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“Casi toda Europa va hacia la derecha. La realidad política helvética no es
excepción en una Europa donde la derecha experimenta un permanente
afianzamiento. En Hungría, por ejemplo, el predominio
ideológico de Víctor Orban ha sido, desde su
mandato inicial como primer ministro en 2010, un
referente para esta consolidación. Que también se expresa en la consolidación
de Marina Le Pen en Francia, con posibilidades de reemplazar a Macron al final de su mandato. Y con la llegada al Gobierno de Italia, en septiembre de 2022, de Giorgia Meloni y los sectores más ultras del espectro político
peninsular. En esta misma dirección, Suecia, Finlandia, Grecia y Eslovaquia, entre otros países, ven consolidarse fuerzas
conservadoras en sus ejecutivos o sus parlamentos. Casi milagrosamente, el socialismo español –ligado a otras fuerzas de izquierda y autonomistas– ha podido, hasta ahora,
evitar la instalación del derechista Partido Popular con
su aliado ultra, el Partido VOX. Sin embargo, hasta fines de octubre las fuerzas
de izquierda y autonómicas aún no han logrado conformar un Gobierno
progresista. Escenario complejo de un continente en
zozobra en momentos en que la guerra Rusia-Ucrania y
el conflicto que acaba de estallar en el Medio Oriente no
hacen más que reforzar las fuerzas más ultras y reaccionarias en cada país. El impacto de estas guerras tan cercanas no hace más
que reforzar los altos presupuestos militares; los paulatinos recortes de los
gastos para el bienestar social; el miedo a lo “diferente”,
es decir, los extranjeros, y una creciente consolidación de las posiciones más cerradas y nacionalistas, promotoras de un
conservadurismo en alza.
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EN LOS ALPES TAMBIÉN SE GIRÓ HACIA LA DERECHA.
La tendencia conservadora se
refuerza en gran parte de Europa.
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Por Sergio Ferrari | 30/10/2023 | Europa
Fuente. Revista Rebelión lunes 30 de octubre del 2023.
Las
movilizaciones sociales impactan poco en las urnas.
Entre las
masivas movilizaciones en defensa del salario y el clima, ambas en septiembre,
y el resultado de las elecciones nacionales el 22 de octubre, parecen existir
dos Suizas diferentes.
Una es la nación
de las movilizaciones sociales, que repuntaron significativamente la
segunda mitad del año y que el 16 de septiembre reunieron en Berna a 20 mil personas en defensa del salario y las
jubilaciones. Y el 30 del mismo mes, a 60 mil manifestantes
que le exigieron al Gobierno medidas urgentes y más comprometidas contra el calentamiento global. La otra, la nación que fue a las
urnas tres semanas después para elegir diputados
y senadores, con resultados que empujan a la Suiza institucional
un poco más hacia la derecha.
Ese día votó, solamente, uno de cada dos empadronados. Los suizos no se desesperan por visitar el cuarto oscuro, debido, en gran medida, a que cuatro veces por año son convocados a pronunciarse sobre iniciativas populares, referendos, nuevas leyes y presupuestos municipales. La participación electoral suiza, que no es obligatoria por ley, sigue siendo muy baja. En esta contienda participó el 46,6% de la ciudadanía (un leve aumento con respecto al 45,1% hace cuatro años).
Votos son amores.
Casi uno de
cada tres votantes helvéticos votó por la conservadora Unión Democrática de
Centro (UCD), que ganó 9 escaños para llegar a 62, lo cual representa poco
menos del 29% del electorado. La segunda fuerza, también en leve ascenso, fue
el Partido Socialista, de sesgo socialdemócrata, con dos nuevas bancas, para
alcanzar un total de 41, lo cual representa el 18% de los votantes. La nueva
legislatura entra en funciones el 10 de diciembre y funcionará hasta 2027.
El Partido
de Centro (ex democratacristiano) consolidó su fuerza con 29 bancas, en tanto
que los liberales radicales (partido de la gran empresa) contarán con 28
diputados. Los grandes perdedores fueron el progresista Partido de los Verdes,
con 23 bancas (una pérdida de 5) y los centristas Verdes Liberales, que deberán
contentarse con 10 escaños (seis menos que antes).
Aunque la
distancia entre la extrema derecha y los socialistas no es tan grande, la
realidad global es otra. De las 200 bancas, las 64 socialistas y verdes
seguirán siendo minoría en el Consejo Nacional (Cámara de Diputados). El resto
del espectro político, del centro a la extrema derecha, controlará más de las
dos terceras partes del poder en la Cámara Baja. Este mismo abanico de
centro-derecha asegurará para el periodo 2023-2027 una cómoda mayoría en el
Consejo de los Estados (Senado), a pesar de que la composición definitiva del
mismo (46 escaños) se definirá a mitad de noviembre, cuando se realice la
segunda vuelta en varios de los Cantones (provincias o Estados) donde ninguna
fuerza política logró alcanzar una mayoría absoluta en la primera vuelta.
Adicionalmente, el 13 de diciembre este nuevo Parlamento elegirá el Ejecutivo colegiado de siete miembros para los próximos cuatro años. Siguiendo la lógica de la “fórmula mágica” que impera y rige la vida institucional helvética desde la Segunda Guerra Mundial, no se presagian cambios significativos en la composición del Ejecutivo. Dicha fórmula establece que cada uno de los tres partidos con más porcentaje de votos cuenta con dos consejeros federales (por el momento, UDC, socialistas y liberales radicales), mientras que a la cuarta fuerza le corresponde solamente uno.
Agenda de sociedad, motivaciones del
voto.
El tema de
la migración tuvo un peso decisivo en las recientes elecciones, tal como lo
confirma una encuesta postelectoral realizada por la prestigiosa
firma Sotomo, con sede en Zúrich https://sotomo.ch/site/fr/angebot/recherche-sur-lopinion-publique/.
Así lo reconoció el 26% de los encuestados.
Muy de
cerca, en un segundo lugar, el aumento del seguro médico, que hace unas pocas semanas aumentó
casi un 10% para 2024.
Como lo
afirman los analistas de Sotomo, no sorprende
que la ultraderechista Unión Democrática de Centro haya
sido la fuerza claramente triunfante en los comicios del 22 de octubre, ya que
su campaña electoral denunció enfáticamente la “actual migración excesiva”.
Para ello empleó un discurso nacionalista, rayano en la xenofobia y el racismo,
acentuando su rechazo a los refugiados y los peticionantes de asilo.
Con
particular habilidad electoralista, en junio pasado la UDC
lanzó la iniciativa popular federal «¡No a una
Suiza de 10 millones!», o “Iniciativa de
sostenibilidad”. Según la misma, “la población
residente permanente en Suiza no debe
exceder los 10 millones de personas antes del
año 2050” (actualmente la población supera los
8.7 millones).
A partir de
ese año el Consejo Federal, es decir, el
ejecutivo colegiado, podrá adaptar anualmente mediante ordenanzas este valor
límite en función del crecimiento demográfico natural. La población
permanente incluye a todas las personas de nacionalidad helvética con
residencia principal en Suiza, así como a todas aquellas de nacionalidad
extranjera que poseen un permiso de residencia de una duración mínima de doce
meses (https://www.bk.admin.ch/ch/f/pore/vi/vis555t.html).
Según la encuesta de Sotomo, al centrar su discurso en la necesidad de un control rígido de la migración la UDC logró movilizar no solo a su propio electorado, sino también ganar nuevos seguidores. La UDC se pronuncia desde años contra la adhesión de Suiza a la Unión Europea, argumentando que el desarrollo helvético es mucho más alto y significativo que el del resto de Europa, cuya situación es compleja e incierta. A pesar de la enorme dependencia comercial de Suiza de sus vecinos continentales, la ultraderecha sostiene que “Europa va mal y Suiza va bien”. Simplificando realidades, la ultraderecha argumenta, además, que los problemas actuales de Suiza, como la inflación y el aumento de los costos sociales y de la salud se deben, fundamentalmente, a la excesiva presencia de extranjeros en el país, muchos de los cuales, insiste, “vienen para aprovecharse del Estado social” vigente.
Los Liberal radicales Helvéticos.
***
Con respecto
al candente tema de la explosión de las tarifas del seguro de enfermedad –otra
preocupación esencial del electorado–, varios partidos se han pronunciado
críticamente. Sin embargo, ninguno lo hace con la
“atractividad” con que la extrema derecha ha conseguido tematizar el
tema migratorio.
La encuesta de Sotomo también constata que, si bien la crisis
climática constituye el tercer tema de mayor interés (casi el 23% de los encuestados), la misma no logró su
correspondiente expresión electoral. El sector de los verdes (tanto el Partido de los Verdes como el de los Verdes
liberales), los defensores más fervientes de la lucha contra el calentamiento
global, fueron los que más perdieron en las urnas el 22 de octubre.
¿Cómo
explicar esta incongruencia entre una preocupación climática real de un
importante sector de la población suiza, y el castigo electoral contra las
fuerzas políticas que con más energía han abogado por el clima y reivindicado
soluciones concretas y a corto plazo? Una primera
respuesta es que Los Verdes pagan el precio de su propio éxito. En los
últimos años lograron introducir con tan buen éxito la
crisis climática en el debate nacional, que prácticamente todas las
fuerzas políticas nacionales terminaron por adoptarla. En consecuencia, ya no
es más el tema exclusivo de un solo partido. Por otra parte, en 2018 y 2019, justamente antes de las elecciones
nacionales anteriores, cuando las fuerzas verdes experimentaron
un crecimiento explosivo, la defensa del clima se popularizó por toda Europa (y
el mundo entero), con constantes manifestaciones y eventos. El ambiente político entonces fue más propicio que el
actual. Por último, una franja significativa de jóvenes, que con relativa radicalidad se movilizan por las calles a
favor del clima, prefieren no concurrir a las urnas, aunque podrían hacerlo,
desencantados por la lentitud del Estado en sus
respuestas al calentamiento global.
En la actual elección, el impacto de la pandemia, el recrudecimiento de conflictos bélicos como el de Rusia-Ucrania y, desde el 7 de octubre, el de Israel-Palestina, así como la crisis del Credit Suisse, principal entidad bancaria del país, han redefinido los ejes políticos electorales predominantes. Y si bien la crisis climática sigue presente, la preocupación por la situación económica diaria ocupa un espacio mucho más importante. Y en ese terreno, la ultraderecha se mueve con más habilidad, con un discurso más directo y seductor y con propuestas concretas, como la
“de reducir la migración para asegurar un mejor bienestar para la propia población suiza”.
Casi toda Europa va hacia la derecha
La
realidad política helvética no es excepción en una Europa donde la derecha
experimenta un permanente afianzamiento.
En Hungría, por ejemplo, el predominio
ideológico de Víctor Orban ha sido, desde su
mandato inicial como primer ministro en 2010, un
referente para esta consolidación. Que también se expresa en la consolidación
de Marina Le Pen en Francia, con posibilidades
de reemplazar a Macron al final de su mandato. Y
con la llegada al Gobierno de Italia, en septiembre de 2022, de Giorgia Meloni y los sectores más ultras del espectro
político peninsular. En esta misma dirección, Suecia,
Finlandia, Grecia y Eslovaquia, entre otros países, ven consolidarse
fuerzas conservadoras en sus ejecutivos o sus parlamentos. Casi milagrosamente,
el socialismo español –ligado a otras fuerzas de izquierda
y autonomistas– ha podido, hasta ahora, evitar la instalación del
derechista Partido Popular con su aliado ultra,
el Partido VOX. Sin embargo, hasta fines de
octubre las fuerzas de izquierda y autonómicas aún no han logrado conformar un
Gobierno progresista.
Escenario
complejo de un continente en zozobra en momentos en que la guerra Rusia-Ucrania y el conflicto que acaba de estallar en
el Medio Oriente no hacen más que reforzar las
fuerzas más ultras y reaccionarias en cada país. El impacto de estas guerras tan
cercanas no hace más que reforzar los altos presupuestos militares; los
paulatinos recortes de los gastos para el bienestar social; el miedo a lo “diferente”, es decir, los extranjeros, y una
creciente consolidación de las posiciones más cerradas
y nacionalistas, promotoras de un conservadurismo en alza.
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