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Los defensores de los extractivismos repiten que controlan efectivamente la contaminación, brindan puestos de trabajo, promueven la mejora económica, y que, por ello, solo una minoría está en contra. Si eso fuera cierto, que apenas unos pocos enfrentan los impactos de esos emprendimientos, seguramente ni las empresas ni los políticos se molestarían en lidiar con ellos. Serían tan pocos que no tendría sentido vigilarlos, espiarlos o infiltrarlos. Pero sucede exactamente lo contrario. Es por esa razón, que el hecho de montar esos dispositivos de control y vigilancia es una demostración de la fuerza y amplitud que han adquirido las alertas ante los extractivismos, y la relevancia que tiene toda la evidencia científica y cotidiana sobre sus impactos. No son ni pocos, ni ignorantes. Son muchos, están organizados, se sienten respaldados por informaciones y experiencias.
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TE
ESPÍO PORQUE TE TEMO.
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Por Eduardo Gudynas*
Otra Mirada Lima martes
11 de octubre del 2022.
La revelación de la
vigilancia sobre organizaciones ciudadanas efectuada
por el Ejército Peruano no es una excepción.
Similares situaciones se registraron en el pasado, así como en los países
vecinos. Expresa el sesgo autoritario que anida
en nuestra vida política, pero también deja en evidencia otro aspecto clave: es
un espionaje motivado por el temor de quienes
saben que carecen de argumentos e ideas.
En efecto, la vigilancia,
control, espionaje e incluso infiltración de organizaciones
ciudadanas se repiten desde hace años en América
Latina. En Perú basta recordar el modo en
que se vigilaba a un grupo local en Cajamarca, Grufides,
en el contexto de los debates alrededor de la minería
en 2006. Marco Arana, que en aquellos años era la figura más visible de
la institución, fue etiquetado como el "Diablo" por quienes lo espiaban, y Grufides era el “Infierno”. Los
que realizaban esa tarea trabajaban para una empresa de seguridad privada, que a su vez era financiada por otra compañía de
seguridad, Forza, que brindaba servicios a la minera Yanacocha. Esa intervención de las llamadas compañías militares y de seguridad privadas se repite
en Colombia.
Ese
caso peruano fue un escándalo, pero con el paso
del tiempo se debilitó, hasta que en 2019 el fiscal responsable
archivó el caso sin haber citado a nadie de Forza.
La lección en esas y otras situaciones muestra que esos espionajes proliferan
también por la impunidad que les brinda el propio Estado.
En
los países vecinos se puede recordar que, en Argentina,
la Gendarmería espiaba a las organizaciones ciudadanas y a sus líderes. Conocido como “Proyecto
X”, esas tareas incluyeron la infiltración en movilizaciones y en reuniones,
las que parecería que se mantuvieron hasta por lo menos 2017 a pesar de las denuncias. En Brasil
ocurrieron situaciones similares, incluyendo la infiltración
de informantes dentro de movimientos sociales que
denunciaban la construcción de megarepresas y
que reportaban al servicio de la Agencia Brasileña de
Inteligencia. En Ecuador, de modo similar
se vigiló e infiltró al colectivo Yasunidos,
quienes se enfocaban en detener la explotación petrolera en la Amazonia.
Un
repaso de estos y otros casos muestra que el espionaje
ocurrió tanto bajo gobiernos conservadores como progresistas. Desde el poder, sea desde una vertiente
ideológica como de otra, se calló o se toleraron esos procedimientos. El Estado terminó siendo funcional a las empresas extractivistas, y éstas aprovechaban lo que
podría describirse como una “tercerización” del
espionaje al dejarlo en manos de empresas subcontratadas,
de policías o militares. Además, el Estado mantuvo la incapacidad
judicial penalizar a los responsables.
Son prácticas que violan múltiples derechos y
que al mismo tiempo deterioran la democracia. Por
esa razón se deben acompañar las denuncias que hacen las organizaciones
peruanas, tales como las que expresó Cooperacción,
y apoyarlas solidariamente.
Más
allá de esto, no debe dejarse de advertir otra cuestión que está en juego y que
es de la mayor importancia. Se espía a las organizaciones que denuncian los impactos de los extractivismos
porque se les teme. Se tiene miedo que se conozcan los efectos
sociales y ambientales negativos, ya que los extractivismos
solo pueden prosperar cuando se los oculta.
Se tiene miedo que se sepa que las aguas están contaminadas o que hay enfermos graves, porque el desconocimiento es lo que blinda a los extractivismos. Se tiene miedo que el país advierta que las comunidades locales alrededor de esos enclaves siguen siendo pobres, al contrario de la propaganda que auguraban el paraíso económico. Se tiene miedo que las comunidades se organicen, porque para llevar adelante los emprendimientos extractivistas es necesario que los grupos locales estén desinformados y desorganizados.
Los
defensores de los extractivismos repiten que
controlan efectivamente la contaminación,
brindan puestos de trabajo, promueven la mejora económica, y que, por ello, solo
una minoría está en contra. Si eso fuera cierto, que apenas unos pocos
enfrentan los impactos de esos emprendimientos,
seguramente ni las empresas ni los políticos se
molestarían en lidiar con ellos. Serían tan pocos que no tendría sentido vigilarlos, espiarlos o infiltrarlos.
Pero
sucede exactamente lo contrario. Es por esa razón, que el hecho de montar esos dispositivos de control y vigilancia es una
demostración de la fuerza y amplitud que han adquirido las alertas ante los extractivismos, y la relevancia que tiene toda la evidencia científica y cotidiana sobre sus impactos. No son ni pocos, ni ignorantes. Son muchos, están
organizados, se sienten respaldados por informaciones y experiencias.
Si te espían, es
porque lo que pregonas es tan importante que desde los salones
del poder empresarial y político se tiene que organizar
y financiar esas vigilancias. Ese espionaje es, en su esencia, una demostración de temor y debilidad.
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* Eduardo Gudynas es
investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). En su
manual, publicado en Perú por Cooperacción y RedGE, se ofrecen otros ejemplos
sobre vigilancia y violencia en los extractivismos. En las redes: @EGudynas
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