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“Tenemos la herramienta, ahora toca empezar a usarla. Desde nuestros
grupos entendemos que las luchas por nuestros derechos deben iniciarse desde abajo,
desde el trabajo de base que surge desde las necesidades y propuestas de las
comunidades de nuestros barrios. (desde las “asambleas” o formas originarias de
organización, movilización y representación de los pueblos originarios). El
empoderamiento y la reconstrucción del apoyo mutuo roto a manos de esta
sociedad que nos
individualiza y nos culpa, se nos hace indispensable para poder cambiar la
realidad que nos rodea. Habitualmente en los colectivos
sociales nos encontramos faltos de iniciativas y de propuestas en positivo con las que trabajar
e ir poniendo cangos al capitalismo y a sus armas de persuasión. Ésta es una de
ellas, pero desde luego, nos es la única, es una pieza para ir construyendo
en el presente el futuro con el que soñamos”. El propósito de la conferencia, a
cargo de Raúl Zibechi, fue generar un espacio de reflexión plural sobre la relevancia que tiene
hoy los movimientos sociales latinoamericanos
ante los desafíos políticos del
momento. ¿Qué vigencia tienen las consignas anti-neoliberales frente a la aparición
de gobiernos progresistas en la región?. ¿Cuál es la
situación actual de las organizaciones populares?. ¿Cuál es el futuro de los
movimientos sociales?.
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VIDA MATERIAL, CAPITALISMO Y CAMBIO
SOCIAL.
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Raúl Zibechi.
La Jornada. Sábado 1 de junio del 2013.
La mayor parte de los análisis políticos, con intencionalidad
anti-sistémica, están orientados a comprender cómo funcionan las grandes
empresas multinacionales y el conjunto de la economía capitalista, el papel que
juegan los estados-nación, y las relaciones de fuerza geopolíticas a escala
nacional, regional y global, en suma, en el modo como dominan los poderosos.
Contamos también con un buen puñado de estudios sobre las luchas sociales y
políticas de los sectores populares, desde las luchas locales hasta las
coaliciones más amplias que establecen a escala nacional y global, y cómo estas
formas de acción van cambiando a lo largo del tiempo.
Podría decirse que buena parte de estos análisis y
estudios dan cuenta de la realidad del sistema y de las diversas realidades
anti-sistémicas. Sin embargo, contamos con muy pocos trabajos sobre lo que
Fernand Braudel denominaba la vida material, a la que llamó también el océano
de la vida cotidiana, el reino del autoconsumo, lo habitual, lo rutinario, la
esfera básica de la vida humana que en su opinión es el gran ausente de la
historia (La dinámica del capitalismo, Alianza). Y, habría que agregar,
el gran ausente en las teorías revolucionarias y en las propuestas
emancipatorias.
Como
sabemos, Braudel definió tres esferas: la vida
material, que es el reino del valor de uso; la vida económica o economía de mercado, dominada por los
intercambios y el valor de cambio, y encima de ambas el capitalismo o el antimercado, donde merodean los grandes
depredadores y rige la ley de la selva. En esta peculiar mirada del mundo el Estado no hace sino auxiliar al
capitalismo y es antitético a la economía de mercado, como recuerda Immanuel Wallerstein.
Para completar el análisis, habría que repetir con Braudel que el capitalismo hunde sus
raíces en la vida material pero no
penetra nunca en ella. La acumulación de capital se produce básicamente en la
esfera de los monopolios donde no funciona el merado, no así en la vida
material y en la vida económica. Es cierto que los estratos superiores se
apoyan en los inferiores, de los cuales también dependen, pero no es menos
cierto que la vida cotidiana o material es relativamente autónoma y no está
nunca completamente subordinada a la esfera de la acumulación.
El interés y actualidad del modo de mirar de Braudel consiste en que la lucha anti-sistémica está anclada
básicamente en la vida material y, de algún modo, en la vida económica, pero no
puede apoyarse en las esferas del capitalismo, sean las empresas o los estados.
La enorme potencia de los movimientos
anti-sistémicos territoriales actuales, tanto los rurales como los urbanos,
es que organizan colectivamente el océano
de la vida material, desde ese lugar se relacionan con la vida económica, los
mercados, y desde allí resisten al capital y al estado.
Incluso en las grandes ciudades. En el corazón de una mega-ciudad como Buenos
Aires pululan experiencias de este tipo, que también pueden encontrarse en
muchas otras urbes latinoamericanas (ver cipamericas) y, por supuesto, abundan en las zonas rurales. Una amplia red de
espacios (merenderos, comedores populares, centros de salud, primarias y
bachilleratos populares, centros de mujeres, cuadrillas de trabajo, medios de
comunicación) le dan forma colectiva a
la vida material de los más pobres, convirtiendo la vida cotidiana en
espacios de resistencia pero también de alternativa al sistema.
De ese modo la rutina, lo cotidiano, cobra nuevos
sentidos. Las organizaciones populares, por
lo menos las que no se limitan a parasitar la vida material, trabajan por
organizar el autoconsumo más allá del espacio familiar. Sobre todo se empeñan
en que ese espacio de autonomía que es la vida cotidiana sea lo más integral
posible, que abarque no sólo necesidades urgentes como la alimentación, que es el suelo donde comenzó a florecer el movimiento piquetero argentino,
sino que se expanda hacia áreas como la educación y la salud, la dignidad de
las mujeres, los juegos infantiles y los órganos de decisión, como las
asambleas.
Organizar la
vida material, profundizar sus sentidos colectivo y comunitario,
es tanto como politizarla y darle más autonomía ante las otras esferas, muy en
particular frente a las multinacionales
y los estados. Eso pasa también por dotarla de órganos para adoptar
decisiones y hacerlas cumplir, para defenderse frente a las otras esferas, o
sea, órganos de poder. Cuando la vida material se organiza como movimientos
anti-sistémicos, las asambleas cumplen esa función.
¿Cómo se paran frente a los monopolios
capitalistas? En el caso que comento, los movimientos
de las villas de Buenos Aires, recuperan lo que necesitan mediante la
acción directa. Para conseguir medicamentos para sus centros de salud, hacen piquetes frente a las
grandes distribuidoras farmacéuticas, impidiendo la salida y la entrada de
camiones. Lo mismo para arrancarle alimentos al municipio o al gobierno de la
ciudad. La cámara que utiliza una televisión comunitaria la consiguieron
mediante un escrache a un hotel de cinco estrellas. Y así con todo.
¿Es posible revolucionar la sociedad desde la vida
material o cotidiana? Depende del concepto de
revolución que cada quien maneje. La vida material es, entre muchas otras
cosas, el espacio de la gente común, el que puede limitar o darle alas al
capitalismo. No existen otros espacios donde pueda nacer y crecer algo
diferente al mundo de la acumulación.
Miradas así las cosas, el cambio social es un modo sistemático de desparasitar
la vida material de capitalismo.
En ningún otro estrato puede nacer un mundo nuevo y
diferente. No quiero decir con ello que la vida material/cotidiana no contenga
opresiones, como el machismo. Sólo
se puede construir lo nuevo desde relaciones asentadas en el valor de uso, y
comandadas por la gente común. Hacerlo desde otros espacios es tanto como reproducir la
dominación o instalar una nueva clase dominante.
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