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Europa
palpita. Se moviliza y
protesta ante la dimensión de la crisis económica y social. En paralelo, comienza a tomar fuerza entre expertos y analistas –y más tibiamente entre sindicatos y actores sociales– la pregunta sobre quién pagará la factura principal
de la guerra
Ucrania-Rusia y de la futura reconstrucción de Ucrania. En
este conflicto, en el propio corazón
europeo, nada es gratis. La industria bélico-armamentista,
la principal beneficiada, le saca punta
al lápiz y se refriega las manos. La ciudadanía europea,
ya sancionada por el aumento estrepitoso de los precios
de los combustibles y la energía, empieza a alzar la voz.
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EUROPA
ENTRE GUERRA, CRISIS Y UN INVIERNO QUE PUEDE SER HELADO.
Aumentan
las protestas sociales.
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Por Sergio Ferrari | 25/10/2022 | Europa
Fuente Rebelión martes 25 de octubre del
2022.
Una
parte significativa de Europa se convirtió la tercera semana de octubre en una
olla a presión en la que empezó a calentarse la sopa del conflicto. A este ritmo, de mantenerse prendida la cocina, el
continente se dirige hacia una etapa muy tensa debido a las consecuencias directas de la guerra, entre ellas la creciente
tensión social.
La crisis europea es sostenida y va en aumento, agravada por el impacto cada vez más visible del conflicto Rusia-Ucrania en la vida cotidiana. Los aumentos exorbitantes, especialmente en electricidad, combustibles y servicios, hacen explotar los presupuestos familiares y desencadenan la cólera sindical.
La
cólera francesa
En
Francia, el martes 18 de octubre se realizó una jornada
interprofesional de protesta. Habían pasado solo tres días desde la masiva
movilización convocada el por la Nueva Unión Popular
Ecologista y Social (NUPES),
que en las legislativas de junio pasado se convirtió en la segunda
fuerza más votada. Como de costumbre, la batalla de cifras complica el balance: mientras que los organizadores estimaron la participación el
martes en unas 300.000 personas, los
portavoces oficiales indicaron un número tres veces menor.
La
huelga sectorial que se inició a fines de septiembre en las refinerías
de petróleo, se extendió el martes
18 a otros sectores, con impactos parciales: servicio público, energía, transporte urbano, industria alimentaria, comercio y personal de institutos profesionales.
Las dos principales reivindicaciones
fueron la exigencia de un aumento salarial y
la oposición categórica a que los trabajadores en lucha sean forzados a volver al trabajo. Saltando
fronteras, el 8
y el 9 de octubre varios centenares de activistas habían manifestado y bloqueado instalaciones de TotalEnergie también en Bélgica.
En la
industria petrolera francesa,
el conflicto
sindical continuó aun hasta el jueves 20. Ese día se normalizaron tres de los cinco centros aun paralizados luego de que los huelguistas alcanzaran logros aceptables. El suministro de combustible en las estaciones de servicio fue caótico en Francia desde fines del mes pasado.
Para la Confederación
General del Trabajo (CGT) de Francia,
“a
pesar de los enormes beneficios que obtienen las compañías petroleras, en
particular Total y Exxon, éstas se niegan a
aceptar las exigencias de los trabajadores”. La CGT subraya que el reclamo consiste en recuperar la pérdida del poder salarial causada por la inflación y asegurar una mejor distribución de la riqueza creada por los trabajadores
mientras se pagan miles de millones de
euros en dividendos a los accionistas.
Se calcula
que solo en el primer semestre
del año en curso, TotalEnergies registró más de 10.000 millones de dólares de beneficios. Este gigante petroquímico, con sede
en Francia, cuenta con 105.000 trabajadores en 130
países. En 2021 contabilizó
ingresos por 184,7 miles de millones de dólares.
Roma
a la calle
En
Italia, las principales centrales sindicales del país realizaron el sábado 22
de octubre una manifestación unitaria que convocaron en Roma en defensa de la “Salud y la Seguridad en el Trabajo”. Argumentan
que en lo que va de 2022 se
produjeron 600 muertes
y 400 mil accidentes laborales, así como un
altísimo número de irregularidades
empresariales que irrespeta el cumplimiento de cláusulas básicas. Para los convocantes,
«no
se trata solo de números, sino también de la vida
de las personas, su dignidad y sus derechos”.
Esta
convocatoria, que según varios analistas políticos puede calentar los motores
de la protesta social, dio continuidad a la masiva movilización sindical que la Confederación General Italiana del
Trabajo (CGIL, su sigla en italiano) convocó el 8 de octubre en esa capital, exactamente un año después del ataque por parte de grupos neonazis contra su sede central y menos de dos semanas después de la victoria
electoral de la extrema derecha de Fratelli d’Italia. Resultado
que puso en tensión al movimiento sindical y las fuerzas políticas
progresistas.
Las dos
reivindicaciones de esta primera protesta luego de las recientes elecciones
italianas fueron la defensa de un salario mínimo digno y la búsqueda de alternativas al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
«Frenar la guerra con negociaciones, no con el envío de armas», constituyó una de las consignas de la manifestación.
En la pequeña
Bellinzona, capital del cantón Tesino, fronterizo con Italia, los trabajadores
de la construcción dieron el pitazo inicial de un proceso de movilizaciones que se ampliará
nacionalmente en las próximas semanas.
Más de 2 mil quinientas personas participaron el lunes 17 de
octubre en una marcha (en una ciudad de apenas 40 mil habitantes) que
continuará con futuras manifestaciones
el 1 de noviembre
en Basilea; el 7
y el 8 en otras cinco ciudades de la Suiza francesa, y el 11
en Zúrich, donde se realizará una jornada
nacional.
Lo que está
en juego es la negociación de un nuevo Convenio
Colectivo de Trabajo con la patronal empresaria de la construcción.
Según el sindicato UNIA, la patronal
insiste en sus condiciones reaccionarias. Ignora las reivindicaciones de los trabajadores y busca negociar eventuales aumentos salariales
imponiendo el deterioro de las condiciones
de trabajo. Para el sindicato helvético, la realidad es paradójica: en un país
donde se está construyendo más que
nunca, las condiciones
laborales son cada día peores. La patronal procura suprimir todas las regulaciones pertinentes a las horas de trabajo imponiendo jornadas diarias de hasta 12 horas (sin
contar el traslado hasta las obras) y semanas
de hasta 58 horas.
“Se
trata de un ataque a la salud y a la vida familiar de los trabajadores de la construcción”,
denuncia el sindicato.
El malestar
social, con distintos rostros y reivindicaciones concretas, se manifestó también en la segunda semana de octubre cuando los choferes del transporte público de Ginebra paralizaron
el servicio durante 36 horas para exigir
–con relativo éxito– un reajuste salarial para
compensar el deterioro del nivel de vida.
Por su parte,
el 17 de octubre entraron en huelga por
tres días, en el aeropuerto suizo de Zúrich,
los pilotos de Eurowings, filial de Lufthansa de Alemania. Como
consecuencia, se canceló la mayoría de los vuelos de esa compañía de
bajos costos con origen y destino en
Zúrich. Un
día antes, los pilotos de SWISS International Air Lines –otra filial de Lufthansa–,
votaron la huelga
si en los próximos días el directorio
de la empresa no presenta una
propuesta aceptable en cuanto a salarios
y condiciones de trabajo.
Malestar
en otros países
En
España, los sindicatos
del sector ferroviario están convocando una huelga de la empresa Renfe (Red
Nacional de Ferrocarriles Españoles) para el 28 de octubre y paros parciales el 7 y el 11 de noviembre. Las protestas son resultado de la inacción de la empresa para acordar el nuevo convenio colectivo, indican
los promotores de dicha medida de fuerza. Los sindicatos exigen, además, que
se dé respuesta
“a
la evidente falta de personal en todas las áreas
y colectivos de la empresa” mediante la prórroga de los contratos temporales.
Unas 15 mil
personas, según fuentes oficiales,
se movilizaron el 15 de octubre en
Madrid para exigir la actualización de pensiones
y salarios conforme
al Índice de Precios de Consumo. Dos
de las principales centrales sindicales españolas (Comisiones Obreras y UGT), anticiparon
una jornada de protesta nacional para el 3 de noviembre. En tanto, sectores de la izquierda anticapitalista
organizan encuentros y debates en 40 ciudades para
replicar en la península
las protestas que se están dando en Bélgica, Francia y
Gran Bretaña.
Octubre también ha
despertado en un ambiente de cólera en Gran Bretaña,
donde se esperan nuevas manifestaciones
en las próximas semanas. El 1 de octubre,
varias protestas sociales desbordaron las calles de los centros
urbanos más grandes con reivindicaciones
precisas que van desde el aumento salarial hasta la protección del clima.
Adicionalmente, diversas organizaciones –en particular del movimiento juvenil– han convocado nuevas movilizaciones en distintas ciudades europeas durante las próximas semanas, retomando la iniciativa de ganar las calles en defensa del clima. Convencidos de que la sociedad civil planetaria en general y la europea en particular, deben exigir resultados concretos a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP27 que se realizará en Sharm el-Sheikh, Egipto, del 6 al 18 de noviembre.
Europa
palpita. Se moviliza y
protesta ante la dimensión de la crisis económica y social. En paralelo, comienza a tomar fuerza entre expertos y analistas –y más tibiamente entre sindicatos y actores sociales– la pregunta sobre quién pagará la factura principal
de la guerra
Ucrania-Rusia y de la futura reconstrucción de Ucrania. En
este conflicto, en el propio corazón
europeo, nada es gratis. La industria bélico-armamentista,
la principal beneficiada, le saca punta
al lápiz y se refriega las manos. La ciudadanía europea,
ya sancionada por el aumento estrepitoso de los precios
de los combustibles y la energía, empieza a alzar la voz.
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