&&&&&
“En
esa misma perspectiva histórica, el gobierno de Rafael
Correa (2007-2017) representó cierta continuidad con la Revolución Juliana y sus políticas económicas. Por
eso, la persecución personal, el lawfare, los mitos
sobre su gobierno y la unidad de las derechas económicas y políticas
para impedir su “retorno”, se mantiene como una fuerza
poderosa hasta el presente. La candidatura de L.
González, respaldada y promocionada por la Revolución
Ciudadana, plantea la restauración de la
vía hacia un modelo de economía social impulsada a su tiempo por R. Correa y
que, evidentemente, se ubica en el vértice opuesto del neoliberalismo-oligárquico.
Por eso ha despertado el apoyo y hasta las esperanzas del amplio sector del progresismo
ecuatoriano. Desde luego, la “sombra” de Rafael Correa genera
pasiones de todo tipo incluso al interior del mismo sector del progresismo social (un
concepto evidentemente ambiguo para las ciencias sociales). Pero también es
necesario observar que el ciclo que representó el
gobierno de Correa no es el que está en juego, sino otro, que
posiblemente se enmarque en el débil “segundo ciclo” del progresismo latinoamericano.
/////
ECUADOR. ELECCIONES EN UN PAÍS POR RECONSTRUIR.
*****
Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda | 10/10/2023
| Ecuador
Fuente.
Rebelión martes 10 de octubre del 2023.
Fuentes: Rebelión
Para
las elecciones de segunda vuelta en Ecuador (15/octubre/2023)
han quedado definidas tres posiciones políticas:
una, a favor de Luisa González; otra por Daniel Noboa; y la tercera por el voto nulo. Como era previsible, todas las derechas económicas y políticas se unificaron en torno
a D. Noboa, bajo una consigna que se repite
desde las elecciones presidenciales del 2009: “todos contra
el correísmo”. De otra parte, el progresismo
social que apoya a L. González y en el que se integra el significativo
sector del “correísmo”, está conformado por un
difuso conglomerado de capas medias, pequeños y
medianos empresarios, movimientos sociales y sectores populares, incluyendo
trabajadores e indígenas, apartados de las decisiones
de sus organizaciones clasistas y dirigentes. El voto nulo ha sido
reivindicado por las izquierdas
tradicionales, unidas por su radical anticorreísmo, una posición persistente desde que
rompieron con el gobierno
de Correa. Aunque hasta el momento no han pasado de las consignas
ideológicas, argumentan que las elecciones son una “trampa”,
que hay que agruparse en torno a un “programa” y
sostienen que mientras Noboa es el “representante directo de las
oligarquías”, González es la “representante conservadora
del populismo correísta” (https://rb.gy/j0f3y).
Pero en cuatro décadas no han podido crear la alternativa
histórica que permita que se les reconozca como izquierdas “auténticas y verdaderas”,
como suelen identificarse.
Según las diversas opiniones sobre la coyuntura, el debate de la primera vuelta entre los candidatos se habría inclinado a favor de D. Noboa, mientras que el debate entre los dos finalistas a la segunda vuelta logró dar un giro a favor de L. González. Se dice que todo es una cuestión de “marketing” político. Pero lo que realmente debería observarse es que ambas candidaturas representan dos modelos distintos de economía y de sociedad, que no se alteran por un debate ante las cámaras. Y es necesario ubicar el problema con perspectiva histórica.
“Estado del banano en Ecuador: acumulación, desigualdad y derechos laborales”, publicado por
FES-ILDIS, 2022). También se puede consultar el ranking de “deudas firmes” del Servicio de Rentas Internas (SRI)
que destaca a “Exportadora
Bananera Noboa” con una enorme deuda tributaria
al Estado (https://rb.gy/pwes0).
El presidente Noboa
(si así ocurre) ¿cobrará
esa deuda? Además, la posición de D. Noboa aparenta no concordar con su candidata
vicepresidencial Verónica Abad, “libertaria” seguidora de
las ideas del argentino Javier
Milei, quien cree que hay que privatizarlo todo (incluyendo
educación, salud y seguridad social).
El
modelo de economía empresarial neoliberal-oligárquico
está a la orden del día. Supuestamente restauraría un país “destruido” por el correísmo.
Pero tal como ocurrió con gobernantes empresariales desde que en 1979 se inició en Ecuador la época democrático-constitucional más larga de su historia, con G. Lasso, respaldado por un
bloque de poder unificado, que capturó el Estado y
lanzó su “lucha de clases”
contra la mayoría de la población nacional, lo
que se ha provocado es el mismo deterioro histórico que
hubo durante la primera
época plutocrática y aún peor, pues hoy
el crimen organizado internacional ha penetrado
en esferas públicas y privadas. Ha quedado un país
literalmente
estancado, en retroceso, sin institucionalidad y
con la inseguridad
ciudadana creciendo, en medio de la impotencia. Hace un siglo la salida se impuso a través
de la Revolución Juliana (1925-1931), que
introdujo, por primera vez, un activo papel regulador del Estado, inauguró los impuestos directos sobre rentas y
utilidades, sancionó a los bancos privados, creó el Banco Central, la Contraloría y la
Superintendencia de Bancos, y atendió a los trabajadores con la creación del
Ministerio de Previsión Social y Trabajo, la expedición de la primera
legislación laboral y la fundación de la Caja de
Pensiones, antecesora del IESS.
En esa misma perspectiva histórica, el gobierno de Rafael Correa (2007-2017) representó cierta continuidad con la Revolución Juliana y sus políticas económicas. Por eso, la persecución personal, el lawfare, los mitos sobre su gobierno y la unidad de las derechas económicas y políticas para impedir su “retorno”, se mantiene como una fuerza poderosa hasta el presente. La candidatura de L. González, respaldada y promocionada por la Revolución Ciudadana, plantea la restauración de la vía hacia un modelo de economía social impulsada a su tiempo por R. Correa y que, evidentemente, se ubica en el vértice opuesto del neoliberalismo-oligárquico. Por eso ha despertado el apoyo y hasta las esperanzas del amplio sector del progresismo ecuatoriano. Desde luego, la “sombra” de Rafael Correa genera pasiones de todo tipo incluso al interior del mismo sector del progresismo social (un concepto evidentemente ambiguo para las ciencias sociales). Pero también es necesario observar que el ciclo que representó el gobierno de Correa no es el que está en juego, sino otro, que posiblemente se enmarque en el débil “segundo ciclo” del progresismo latinoamericano.
Finalmente cabe considerar que en otros países de América Latina también se expresa la polarización entre fuerzas sociales que impulsan bien un modelo empresarial-neoliberal o bien una economía social. El fenómeno responde a un proceso histórico mayor, en el cual hay un cuestionamiento mundial a la hegemonía de los Estados Unidos y su visión sobre la economía y la democracia. Aceleradamente se configura un mundo multipolar en el que ascienden China, Rusia y los BRICS, mientras en África toman fuerza las posiciones soberanistas frente al neocolonialismo. En América Latina el ascenso del progresismo también representa el cuestionamiento al americanismo-monroísta. Y la región tiene suficiente experiencia histórica para entender que los EE.UU. no están dispuestos a permitir gobiernos que sean capaces de cuestionar sus principios y afectar sus intereses.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario