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“El racismo ambiental de Bolsonaro. Si Artemisa Xakriabá tiene
que describir al expresidente brasileño Jair Bolsonaro,
escoge la palabra genocida.
¿Y sus políticas? Genocidas también. Y etnocidas y ecocidas. No le tiembla la voz ahora al
decirlo y no le tembló la primera vez que lo hizo cuando formó parte de la
primera marcha de mujeres indígenas en Brasil como
protesta a sus decisiones en contra del Amazonas,
de los pueblos indígenas y los movimientos ambientales. «Bolsonaro hizo lo que prometió que iba a hacer:
destruir la naturaleza, exterminar pueblos indígenas, empezar con la desforestación
y priorizar el agronegocio
en los territorios. Son cuestiones que estamos intentando combatir en este
nuevo gobierno, pero todavía
quedan restos de su legislatura; proyectos de ley que afectan directamente a las poblaciones indígenas», denuncia
la joven activista.
“Xakriabá tiene esperanzas en el Gobierno
del presidente Lula da Silva. La mejora la sitúa, sobre todo, en la
representación del Ministerio por los Pueblos Indígenas
de su mandato, con Sônia Guajajara al
frente. «Es un gran avance que personas que tienen
conocimientos ancestrales y legislativos estén construyendo políticas
públicas por la defensa de los derechos humanos y de esas poblaciones más
atacadas». Célia
Nunes Correa, conocida como Célia Xakriabá,
prima y referente de la joven activista, también está como diputada federal. «Las mujeres [indígenas] empiezan a tener voz en esos
espacios que antes eran ocupados principalmente por hombres blancos. Ahora, la
diversidad que caracteriza a Brasil cada vez está mejor representada en el
Congreso «
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Fuentes: La marea climática [Imagen: Artemisa Xakriabá es representante de las comunidades indígenas y tradicionales de la Alianza Global de Comunidades Territoriales. Foto: A.C.]
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ARTEMISA XAKRIABÁ: «Bolsonaro hizo lo que prometió: exterminar
pueblos indígenas y deforestar»
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Por Aida
Cuenca | 17/10/2023 | Ecología social
La
joven activista brasileña, representante de la
Alianza Global de Comunidades Territoriales, critica las políticas
racistas del anterior presidente y pide a los
gobiernos europeos que no apoyen a empresas extractivistas «manchadas de sangre
indígena».
Artemisa
Barbosa Ribeiro (São João das Missões, Brasil, 2000), conocida
como Artemisa Xakriabá,
aprendió el significado de «activismo» antes de
empezar a usar la palabra. En Xakriabá, uno de los pueblos
indígenas más grandes del estado norte de Minas Gerais, en Brasil, les enseñan
a cuidar la Tierra desde la infancia. Dependen de ella y, por tanto, deben
respetarla.
Así que,
desde pequeña, Artemisa Xakriabá ayuda con la
reforestación de su territorio. Pero ahora ve que eso no es suficiente. También
pide a su Gobierno y al de otros países
que prohíban las actividades
extractivistas de los bosques y de todos aquellos territorios vitales para nuestra supervivencia.
Antes de
volver a Brasil, la joven ha aprovechado un
encuentro en Barcelona, organizado por la red de
organizaciones Lafede.cat,
para hacer justamente eso: pasar por el Ayuntamiento y hacer una petición. Sabe
que el puerto de la ciudad condal es crucial para el comercio, así que le ha pedido al alcalde
«que al menos intente no apoyar a esas empresas manchadas de sangre indígena». La defensora ha prometido volver para ver si se cumple.
El sinsentido climático de Brasil
En
Xakriabá, formado por unas 39
aldeas, viven alrededor de 12.000 personas.
Todas ellas se están viendo afectadas por los impactos del cambio climático.
«Formamos parte de una región cerrada, que ya es
caliente de por sí, y que ahora con el cambio climático ve que todo ocurre en
extremo. Dependemos del clima y
todo se ha desestructurado «, explica la activista.
La de su
pueblo es una historia de resistencia.
Resistencia a las masacres, a la violación de derechos y
ahora a la crisis ambiental y la sed de poder de muchas empresas que proclaman
como suyas tierras indígenas. Ella quiso empezar a visibilizar la realidad de
ese día a día.
«Suelo decir que la
única herencia que
recibimos de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestro pueblo, es la
lucha. Las juventudes tienen varias herramientas y formas de continuar
con ella. La mía empezó a través de la música».
A
sus 23 años se ha convertido en altavoz.
Ahora es representante de las comunidades indígenas y tradicionales que forman
parte de la Alianza
Global de Comunidades Territoriales, una
organización que engloba a más de 25 millones de
personas de comunidades indígenas y que buscan proteger unos 500
millones de hectáreas de bosques en el mundo.
Brasil está formado
por seis biomas: la Amazonia, el Cerrado, la Mata Atlántica, la Caatinga,
la Pampa y el Pantanal. Xakriabá está en el
segundo bioma, que es también el segundo más grande de Brasil.
«Todavía
hay mucha gente que cree que la importancia solo la tiene la Amazonia cuando en
realidad los otros biomas también tienen un gran impacto, no solo en las
poblaciones indígenas, sino fuera de Brasil»,
argumenta.
El país
es un ejemplo del sinsentido climático
en el que se ha convertido el planeta: mientras el norte se seca, el sur
sufría en septiembre unas lluvias torrenciales que dejaron
51 muertos. El centro también vivió una ola de calor el mes pasado,
que ahora se sabe que fue al menos 100 veces más
probable por el cambio climático.
La fuerte
sequía de la Amazonia, por su parte, aviva el
fuego. Los incendios forestales
aumentaron un 52,3% el mes pasado, desde 17.373
en agosto hasta 26.452 en septiembre,
según lo datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE). 60 de las
62 ciudades de la región han declarado el estado de emergencia.
La deforestación, por el
contrario, ha caído
significativamente y ahora muestra su nivel más bajo desde 2017. Según las
cifras publicadas por el Gobierno de Brasil, la
disminución en el mes de julio fue de un 66%, con
una reducción acumulada del 42,5% en los siete
primeros meses de este año. Esto se debe, en parte, al Plan de Acción para la
Prevención y el Control de la Deforestación en la
Amazonia Legal (PPCDAm) que
presentó el actual presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y que
prevé la ampliación del cerco jurídico e institucional contra los
deforestadores.
Por su parte,
el Consejo de la Unión Europea y la Comisión Europea alcanzaron
el 6 de diciembre un acuerdo sobre el
nuevo reglamento destinado a minimizar el riesgo de deforestación de los productos que se comercializan en la Unión Europea. Esta normativa obliga a las empresas que venden o
comercializan determinadas materias primas en el mercado europeo a rastrear su
origen y demostrar que no están vinculadas a la destrucción de
bosques o violaciones de derechos humanos.
Sin embargo, las organizaciones ecologistas señalaban hace unas semanas que la protección de algunos puntos de la Amazonia hace que aumente la presión en lugares como en el Cerrado, a pesar de ser otro de los biomas claves del país. Las cifras no son tan optimistas allí: ha perdido más de 6000 kilómetros cuadrados entre agosto de 2022 y julio de 2023. La deforestación subió un 21% solo de enero a junio, según la INPE. Además, un 50% ocurre de forma ilegal.
El racismo ambiental de Bolsonaro
Si Artemisa Xakriabá tiene que describir al expresidente
brasileño Jair Bolsonaro, escoge la
palabra genocida. ¿Y sus
políticas? Genocidas también. Y etnocidas y ecocidas.
No le tiembla la voz ahora al decirlo y no le tembló la primera vez que lo hizo
cuando formó parte de la primera marcha de mujeres indígenas en Brasil como
protesta a sus decisiones en contra del Amazonas, de los pueblos indígenas y
los movimientos ambientales.
«Bolsonaro hizo lo que prometió que iba a hacer: destruir la
naturaleza, exterminar pueblos indígenas, empezar con la desforestación y
priorizar el agronegocio en los territorios. Son cuestiones que estamos
intentando combatir en este nuevo gobierno, pero todavía quedan restos de su legislatura; proyectos de ley que
afectan directamente a las poblaciones indígenas», denuncia la joven activista.
Xakriabá tiene esperanzas en el Gobierno del presidente Lula da Silva. La mejora la sitúa, sobre todo, en la
representación del Ministerio por los Pueblos Indígenas de su mandato,
con Sônia Guajajara al
frente.
«Es
un gran avance que personas que tienen conocimientos ancestrales y legislativos
estén construyendo políticas públicas por la defensa de los derechos humanos y
de esas poblaciones más atacadas». Célia Nunes Correa, conocida como Célia Xakriabá, prima y referente de la joven
activista, también está como diputada federal. «Las
mujeres [indígenas] empiezan a tener voz en esos espacios que antes eran
ocupados principalmente por hombres blancos. Ahora, la diversidad que caracteriza a Brasil cada
vez está mejor representada en el Congreso «
Hace dos
semanas, la Corte Suprema de Brasil declaró inconstitucional el conocido como
«marco temporal», un proyecto de
ley que pretendía limitar las tierras indígenas a las ocupadas el día en que se
aprobó la actual Constitución brasileña de 1988. Fue rechazada
por nueve votos a favor y dos en contra y presentada por el Estado de
Santa Catarina, con el apoyo de empresarios agrícolas.
«Es una victoria entre comillas porque el marco temporal, un proyecto de ley muy genocida y que también viene del Gobierno de Bolsonaro, no fue aprobado por el Supremo, pero sí por el Senado, algo que no esperábamos, aunque muchos senadores vienen de ese partido que apoya el exterminio indígena, el agronegocio, a la bancada ruralista y a los agricultores que atacan directamente a nuestras poblaciones».
Primera Marcha de las Mujeres Indígenas de 2019 en Brasilia, Brasil, contra las políticas de Jair Bolsonaro. Crédito: Apib Comunicação.
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¿Qué podemos
hacer desde Europa para evitar esta matanza?
«El
primer paso es formar alianzas con las poblaciones indígenas. Ellas son las que
realmente conocen la realidad de lo que acontece en ese territorio y tienen la
conexión que necesitamos con la naturaleza. Hay todavía mucha gente que, tal
vez por ignorancia, desconoce que
las acciones de las empresas tienen un impacto directo en la vida de las
personas de allí «.
Pero lo tienen.
Y Xakriabá lucha contra esas compañías y contra los prejuicios para salvar a su
pueblo. Para visibilizar su activismo y el de la gente indígena, muchas veces
olvidado. Porque, como recordaba en su discurso de la huelga por el
clima que se llevó a cabo en 2019 en Nueva York,
«no hay diferencia entre una joven activista
indígena como yo y una joven activista sueca como Greta. Nuestro futuro está conectado por las mismas
amenazas de la crisis medioambiental «.
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