La globalización de la miseria no es
solamente responsabilidad de las fracasadas políticas impuestas por el Fondo
Monetario Internacional FMI, otro organismo multilateral como Banco Mundial, BM., deben de asumir
igual responsabilidad, porque ambos organismos han trabajado por encima de los
intereses nacionales de los países del Tercer Mundo , los países en Vías de
Desarrollo y en Desarrollo. Desde 1944,
año de su Fundación en la localidad de Bretton Woods y su ingreso en
funcionamiento en 1946 – finalizada la
Segunda Guerra Mundial – durante muchos años, tiempos de La Guerra Fría – Socialismo-capitalismo.
Estados Unidos la Unión Soviética, mantuvieron un perfil bajo, porque
relativamente fue una etapa muy importante para ambos “mundos” capitalista y
socialista. Los 30 años de oro del capitalismo – el Estado
de Bienestar – y las políticas Keynesianas, fueron los Estados los que asumieron el
protagonismo primero en la “reconstrucción” de Europa Occidental y los años
posteriores, el capitalismo alcanzó un nivel de desarrollo, que logró otorgar “grandes
y significativos” beneficios a la clase
obrera y los Sindicatos. Vacaciones pagadas por 30 días, vigencia irrestricta
de las 8 horas de trabajo, descanso dominical, negociación colectiva –
estabilidad, derecho de sindicalización, derecho de huelga – seguridad social,
derechos de jubilación en países cuyos Estados asumieron la responsabilidad
constitucional de brindar Educación de calidad, Sanidad Pública, trabajos y
salarios decentes, realidad que permitió la forja y construcción de la Ciudadanía Civil, Política y Social (
ampliada al reconocimiento de derechos culturales). La presencia del Fondo Monetario Internacional, tiempos históricos y políticos, fue tan secundaria,
en su papel y función para el cual fue creado, el velar por la seguridad y
estabilidad como “un supervisor mundial que
velase por la equilibrada fluctuación de las divisas estatales, el desarrollo
del comercio mundial y la previsión de desequilibrios macroeconómicos que
pudiesen poner en peligro la economía”. Tiempos del “viejo capitalismo industrial”, donde su participación, realmente,
no tuvo importancia y menos intervención en país alguno.
Fueron los años de los 70’ del siglo XX, cuando comienzan las
dictaduras militares en América Latina (Chile, Brasil, Argentina, Paraguay)
primero y posteriormente Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador, tiempos políticos de
significativos “cambios” en el rumbo económico mundial. Los economista de la Escuela de Chicago, entran a la política en
forma directa con sus “recetas” neoliberales, la “mano invisible del mercado” y el papel subsidiario del Estado.
Bastaron los triunfos electorales, primero de la Sra Thatcher en Inglaterra y el Sr. Reagan en Estados Unidos, para
que las políticas neoliberales “alcancen vuelo”, década de los 80’, escenario
donde están presentes con fuerza las “revoluciones”
en la tecnología, el transporte y la comunicación electrónica, así como el
conjunto de leyes, normas y resoluciones que preparan el ingreso de los capitales
de los países desarrollados a los mercados mundiales, la adaptación y apertura de los mismos a los
capitales financieros-especulativos globales.
Tiempos del sistema mundo, cuando la Guerra
Fría, llega a su fin – La Caída del Muro de Berlín -, la Perestroika y Glasnost y el
derrumbe político del los países del “socialismo realmente NO existente”. “Triunfo” de capitalismo salvaje y
presencia determinante de los organismos supranacionales. FMI y BM. En las programas de gobierno – finanzas, comercio, políticas
sociales, presupuesto, políticas del
Consenso de Washington y se inicia la era del neoliberalismo en el mundo y
la imposición autoritaria de sus políticas salvajes, inhumanas – violando todos
los derechos sociales, desaparece la responsabilidad del Estado con respecto a
sus políticas públicas. Privatización de
derechos constitucionales – educación, salud, vivienda, trabajo – es decir,
la liberalización absoluta de los derechos
sociales (en cristiano, pérdida total de derechos, laborales, privatización de los servicios públicos), es
decir, en tiempos de la “mano invisible”,
no podían seguir funcionando los derechos otrora concedidos a los sindicatos.
La globalización neoliberal presente, protagonismo hegemónico del Fondo
Monetario Internacional – el Banco
Mundial – imposición de las políticas del capitalismo salvaje y resultado
después de tres décadas: Globalización de la Desigualdad Económico-social, “donde no hay un mundo perfecto, hay una suma
y resta, tenemos que integrarnos a nuestro propio desarrollo, pero el desarrollo
no es solo sumar riquezas o aumentar el consumo, es la lucha por la felicidad
humana” es la estructura sistémica
donde está presente la globalización de
la miseria, del hambre, la globalización del desempleo, así como la
mundialización de la economía criminal y su correspondiente globalización
del terrorismo, de la corrupción, bandas
armadas de la delincuencia, sicarios que ponen en grave riesgo a la sociedad
mundial. “Así la globalización va camino
al desastre”, nos dice el Pepe Mujica, continúa, es un hecho que va camino
al desastre sino somos capaces de vertebrar un programa de conciencia. Pero hay
que entender que la integración – continental, es una buena alternativa para mejores
formas de negociación con el imperio y las corporaciones transnacionales –
necesita aparatos especializados, preocupación permanente, necesita sembrar una
cultura”. Tenemos absolutamente claro, “que no se reparte la miseria y nada ha
demostrado que tenga más fuerza creadora en este planeta que la economía capitalista que ha revolucionado
la historia de la humanidad en tecnología y en ciencia, pero ha significado
el acrecentamiento en nuestra cultura del egoísmo y la pérdida de la
fraternidad humana”. Es más fuerte la demanda del mercado, la imposición
creciente del mercado y confundimos la necesidad de consumir con apañar la necesidad
de despilfarrar recursos y energía”.
/////
EL
FMI Y LA GLOBALIZACIÓN DE LA MISERIA.
*****Pedro Luis Angosto.
Nueva Tribuna sábado 13 de junio del 2015.
El Fondo Monetario
Internacional comenzó su singladura destructora tras la conferencia de Bretton Woods un 27 de diciembre de
1945, víspera en nuestras latitudes del día de los Inocentes. El propósito de
los primeros promotores fue impedir que se volviesen a repetir los terribles
desajustes económicos que llevaron a la crisis de 1929 y a la depresión generalizada de la década de los treinta que
concluyó con la Segunda Guerra Mundial. En ese primer momento se trataba de
crear un supervisor mundial que velase por la equilibrada fluctuación de las
divisas estatales, el desarrollo del comercio mundial y la previsión de
desequilibrios macroeconómicos que pudiesen poner en peligro la economía. John Maynard Keynes, que participó en
las primeras conversaciones constitutivas, llegó a proponer la creación de un
banco mundial con verdaderos poderes reguladores, pero su propuesta fue
rechazada por intervencionista y porque al Fondo esperaban misiones muy
“superiores” a las sugeridas por el economista inglés. La muerte de Roosevelt en 1945 y del propio Keynes
al año siguiente, dejarían al organismo económico internacional un papel menudo
que solo se aquilataría con el triunfo de las doctrinas neoliberales.
En efecto, al igual que
ocurrió con Naciones Unidas tras las
conferencias de Dumbarton Oaks y San Francisco, el Fondo Monetario
Internacional nació con una fuerte impronta antidemocrática que lo convertía en
un instrumento al servicio de los estados más ricos y poderosos. Así como el
derecho a veto de las grandes potencias en el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas dejaba en papel mojado cualquier resolución de las mayorías, la
aprobación de las propuestas importantes del Fondo Monetario Internacional requieren de una mayoría cualificada
del 85% de sus miembros, lo que en
la práctica supone que todas las decisiones tienen que contar con el apoyo de
Estados Unidos, país que debido a su aportación económica cuenta con un 16% de los sufragios. Mientras Estados
Unidos seguía intentando ganar la “guerra fría” para imponer su hegemonía
mundial, el FMI se mantuvo en un
segundo plano que le otorgaba muy poco peso en el diseño de la política
económica de los distintos países. Fue a raíz del golpe de Estado de Pinochet
en 1973 y de la aparición de las políticas neoliberales de la Escuela de
Chicago que irrumpieron en el mundo con fuerza tras la victoria de Ronald Reagan y Margaret Thatcher,
cuando se produjo un acercamiento entre los economistas y funcionarios ultras
del Gobierno norteamericano y los del FMI, convirtiendo al organismo económico
internacional en garante planetario de la ortodoxia de la doctrina económica
ultraliberal, doctrina que podríamos resumir en estas palabras escritas por el antropólogo y geógrafo británico David
Harvey:
“El neoliberalismo es, ante todo, una teoría de
prácticas político económicas que afirma que la mejor manera de promover el
bienestar del ser humano consiste en no restringir el libre desarrollo de las
capacidades y de las libertades
empresariales del individuo dentro de un marco institucional
caracterizado por derechos de propiedad privada fuertes, mercados libres y libertad de
comercio.
El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para
el desarrollo de éstas prácticas”.
Al principio, en la década
de los setenta, la actividad del FMI se centró casi exclusivamente en Chile, país que “logró salir” de la crisis económica laminando todos los derechos
económicos, políticos sociales y culturales de sus ciudadanos con una violencia
tal que tanto esos derechos como el espíritu cívico crítico siguen
desaparecidos de aquella nación hermana. Posteriormente, todas y cada una de
las dictaduras Latinoamericanas –Argentina,
Uruguay, Paraguay, Perú, Ecuador, Bolivia, Brasil, Venezuela, El Salvador,
Honduras, Guatemala, Nicaragua…- sufrieron en las carnes de sus
habitantes los efectos destructores de las directivas del Fondo, destinadas en
su mayoría a incrementar la deuda de los Estados mediante préstamos leoninos de
inaplazable y perentoria devolución para de esa forma obligar a drásticos
recortes en el gasto público.
La llegada al poder de Hugo Chávez en 1999 marcó el declive de
la tiranía del FMI sobre los estados
latinoamericanos, pero para entonces ya había desaparecido la URSS, Estados Unidos había ganado la
“guerra fría” y Europa se había convertido en la nueva presa: Desaparecida la
URSS, con China lanzada a bocajarro al capitalismo
salvaje, no tenía ningún sentido que en un pequeño trozo del planeta
–Europa Occidental- existiese un mercado del trabajo regulado con jornada de ocho horas, jubilación a los 65
años, vacaciones de treinta días, pensiones, prestaciones sociales, Educación y
Sanidad públicas. Eso era una anomalía, un fruto amargo de la “guerra fría”, un quiste que le había
salido al capitalismo y que era necesario extirpar de forma rápida y segura: La
“guerra fría” con la URSS había terminado con la victoria, ahora comenzaba la “guerra fría” con la Europa de los
Derechos y del bienestar, un lujo y un ejemplo que el nuevo mundo globalizado
no podía permitirse, un atentado contra la mano invisible que rige los
mercados, un sacrilegio contra la Ley de la Desigualdad Creciente, convertida
en Carta Magna del Planeta.
Hoy, tras más de cuatro
décadas de imposición de las doctrinas
austericidas y contrarias a los Derechos
Humanos por parte de Estados Unidos, la UE y el FMI, Europa Meridional
agoniza como hace unos años agonizaba Latinoamérica. Pero no sólo morirá esa
parte de Europa porque si no somos capaces de poner coto a tanto desvarío y
tanta crueldad, caerá toda Europa y detrás de la Europa que un día admiramos y
quisimos, que perdura en la memoria de muchos como una quimera en
descomposición, caerá el resto del mundo, incluidos los países hermanos de
América que durante unos años han podido respirar, incluido el creciente
asiático que nada podrá vender a quien nada puede comprar.
Es decir, que bajo el
auspicio de la potencia hegemónica que dicta e impone, por la fuerza de sus
bombas o de su FMI, brutales medidas
para expandir el beneficio de los menos y desmontar los Estados democráticos,
podemos estar asistiendo al principio
del fin del capitalismo tal como lo hemos conocido y al desmantelamiento
del comercio mundial, porque la pobreza no genera plusvalías, porque la
devaluación de países enteros como España,
Italia o Grecia sólo conseguirá que sus tradicionales suministradores, a
medio plazo, vean mermada su producción en una espiral que sólo conseguirá
igualar al mundo por abajo. Tal es la obra criminal del FMI, de quienes lo financian y de
quienes todavía lo defienden.
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