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“Usted habla de las contradicciones del poder mediático, un enfoque dialéctico que cuestiona
enfoques deterministas y mecanicistas que sólo ven los medios en términos de
control social. Propone centrarse también en las posibilidades de acción, de
cambio, de intervención, de democratización. Es un enfoque
optimista. Aunque no siempre me sienta optimista, hay un optimismo subyacente
porque las situaciones nunca son estables. Eso lo aprendimos de Gramsci. Se puede teorizar sobre la hegemonía todo lo que se quiera, pero, por favor, no
pienses en la hegemonía sólo como una herramienta mediante la cual se produce
el consenso. Como revolucionario, Gramsci señaló que la hegemonía
no es algo establecido. La cuestión siempre reside en cómo explotar esas
contradicciones. ¿Cómo ensanchar las grietas? ¿Cómo llevar a la gente corriente
a ese escenario?
“Supongo
que este optimismo subyacente es extraño, porque la mayor parte del tiempo nos dedicamos a
criticar a los medios dominantes. A mí me gusta Succession, producida por HBO, que no podría ser una cadena más comercial. El
sistema de mercado ha producido este programa
maravilloso, pero su atractivo viene de una insatisfacción generalizada
con la lógica de mercado, con las formas extremas del capitalismo. HBO, como una
empresa capitalista, está aprovechando ese tipo de espíritu anticapitalista según el cual estos personajes súper ricos son gente horrible. Además, no
creo que la gente sea un recipiente vacío. Lo que pasa no es simple y llanamente que la propaganda nos llene el cerebro;
también nos resistimos.
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Fuentes: Contexto.
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ES MOMENTO DE DECIR BASTA AL
ABUSO DE PODER DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
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Por 28/10/2023
| Mentiras y medios
Fuentes
Revista Rebelión sábado 28 de octubre del 2023.
Des
Freedman es catedrático en Goldsmiths, University of London y activista por
la reforma democrática de los medios de comunicación en el Reino Unido. Tras su
conferencia en el VIII Congreso “Comunicación y Paz” de
ULEPICC-España (Unión Latina de Economía Política de la Información, la
Comunicación y la Cultura) en la Universidad
Complutense de Madrid, conversamos sobre el estado del sistema de medios
y las posibilidades de avanzar hacia una democracia mediática.
En relación con su trabajo como
docente-investigador ha dedicado mucho tiempo al activismo para la
democratización de los medios, especialmente en la Media Reform Coalition (MRC). ¿Podría recordar a los lectores
de CTXT a qué se
dedica esta coalición?
La MRC se creó para intentar que los medios de
comunicación rindieran cuentas, como un grupo de presión para que el gobierno
desarrollara políticas que abordaran la concentración
de la propiedad de los medios, que introdujeran resortes más eficaces
para apoyar a los periodistas que realmente quieren pedir cuentas al poder
mediático.
¿Qué dificultades han encontrado?
Ha sido muy
difícil porque la reforma de los medios no es un tema del que los propios
medios quieran hablar. Pero no son nuestro público principal: la gente a la que nosotros hablamos son los partidos
políticos, los sindicatos, la sociedad civil, a quienes decimos
“tomad en
serio la propiedad de los medios, la falta de transparencia,
la necesidad de que se responsabilicen, la exclusión de grupos enteros de
personas por motivos de clase o etnia, y empezad a organizaros”.
Si eres un sindicato o un grupo que hace campaña por el medioambiente, tienes que hablar de las representaciones mediáticas, porque mucha gente se entera de lo que pasa a través de ellos. Tienes que situar a los medios y su falta de diversidad en el centro de tu campaña. Si nada cambia, me preocupan también otros movimientos.
Me ha recordado lo que decía Umberto Eco,
seguramente idealizando algo el pasado: los medios de comunicación solían ser
ventanas abiertas al mundo, pero cada vez hablan más de sí mismos: anuncian sus
propios programas, comparten contertulios, se referencian entre sí, etc. Sin embargo,
Eco nunca mencionó que los medios no hablan de sus propietarios e intereses, como los grupos financieros.
¡Están
obsesionados unos con otros! En las cenas de gala y en Twitter,
que parece que existe para que los periodistas y editores puedan hablar entre
ellos. Lo que es mucho más difícil para ellos es dilucidar algunas cuestiones
básicas sobre la concentración de la propiedad de los medios en los que
trabajan.
¿Cómo intentan llegar a sus públicos?
Hemos ido a
muchas conferencias de partidos políticos y
celebramos un festival anual sobre democracia mediática que
reúne a periodistas, activistas y estudiantes universitarios. Hemos
redactado manifiestos,
desarrollado investigaciones y
elaborado informes sobre
a quién pertenecen los medios de comunicación. A veces la publicación de estos
informes ha tenido cierta cobertura, pero la mayoría de las veces hay muy poco
interés por parte de los medios, así que seguiremos insistiendo.
La MRC es una referencia para ULEPICC y
para muchos otros colegas aquí en España y en América Latina. Pero, por ahora,
no se atisba capacidad de lanzar algo similar.
Hay un par de cosas que quisiera decir al respecto. En primer lugar, tomamos algunas de nuestras herramientas del movimiento de reforma mediática en EEUU. Fue realmente inspirador ver el trabajo de construcción de Free Press realizado por gente como Robert McChesney. Fui a un par de sus conferencias. Eran muy grandes y un poco desordenadas. Patti Smith fue la oradora principal en una de ellas. Fue un día fantástico, y realmente atrajeron a otros movimientos, sobre todo a comunidades diversas. Han sufrido altibajos, como muchos otros movimientos, pero hemos aprendido de ellos.
Aumenta la violencia contra la Mujer en Perú. Los Feminicidios se han intensificado en todo el país así como es extrema la desinformación de los Medios concentrados y sirvientes del Poder de turno.
***
Aquí en España teníais posibilidades. En el apogeo de los movimientos sociales, Podemos
podría haber considerado la reforma y democratización de los medios de
comunicación como absolutamente central para ellos. La gente rehúye el tema
porque quieren que el editor de turno les diga “por
favor, venid al programa”.
Tengo que
decir que Jeremy Corbyn, antiguo líder del Partido Laborista, fue una excepción a esta tendencia
y, por ello, fue absolutamente vilipendiado,
crucificado por los medios británicos. Pronunció nuestro discurso de
apertura hace un par de años y expuso estos problemas. Era víctima del acoso de
los medios y lo expuso de todas formas. En general, los actores políticos de primera línea no quieren tocar el poder de los
medios de comunicación porque saben que les morderán. Bueno, quizá a veces te
tienen que morder.
Parece que Podemos consideró la reforma
de los medios como un tema de posible derrota en la batalla por la hegemonía,
así que lo mantuvo fuera de la agenda. Sigue sin aparecer con Sumar.
Eso
reproduce el poder mediático a menos que empieces a decir “basta”. Es maravilloso cuando lo ves, sobre todo en
televisión. Recientemente ha habido muchas huelgas en Gran
Bretaña y un líder sindical, Mick Lynch,
del sindicato de ferrocarriles, que tiene la costumbre de enfrentarse a los
entrevistadores y decirles: “¿Por qué tengo que responder a esa pregunta? ¿Por
qué no me hacen esta otra?”. Con el poder de los medios, hay que decir “espera. Alto. Tenemos que recapacitar”. No es justo
que un número ínfimo de empresas gigantes detenten así el poder mediático. No
puedes llamarte democracia si los medios por los
que nos comunicamos están concentrados en manos de unos pocos. Es como si otras
perspectivas no se consideraran dignas de entrar. No tenemos una democracia si
ese es el caso.
Una de las líneas de trabajo de la MRC
son las políticas públicas mediáticas y culturales. ¿Podría desarrollar?
Estamos
intentando conjugar los abordajes ascendente y descendente. Intentamos diseñar
políticas que desarrollen estructuras mucho más plurales. Esto es un enfoque de
arriba abajo. Hubo una oportunidad cuando se aprobó la ley audiovisual en Reino Unido antes de que la tumbasen. Siempre hay
momentos de oportunidad y, si no se está ahí proponiendo políticas, es un
desperdicio.
Por otro
lado, si todo lo que haces es contribuir a la elaboración de políticas públicas, me preocupa que te conviertas en
otro experto en políticas, en un empollón de las políticas. También se
necesitan la disciplina y la energía de las bases, para facilitar un nuevo tipo
de poder mediático democrático y diverso en el que la gente corriente vea
expresadas sus opiniones. Hans Magnus Enzenberger ya dijo hace 50 y tantos años que las audiencias deben ser los
productores. Tenemos que redescubrir eso. Y, por supuesto, la tecnología
debería permitirnos hacerlo.
En este sentido, Frantz Fanon es realmente importante. Escribió que la radio se convirtió en una herramienta de los oprimidos en la guerra contra los ocupantes franceses en Argelia. También era una herramienta de los opresores, que difundían propaganda. Y, cuando se dieron cuenta de que la voz de los argelinos de a pie podía movilizarse a través de la radio, los franceses intentaron inmediatamente cerrarla, pero no lo consiguieron.
Tampoco hay
que fetichizar. Yo aprenderé de cualquier comunidad
que me diga que las cosas se pueden hacer de otra manera. Quiero aprender de la
clase trabajadora de Gran Bretaña tanto como de
la fantástica historia de democratización mediática en América
Latina, y de gente como Fanon teorizando
sobre Argelia. Juntando todo eso se consigue
tener una panorámica de la situación, porque hay una relación entre los
movimientos sociales y los estratos gubernamentales y empresariales de alto
nivel. Tu visión de lo que es posible proviene de lo que ha hecho la gente corriente,
pero, al mismo tiempo, intentas utilizarlo para decir que las cosas también
tienen que cambiar en la cima.
Usted habla de las contradicciones del poder mediático, un enfoque dialéctico que cuestiona
enfoques deterministas y mecanicistas que sólo ven los medios en términos de
control social. Propone centrarse también en las posibilidades de acción, de
cambio, de intervención, de democratización.
Es un enfoque
optimista. Aunque no siempre me sienta optimista, hay un optimismo subyacente
porque las situaciones nunca son estables. Eso lo aprendimos de Gramsci. Se puede teorizar sobre la hegemonía todo lo que se quiera, pero, por favor, no
pienses en la hegemonía sólo como una herramienta mediante la cual se produce
el consenso. Como revolucionario, Gramsci señaló que la hegemonía
no es algo establecido. La cuestión siempre reside en cómo explotar esas
contradicciones. ¿Cómo ensanchar las grietas? ¿Cómo llevar a la gente corriente
a ese escenario?
Supongo que
este optimismo subyacente es extraño, porque la mayor parte del tiempo nos
dedicamos a criticar a los medios dominantes. A mí me gusta Succession, producida por HBO, que no podría
ser una cadena más comercial. El sistema de mercado ha producido este programa maravilloso, pero su atractivo viene de una
insatisfacción generalizada con la lógica de mercado, con las formas extremas
del capitalismo. HBO, como una empresa capitalista, está aprovechando ese
tipo de espíritu anticapitalista según el cual
estos personajes súper ricos son gente horrible.
Además, no
creo que la gente sea un recipiente vacío. Lo que pasa no es simple y
llanamente que la propaganda nos llene el cerebro; también nos resistimos.
Parece que hay más creatividad, libertad
y diversidad en la ficción y el entretenimiento que en la información, donde el
control es mucho más férreo, especialmente con las guerras y los temas
relacionados con el poder de las élites. Aun así, también ha analizado las
contradicciones en el ámbito de la información y el periodismo.
Hace exactamente 20 años, cuando la guerra de Irak estaba teniendo lugar, Estados Unidos y Gran Bretaña estaban lanzando cantidades devastadoras de bombas y ocupando el territorio, y todos sabemos qué consecuencias tuvo esto. El Daily Mirror, uno de los mayores tabloides, lanzó una serie de portadas realmente polémicas, casi antiimperialistas. El editor del diario era Piers Morgan, a quien probablemente no asociarías con un antiimperialista. ¡No lo es! Pero se encontraba en una situación compleja, en la que el sentimiento antibélico de millones de personas en todo el mundo estaba creciendo. En este contexto fue posible que un periódico de gran tirada publicara en portada fotos de Tony Blair con las manos manchadas de sangre. Necesitamos redescubrir los movimientos sociales –el movimiento por la paz, el movimiento contra la guerra–, y al mismo tiempo asegurarnos de que nuestras demandas hacia los medios de comunicación estén claras.
Ha sido uno de los ponentes principales
de nuestra conferencia sobre comunicación y paz. ¿Podría darnos unas pinceladas
de cómo ve las relaciones entre los medios de comunicación y el binomio guerra
y paz?
Aquí hemos
hablado de comunicación y paz, pero la verdadera
discusión es sobre los medios y la guerra, porque la guerra
vende, y la paz no.
¿Quién quiere informarse sobre la paz? El modelo de negocio de los medios está
mucho más orientado hacia el conflicto: basta con pensar en toda la cuestión
del terrorismo posterior al 11-S, que siempre se
enmarcó como un asunto de seguridad nacional y de defensa contra el terror. El
miedo vende, mientras que la paz es algo difícil de vender.
¿Qué
diablos significa eso? En la era nuclear la paz debe ser el asunto número
uno. Ahí deberían ir la mayoría de las energías de los medios, los académicos y los movimientos
sociales, pero la lógica empresarial de los medios no favorece la paz y,
además, hay demasiados gobiernos a los que les pone nerviosos que se les
presente como amantes de la paz o débiles. Hay
que tener en cuenta las íntimas conexiones entre los estamentos militares y los
gobiernos: están tan arraigadas que estamos
luchando todo el tiempo para que la paz parezca un objetivo deseable. Lo vemos
con la guerra en Ucrania. No hay apenas ningún
cuestionamiento a la idea de que existe un consenso tácito para seguir armando
a Ucrania, sean cuales sean las consecuencias.
Hay
periodistas muy valientes que han ido a cubrir guerras y han sacado a la luz
comportamientos terribles. La guerra de Estados Unidos en Vietnam
tuvo algunas de las portadas más nefastas, glorificando
la invasión, pero también hubo coberturas realmente valientes.
Es similar a la guerra de Irak: debido al
creciente movimiento antibelicista y a las fisuras en el ejército, las cadenas
de noticias empezaron a ponerse nerviosas y a plantearse preguntas como “¿vamos a ganar la guerra? ¿Debemos quedarnos?”. Estoy
a favor de exacerbar esas tensiones todo el tiempo para asegurarnos de que las
voces contra la guerra y las perspectivas a favor de la paz salgan adelante.
En los medios hay falta de debate sobre
posibles soluciones negociadas a la guerra en Ucrania. Hacen periodismo de
guerra, pero ¿qué piensa del periodismo de paz?
El
periodismo de paz es valioso de muchas maneras, como en su desafío de las
nociones aceptadas de objetividad e imparcialidad. Ha ayudado a decir: “un momento, ¿existe el periodismo objetivo?” Es muy
útil porque aborda las causas profundas del conflicto. Pero, al mismo tiempo,
no estoy seguro de que llame la atención sobre las causas
profundas del abuso de poder de los medios de comunicación. Ahí falla. Por
eso me gustaría trabajar a partir del periodismo de paz,
pero también ampliarlo.
Joan
Pedro-Carañana es profesor en el Departamento de Periodismo y
Nuevos Medios de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Transcripción
y traducción: Iván Navarro Flores (UCM).
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