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ARGENTINA-MAS DE 100 AÑOS LLENOS DE odo ha sido negociaciones, traiciones, una Burocracia Sindical Enferma y vividora del trabajo de sus propios compañeros trabajadores. Argentina, fue el primer país en América latina enMONSTROS EN LOS DERECHOS LABORALES. SEÑOR PRESIDENTE. QUE VERGÜENZA MÁS DE 100 AÑOS, 48 HORAS DE JORNADA SEMANAL. NO HAY SINDICATOS Y MENOS CENTRALES SINDICALES. EN LA HISTORIA SINDICAL, la lucha por el reconocimiento del 1 de mayo como día internacional de los trabajadores (1892 me corrigen)-Las grandes enseñanzas del Dr. Juan B Justo que sí lo conozco y su influencia en América, profesional y su militancia con el Socialismo de la II Internacional 1890 – Llegó esa influencia a Perú Región Arequipa. Otro acontecimiento, los largos meses de 1918, cuando se consigue la Reforma Universitaria en la Universidad de Córdoba, este Movimiento Universitario, NO remueve las viejas estructuras del mundo laboral, en especial por el giro “industrial” que dieron a partir de 1915. Quiere decir, que el neoliberalismo y las políticas del Consenso de Washington de 1990, la Flexibilización Laboral, encontró “su paraíso obrero-laboral” para desaparecer todos los Derechos Sociales de los Trabajadores. Y el año 2000 4 presidentes, en poco tiempo, el mercado negro de los dólares, la lucha de los trabajadores por el trabajo y sus salarios, tampoco logran disminuir la jornada de trabajo de 48 horas semanales. Sigue la explotación y las Centrales Sindicales que hacen sus Dirigentes.
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¿ES POSIBLE REDUCIR LA JORNADA LABORAL?
Temas de debate. Impacto de la
mecanización, la informatización y la digitalización
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El incremento de la
productividad y de la riqueza que generó la modernización del trabajo durante
las últimas décadas quedó fundamentalmente en manos del capital. Alternativas
para que los trabajadores recuperen parte de lo perdido.
Por
Cecilia Garriga y Pedro Cascales.
Página
/12 domingo 23 de octubre del 2022.
Producción: Javier Lewkowicz
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Sobreexplotación
Por Cecilia Garriga (*)
La jornada laboral de
48 horas semanales que rige actualmente en la Argentina es de las más largas del mundo y se instauró
hace 102 años en nuestro país. Desde ese momento
la productividad aumentó sin cesar de la mano de
la mecanización y tecnificación del trabajo. Las regulaciones que ampliaron los
derechos de los trabajadores desde ese entonces
en el mundo (vacaciones, aguinaldo, licencias,
seguridad laboral, etc.), fueron medidas que llevaron a cabo los Estados de bienestar para redistribuir
una riqueza en constante aumento.
Esta transformación productiva se profundizó de manera
formidable en este siglo con la informatización y digitalización de infinidad de procesos. Con una jornada laboral que se mantuvo inalterable,
ese incremento de la productividad y de la riqueza que generó la
modernización del trabajo quedó fundamentalmente en manos del capital, algo que se condice con la realidad de un
capital cada vez más concentrado en la Argentina
y en el mundo.
Los datos de la coyuntura actual del mercado laboral en la Argentina nos obligan a abrir el debate. En los últimos años se produjo un fuerte deterioro del poder adquisitivo del salario (desde 2016 cayó un 20% el salario de los trabajadores registrados del sector privado). Además, el aumento de la población económicamente activa (47,9% es el último registro de la Encuesta Permanente de Hogares, un máximo histórico) indica que muchas personas que no buscaban trabajo se vuelcan al mercado laboral a demandar empleo porque en sus hogares no alcanza el ingreso (jubilados, jóvenes, amas de casa, entre otros). También aumenta la cantidad de trabajadores empleados que demandan más empleo porque su salario no es suficiente. Según los últimos datos de EPH, que aún no registran los efectos de la aceleración inflacionaria del tercer trimestre, el 12,8% de los asalariados registrados se encuentran bajo la línea de pobreza. La contracara: se constata una mejora de los márgenes de ganancia empresaria y una caída en la participación de los trabajadores en la riqueza (cayó de un 52% que representaban en el valor agregado en 2016 a un 44% en 2021).
En síntesis, el escenario nos
muestra: trabajadores sobreexplotados,
trabajadores empleados bajo la línea de pobreza,
trabajadores excluidos del mercado laboral,
empresas cada vez más concentradas, una sociedad cada vez más desigual.
La reducción de la jornada laboral sin reducción salarial es una forma de
revertir, en parte,
ese escenario a través de una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, un aumento relativo del salario y un potencial
aumento de los niveles de empleo.
Actualmente en nuestro país la
mayoría de las empresas impone a sus trabajadores
jornadas laborales diarias de 9 horas, 5 días a la semana
u 8 horas 6 días. Si a ello le sumamos las mínimas horas de reposición de sueño y las horas de traslado, el tiempo
que le queda a un trabajador para ocuparse de su propia vida es marginal.
Además de los evidentes
beneficios individuales que conlleva una reducción de la jornada laboral, para la sociedad en su conjunto redundaría en ahorro energético,
alivio del sistema de transporte, mayores niveles de empleo, disponibilidad
de tiempo de los trabajadores para el cuidado de niños y ancianos, para la
formación y capacitación, la recreación y el bienestar general.
Desde el punto de vista de las
empresas, muchas
en el mundo se encuentran aplicando la reducción de la jornada laboral o incluso la disminución
de la semana laboral a cuatro días porque encuentran numerosos beneficios en ello: disminución de costos, reducción de la conflictividad
laboral e incluso aumentos en la
productividad por un mejor aprovechamiento de la jornada laboral.
Existen actualmente proyectos
de ley del Frente de Todos presentados por Hugo Yasky y
Claudia Ormachea que proponen una reducción de la jornada laboral sin reducción salarial. Hay una decisión de los diputados de
unificarlos e impulsar un profundo debate del escenario
laboral en la Argentina.
(*) Investigadora CIFRA-CTA.
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Más productividad
Por Pedro Cascales (**)
El mundo viene generando a lo largo de su historia cambios
impuestos por la sociedad que prioriza distintos valores y uso de su
tiempo, pero que también están enmarcados por la tecnología
y la productividad.
Existen empresas en países como
Nueva Zelandia, Estados Unidos, Suecia, Suiza, Reino Unido y Francia entre otros que ya han implementado con menor o
mayor éxito este sistema. La jornada laboral de 4 días a la semana requiere que la empresa
pueda pagar al trabajador lo mismo que pagaba por 5 días reduciendo así un 20%
las horas trabajadas.
Esto podría tener ventajas a nivel del trabajador que dispondría de más tiempo de ocio y para estar con su familia, también genera menos traslados con los consiguientes beneficios económicos y ambientales, además de más motivación con la empresa, menos stress y disminución de enfermedades vinculadas.
Sin embargo, desde el lado de
la empresa se hace difícil o incluso imposible si
la competencia no hace el mismo tipo de jornada laboral. Es
de implementación factible en empresas
que no requieren atención al público
(ejemplo, servicios de back office),
mientras que los que requieren atención
de público sería muy difícil de
implementar (ejemplo, comercios)
donde el consumidor
espera ser atendido todos los días hábiles de la semana. Tampoco es viable si
la legislación laboral es rígida y no
permite un banco de horas para compensaciones
u otros mecanismos que permiten este tipo de jornadas de 4 días en
actividades que requieran funcionamiento
diario.
Tal vez lo más determinante
para analizar la viabilidad desde el lado de la
empresa es si es factible lograr un aumento de productividad
que evite trasladar ese 20% de menos horas trabajadas
al costo de los productos. Para ello la clave tiene que ver
con la productividad que se asocia en gran
medida a la inversión en nuevas tecnologías,
capacitación y equipamiento en robótica,
pero también en un concepto más amplio con la industria
4.0.
Un claro ejemplo de la productividad se analiza en la historia con Henry Ford y la fabricación del Ford T que arrancó en 12,5 horas
para producir un auto y llegó luego con mejoras
de procesos a 93 minutos, en total se
ensamblaban 1481 piezas para fabricar un Ford T. En la actualidad el salto productivo en los
grandes fabricantes de autos es enorme porque
para fabricar un modelo tipo SUV se requiere de 17 a 31 horas dependiendo la escala del fabricante,
pero se utilizan en promedio 30.000 piezas vs
las 1481 que usaba Henry
Ford.
Otro caso interesante es lo que
sucedió en Gran Bretaña cuando analizamos la
reducción de la jornada laboral y el aumento de
la productividad:
En 1913 se trabajaba
53 horas por semana
con una productividad por hora de trabajo de 4,40
dólares y un ingreso per cápita de 5032 dólares.
En 1950 se trabajó semanalmente 40 horas con una productividad por hora de trabajo de 7,86 dólares y un ingreso per cápita de 6847 dólares.
A partir del 2000 se trabaja en promedio 30 horas por semana
con una productividad por hora trabajada de 28,71 dólares y un ingreso per cápita de 19.817 dólares. En todos los casos tomando los dólares a
valores corrientes de 1990.
En un mundo
globalizado, dicha competitividad no solo debe verificarse
puertas adentro de la empresa sino también cuando el producto o servicio sale a la calle, que significa esto; la productividad de
todos los factores. Es decir, impuestos lógicos y no distorsivos (incluyendo impuestos
sobre el trabajo), fletes eficientes,
costos financieros para fondear las
inversiones alineados con los países
desarrollados, ausencia de piquetes o bloqueos en puertos y rutas, etc. etc.
En síntesis, es un proceso al cual está dirigida la economía
mundial pero no todos llegaremos al mismo tiempo o en iguales condiciones, hay sectores
económicos y países que llegarán antes que
otros a esta nueva modalidad de trabajo,
dependerá de nosotros poder sumarnos en tiempo y forma
para disfrutar los beneficios que podrían obtenerse.
(**) Empresario PYME,
Licenciado en administración de Empresas Presidente de CEGLA; secretario
CARMAHE.
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