&&&&&
“Amnistía
Internacional, organización que no puede
ser tildada de oficialista, realizó una visita especial a Jujuy,
entrevistó a más de cien personas y confirmó la vulneración sistemática de
derechos: “La Policía de Jujuy respondió
con uso de la fuerza indiscriminada en contra de quienes protestaban por sus
derechos. Nuestra investigación apunta a
cómo las autoridades
provinciales han forjado un ambiente hostil para que la población jujeña ejerza su derecho a protestar pacíficamente”.
Como en Jujuy, y en un contexto de crisis climática —con temperaturas extremas y olas de
calor que sacuden el planeta—los partidos mayoritarios
de Argentina insisten con la misma receta de hace 200 años: exportar materias
primas, explotar la naturaleza, incluir
territorios a la economía extractiva.
Javier Milei directamente niega el cambio climático y hace pocas semanas
sentenció que «una empresa
puede contaminar un río todo lo que quiera». Afirmó que el valor del agua es «cero»
y propuso la apropiación de ese bien por parte de
las empresas. Sergio Massa, en uno de sus
últimos spots, propone: «Tenemos litio, gas y petróleo.
Tenemos campo». Y, sobre hechos consumados, su pago
chico (Tigre) es el paraíso de las grandes empresas inmobiliarias que destruyen humedales. Por su parte, Patricia Bullrich se mostró en contra de
nacionalización del litio, pero a favor de
explotarlos. Sobre la megaminería dijo en Twitter: «Será una de las
palancas del gran impulso productivo que necesitamos para salir del atraso y la pobreza». Es central
recordar su accionar con la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel.
/////
*****
PUEBLOS
INDÍGENAS, DEMOCRACIAS Y TERRITORIOS.
*****
Por Darío Aranda | 16/10/2023 | Ecología social
Fuente. Rebelión lunes 16 de octubre del 2023.
En
tiempos de elecciones, avances de opciones de derecha y democracias en crisis, los pueblos indígenas plantean otros modelos de vida: sin explotar la naturaleza, con solidaridad,
complementariedad y reciprocidad. El genocidio negado, el racismo estructural,
los gobiernos extractivos y pueblos milenarios que marcan caminos.
«Los argentinos llegamos de los barcos», afirmó Alberto Fernández en
junio de 2021. «En Sudamérica todos somos
descendientes de europeos», definió Mauricio Macri en
enero de 2018. «Somos hijos, nietos y bisnietos
de inmigrantes. Esto es la Argentina», aseguró Cristina
Fernández de Kirchner en abril de 2015. Los
últimos tres presidentes de Argentina insistieron en la zoncera que recorre el
imaginario de un sector importante de la sociedad: que
al país lo hicieron solo los inmigrantes de Europa. Y niegan que Argentina sentó sus
bases en un genocidio de los pueblos indígenas,
que incluyó campos de concentración, robo de bebés,
secuestro de personas, desaparecidos, torturas y
asesinatos masivos.
Con el
agravante de que no hubo un «nunca más» para
esos crímenes. Quizá por eso se explique que aún, 140
años después del inicio de la (mal llamada) Conquista
del Desierto, el acontecer de los pueblos indígenas transite entre el
racismo estructural que padecen, la represión ejecutada por el aparato estatal
y el despojo territorial, elemento central de
las políticas económicas y cuasi botín de guerra de todos los gobiernos de
turno.
No es casual:
los sucesivos presidentes y presidentas basaron
su modelo económico en explotar materias primas, como en tiempos del «granero del mundo», finales del siglo XIX. Megaminería, agronegocio, petróleo, monocultivo forestal —entre
otras— son las actividades centrales para obtener divisas para las arcas estatales.
Todas
estas actividades requieren de territorios de sacrificio. Justamente donde
viven, desde hace generaciones, los pueblos indígenas. Aunque
existe frondosa legislación que
debiera frenar el extractivismo
(y proteger a las comunidades
originarias), el Poder Judicial mira para
otro lado.
«Para este sistema, ser indígena hoy es ser subversivo», explicó alguna
vez Jeremías Chauque, mapuche, músico, productor de alimentosa
sanos, desde su ruka en Desvío Arijón. ¿Por qué?
Porque los pueblos originarios cuestionan el extractivismo no solo
discursivamente, sino también con el cuerpo: «Nunca aceptaremos el extractivismo. Y vamos a morir
luchando contra las mineras, petroleras, empresas
transgénicas. Por eso nos consideran un peligro». Y, al mismo tiempo, cuestionan al sistema, al capitalismo, donde la explotación de materias primas
es un engranaje central.
El
diaguita Javier Chocobar (Tucumán), el abuelo
qom Roberto López (Formosa) y el mapuche Rafael Nahuel (Río Negro) son sólo
algunos de las víctimas fatales de los últimos
años. También se suman Cristina Lincopan (joven
mapuche
fallecida en Neuquén por la contaminación
petrolera) o Néstor Femenía, niño wichí muerto en
Chaco por desnutrición y falta de asistencia
médica básica.
Imposible resumir las situaciones de gravedad y de lucha de los pueblos indígenas de Argentina. La última sistematización de conflictos territoriales (año 2019) fijaba un piso de 183 casos, donde las comunidades indígenas defienden los territorios frente a empresas mineras, agropecuarias, petroleras e inmobiliarias, entre otras. También, claro, frente al Estado (municipal, provincial y nacional).
Foto: Nicolas
Pousthomis / agenciatierraviva
Dos
hechos sobresalen en tiempos de un nuevo 12 de octubre y de elecciones presidenciales:
—El juicio por el asesinato de Rafael Nahuel, joven de 22
años, quien recibió un disparo por la espalda de
agentes de la Prefectura comandada por Patricia Bullrich en noviembre de 2017. Luego de seis años del hecho, y con los
prefectos en libertad, la semana pasada el juez
Alejandro Silva (Tribunal Oral Federal de General Roca) escuchó las voces mapuches: integrantes del Lof Lafken Winkul
Mapu, familias y amigos de Rafael Nahuel. Un
síntoma: las audiencias pasan casi desapercibidas por los grandes medios de comunicación, para el gobierno
nacional y, también, por organismos de derechos humanos
(salvo excepciones).
—El Tercer Malón de la Paz, que partió de Jujuy y llegó a la Ciudad de
Buenos Aires el 1 de agosto, mantiene su vigilia frente a la Corte
Suprema de Justicia. Exigen la derogación de la reforma
constitucional de Jujuy (impuesta en tiempo récord, con represión y con
trasfondo de mineras de litio). No
fueron recibidos por los jueces del máximo tribunal ni por los bloques
mayoritarios del Congreso Nacional.
Democracias extractivas, derechos
humanos selectivos y pueblos indígenas
La situación
represiva en Jujuy, para imponer la reforma
constitucional, ameritó denuncias y voces de solidaridad desde el peronismo gobernante.
Enfrente estaba Gerardo
Morales, radical y precandidato a vicepresidente por la alianza Juntos
por el Cambio. Desde el peronismo y aliados esbozaron
una teoría: Jujuy sería el globo de ensayo de un
posible próximo gobierno bajo ese signo político.
Desde asambleas socioambientales respondieron que el Estado represivo para
imponer el extractivismo es un hecho desde hace
tiempo. Incluso, en San Juan y Catamarca, se
denuncia la «dictadura
minera», en total complicidad de los gobiernos y jueces/fiscales con las
empresas extractivas.
Luego de las PASO, y tras el golpe electoral de la ultraderecha de Javier Milei a
Unión por la Patria y Juntos
por el Cambio, el candidato Sergio Massa llamó
(en un acto público en Salta) a «un gobierno de
unidad», donde incluso alabó al gobernador Gerardo Morales.
Amnistía
Internacional, organización que no puede ser tildada de
oficialista, realizó una visita especial a Jujuy, entrevistó a más de cien personas
y confirmó la vulneración
sistemática de derechos:
“La Policía de Jujuy respondió con uso de la fuerza indiscriminada en
contra de quienes protestaban por sus derechos. Nuestra
investigación apunta a cómo las autoridades
provinciales han forjado un ambiente hostil para que la población jujeña ejerza su derecho a protestar pacíficamente”.
Como en Jujuy, y en un contexto de crisis climática —con
temperaturas extremas y olas de calor que sacuden el planeta—los partidos mayoritarios de Argentina insisten con la
misma receta de hace 200 años: exportar materias primas, explotar
la naturaleza, incluir territorios a la economía extractiva.
Javier Milei directamente niega el cambio climático y hace pocas semanas
sentenció que «una empresa
puede contaminar un río todo lo que quiera». Afirmó que el valor del agua es «cero»
y propuso la apropiación de ese bien por parte de
las empresas.
Sergio
Massa, en uno de sus últimos spots, propone: «Tenemos
litio, gas y petróleo. Tenemos campo». Y, sobre hechos consumados, su pago chico (Tigre) es el paraíso de las grandes
empresas inmobiliarias que destruyen humedales.
Por su parte,
Patricia Bullrich se mostró en contra de
nacionalización del litio, pero a favor de
explotarlos. Sobre la megaminería dijo en Twitter:
«Será una de las palancas del gran impulso productivo
que necesitamos para salir del atraso y la pobreza». Es
central recordar su accionar con la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel.
Myriam Bregman (del FIT-U) es la única que cuestiona claramente el extractivismo.
Foto: Jaime
Carriqueo
Mauro
Millán, lonko del Lof Pillan Mahuiza (Corcovado, Chubut), explica que el contexto actual
es de «apogeo del capitalismo extractivista»,
donde el Pueblo Mapuche rema a contracorriente. «¿Qué pretendemos? El Estado solo piensa en términos
de conflictividad. Nosotros aclaramos que tiene
que darse un diálogo político, porque no se trata solo de un conflicto
perimetral, tienen que entender que es mucho más que eso. Tiene que aceptar
algún tipo de espacio para discutir frente a la diferencia, buscar soluciones reales, pero jamás se logrará con represión, persecución, negación, encarcelamiento y muerte, como han actuado los gobiernos hasta este
momento».
Recuerda que se trata
de un pueblo milenario que muchos creían casi
desaparecidos, pueblo que sufrió la violencia estatal mucho antes que las
dictaduras.
«Y,
pese a todo, es un pueblo que mantiene
su vitalidad, demanda derechos, proyecta su sociedad», afirma.
Marcos
Pastrana, abuelo diaguita de Tucumán,
realiza la lectura histórica y
la une al presente:
«Durante la colonia hubo un reparto de regiones y riquezas. El capitalismo actual reconfigura nuevamente el mapa de América, hay un nuevo reparto por intereses económicos, las multinacionales legislan por nuestros legisladores, y éstos sirven a los intereses de esas empresas sin ningún recato».
Con
500 años de violencia y extractivismo, Pastrana afirma que
los cambios reales no pasan por las elecciones, sino por «un
cambio de la conciencia natural», un saber de los pueblos
originarios que implica un «despertar» basado en
tres conceptos: solidaridad, complementariedad y reciprocidad. Y, sobre
todo, con un vínculo que desde el poder no se
quiere entender:
«La tierra es nuestra madre y pertenecemos a ella. Nadie nos puede desarraigar
de nuestra Pacha. Nuestra cultura, nuestra cosmovisión, es la única valla de contención que tenemos para
resistir».
Esta
producción periodística por el 12 de Octubre es compartida por Agencia Tierra
Viva, ANCAP, Anred y Revista
Cítrica.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario