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“Han desmenuza,
además, las narrativas del régimen neoliberal. Por su carácter privado no generan
comunidad y acaban con la solidaridad y la empatía.
Por ejemplo, la del rendimiento, que "convierte a cada uno en empresario
de sí mismo". "Sin narración comunitaria"
no se genera "lo político en sentido
enfático", la acción común. "Si se compara mi pensamiento con una fruta,
la cáscara y la pulpa son de alemán romántico.
Pero el hueso es una fruta exótica", se definió Han en la entrevista. El libro
no aporta salidas. El origen oriental del pensador resuena en estas
palabras: "Con la actual hiperactividad, que busca espantar el
aburrimiento, nunca alcanzamos un estado de profunda relajación espiritual". El "tsunami
informativo" hace que nuestros órganos sensoriales estén
permanentemente estimulados. No hay "demora
contemplativa" que posibilite el narrar ni la "escucha atenta", dones que perdimos. La base del don de escuchar es, además, olvidarse de uno
mismo.
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Byung Chul Han considera que somos "phono sapiens", seres consagrados "al instante", sin historia.
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"LA CRISIS DE LA
NARRACIÓN".
PARA
BYUNG CHUL HAN, VIVIMOS EN UNA ERA "POSNARRATIVA". Publicó un nuevo libro.
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El filósofo coreano radicado en Alemania
propone en su ensayo una crítica de la forma en que miramos el mundo y a
nosotros mismos, entroncada con el capitalismo. "Contar
historias es venderlas", dice el prolífico autor de La sociedad del cansancio. En ese sentido, señala,
está de moda el storytelling, "el arte de narrar
historias como estrategia para transmitir mensajes emocionalmente".
Por María Daniela Yaccar.
Fuente Página /12 domingo 15 de octubre del 2023.
Byung-Chul Han viene narrando las crisis de este tiempo. Hace poco reveló en una entrevista a El país que escribe tres frases por día. Que el resto del tiempo lo dedica a tocar el piano y a su jardín. Esto explica, en parte, el resultado, la forma de sus libros: un compendio de frases al ángulo, que seduce más por su veta poética que por su rigurosidad argumentativa -motivo por el cual suelen criticarlo, pero no válido para desmerecer su trabajo-. La crisis con la que se mete el coreano en su último libro publicado en la Argentina tiene que ver con la forma en que miramos el mundo y a nosotros mismos, entroncada -como todo, tal vez- con el capitalismo. La crisis de la narración se titula el ensayo editado por Herder.
Es breve, como todos sus libros; poco más de 100 páginas que se leen de una manera que
posiblemente a Han no le gustaría: de un tirón.
"Hoy
todo el mundo habla de narrativas. Lo paradójico es
que el uso
inflacionario de las narrativas pone de manifiesto una crisis de la narración misma", dice en las primeras líneas, en las que ya establece una
oposición que estará presente durante todo el libro: narrativas versus
narración. Vivimos en una era posnarrativa. Está de moda el storytelling, "el arte de narrar historias como
estrategia para transmitir mensajes emocionalmente", concepto utilizado en
el periodismo, el marketing
y la publicidad, y que Han aplica
también a las redes
sociales y la política. Es el modo que encontró
el capitalismo para apropiarse de la narración ("contar historias es
venderlas") y, es -en una definición extrema- "un síntoma patológico".
En otros tiempos, las narraciones "nos acomodaban en el ser": daban
sentido, sostén, orientación a la vida.
Eran "capaces de transformar el mundo" y hasta de "descubrir en él nuevas dimensiones"; expresaban "el modo de sentir de una época". "(...) Con su verdad intrínseca, son lo contrario de las narrativas aligeradas, intercambiables y devenidas contingentes, es decir de las micronarrativas del presente, que carecen de toda gravitación y de toda pretensión de verdad", contrasta el filósofo.
Fiel a su estilo, no es
informativo ni ilustrativo. Ejemplos y categorizaciones van plasmándose
de manera caótica a lo largo del texto. Para dar una idea: ejemplos de grandes narraciones son, para Han, la religión, viejas tesis
filosóficas como la planteada por Marx en
el Manifiesto Comunista o el psicoanálisis
de Freud. Ahora, da a
entender, no hay nada que explique, ordene, una. No hay
relato, porque no hay pasado. No hay comunidad.
No hay historia, entonces tampoco hay esperanza de futuro.
A la filosofía actual la cuestiona (está
en "decadencia"). Quizá sobre la religión podría decir más: sigue teniendo su peso. Habla de las narrativas de populismos, nacionalismos, extremas
derechas y las conspiranoicas como "ofertas de
sentido e identidad" que no desarrollan una "vigorosa fuerza de cohesión".
La nostalgia está mal
vista. Por suerte,
Han no le teme:
"Hace
tiempo que se apagó el fuego de campamento. Lo reemplaza la pantalla digital,
que aísla a las personas, convirtiéndolas en consumidores (...). Ni siquiera
las stories o historias que se publican en las plataformas
sociales pueden subsanar el vacío narrativo. No
son más que autorretratos pornográficos o
autoexhibiciones, una manera de hacer publicidad
de sí mismos. Postear, darle al botón de 'me
gusta' y compartir son prácticas consumistas
que agravan la crisis narrativa".
El síntoma más temprano de la crisis de la narración -repasa, citando a Benjamín, su gran aliado en este libro- es el "florecimiento del género novelesco", a comienzos de la Modernidad. La narración crea comunidad; la novela surge de la soledad y el aislamiento. La novela hace "análisis psicológico"; la narración es descriptiva, no explica. Pero su final definitivo responde a la proliferación de información propia del capitalismo, un tema que ya había abordado en el imperdible Infocracia.
A través del storytelling,
la información
"trocea" el tiempo, reduciéndolo a una "mera sucesión de instantes
presentes", en contraposición al "continuo temporal" de la narración.
"El lector de periódicos no atiende más que
a lo inmediato. Su atención se reduce a la curiosidad", señala Han. Salta de una novedad a la siguiente. Ha perdido
la mirada "prolongada" y "posada". Una
narración, que porta la "aureola" de "lo prodigioso y enigmático", perdura en
el tiempo. Una información se agota enseguida.
Otro eje interesante es el planteo de la imposibilidad de narrarnos verdaderamente a nosotros mismos -problema
que comenzó en la Modernidad y que reflejaron Proust y Heidegger-,
aunque nos quedan los refugios de la psicoterapia y el psicoanálisis. Somos phono
sapiens, seres consagrados "al
instante", sin historia. Las stories que
contamos en Instagram o Facebook no son narraciones, sino informaciones visuales que
desaparecen rápidamente. Las redes trabajan
aditivamente, no narrativamente. Las selfies anuncian "el final del hombre que carga con un destino y una historia". Las
tomadas en funerales son el paroxismo de la idea
de la ausencia de la muerte.
El phono
sapiens desconoce "el despliegue de la existencia
entera", que abarca el tiempo de vida comprendido entre el nacimiento y la
muerte. Cree que sólo está jugando, pero
en realidad "lo están explotando y lo manejan por completo", le
extraen datos en un "panóptico digital".
Han desmenuza, además, las narrativas del régimen neoliberal. Por
su carácter privado no generan comunidad y acaban con la solidaridad y la empatía. Por ejemplo, la del
rendimiento, que "convierte a cada uno en empresario de sí mismo".
"Sin narración comunitaria" no se
genera "lo político en sentido enfático",
la acción común.
"Si
se compara mi pensamiento con una fruta, la
cáscara y la pulpa son de alemán romántico. Pero el hueso es una fruta
exótica", se definió Han en la entrevista. El libro
no aporta salidas. El origen oriental del pensador resuena en estas
palabras: "Con la actual hiperactividad, que busca espantar el
aburrimiento, nunca alcanzamos un estado de profunda relajación espiritual".
El "tsunami informativo" hace que nuestros órganos sensoriales estén permanentemente
estimulados. No hay "demora contemplativa"
que posibilite el narrar ni la "escucha
atenta", dones que perdimos. La base del
don de escuchar es, además, olvidarse de uno mismo.
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