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¡Qué es la Vía
Campesina?.- La Vía Campesina es un movimiento internacional de campesinos y
campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres rurales,
indígenas, gente sin tierra, jóvenes rurales y trabajadores agrícolas.
Defendemos los valores y los intereses básicos de nuestros miembros. Somos un movimiento autónomo, plural,
multicultural, independiente, sin ninguna afiliación política, económica o
de otro tipo. Las 148 organizaciones que forman la Vía Campesina vienen de 69
países de Asia, África, Europa y el continente Americano. ¿Cuál es su
objetivo? Desarrollar la solidaridad, la unidad en la diversidad entre las
organizaciones miembros para promover las relaciones económicas de igualdad, de
paridad de género, de justicia social, la preservación y conquista de la
tierra, del agua, de las semillas y otros recursos naturales; la soberanía alimentaria; la producción
agrícola sostenible y una igualdad basada en la producción a pequeña y
mediana escala.
¿Qué es lo que defendemos?. El modelo
campesino de producción de alimentos sanos. La Vía Campesina
promueve un modelo campesino basado en la agricultura y en la producción
sustentable, con recursos locales, en armonía con la cultura y las tradiciones
locales. Los productores y las productoras usamos la experiencia acumulada y el
conocimiento de nuestros recursos, obtenemos la óptima cantidad y la mejor
calidad de alimentos con muy pocos insumos externos. Nuestra producción es principalmente para consumo familiar, para la
venta en los
mercados locales y naciones, y el excedente a los mercados solidarios.
La Soberanía
Alimentaria de los pueblos La Soberanía
alimentaria es el derecho de los pueblos, los países y las uniones de
estados, a definir sus políticas agropecuarias y de producción de alimentos sin
imponer el 'dumping' a terceros países. Soberanía
alimentaria es organizar la producción y el consumo de alimentos de acuerdo
a las necesidades de las comunidades locales otorgando prioridad a la
producción y el consumo locales domésticos. Soberanía Alimentaria, incluye el
derecho de proteger y regular su producción nacional agrícola y ganadera, así como a proteger sus mercados domésticos
del dumping de los excedentes agrícolas y de las importaciones a bajos precios
de otros países. Campesinos, sin tierra, productores rurales deben tener acceso
a tierra, agua, semillas y recursos productivos y servicios públicos adecuados.
La Soberanía Alimentaria y la
sustentabilidad son elementos altamente prioritarios antes las políticas de
comercio.
Ejes de
Trabajo. Los ejes de trabajo de la
Vía Campesina son la soberanía alimentaria,
la reforma agraria, la biodiversidad, los recursos genéticos, la situación de las mujeres
jornaleras, los derechos humanos, las
migraciones, los trabajadores rurales y la agricultura sostenible. La Vía
Campesina lanzó el concepto de la soberanía
alimentaria en la Cumbre
Mundial sobre la Alimentación de 1996. La idea fue creciendo y
actualmente forma un movimiento popular global promovido por una gran variedad
de sectores sociales tales como pobres de las grandes ciudades, grupos
medioambientales, grupos de consumidores, asociaciones de mujeres, pescadores,
pastores y otros muchos sectores. Además,
cuenta con el reconocimiento de numerosas instituciones y gobiernos.
La soberanía alimentaria
es el derecho de los pueblos a alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos mediante métodos sostenibles, así como su
derecho a definir sus propios sistemas agrícolas y alimentarios. Desarrolla un
modelo de producción campesina sostenible que favorece a las comunidades y su
medio ambiente. Sitúa las aspiraciones, necesidades y formas de vida de
aquellos que producen, distribuyen y consumen los alimentos en el centro de los
sistemas alimentarios y de las políticas alimentarias, por delante de las demandas de mercados y empresas. La
soberanía alimentaria da prioridad a la producción y consumo local de
alimentos. Proporciona a un país el derecho de proteger a sus productores
locales de las importaciones baratas y controlar la producción. Garantiza que
los derechos de uso y gestión de tierras, territorios, agua, semillas, ganado y
biodiversidad estén en manos de quien produce alimentos y no del sector
empresarial. Así, la implementación de
una auténtica reforma agraria constituye una de las prioridades del
movimiento campesino. La soberanía alimentaria se presenta hoy en día como una de las repuestas más
consideradas a las actuales crisis alimentarias, sociales y climáticas.
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VÍA CAMPESINA: 20
años de resistencia a la globalización
neoliberal.
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Tom Kucharz.
La Marea.
Rebelión sábado 15 de junio del 2013.
Esta semana se ha celebrado
en Yakarta la VI Conferencia Internacional de La Vía Campesina, la mayor
organización no gubernamental internacional de campesinos, indígenas y
pescadores, fundada en 1993 en Bélgica, que representa actualmente a más de 200
millones de personas de 183 organizaciones en todo el mundo. La cita celebraba
20 años de lucha por la soberanía alimentaria en
pos de una meta: articular una alternativa al régimen agro-alimentario actual,
con una agricultura ecológica y sostenible, respeto a los derechos de los
campesinos y campesinas y contra el poder de las grandes corporaciones y la
complicidad de los gobiernos con éstas.
Un buen ejemplo del trabajo
desarrollado en estas dos décadas, y uno de los momentos más emotivos que
personalmente he vivido con Vía Campesina, fue una misión a Colombia en 2007.
Representantes de distintas comunidades y organizaciones indígenas, campesinas,
afrodescendientes y sociales colombianas e internacionales viajamos al Urabá
antioqueño. Allí nos reunimos con las comunidades
de la cuenca fluvial del Jiguamiandó y Curvaradó, que entre 1996 y
2003 habían sido desplazadas violentamente-cuando no asesinadas-, de sus
tierras en varias ocasiones por grupos paramilitares.
Los paramilitares no
actuaron solos, sino con el apoyo del Ejército colombiano. Juntos asesinaron,
torturaron, secuestraron, bombardearon y quemaron las viviendas de los miembros
de estas comunidades. Diez años después, en una demostración de valentía y en
medio de amenazas permanentes, estas personas comenzaron lentamente a retornar
a sus hogares destruidos. Al llegar se encontraron con que sus tierras y
bosques –en los que habían habitado durante más de 120 años- se habían
convertido en un desierto verde, sembrado de palma aceitera, ocupado por los
mismos paramilitares responsables de las masacres que les empujaron al desplazamiento.
Nuestra delegación
internacional se solidarizó con aquellas comunidades de afrodescendientes e
indígenas, que habían comenzado a eliminar plantaciones de palma de aceite para
recuperar su territorio. Todos juntos nos pusimos entonces a ayudarles a
sembrar maíz en defensa de la vida y la soberanía alimentaria.
¿Por qué tanta violencia?
El aceite de palma es una materia prima estratégica en el comercio global de
los agronegocios ya que es el aceite vegetal más comercializado y consumido en
el mundo, como producto alimenticio, industrial y energético. Las consecuencias
negativas de los monocultivos de palma aceitera son una realidad no sólo en Colombia,
sino también en Indonesia, Malasia, Papua Nueva Guinea, Uganda, Ecuador,
Brasil, Honduras y muchos otros países. Un negocio lesivo que vulnera los
derechos de las comunidades locales, el Derecho a la Alimentación y causa
deforestación, la segunda fuente de contribución a los niveles crecientes de
dióxido de carbono en la atmósfera que está causando la crisis climática.
La expansión de la palma es
la mayor causa de deforestación en Indonesia, país con la mayor superficie
plantada y la cuota de destrucción de bosque tropical más alta del mundo. Según
el Forum Permanente de Asuntos Indígenas de Naciones Unidas, 60 millones de
indígenas en el mundo corren riesgo de perder sus tierras y medios de
subsistencia por la expansión de plantaciones para producir agroenergía.
La solidaridad y el apoyo
que La Vía Campesina prestó a aquellas comunidades indígenas colombianas
ilustran muy bien el trabajo de esta organización que lleva veinte años
apoyando a los pequeños campesinos en vez de sostener los monocultivos
agroindustriales. Dos décadas de apoyo a la agroecología –sin tóxicos- y de
rechazo a la “Revolución Verde” y los transgénicos para responder a la crisis
ecológica del planeta. También 20 años de demandas -la reforma agraria y el fin
del robo de las tierras- y de oposición a las políticas de “libre comercio” que
han conducido a millones de seres humanos a la migración forzada convirtiendo
la alimentación en una mercancía en lugar de un derecho. Por último, veinte años
de exigencia del cese de todas las formas de violencia contra las mujeres,
quienes, de hecho cultivan la mayor parte de los alimentos en
el mundo.
El fruto de este combate es
que La Vía Campesina ha logrado posicionar en el debate internacional y en los
movimientos sociales el principio de la soberanía alimentaria: el derecho de
los pueblos a decidir las características de su modelo agro-alimentario, la
igualdad en la distribución de la tierra y el control democrático local sobre
los medios de producción. En algunos países muchos de estos principios se han
convertido en política pública. Lo que ha caracterizado a este movimiento es la
estrategia de confrontación directa con la globalización neoliberal impulsada
por las grandes corporaciones e instituciones como la OMC, el Banco Mundial o
el Fondo Monetario Internacional.
El G-8, que se reúne ahora
en Irlanda, desoirá de nuevo las demandas de los campesinos para acabar con el
hambre. Pero por eso resulta tan importante desenmascarar las falsas
“soluciones” y apoyar soluciones reales, como las que recoge el “Llamamiento
de Yakarta” con el que concluyó el congreso de Vía Campesina, un proyecto que
impulsa el sueño de una sociedad basada en la justicia y la
soberanía alimentaria.
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Tom Kucharz es miembro de
Ecologistas en Acción.
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