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OPINION,
RESPETO EL TRABAJO PUBLICADO, PERO NO COMOPARTO EL TÍTULO Y OTROS ASPECTOS. Debemos tener más cuidado, en relación a la
Doctrina Política sobre la Democracia. Igual siguiendo la "corriente del
autor" estaríamos hablando de una DEMOCRACIA
COSTEÑA, de una DEMOCRACIA de la SELVA o DEMOCRACIA de los PUEBLOS ORIGINARIOS. Hace más de una década, en los
estudios de Investigación que realizamos en los Pueblos
Andinos descendientes directos del CONTISUYO -
algunos pueblos del sur andino, la gran mayoría - encontramos y sigue hoy
vigente básicamente en interés COMUNITARIO,
presente en el sector agrario, pequeña agricultura y agricultura familiar,
ganadería, es la llamada DEMOCRACIA ASOCIACIONISTA -
presente en los Pueblos en la siembra y cosecha, en la marca del ganado, en la
construcción de Vivienda o el WHASCHACO. Los
compadres más familiar - reparto, uso del AGUA.
Faenas agrícolas, (arreglo de acequias, tomas, cuencas, etc.)
Hasta
los años 60 siglo XX la Plaza Pública -
generalmente llamada Plaza de Armas - eran tiempos donde la PALABRA – del poblador, “valía
oro” - era la mejor Garantía de Responsabilidad del Pueblo, y CONFIANZA del Ciudadano, eran tiempos en que los ALCALDES era la "autoridad" más representativa,
o el mejor Vecino del Pueblo - No eran pagados
por el Estado-. Tiempos donde los comunicados de Alcaldía lo daban con un "Pregonero" o persona del Municipio que iba
leyendo esquina por esquina los acuerdos del Municipio. Tiempos de "cero en CORRUPCIÓN"
Era
la Plaza de Armas, el centro de concentración de la Población para
exigir construcción de Carreteras, Pedido de EDUCACION, creación de Escuelas
y Colegios los locales por lo general ellos, el pueblo - Distrito, Anexo o Barrio ellos lo construían -
Hospital o Centros de SALUD. También la forma
como se organizaban y la responsabilidad que asumían en las Fiestas Religiosas y las Jubilares (Aniversarios) etc.
y un largo etc. Todo en beneficio de la COMUNIDAD,
el espíritu Comunitario era central en la forja de CIUDADANÍA
PARTICIPATIVA, ACTIVA y un LIDERAZGO COMUNITARIO, aún presente en Pueblos, Comunidades. (continúa presente y seguimos
estudiando).
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DEMOCRACIA ANDINA O FORMAL.
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Por Pablo Najarro Carnero.
Fuente. Otra Mirada Lima martes 23 de
abril del 2024.
En una reciente conversación sobre construcción de ciudadanía en Puno, salió a colación el tema y concepto de democracia en modo crítico, a propósito de una exposición previa. Y había mucha razón en plantearlo.
Hablamos siempre de democracia desde el concepto griego
y mundialmente aceptado. Es impuesto como camisa
de fuerza para cualquier estado, sea este de oriente u occidente. Y la
pregunta es si en el Perú, específicamente, en
el mundo andino, ¿podemos aplicar en todos sus extremos los principios del
concepto? Planteo el tema para ahondar en la discusión.
Quiero comparar entre el
concepto helénico aceptado
como país y la vivencia consuetudinaria de nuestro mundo andino, que también puede – y podría – ser
considerado como un ejercicio mejor de democracia del
que estamos manejando.
Comencemos por la elección de
autoridades.
Cada cuatro o cinco años en el sistema, llamémosle formal, se elige a quienes
nos representarán o gobernarán. Para llegar a ello, quienes quieran representarnos
o gobernarnos, se mostrarán – marketearán – ante
nosotros, para decirnos que tienen los pergaminos para votar
por ellos. Pocos dicen la verdad, la
mayoría, con ayuda de los medios de comunicación concentrados,
se mostrarán como objetos del deseo de nuestro voto. Y,
votaremos por ellos. ¿Qué después nos
decepcionen?
Bueno, que el electo/a haga lo contrario de lo que prometió,
no hay manera de resolverlo. Ya fuimos.
La elección en la “democracia formal” es a través de una votación obligatoria y coercitiva. ¡Vaya coincidencia! En la Andina, también lo es. La formal te obliga y, si no votas, te multa y te restringe tus derechos sociales, económicos y hasta contractuales.
En el sistema andino, la
comunidad – polis – que no ha entrado al sistema “democrático”, el tener una autoridad o representatividad
es por elección – no votación – de la misma comunidad. Ninguno se presenta como
candidato. No hace campaña. Peor aún, no será
bien visto que se auto proponga. Los miembros de
la comunidad proponen nombres bajo responsabilidad, es decir, que la propuesta tenga un
fundamento. Lo usual es que el propuesto tiene un historial – CV – comunitario. Ha pasado por encargos menores en los que ha
demostrado su capacidad en el ejercicio de las funciones encargadas. Demás explicar todos los
adjetivos. La comunidad consensua – no vota – y decide que el designado será
quien asuma el cargo o representatividad.
La elección de un cargo en la democracia
andina, dicho ut supra, es a través de un consenso. Lo grave – si vale
el término– de lo anteriormente dicho es que el elegido no puede negarse a
asumir el cargo. El hacerlo le acarrearía una
sanción o desmerecimiento dentro de la comunidad y su
familia. Negarse le supondría no tener beneficios que la comunidad consiga
para sí misma. No hay eso de lo que se vive en la “democracia
formal” el de por esta vez paso.
Más aún, toda la comunidad – sin excepción – se obliga a apoyarlo
en el ejercicio de su función. No hay entre la comunidad eso – tan “democrático” – de “yo no
estuve de acuerdo en su elección” y por eso no lo apoyo. Fue elegido por
la comunidad y todos “tienen” – no es que “sienten” – el deber de apoyarlo.
¿Qué hay en lo anteriormente
dicho? Uno
podría decir que se coacciona a la función política – de la polis como comunidad – a asumir una función. ¿Por qué no? La pertenencia a una comunidad familiar, comunal o social supone que sea
parte activa de la misma. En el mundo andino hay
una ley no escrita, llamémosla ancestral de lo
dicho. Desde nuestra mirada occidental, las obligaciones y derechos son de ida
y vuelta.
Sobre el ya entendido concepto de diálogo como constructor de democracia. La formal considera que esta se logra a través de un debate, un torneo de posturas, sean estas personales o partidarias. Sean estas verdaderamente democráticas o ideológicas. Hoy en la formal, económicas y delincuenciales. El que tiene más recursos lingüísticos, además del marketeo, se mete al bolsillo al elector.
La decisión, en la “democracia formal” se toma por mayoría. En ella puede
haber el disenso que puede llevar – y suele ser así – a abstenerse de apoyarlo, es más, puedo criticarlo, ofenderlo,
mancillarlo y pedir su revocatoria, salvo blindaje
legal para el mismo.
Contundente es, el sistema democrático
andino, si el elegido no cumple el mandato, puede ser corregido y sancionado. Es ya conocido que cuando no
cumple para lo que fue elegido, se le saca en un burro fuera de la
ciudad – la polis – en señal de severo
castigo.
En menor grado, será azotado públicamente para escarnio, no solo de
él mismo, sino como lección para la comunidad.
No será defenestrado del
cargo, sino que seguirá, pero con la clara advertencia de que no se le permitirá volver a equivocarse.
Lo último supone que la polis está atenta a su desempeño público. Y el
elegido sabe que no puede hacer algo para lo que no fue encargado. Ya tenemos
aquí en Puno, por ejemplo, casos en que alcaldes
han ido a Lima y han terminado apoyando a un
gobernante de turno. A su vuelta, han sido azotados
en la plaza. Chicotazos al poto.
La democracia “formal” es
coyuntural. Cada cuatro años o cinco, se tiene el llamado “proceso electoral”. Después de ella, al menos por
ahora, no hay manera de controlarla. El único medio era la Defensoría, que como ya sabemos, es manejada por el Congreso.
El elegido se abstrae del
control social y se
subsume a lo que disponga el partido. Y para el caso de
nuestro Perú, ya ni le importa lo que digan quienes lo eligieron.
Y durante todo el periodo, sólo queda la prensa,
que igual, responde a los favores políticos. Puede haber un proceso de
revocatoria, pero con los candados que se han puesto, lo hacen imposible de
lograrlo.
¿El castigo del voto en la
siguiente elección? Pregúntales si les importa.
En la democracia andina, el control es permanente – concurrente
– por lo ya expuesto. Cuando sea conveniente, en algunos casos, programada, hay
una reunión comunal. Siempre hay tema de conversación – digamos diálogo – y es siempre constructivo, consensual. No hay, como en el formal, peleas o insultos ofensivos, menos
amenazas. Hay argumentos que se escuchan, se
meritan y se decantan, hasta llegar a un nombre. Antes, sí, en un sentido patriarcal, no machista, (hay, creo, una confusión terrible entre
estos dos términos usados indistintamente) se elegía
usualmente a un varón. Hoy
en día, eso ha cambiado. Ya se eligen a
mujeres para cargos antes sólo considerados para varones. Al menos en Puno, ya tenemos “tenientinas” en una forma feminizada de llamarlas tenientes o tenientas.
Quedan ideas en el tintero.
¿Se entendió?
¿Y entonces? A manera de conclusión. ¿No es mejor la democracia andina? ¿Debemos
deconstruir el concepto de democracia y todo lo
que ella conlleva para adecuarla y/o reconstruirla y que pueda ser mejor
entendida en nuestra idiosincrasia? ¿Valorarla y
ponerla en contexto?
Y entonces, ¿podríamos también hablar de otras democracias? ¿Ser más interculturales? ¿Una
democracia de la selva? ¿También
en todo el mundo? ¿Tiempo de considerar las convivencias
sociales de cada sociedad en el mundo?
Entonces, ¿el pacto social deberá ser adecuado a
la estructura social organizativa de cada
pueblo, a cada cultura? Tiempo de filosofar. Perdón,
Platón.
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