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He aquí la clave para transformación del
actual régimen democrático protegido establecido en la CP80/2005.
Son seis instituciones que si el gobierno de Boric y la CC quieren realmente realizar una exitosa transición política entre
la democracia protegida y una democracia liberal
progresista. Se deben cambiar:
1.- El régimen presidencial e instalar un régimen
semi presidencial. Hay diversos modelos políticos de semi
presidencialistas. La idea es reducir el “poder”
del ejecutivo, en sentido que sea un poder equilibrado con el “legislativo”. Actualmente, el Presidencialismo es agobiante y reduce
significativamente el poder del “legislativo”.
En Chile todo se presidencialista.
2.- Terminar con un el Congreso Nacional bicameral
establecer una sola cámara: la cámara de los representantes
directos del pueblo.
3.-
Establecer que todas las elecciones serán de carácter paritaria, con
participación de los independientes y con escaños reservados para los “pueblos
originarios”.
4.- Poner fin al monopolio de la representación
por parte de los partidos políticos. Establecer
que tanto los (a) los movimientos sociales, (b) las organizaciones ciudadanas
territoriales y (c) los partidos
políticos pueden presentar candidatos a los cargos de elección popular a
nivel local, regional y nacional.
5.- Cambiar la forma de representación política: abandonar la representación por delegación y
establecer la representación por mandato.
6.- Modificar la forma de calcular los apoyos
electorales. Debe abandonarse la fórmula que no considera la totalidad de las y los
ciudadanos si no solo los votos válidamente emitidos. Transformando de esa
forma a las y los abstencionistas en actores políticos del sistema democrático.
El abstenerse es también una forma expresar una opinión política.
7.- Y, por último,
establecer, un quorum mínimo de
participación ciudadana en los procesos electorales.
Instalar estos siete cambios
institucionales sustanciales en la nueva Constitución implicaría
modificar radicalmente el actual régimen político: sería democratizar la
democracia.
Estas
modificaciones debieran ser asumidas por el nuevo el presidente electo Gabriel Boric e impulsarlo a través de la Alianza Apruebo-Dignidad en la CC.
Trabajar para unir las posiciones que hoy allí se expresan para aprobar ese conjunto
de normas se requieren 102 votos. El
presidente electo con sus nuevos aliados políticos contaría con 97
convencionalistas. O sea, con una posibilidad abierta para lograr varios de
los puntos antes señalados.
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UNA TAREA CENTRAL DEL GOBIERNO
DE GABRIEL BORIC: DEMOCRATIZAR LA DEMOCRACIA.
*****
Por 21/12/2021
| Chile
Fuentes:
Rebelión
Hemos
llegado al fin de un largo proceso electoral que termino con el triunfo del abanderado de la centro-izquierda,
Apruebo-Dignidad, Gabriel Boric. Con él
debiera iniciarse un nuevo período de la historia
política y de la democracia en
Chile. Cabe, entonces, preguntarse ¿qué período se inicia? Por cierto, ese
período no tiene nada dibujado ni diseñado. Es un período abierto, en el cual
todo puede ser posible. Ese es uno de
los principales desafíos que tiene el gobierno de Gabriel Boric.
Este período como el nuevo gobierno
debieran ser la puesta en marcha de una nueva
transición política. Una transición entre la “DEMOCRACIA PROTEGIDA” y la
“DEMOCRACIA SOCIAL PARTICIPATIVA”; una
transición entre un ESTADO NEOLIBERAL SUBSIDARIO a una forma de ESTADO SOCIAL DEMOCRÁTICO; una transición entre un
ECONOMÍA DE LIBRE MERCADO AUTOREGULADO a una ECONOMÍA
CON UN MERCADO REGULADO; una transición entre UNA ECONOMÍA EXTRACTIVISTA
a UNA ECONOMÍA MINERA SUSTENTABLE Y RESPONSABLE CON LA
NATURALEZA; una transición de la sociedad basada en los DERECHOS DEL
CONSUMIDOR a una de DERECHOS SOCIALES, ECONÓMICOS Y
LABORALES; una transición desde el PATRIARCALISMO a una SOCIEDAD PARITARIA, etcétera. O sea, las transiciones
son múltiples.
Esta
nueva transición política e histórica
es mucho más compleja y delicada que la anterior, aquella que impulsó el
triunfo en el plebiscito sucesorio de 1988 de la opción “NO”. Esta
fue una transición política entre un régimen autoritario a una democracia
protegida que estaba normada y reglada por la Constitución Política de 1980. La institucionalidad política
establecida por los autoritarios cerraba toda posibilidad de cambios profundos
en la forma del Estado, del régimen político como de la estructura económica. Los Gobiernos electos democráticamente
desde 1990 no tuvieron la voluntad política para abrir los candados que
posibilitaban la democratización de la
sociedad chilena heredada por la dictadura cívico-militar. Todo lo
contrario, los gobiernos
Concertacionistas (1990-2010) profundizaron, ampliaron y consolidaron las
estructuras de poder de la forma de dominación
neoliberal. Durante tres décadas la
formación social chilena se transformó en la principal
sociedad neoliberal y, hasta 2019, en un modelo para muchos países
de la región latinoamericana. Desde
esa fecha se trata de una sociedad neoliberal en crisis, agrietado, golpeado,
pero aún vigente.
Por
tanto, la nueva
transición política no se abre con el
triunfo de Gabriel
Boric sino con la Revuelta popular y ciudadana de octubre de
2019. Una de las principales demandas de la revuelta popular y ciudadana de
octubre fue poner fin a las formas de
Estado, Mercado y Sociedad, neoliberales. Más de dos millones se movilizaron el 25 de octubre 2019 y más de cinco millones de trabajadores y
ciudadanos pararon el 12 de noviembre de 2019, exigiendo el fin del neoliberalismo en Chile.
Ante esa poderosa demanda,
como se sabe, la clase política gubernamental como opositora (el conjunto de
los partidos políticos del orden) concordaron
establecer el Acuerdo de Paz y Nueva Constitución del 15 de noviembre 2019,
entre los firmantes de ese acuerdo estaba el hoy Presidente Electo Gabriel Boric. El Acuerdo consistió en “sacrificar” la Constitución Política del
Estado de 1980 reformada en 2005
como una táctica específica que buscaba estratégicamente frenar la Revuelta popular y ciudadana de octubre 2019.
Si bien, el Acuerdo frenó de una u otra manera a la Revuelta, abrió una importante grieta en la dominación institucional del neoliberalismo, la posibilidad de cambiar la Constitución Política de 1980 reformada en 2005. Simbólica y políticamente esta posibilidad se transformó en medio de la pandemia de Covid-19, en el año 2020, en la gran tarea del movimiento ciudadano que se conformó en pos del 15 de noviembre 2019. Así fue ratificado en el plebiscito del 25 octubre de 2020, el 80% de la ciudadanía nacional se pronunció a favor de la opción de Apruebo, es decir, por cambiar la CP80/2005 y hacerlo a través de una Convención Constitucional (CC) elegida íntegramente por la ciudadanía. El 15 de mayo de 2021, con una menor participación electoral de la registrada en el plebiscito de entrada, fueron electos 155 convencionalistas.
La elección de convencionalistas es,
lejos, la elección más democrática de todas las que se han registrado desde 1989 a la fecha,
incluyendo, la del domingo 19 de
diciembre de 2021. Dicha condición democrática obedece
a tres aspectos que no fueron considerados para la elección parlamentaria y presidencial de noviembre de 2021, a saber:
1.- Paritaria, es decir, la convención introdujo la
condición de paridad entre hombre y mujeres en la composición de la CC. Igual
número de mujeres y hombres.
2.- Escaños reservados para los pueblos originarios
y
3.- La concurrencia de listas de independientes con bajos
umbrales de ingreso.
Estas tres reglas establecidas
para la elección de las y los convencionales produjeron una representación
política radicalmente distinta a la que se habían registrados en los últimos
parlamentos nacionales. registrándose
una significativa derrota de los partidos políticos del orden, especialmente,
los vinculados a la ex Concertación
(Democracia Cristiana, Partido por la
Democracia, Radical Social Demócrata y, salvo relativamente, la situación
el Partido Socialista de Chile), los
partidos de la derecha, UDI, RN y Evoli, no logaron obtener un 1/3, para
constituirse, como era su objetivo, en el principal obstáculo para la redacción
de la nueva Constitución. Mientras los partidos de Apruebo-Dignidad, la alianza del Frente Amplio con el Partido Comunista de Chile y otros,
recibían un importante apoyo electoral.
Sin embargo, lo más relevante de la elección de la CC fue el arribo de los sectores independientes, especialmente, de las y
los convencionalistas de La lista del Pueblo, entre otros grupos
de independientes.
La composición política y ciudadana de
la CC abrió el 15 de mayo de 2021 una
nueva coyuntura dentro de la gran coyuntura crítica abierta en octubre de 2019. En cierta forma la
correlación de fuerzas manifestaba las tendencias que se habían observado en la
Revuelta, aunque el predominio de sectores pro-liberales y capitalistas
democráticos anunciaban que la CC no se perfilaba como un instrumento político
para el cambio histórico estructural de
carácter anticapitalista. La mantención de la regla de los 2/3 para la aprobación de las reglas y
normas de la nueva Constitución refleja
el predominio de los sectores “conservadores”. La CC, más
allá, de los obstáculos y falta de apoyo
logístico y político del gobierno de S. Piñera, hasta el día hoy, ha tenido
mucha cautela y mesura política al
proponerse los cambios institucionales
que la sociedad chilena requiere, por
ejemplo, para profundizar la democracia o para poner en jaque, efectivamente,
el poder del capital neoliberal.
Esta posición, tal vez, obedecía al hecho que la CC está controlada por el poder ejecutivo y el poder legislativo. Hasta
hoy, diciembre de 2021, luego de
cinco meses de trabajo la ciudadanía está a la espera de los primeros resultados sustantivos de la CC.
La elección de Gabriel Boric, con un
importante respaldo popular de 4.620.671 votos, con el 55,87%, de los votos
válidamente emitidos, abre una nueva coyuntura en el hacer de la CC.
Pero antes de pasar analizar ese punto, habría que decir, también, que si bien la votación obtenida por el candidato de Apruebo-Dignidad, es muy relevante en comparación con las últimas elecciones presidenciales, pues quebró la tendencia a la abstención, registrándose una participación récord desde la existencia del voto voluntario con un 55,65% del padrón de electoral situado en los 15.030.974. Dejando de lado la ficción electoral del Servicio Electoral, el apoyo social, ciudadano y electoral del nuevo presidente es de un 30,74%, considerado todo el padrón electoral. En otras palabras, hay un 70% de ciudadanos y ciudadanas que no votaron por Boric, un 24,28% lo hicieron por Kast; y un 45%, no lo hizo, no eligió. En otras palabras, no votaron ni por Boric ni por Kast. Tengamos presente, que el presidente Piñera, asumió su gobierno en marzo de 2018, solo con un 26.46% de apoyo ciudadano. O sea, el 74% de la ciudadanía era opositora o indiferente.
Si bien, Boric,
obtuvo una gran votación con una muy alta participación electoral,
las oposiciones que se podrían construir a partir del 70% que no lo voto pueden ser muy significativas. Pero, también, de
todos aquellos sectores ciudadanos, especialmente, los sectores populares, trabajadores, pobladores, la plebe, que en esta
ocasión voto por él, como un mecanismo de frenar
al protofascismo o el pinochetismo que representaba José Antonio Kast, el
candidato de la derechas autoritarias y neoliberales nacionales.
Es
interesante constatar que la conformación
de los tres tercios electorales ciudadanos que había identificado en
finales de la década de los años noventa
del siglo XX se mantienen con guarismos distintos pero allí están, a saber,
la derecha pinochetista, autoritaria y neoliberal
mantiene una adhesión relevante y preocupante, pues, su clara orientación antidemocrática es muy
fuerte al interior de la sociedad chilena, ellos representan el 26,46% de la ciudadanía;
la centro-izquierda, el progresismo
socialdemócrata, de Boric, el 30,74%
y los abstencionistas,
especialmente, el abstencionismo
estructural como el de los sectores subpolíticos; lo que he denominado, el
partido de las y los no electores, que conformo en 1997, siguen siendo, mayoría nacional, con el 45%. Allí están los
tres tercios. Por cierto, en esta oportunidad, las y los ciudadanos que entran
y salen entre procesos electorales, fueron decisivos en la elección de Boric, pues, nuestros cálculos, nos
decían que, para ganar en la 2V,
debían ingresar sobre un millón de nuevos electores. E, ingresaron, 1.250.000
electores. En todas las regiones del país aumentó la participación. Pero,
la más significativa, por su densidad poblacional y peso en el padrón
electoral, fue la Región Metropolitana
(RM). Aquí, las comunas populares, le dieron el triunfo a Boric.
En la RM, Boric,
partía con 892.528 votos que había obtenido en la 1°V, en la 2°V, obtuvo
2.063.327, o sea, 1,170,799 más. Estos nuevos votos se
componen por los 294.981 obtenidos
por Yasna Provoste, por los 256.694 obtenidos por Marco Enríquez-Ominami y, tal vez, los 51.162 de Artés. Que sumados subían la
votación de Boric
a 1.495.320. Por tanto, en la RM,
Boric, sumo 568.007. En otras
palabras, la RM aporto el 45.44% de los
nuevos votos.
Más
allá de las estadísticas electorales
que, por cierto, son centrales, para entender porque el candidato de Apruebo-Dignidad, obtuviera tan contundente victoria. Esos son los
datos objetivos y duros. La pregunta de
fondo que debiéramos formularnos: ¿qué hizo que un 1.250.000 ciudadanas y ciudadanos, decidieran votar por él?
Muchas subjetividades, sensibilidades,
emociones, etcétera. Pero, tal vez, la idea fuerza de
que el “pinochetismo” o “el fascismo” se venía con Kast. Factor miedo. O, la
esperanza, que con Boric era la posibilidad real y efectiva de que
los cambios que la sociedad chilena requiere con urgencia se van a poner en
marcha. Esa es la ilusión.
Esa ilusión, entusiasmo y alegría que
millones expresaron el domingo 19 de diciembre al caer la noche,
puede ser solo un espejismo que puede desaparecer muy pronto si el nuevo
presidente electo y su equipo no se ponen a trabajar de cumplir con los deseos, las ilusiones y esperanzas de los
4.600.000 ciudadanos que entregaron su apoyo la alianza Apruebo-Dignidad.
Hace 32 años las ilusiones, las esperanzas y alegrías de más de aproximadamente 3 millones y medio de chilenos y chilenas que se entusiasmaron y apoyaron las promesas que Patricio Aylwin realizó en la noche del triunfo de la Concertación en las elecciones presidenciales de diciembre de 1989, se vieron frustradas. Y, si aceptamos como valido lo expresado en octubre de 2019 por la rebelión popular y ciudadana, que esta era una protesta colectiva, justamente, por el incumplimiento de la “promesa que había llegado la Alegría” y que todo fue en “la medida de lo posible”. Por eso, la consigna, “no son 30 pesos, sino 30 años”, expresa la vigencia de la principal “obra” del pinochetismo: la sociedad neoliberal.
Cabe
señalar que el “pinochetismo” no existe,
ni es una doctrina política, ni siquiera alcanza para ser una forma de pensamiento político. Pinochet, no
tenía esa capacidad intelectual. Era un tosco dictador. Pero, contó con la
participación y el asesoramiento de un grupo de “intelectuales” como Jaime Guzmán E. entre otras, quienes elaboran
y diseñan un nuevo tipo de régimen político de orientación autoritaria, a saber, la democracia protegida, vigente en Chile de 1989 hasta hoy. De un
tipo de sociedad, la sociedad
neoliberal, dominante desde los años
ochenta del siglo XX. Y, de una cultura, centrada en lo individual. En fin, el “pinochetismo”, pervive en esas formas
sociales, políticas, económicas y
culturales. Y, para desgracia de todos, esas formas siguen vigente. Lo que Kast buscaba restaurar era la parte “operativa” de la dictadura
cívico-militar, los mecanismos y los dispositivos de represión, vigilancia y control. Eso fue derrotado el domingo 19 de
diciembre.
Lo
que está en duda, lo podemos expresar de
la siguiente forma: el gobierno de Gabriel Boric, va a poner, definitiva, en marcha la
desestructuración de la sociedad pinochetista, o sea, la sociedad neoliberal.
Pues, la historia enseña que los gobiernos de la Concertación por la Democracia (Patricio Aylwin, 1990-1994; Eduardo
Frei, 1994-2000; Ricardo Lagos,
2000-2006; Michelle Bachelet,
2006-2010) no lo hicieron. Todo lo contrario, consolidaron el padrón neoliberal. Tampoco, lo hizo la Nueva Mayoría (2014-2018) y menos los gobiernos de la derecha. Estamos
nuevamente frente a la misma interrogante, el
gobierno de Boric, va a comenzar a
desestructurar el neoliberalismo en Chile. Esta es la gran interrogante.
Pues, ningún gobierno progresista del
ciclo (1998-2015) lo hicieron completamente, solo parcialidades muy superficiales. La estructura del poder
neoliberal no fue tocada, salvo en Venezuela,
algo en Bolivia.
Como
hemos dicho en otro lugar, la elección
presidencial y parlamentaria de noviembre 2021 constituyó la última
elección de la democracia protegida.
Ayer 19 se cerró, tal vez, ese
particular régimen democrático. Con el triunfo de Boric se
abre la posibilidad de modificarlo
radicalmente.
Para
ello se requiere que el nuevo presidente establezca una alianza política fuerte
con la Convención Constitucional y,
especialmente, con todos aquellos sectores que quieran modificar el actual
régimen político.
Dado que la distribución de fuerzas
políticas que produjo la elección
parlamentaria se traduce en un “empate catastrófico”, entre
los conglomerados de derecha, por un
lado, y la centro-izquierda, por
otro; volverá, inoperante la gestión del próximo nuevo gobierno.
Fundamentalmente, porque hasta que no se cambia la Constitución Política vigente, los quorum de votación son muy altos, se mantiene, los 2/3. El gobierno de Boric es
completamente un “gobierno dividido”.
Para
quebrar ese “empate
catastrófico” que beneficia a los
sectores conservadores y reaccionarios
del país. Es decir, la derecha en cierta forma logró en las elecciones
parlamentarias recomponer su “poder
veto”, los caminos para ello son dos, por un lado, la movilización
social activa para hacer posible el
gobierno de Boric. Y, en segundo
lugar, la que anunciábamos más arriba, transformar
a la CC que un instrumento político efectivo
para el cambio político e histórico.
Pensamos
que la primera opción no será la elegida
por Apruebo-Dignidad.
Su posición política será por la desmovilización social y política de las
ciudadanías en movimiento y buscarán afanosamente el diálogo y el consenso
político con los grupos de poder y de oposición, en otras palabras, la negociación y la articulación de grandes
acuerdos, inclusivos, pero, sin
movilización ni gentes en las calles. En consecuencia, aquí se abre una estructura política de oportunidades,
para impulsar el acuerdo al interior de la CC.
En cierta forma el futuro político de los
cambios institucionales que requiere Chile no depende del ascenso al gobierno de Gabriel Boric en marzo de 2022, sino que depende de lo que
haga este, desde hoy hasta marzo 2022.
Para ello como lo decía más arriba debe
iniciar un trabajo directo con la CC con el
objeto de impulsar resueltamente el cambio de régimen político
para reemplazar la democracia protegida. Esa es la transición política
fundamental. Si no lo hace, su elección
no servirá de nada.
El instrumento de ese cambio es la CC, quien debe procurar cambiar
“sustantivamente” las instituciones
políticas actuales. De acuerdo a las disposiciones establecidas en el Artículo 138. De las normas
transitorias, del Capítulo XV de la
Constitución Política de la
República referido a la Reforma de la Constitución y del Procedimiento para
Elaborar una nueva Constitución, entrega tres normas a la CC para impulsar el cambio del régimen político, estas son:
“La convención podrá establecer disposiciones especiales de entrada en vigencia de algunas de las normas o capítulos de la Nueva Constitución. La Nueva Constitución no podrá poner término anticipado al periodo de las autoridades electas por votación popular, salvo que aquellas instituciones que integren sean suprimidas u objeto de una modificación sustancial.”
He aquí la clave para transformación del
actual régimen democrático protegido establecido en la CP80/2005.
Son seis instituciones que si el gobierno de Boric y la CC quieren realmente realizar una exitosa transición política entre
la democracia protegida y una democracia liberal
progresista. Se deben cambiar:
1.- El régimen presidencial e instalar un régimen
semi presidencial. Hay diversos modelos políticos de semi
presidencialistas. La idea es reducir el “poder”
del ejecutivo, en sentido que sea un poder equilibrado con el “legislativo”. Actualmente, el Presidencialismo es agobiante y reduce
significativamente el poder del “legislativo”.
En Chile todo se presidencialista.
2.- Terminar con un el Congreso Nacional bicameral
establecer una sola cámara: la cámara de los representantes
directos del pueblo.
3.-
Establecer que todas las elecciones serán de carácter paritaria, con
participación de los independientes y con escaños reservados para los “pueblos
originarios”.
4.- Poner fin al monopolio de la representación
por parte de los partidos políticos. Establecer
que tanto los (a) los movimientos sociales, (b) las organizaciones ciudadanas
territoriales y (c) los partidos
políticos pueden presentar candidatos a los cargos de elección popular a
nivel local, regional y nacional.
5.- Cambiar la forma de representación política: abandonar la representación por delegación y
establecer la representación por mandato.
6.- Modificar la forma de calcular los apoyos
electorales. Debe abandonarse la fórmula que no considera la totalidad de las y los
ciudadanos si no solo los votos válidamente emitidos. Transformando de esa
forma a las y los abstencionistas en actores políticos del sistema democrático.
El abstenerse es también una forma expresar una opinión política.
7.- Y, por último,
establecer, un quorum mínimo de
participación ciudadana en los procesos electorales.
Instalar estos siete cambios
institucionales sustanciales en la nueva Constitución implicaría
modificar radicalmente el actual régimen político: sería democratizar la
democracia.
Estas
modificaciones debieran ser asumidas por el nuevo el presidente electo Gabriel Boric e impulsarlo a través de la Alianza Apruebo-Dignidad en la CC.
Trabajar para unir las posiciones que hoy allí se expresan para aprobar ese conjunto
de normas se requieren 102 votos. El
presidente electo con sus nuevos aliados políticos contaría con 97
convencionalistas. O sea, con una posibilidad abierta para lograr varios de
los puntos antes señalados.
De lograr introducir algunos de esos cambios
se podría estar modificando no solo el régimen sino, también y,
sobre todo, los periodos de las autoridades
electas en noviembre pasado. O sea, en otras palabras, la aprobación de la nueva Constitución debiera establecer y convocar a nuevas elecciones para que los representantes que ocupen
las nuevas instituciones sean elegidos
con reglas e instituciones democráticas y no con el resabio de las
instituciones autoritarias.
Estos cambios también van a tensionar la
existencia de los distintos partidos políticos que
apoyaron a Boric
en el SV que se vieron beneficiados
por las reglas y normas que rigen los torneos electorales de la democracia
protegida. Todos aquellos que obtuvieron
representación política tanto en la cámara de diputados o en la de
senadores y que tienen representación en
la CC,
estarán dispuestos a votar y aprobar instituciones y reglas que,
indudablemente, van a dejarlos en una situación más que incomoda. Estos partidos políticos que demandaron el
voto popular para defender a la democracia estarán dispuestos a abandonar
sus puestos logrados en función de la democratización de la democracia, me
refiero a los partidos y grupos que
conforman el Frente Amplio, al Partido
Comunista de Chile, a los partidos
Socialista, por la Democracia, Democracia Cristiana, Partido Radical,
entre otros.
Considero que esta es una de las
primeras transiciones de las que anunciábamos arriba que debiera comprometerse el presidente electo Gabriel Boric. Y, pienso que esta será la prueba
de su blancura, de su progresismo, y de su voluntad real efectiva de querer
salir, primero del régimen político que durante 33 años estuvo al servicio de la
dominación y la hegemonía neoliberal.
Una primera señal que debiera dar
Gabriel Boric es que no va a continuar con la democracia protegida. Para no
referirnos a las otras que dicen relación
con la patrona de acumulación neoliberal.
Las grandes alamedas no están abiertas
para que los hombres y mujeres libres la transiten, aunque
el presidente electo cite una y otra vez, al presidente mártir Salvador
Allende, estas aún continúan cerradas.
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