&&&&&
"Esa recomposición salarial respecto del
excedente apropiado por el empresariado
está estrechamente vinculada a la
reducción de la pobreza y la desigualdad. El
concepto de la pobreza
se construye respecto de las condiciones
de vida, las relaciones sociales, el desarrollo
de las fuerzas productivas y la idea de una sociedad de semejantes. No es lo mismo la pobreza en el mundo actual
que tres siglos atrás. Hoy quien no
tiene agua corriente, ni acceso a electricidad, ni a calentarse en invierno, ni
a los medicamentos que necesite, es sin duda un pobre.
Sin embargo, hace centurias los más ricos no tenían posibilidad de resolver muchas de estas cuestiones, porque no existía el
desarrollo de los medios para
hacerlo. La insulina es un bien
esencial para los diabéticos desde el momento en que se desarrolló su existencia y disponibilidad, para
los pobres y
para los ricos. El progreso médico la hizo posible. Otros bienes como las computadoras,
que no fueron esenciales desde un
principio, con su aplicación a la vida
cotidiana en todos sus aspectos también pasan a ser indispensable para que
las familias dejen
de ser pobres. El ser humano es un ser social,
cuya condición permanente es vivir con dignidad,
es decir atendiendo a las ideas de libertad e igualdad. Nunca es sólo un producto de la naturaleza que entra en
relación con otros seres humanos
individuales para conformar una
sociedad. El hombre no constituye la sociedad,
sino que esta lo constituye a él. De
modo que la
dignidad humana queda satisfecha en el marco de una lógica social y no corporal-individual. Las necesidades
básicas no son sólo las corporales, ni siempre las mismas. Su percepción y establecimiento
corresponden al
estado de la sociedad y de la Humanidad en
cada época
histórica.
"Por otro lado, la pobreza no es independiente de la desigualdad. Son conceptos ligados. Hay sociedades muy
desiguales donde coexisten viviendas
precarias, o falta de ellas, o un nivel de alquileres en barrios populares que se consumen una parte elevada de los ingresos de los sectores más vulnerables y/o asalariados, y por otra parte un sector propietario de mansiones, con
casas de fin de semana, o poseedores
de un número considerable de viviendas
sin habitar. Sociedades en las que existen fuertes desniveles en las
condiciones de acceso a la salud o al vestido digno. Sociedades donde la recreación alcanza a un sector de sus miembros y a otros no, lo que lleva a la extinción de la noción del semejante. Son tan desiguales que constituyen sociedades
partidas, en camino a la des-socialización.
Un rumbo inevitable a la escalada de la
violencia cotidiana es la consecuencia de esa partición. Des-socialización es deshumanización. No hay Humanismo
posible en países sin un Proyecto que conjugue
la fusión entre el cierre de las brechas de desigualdad
y la eliminación de la pobreza".
/////
DESIGUALDAD Y POBREZA.
*****
Por 13/10/2022 | Economía
Fuente Rebelión jueves 13 de
octubre del 2022.
La inflación argentina exige una intervención pública que
repare los salarios y estabilice los precios
Desigualdad y pobreza,
conceptos fundamentales de la economía,
son motivo de un debate intenso en la sociedad. Junto a los precios y los salarios, son las categorías que desbordan ampliamente el terreno
de lo académico para ocupar lugares centrales en la discusión política
y social, de interés popular porque se constituyen en factores cotidianos e inmediatos respecto a las
condiciones de vida.
En
las diferencias respecto a los determinantes
y las soluciones para la desigualdad y la pobreza, también respecto de la
historicidad o no, de su naturalización o no y de las políticas para
estrecharlas, que suponen los grados de intervención
del Estado, existe un fuerte litigio teórico entre las corrientes del pensamiento de la economía y las ciencias sociales en general. Es en ese litigio donde se caen
las pretensiones de neutralidad de las que presumen las tendencias hegemónicas que hoy dominan el campo académico.
Los economistas clásicos han expuesto que
en la sociedad capitalista el
proceso de producción se organiza en
clases sociales:
– Los que no tienen medios de producción
y perciben un salario,
– Los que son poseedores de bienes
naturalmente limitados –el más importante la tierra–
y cobran una renta cuando lo ceden en uso para la actividad económica,
– Los poseedores del capital, que muta entre su forma dinero a sus formas de instalaciones y máquinas e insumos del proceso productivo, pagando –además– salarios y rentas, porque organizan y dirigen el proceso de producción.
Los clásicos denominan como clases sociales a
estas tres diferentes posiciones que se
asumen en la producción por parte de las distintas condiciones de propietarios y las mayorías populares que no son propietarias. David
Ricardo (cuyo pensamiento tuvo enorme
incidencia en las relaciones entre la metrópoli industrial británica y la
pampa agrícola rioplatense) toma a la distribución del ingreso entre estas tres clases como
objeto de estudio central cuando da la definición de Economía Política. Adam Smith
trabaja con la idea de que los resultados de la producción se distribuyen entre
tres clases sociales: los terratenientes,
los capitalistas y los trabajadores.
En El Capital, que el autor
subtitula como Crítica de la economía política,
Karl Marx sostiene el análisis en términos de las mismas tres clases sociales, pero introduce
conceptualizaciones fundamentales como:
– Que la condición de no propietarios de
medios de producción –de los trabajadores– los
constituye en una relación subalterna
respecto a las clases propietarias.
Esta diferencia de por sí es constitutiva de desigualdad.
– La idea de salario
de subsistencia, que sostiene que los trabajadores no van a percibir más que los bienes necesarios para
su vida y la reproducción de la
misma en sus descendientes. Lo hace diferenciando condiciones del salario de subsistencia física y las de subsistencia
social. Este último concepto le da historicidad
a los bienes necesarios para la vida
cotidiana de los trabajadores. Ese salario
sería el que terminarían percibiendo los
no propietarios, debido a que los contratos
de trabajo firmados con los patrones
en el mercado de trabajo serían convenidos en condiciones de desigualdad, con un
poder claramente diferente y presionados
por una oferta de mano de obra siempre excedente; a ese exceso de mano de obra Marx lo denomina ejército de
reserva.
– Dice el autor en el prólogo a la primera edición de la obra que
“la sociedad actual no es un inalterable cristal, sino un organismo sujeto a cambios y constantemente en proceso de transformación”.
La transformación de la
“nueva economía”
Las corrientes marginalistas
y neoclásicas constituyen la base teórica inmodificada, en su sustancia
básica, de quienes profesan las políticas económicas que
sostiene el neoliberalismo.
La organización en clases sociales de la sociedad capitalista desaparece
en la lengua neoclásica.
Aparecen como sujetos los agentes económicos con su
individualidad. La provisión de trabajo, capital y tierra es efectuada por
distintos agentes. La empresa que
encara el proceso de producción se
hace de ellos comprándolos a los agentes. Este giro conceptual produce un viraje
lingüístico, denominándose a ese
trabajo, a ese capital y a esa tierra como factores de producción. Queda velada
la diferencia entre las clases sociales, al
ser estas cosificadas en factores.
A partir de su desarrollo analítico, la
teoría neoclásica alinea los precios de los factores con su
productividad marginal. O sea, con el cambio
en el ingreso total de la empresa
que produciría el agregado de una unidad más de tierra, capital o trabajo. Sostiene
que ese ajuste se produce por mecanismos
mercantiles, propios del funcionamiento del sistema económico. Que el bienestar de los agentes provendrá de la mejor organización de los mercados y de
respetar que los precios de los
mismos permanezcan libres y sin interferencias institucionales para que
la economía
se desenvuelva. En términos del discurso
teórico esto se designa como endogeneidad
de la distribución del ingreso, y
cualquier violación que pretenda interferirla quita a la economía del punto de bienestar máximo.
Los intelectuales de la Sociedad Mont Pelerin sostenían que las políticas de igualdad sustantiva coartaban la libertad individual, y sólo admitían las que se limitaran a la igualdad ante la ley. La teoría de las corrientes del mainstream neoliberal justifica desde el modelo de la hoy llamada Microeconomía la prescindencia de una política de ingresos activa por parte del Estado.
Otros tres aspectos que están en la base teórica de la nueva economía son:
– La tendencia al pleno empleo que se derivaría de las condiciones de la
competencia libre.
– La autonomía de la tecnología frente al desarrollo económico. En términos
teóricos, su exogeneidad. El cambio permanente tecnológico
no se presenta como resultado de la competencia entre los capitalistas de las distintas firmas por obtener mejoras competitivas y determinado sólo por la lógica de la ganancia, sino que sería
introducido desde ámbitos de la investigación.
– Los cambios de la tecnología de la producción son
determinantes de cambios en los precios
de los factores, de su combinación óptima para producir y por lo tanto de la distribución del ingreso.
Esta sería una cuestión afectada por la tecnología.
La crítica keynesiana
Keynes cuestiona la tendencia natural al
equilibrio que plantea el liberalismo neo. Las vertientes keynesianas conciben la
necesidad de combatir las tendencias
recesivas y la desocupación con
aumentos de salarios que redistribuyan
en forma progresiva el ingreso. Como
el excedente
económico es ahorrado por los sectores propietarios, la transferencia de
ingresos a los trabajadores que los vuelcan
masivamente al consumo provocaría el
aumento de la demanda, y por lo tanto de la producción para satisfacerla y, como consecuencia, de la inversión. Completa la lógica de la teoría anticrisis la
reivindicación del gasto autónomo del Estado como motor de empuje para elevar el nivel de actividad y empleo. Es la
descripción de un círculo virtuoso que
resulta del despliegue de políticas que
requieren de la intervención estatal
y que incluyen la afectación de la
distribución del ingreso. Las economías del bienestar europeo y el despliegue
de gobiernos populares en la periferia implicaron
la asunción de estas perspectivas,
entre otras.
La lucha de
trabajadores y sindicatos
Las vertientes
ortodoxas siempre han sido refractarias al poder
sindical. Manifiestan que el riesgo mayor es la presencia de sindicatos únicos y poderosos
por rama productiva, y temen
que se conviertan en “monopolios”.
En los textos académicos de esas
corrientes puede divisarse la preocupación
del monopolio de los trabajadores mucho
más insistentemente que el del patronato.
El sindicato intervendrá en la conformación del salario y la distribución
externamente, alterando el nivel del
mercado e impulsando el salario por
encima de su precio de equilibrio, es decir por arriba de la productividad marginal del trabajo. Con salarios altos disminuiría la demanda
de empleo por parte de las empresas. Debe notarse el mecanismo inverso respecto del pensamiento
keynesiano, que formula la cuestión
del salario como estímulo al consumo
y por lo tanto a la producción y al
empleo.
Los intelectuales orgánicos de los grandes empresarios de la economía ven al salario
como costo, siendo el grado de internacionalización de estos y su posicionamiento en eslabones claves de cadenas de producción de bienes
–cuyo consumo es irrenunciable– lo que los lleva a esa mirada sesgada. En cambio, el empresariado pyme y algunos grandes cuya producción es destinada
fundamentalmente al mercado interno
y en una gama de rubros de distintas
conductas de consumo, requieren de la solvencia
de la demanda para poder vender lo que producen. Estos conocen que los salarios son parte de sus costos, pero
también del volumen de producción y ventas que tendrán.
Las economías del bienestar en el Norte y los gobiernos populares en los países periférico-dependientes han desplegado instituciones que ponían al Estado como árbitro de negociaciones salariales. Esta definición implica la conformación de la distribución del ingreso por mecanismos extra-mercantiles. Lo que significa la posibilidad de la determinación de esa distribución como una definición política de la ciudadanía.
En realidad, la inflación,
en los marcos de un régimen que asume ese tipo de determinación, es
la forma del empresariado de anular la
mejora social que ha significado el establecimiento
de las convenciones
colectivas de trabajo. Tanto la mirada de los marxianos como la de los sostenedores
de otras vertientes del pensamiento crítico respecto
a los intereses contrapuestos entre
el patronato y los trabajadores,
sostienen unos la necesidad de la lucha de clases y los otros la intervención estatal
para mejorar la vida
popular. La misma visión tienen los keynesianos
respecto de la cuestión social pero
también sobre la necesidad de la
regulación económica de corto plazo para evitar la ocurrencia de ciclos que
perjudiquen la marcha de la economía.
Pero
queda explícito que, como se decía en la nota Independencia o Subordinación,
citando a Salama y Valier, son los
precios los que expresan a la pulseada por
ganancias del empresariado. Por lo tanto, la des-mercantilización de la regulación
salarial exige otra lógica donde el Estado tenga intervención en la conformación de los precios. Sobre todo, en momentos en que
existe una inflación
cuya clave dinámica es la recomposición de la tasa de ganancia.
La inflación
argentina del presente exige ese nivel de intervención pública que repare a todos los salarios con
una suma fija sustantiva. Que además resuelva
un incremento significativo del salario
mínimo vital y móvil. Mientras tanto los precios deberían ser estabilizados y adecuados en su nivel
por la acción del gobierno. Es necesario
un shock
redistributivo progresivo que recupere sustantivamente la participación
de los salarios en la composición del ingreso.
Historicidad
Esa recomposición salarial respecto del
excedente apropiado por el empresariado
está estrechamente vinculada a la
reducción de la pobreza y la desigualdad. El
concepto de la pobreza
se construye respecto de las condiciones
de vida, las relaciones sociales, el desarrollo
de las fuerzas productivas y la idea de una sociedad de semejantes. No es lo mismo la pobreza en el mundo actual
que tres siglos atrás. Hoy quien no
tiene agua corriente, ni acceso a electricidad, ni a calentarse en invierno, ni
a los medicamentos que necesite, es sin duda un pobre.
Sin embargo, hace centurias los más ricos no tenían posibilidad de resolver muchas de estas cuestiones, porque no existía el
desarrollo de los medios para
hacerlo. La insulina es un bien
esencial para los diabéticos desde el momento en que se desarrolló su existencia y disponibilidad, para
los pobres y
para los ricos. El progreso médico la hizo posible. Otros bienes como las computadoras,
que no fueron esenciales desde un
principio, con su aplicación a la vida
cotidiana en todos sus aspectos también pasan a ser indispensable para que
las familias dejen
de ser pobres. El ser humano es un ser social,
cuya condición permanente es vivir con dignidad,
es decir atendiendo a las ideas de libertad e igualdad. Nunca es sólo un producto de la naturaleza que entra en
relación con otros seres humanos
individuales para conformar una
sociedad. El hombre no constituye la sociedad,
sino que esta lo constituye a él. De
modo que la
dignidad humana queda satisfecha en el marco de una lógica social y no corporal-individual. Las necesidades
básicas no son sólo las corporales, ni siempre las mismas. Su percepción y establecimiento
corresponden al
estado de la sociedad y de la Humanidad en
cada época
histórica.
Por otro lado, la pobreza no es independiente de la desigualdad. Son conceptos ligados. Hay sociedades muy
desiguales donde coexisten viviendas
precarias, o falta de ellas, o un nivel de alquileres en barrios populares que se consumen una parte elevada de los ingresos de los sectores más vulnerables y/o asalariados, y por otra parte un sector propietario de mansiones, con
casas de fin de semana, o poseedores
de un número considerable de viviendas
sin habitar. Sociedades en las que existen fuertes desniveles en las
condiciones de acceso a la salud o al vestido digno. Sociedades donde la recreación alcanza a un sector de sus miembros y a otros no, lo que lleva a la extinción de la noción del semejante. Son tan desiguales que constituyen sociedades
partidas, en camino a la des-socialización.
Un rumbo inevitable a la escalada de la
violencia cotidiana es la consecuencia de esa partición. Des-socialización es deshumanización. No hay Humanismo
posible en países sin un Proyecto que conjugue
la fusión entre el cierre de las brechas de desigualdad
y la eliminación de la pobreza.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario