y, como he dicho antes, la única solución que se les pone encima de la mesa es prestarles más. Más leña al fuego. La bola se hace más grande pero el estallido se pasa más adelante. En vez de 2023, como pensamos, pues será en 2024 o 2025, pero afectando a más países y con efectos más grandes. Yo creo que no queda más remedio que hacer una iniciativa de cancelación de la deuda como se hizo a finales de los 90 y principios de los 2000. Lo que exigimos desde la sociedad civil es que esa cancelación de la deuda se de ahora y no esperar, porque cuando esperas tiene mayor impacto en la vida de las personas, es más caro, pierdes más recursos. Incluso desde la perspectiva de la eficiencia económica es peor esperar. Es mejor hacerlo ahora que ya sabemos que el problema existe y es insostenible.

La otra cuestión que estamos poniendo encima de la mesa es que necesitamos un sistema de insolvencia de los Estados. Tienen que poder acudir a un ente independiente, que no sea el FMI porque el FMI es acreedor, sino bajo Naciónes Unidas que pueda resolver y dictaminar con reglas iguales para todos qué parte de la deuda se tiene que cancelar, cómo se debe reestructurar, que pueda hacer auditorías de la deuda y determinar qué deudas son ilegítimas o ilegales. Que haya un sistema de insolvencias para Estados a nivel global igual que las hay para empresas.

@EconoCabreado

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