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“El desperdicio potencializa la miseria. A pesar de las estadísticas
y tendencias preocupantes en lo que respecta al desarrollo
humano, ciertos mecanismos denuncian la irracionalidad del actual sistema. Mientras un tercio de la humanidad se confronta a la inseguridad alimentaria,
una quinta parte de los alimentos
(el equivalente a mil millones de platos de comidas), se echa a la basura. Así lo
revela un nuevo informe de la Agencia de la las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), difundido
el 27 de marzo. Cada persona
desperdicia, como media, 79 kilogramos de alimentos al año,
lo que permitiría ofrecer 1,3 comidas diarias a
cada persona que padece hambre en el mundo La alta cantidad de
alimentos se pierde
en distintas fases de la cadena alimentaria,
desde la cosecha hasta el punto de venta y consumo. El problema no se limita a las naciones ricas. La brecha
más grande surge entre las poblaciones urbanas y
rurales. Infradesarrollo humano, hambre creciente, desperdicio monumental.
Algo anda muy mal en el planeta
traumatizado por este sistema hegemónico, tan
arrogante como poco visionario.
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DESARROLLO
INHUMANO EN LA CIVILIZACIÓN DEL DERROCHE. Los de abajo cada día más abajo.
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Por Sergio Ferrari | 02/04/2024 | Economía
Fuente. Revista Rebelión miércoles 3 de abril del 2024.
Entre la continuidad de las guerras, la crisis climática y la
profundización de las disparidades sociales planetarias,
el sistema internacional sigue mostrándose desorientado,
por no decir en bancarrota. A nivel global, la desigualdad
sigue en aumento. No hay forma de retomar el esfuerzo
por reducirla que prevaleció durante las dos décadas que
precedieron a la pandemia del COVID-19. Y al
mismo tiempo, millones de toneladas de alimentos van a
la basura.
El
Informe de las Naciones Unidas “Romper el
bloqueo: reimaginar la cooperación en un mundo polarizado”, publicado
a mediados de marzo, constata que a pesar de que el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 2023-2024 fue récord,
las disparidades entre los países enriquecidos y los empobrecidos son cada vez mayores. Mientras
los primeros experimentaron una mejoría sin
precedentes, la mitad de las naciones
más pobres del mundo
sigue perdiendo y se encuentra por debajo de sus niveles anteriores a la crisis sanitaria
Según
este índice, Suiza, Noruega e Islandia
ocupan los primeros puestos, mientras que
Estados Unidos se sitúa en la posición número 20 y España en la 27. Chile, en el
lugar 44, encabeza
la lista de naciones latinoamericanas mejor ubicadas, seguido por Argentina (48) y Uruguay (52). Honduras (138) se ubica a la cola del
continente. República Centroafricana, Sudán del Sur y
Somalia son las naciones más rezagadas
del mundo.
Un país obtiene un IDH más alto en la tabla de clasificación cuando mejoran su esperanza de vida, nivel de educación e ingreso nacional bruto per cápita (INB) así como el índice de Paridades de Poder Adquisitivo (poder de compra de sus habitantes en relación a otras naciones). No faltan las críticas a este sistema de medición porque el mismo no toma en cuenta todos los criterios que realmente hacen a un desarrollo humano integral exitoso.
Según las Naciones Unidas, Estados Unidos,
“el
país más rico del mundo, ocupa, un
sorprendente vigésimo lugar en la clasificación,
dado que el Índice de Desarrollo Humano incluye indicadores que van más allá de
la mera renta per cápita y tiene en cuenta factores como la esperanza de vida y la educación”.
Al presentar
el Informe 2023-2024,
el diplomático alemán Achim Steiner, nacido en Brasil, y actual administrador del Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD),
reconoció que la brecha entre países ricos y pobres sigue aumentando.
“A
pesar de que nuestras sociedades mundiales están
profundamente interconectadas”, afirmó Steiner, “nos estamos quedando cortos”. Por esa
razón, según el funcionario, se debe aprovechar la interdependencia
entre las naciones, así como las capacidades
mutuas, para hacer frente a los retos compartidos y
existenciales y garantizar que se cumplan
las aspiraciones de la
gente.
Detrás de las
estadísticas hay un significativo costo humano, precisó Steiner,
pues el fracaso de la acción colectiva para
controlar el cambio climático, humanizar la
digitalización y reducir la pobreza y la desigualdad no solo obstaculiza el desarrollo humano,
sino que también aumenta la polarización y
erosiona aún más la confianza en las personas y
las instituciones en todo el mundo.
Causas políticas de la injusticia mundial
¿Por
qué se ha invertido la tendencia favorable de dos décadas de reducción
constante de las desigualdades entre países ricos y pobres?, se pregunta el PNUD. Las respuestas son varias y complementarias,
según su informe difundido en marzo.
En
primer lugar, el mundo confronta una nueva
era con el nivel más alto de conflictos
armados desde 1945,
con un aumento significativo de víctimas y desplazados. En 2022, el máximo histórico, los desplazados superaron
los 108 millones, más de dos veces y media el
nivel de 2010.
En
segundo lugar, las consecuencias de la pandemia, que provocó pérdidas permanentes,
incluidos 15 millones de
vidas, ha proyectado una larga sombra sobre el desarrollo
humano. Como lo señala el informe,
“Los países pobres, a menudo con sistemas sanitarios
y redes de seguridad social menos resistentes,
han sido especialmente vulnerables a estos impactos”.
Significativamente, los países
desarrollados se recuperaron mucho más rápido.
Las estadísticas confirman esta “recuperación desigual tras la pandemia”: en 2023, los 38 países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) alcanzaron puntuaciones más altas del Índice de Desarrollo Humano que en 2019. En tanto, más de la mitad de los 35 países menos adelantados (PMA) experimentaron un deterioro.
Finalmente, el cambio climático:
“La falta de avances sustanciales en la acción climática mundial agranda aún más la brecha entre las naciones
ricas y las pobres”, afirma el PNUD. Particularmente en una región tan vulnerable a catastróficos fenómenos meteorológicos como lo es América
Latina y el Caribe, con frecuentes inundaciones, tormentas, sequías y deslizamientos
de tierra, entre
otros. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). en el periodo 2016-2023
se registraron 90 desastres naturales;
más de 52,8 millones de personas se vieron
afectadas y 5.600 perecieron.
Por qué
resulta tan problemático lidiar con estas
desigualdades, se pregunta el PNUD, tras lo cual
identifica varios factores críticos. Por un
lado, una real falta
de cooperación mundial debido a las tensiones geopolíticas y la falta de una gobernanza eficaz a escala internacional. A pesar de
poseer importantes riquezas y capacidades tecnológicas como para abordar retos globales sin precedentes, puntualiza el Informe,
“las respuestas del mundo han sido inadecuadas, lo que dificulta cada vez más
la búsqueda del desarrollo sostenible y la paz”.
Esta situación repercute negativamente, en especial, sobre los países y las personas más pobres.
Por otro, la polarización en distintas esferas
de la sociedad mundial, desde la política hasta la salud pública.
Finalmente, un aumento del populismo y el nacionalismo
en muchas regiones del mundo, dinámicas que
determinan que se prioricen intereses nacionales
por encima de la cooperación y la equidad mundiales. De esta manera se socavan los esfuerzos por
reducir las desigualdades entre las naciones.
Latinoamérica naufraga
El
Informe muestra que seis de cada
diez países en América Latina no han podido remontar el nivel de desarrollo humano
registrado antes de la pandemia, lo que plantea desafíos importantes para los próximos años en esa región.
Sólo el 37% de esos países (12) mejoró
sus indicadores de desarrollo con respecto a la
etapa previa a la crisis del COVID, mientras que
el 63% restante (21
países) aún no logra alcanzar los niveles de desarrollo
humano de 2019.
Estos datos
develan
los contrastes y la heterogeneidad
característicos de la región, la cual
experimentó la mayor caída
del Índice de Desarrollo Humano a nivel global durante
2020-2021. A pesar
de una significativa mejoría en 2022, América Latina aún no ha podido alcanzar sus niveles prepandemia.
La
acción colectiva internacional en esta región también se ve obstaculizada por lo
que el estudio del PNUD denomina la “paradoja de la democracia”. Aunque una mayoría
en América Latina y el Caribe valora la democracia como sistema de gobierno, de todos modos,
existe una creciente
insatisfacción con ella, particularmente entre las mujeres y las poblaciones más vulnerables. Súmese a ello el impacto negativo de una rápida
polarización política en la región, reflejo de una similar dinámica global. Resultado: la confianza
en las instituciones políticas
ha disminuido
significativamente casi
a un 20%. Es decir, sólo 1 de cada 5 personas
expresa confianza en su gobierno ).
Compleja realidad político-social que parece
coincidir, en líneas generales, con el impacto directo de la pobreza. Según el Anuario 2023
de la CEPAL, publicado a fines de febrero, 29% de la población, es decir más de 180 millones de individuos, padece pobreza.).
El desperdicio potencializa la miseria
A pesar de
las estadísticas y tendencias preocupantes en lo
que respecta al desarrollo humano, ciertos
mecanismos denuncian la irracionalidad
del actual sistema.
Mientras un tercio de la humanidad se confronta a la inseguridad alimentaria,
una quinta parte de los alimentos
(el equivalente a mil millones de platos de comidas), se echa a la basura. Así lo
revela un nuevo informe de la Agencia de la las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), difundido
el 27 de marzo. Cada persona
desperdicia, como media, 79 kilogramos de alimentos al año,
lo que permitiría ofrecer 1,3 comidas diarias a
cada persona que padece hambre en el mundo
La
alta cantidad de alimentos se pierde en distintas fases de la cadena alimentaria,
desde la cosecha hasta el punto de venta y consumo. El problema no se limita a las naciones ricas. La brecha
más grande surge entre las poblaciones urbanas y
rurales.
Infradesarrollo humano, hambre creciente, desperdicio monumental.
Algo anda muy mal en el planeta
traumatizado por este sistema hegemónico, tan
arrogante como poco visionario.
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