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“Pienso
que la pandemia sirvió para desnudar algunas de las debilidades que como humanidad
tenemos
hoy. Y una de ellas es que la propiedad del
conocimiento tuvo mucho más valor que la
necesidad humana de contribuir a poder colectivizar el conocimiento. Los
sistemas de vacunas se podrían haber expandido mucho más rápido y eso terminó
costando millones de vidas. ¿Qué falló? R. No
falló la ciencia, lo que falló fue la política, que no tuvo la capacidad de
coaccionar al sistema económico para poder hacer lo que había que hacer con
rapidez.
P. Sumado
a esto, el hambre en el mundo
aumentó en 150 millones de personas. Hoy más de 800 millones viven con hambre.
R. Esto habría que confrontarlo con una
cifra que no manejamos, de cuánto es el valor de
lo que podríamos llamar la economía suntuaria o
economía del despilfarro, para demostrarnos a nosotros mismos que en
realidad recursos hay, pero que no los estamos utilizando como debemos. Por un
lado, hay hambre, pero también existen cálculos
de que el 25 o 30% de alimentos se tira.
P. ¿Cómo
se arregla eso? R. La responsabilidad es política,
porque sabemos lo que pasa. Y tenemos idea de lo que habría que hacer,
pero no podemos implementarlo porque la política no puede torcer el conjunto de
intereses que se han eslabonado detrás de esto. La
humanidad ha creado una civilización notable; capturó a la ciencia,
multiplicó la productividad y la variedad de las cosas, pero no la podemos parar, no la podemos
reconducir. Esta es, tal vez, la última globalización
del hombre, si no la corrige. Ha habido varias, porque Roma
fue una globalización, la historia del imperio chino también.
Pero todas tuvieron dirección política. Esta es una globalización
que están haciendo los intereses del mercado, donde la política
es un pálido espectador que va detrás. Esta es una
globalización que están haciendo los intereses del mercado, donde la política
es un pálido espectador que va detrás.
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JOSÉ
MUJICA: “Estamos en un mundo sin dirección política”. Entrevista.
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El expresidente uruguayo reivindica la cooperación global y defiende a la ciencia frente a los intereses financieros, tanto en
la pandemia como en la emergencia climática
Por
Gabriel Díaz Campanella.
El País
desde Montevideo viernes 25 de noviembre del 2022.
José Pepe Mujica está afligido. “El pronóstico de la ONU es catastrófico. Me tiene muy asustado”, dice este referente político, de 87 años, sobre la crisis climática del planeta. Mujica, que no es hombre de amilanarse fácilmente, señala que esta podría ser la última globalización de la humanidad si la política no recupera el espacio perdido frente a los intereses mercantiles. En esta entrevista, llevada a cabo en su finca de Montevideo, el expresidente uruguayo (2010-2015) aboga por un entendimiento global basado en el instinto de cooperación que ha caracterizado al progreso humano. “No hay nada más importante que los jóvenes discutan este mundo”, subraya con voz apremiante y mirada asertiva, sentado al frente de su casa, entre nísperos, almácigos y zorzales.
Pregunta. Con el final de la
pandemia más cerca, ¿cómo interpreta lo que ha pasado?
Respuesta. Pienso que la pandemia sirvió para desnudar
algunas de las debilidades que como humanidad tenemos hoy. Y una de ellas
es que la propiedad
del conocimiento tuvo mucho más valor que la necesidad humana de contribuir a poder
colectivizar el conocimiento.
Los sistemas de vacunas se podrían
haber expandido mucho más rápido y eso
terminó costando millones de vidas.
P. ¿Qué
falló?
R. No falló la ciencia, lo que falló fue la política, que no tuvo la capacidad de coaccionar al sistema económico para poder hacer lo
que había que hacer con rapidez.
P. Sumado
a esto, el hambre en el mundo
aumentó en 150 millones de personas. Hoy más de 800 millones
viven con hambre.
R. Esto
habría que confrontarlo con una cifra
que no
manejamos, de cuánto es el valor de lo que podríamos llamar la economía suntuaria o economía del
despilfarro, para demostrarnos a nosotros
mismos que en realidad recursos hay, pero que no los estamos utilizando como debemos. Por un lado, hay hambre,
pero también existen cálculos de que
el 25 o 30% de alimentos se
tira.
P. ¿Cómo
se arregla eso?
R. La
responsabilidad es política, porque sabemos lo que pasa. Y tenemos idea de lo que habría que hacer, pero no podemos implementarlo porque
la política no puede torcer el
conjunto de intereses que se han
eslabonado detrás de esto. La humanidad ha creado una civilización notable; capturó a la ciencia, multiplicó la productividad y la variedad
de las cosas, pero no la podemos parar, no la podemos
reconducir. Esta es, tal vez, la última globalización
del hombre, si no la corrige. Ha habido varias, porque Roma fue una globalización,
la historia del
imperio chino también. Pero todas tuvieron dirección política. Esta es
una globalización
que están haciendo los intereses del
mercado, donde la política es un pálido espectador que va detrás.
Esta es una globalización que están haciendo los intereses del mercado, donde la política es un pálido espectador que va detrás
P. ¿Cómo
podría la política recuperar ese lugar?
R. Necesitamos
un Gobierno mundial y ponernos de acuerdo en respetarlo. Tendría que ser eminentemente técnico-científico en muchos aspectos. Pero ningún país va a ceder debido al conjunto de intereses que hay detrás y por su
soberanía.
P. Los
intereses nacionales por delante de los ideales comunes.
R. ¡Sí,
claro! Hay
contradicciones con el mundo de las empresas transnacionales. Algunas tienen más fuerza que un Estado desde el punto de
vista de la economía. Sobre todo, en
Estados como el mío, Uruguay. Estamos en un mundo sin
dirección política.
P. ¿Qué
ocurre con las Naciones Unidas?
R. Necesitamos
un acuerdo mundial. Si vemos la historia de Naciones Unidas, la estuvimos devastando. Estamos lejos de tener lo que necesitamos,
una especie de consejo científico
que tome algunas medidas capitales
que los demás llevemos adelante. Recién
tuve una conversación con [el historiador Yuval] Harari. ¿Sabes cuál es su angustia?
P. ¿Qué
le dijo?
R. Lo
más penoso es esto: que la humanidad no tenga tiempo, tiempo humano, para enmendar los desastres que ha causado al planeta y que vayamos a un holocausto ecológico.
P. Uno
querría pensar que esto se puede corregir.
R. Siempre
hemos
creído que hay respuesta científica, que es
posible. A lo largo de la historia,
los seres humanos han
hecho muchísimas barbaridades. Pero no
sabían.
P. Ahora
saben.
R. La
tragedia es que ahora lo sabemos. Hace ya más
de 20 años, la ciencia nos señaló en Kioto que
los fenómenos adversos iban a ser cada vez más frecuentes y más intensos.
La ciencia nos dijo lo que había que hacer, y pasan las décadas y surgen los eventos y no hacemos lo que tenemos que hacer. Lo que está fallando es la
política. La gran pregunta es si el género humano como tal está llegando a los límites de su capacidad de autodirigirse.
P. Esa
inclinación humana a la destrucción aparece además en las guerras, en Europa
del Este, Oriente Medio, Asia, África.
R. Considero que el hombre no ha salido de la prehistoria. Mientras tengamos que utilizar la guerra como una expresión del fracaso de la política, no habremos salido de la prehistoria. Es muy probable que la humanidad esté gastando no menos de 2,5 millones de dólares por minuto en gastos militares. Es una de las estupideces más colosales que puede haber.
Mientras tengamos que utilizar la guerra
como una expresión del fracaso de la política, no habremos salido de la
prehistoria
P. El 70% de las ventas de armas está en
manos de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: EE UU, Rusia, China, Francia y Reino Unido,
según Amnistía Internacional. ¿Cómo es posible aspirar a la paz?
R. La
fabricación de armamento se transforma en una herramienta diplomática, de
influencia, y se vuelve una fuerza económica
que opera en los gobiernos, porque
hay un lobby de
la fuerza armamentística. Las gallinas están programadas para poner huevos
y los ejércitos para la guerra. Si
les dejamos influencia en las decisiones políticas, estamos fritos. Por eso, si las nuevas
generaciones no toman cartas en el asunto, en el tema ecológico, en el de la guerra… ¡No hay nada más importante que los jóvenes discutan este mundo! Tenemos que cambiar la cultura.
P. Esa
es una constante en sus discursos. ¿Qué es la cultura
para usted?
R. La
cultura es el repertorio que nos hace
captar las claves fundamentales de lo que nos rodea, de
nuestra existencia, que hacen a la
vida. Y respetarlas, integrarnos a
ese mundo, no sentirnos ajenos. La cultura es también una necesidad
que está latente, es un bien no material que nos
ayuda a vivir. Es el amor a la vida.
P. ¿Cómo
tendría que gestarse ese cambio cultural?
R. Yo
pertenezco a otro tiempo. Éramos hijos
del racionalismo, de la ruptura con
el mundo escolástico y el entronamiento
del dios Razón. El avance de la
ciencia del comportamiento humano nos demuestra que somos bichos más complicados, más emotivos. Muchísimas veces, las decisiones las toma nuestro
inconsciente, subjetivamente, y nuestro
consciente encuentra la batería
argumental para justificarlo. Es decir, primero sentimos, después explicamos.
P. ¿Eso
adónde nos lleva?
R. En
soledad, me hice esta pregunta: ¿Qué
somos los sapiens? ¿Cuál es el disco duro que nos metió la naturaleza y cuáles son los factores adquiridos a
través de la civilización, la cultura, el tiempo que nos toca vivir?
P. ¿Qué
respuestas encontró?
R. El sapiens es un animal gregario, no puede vivir en soledad. Ha vivido miles de años en grupo. A tal punto, que en todas las formas de derecho antiguo la pena más grave después de la pena de muerte era que te echaran del grupo. Esos grupos existían por una ley fundamental del hombre: el instinto de cooperación. El sapiens era físicamente inferior al neandertal, pero el neandertal no tenía ese sentido de cooperación y sucumbió.
P. Ese
sentido de cooperación explica en parte lo que somos.
R. Nos
han permitido crear sociedad. Pero a su vez el individuo es individuo y hay
contradicciones. La naturaleza,
a todas las cosas vivas, les mete
una cuota de egoísmo. Y eso está en el hombre también, hay cierto margen
de conflicto. Por eso somos animales que precisamos de la política,
porque la función de la política es que se mantenga la comunidad a pesar de los conflictos. La
civilización es hija de
la cooperación.
P. Hay
muchos desajustes. América Latina, por ejemplo,
es la región con mayores
desigualdades sociales y económicas del mundo.
R. América
Latina es descendiente de dos países
feudales: Portugal y España. Repartió la tierra como recurso primigenio con un criterio feudal. Y
con eso se empezó a originar una
polarización desde el principio de
nuestra historia, con una clase dueña de casi todo, en el medio nada y abajo, una
magnitud pobre.
Somos animales que precisamos de la
política, porque la función de la política es que se mantenga la comunidad a
pesar de los conflictos
P. Y en
el siglo XXI, ¿puede la cooperación contribuir a remediar la desigualdad?
R. Hay
que aceptar el desafío de la sociedad de mercado y convencer a las grandes
mayorías de construir otro sistema de organización humana. Hay
que apoyar mucho la autogestión, la cogestión, otro sistema
de funcionamiento empresarial,
basado en la cooperación.
Donde hay una gran empresa es porque
funciona la cooperación humana, estará impuesta, pero no es un proyecto individual. Lo mejor del capitalismo hay que mantenerlo. En definitiva, la lucha es para que el ciudadano se apropie con responsabilidad de lo que está en juego en su vida, goce de los beneficios y sufra las consecuencias de su parsimonia también.
P. ¿Qué
implica ser rebelde en estos tiempos?
R. No acompañar las claves de la cultura contemporánea. Soy filosóficamente discrepante, una especie de neoestoico con definiciones terminantes. Pobre es el que precisa mucho. Si precisa mucho está frito porque no le va a alcanzar nada. O, como dicen los aimaras: pobre es el que no tiene comunidad. Yo soy rico, tengo muchos compañeros y para vivir me sobra.
La Entrevista.
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