&&&&&
“Para transformar de verdad el mundo hay que descubrir todo ese abanico de experiencias,
aprender de ellas, reproducirlas y hacer que la gente de
nuestro alrededor se movilice y empodere anticipando el futuro, construyéndolas
y comprobando así que vivir en un mundo distinto al de ahora le conviene
más y le satisface mejor. El trabajo político en las instituciones
es importante, fundamental si se quiere, pero no puede ser
el único que se realice, como está pasando desde hace décadas a
los partidos de izquierdas. Es preciso construir desde
abajo. Traer el futuro a la sociedad real poniendo en marcha nuevo
tipos de empresas, con formas de propiedad y gestión alternativas; canales
de distribución de los bienes y servicios que no obliguen a gastar
improductivamente más de lo que valen; organizar el consumo racional
y sosteniblemente; gestionar lo común y no destruirlo… Nada
de eso es inalcanzable ni utópico. Lo tenemos a nuestro alrededor en
multitud de experiencias y lugares del. mundo. Y la mejor prueba de su brío,
de su utilidad, de su fuerza o de su entidad es que hayan brotado y no
dejen de crecer en todo el planeta a pesar del contexto tan adverso en
el que nos encontramos.
/////
Fuentes: Ganas de escribir.
*****
EL MUNDO NUEVO DEL FUTURO YA ESTÁ A NUESTRO ALREDEDOR.
*****
Por Juan Torres López | 23/12/2025 | Economía
Fuente. Revista Rebelión, martes 23 de diciembre del 2025.
La última edición del informe sobre
desigualdad mundial vuelve a mostrar que las brechas entre ricos y
pobres en el planeta no sólo son gigantescas, sino que aumentan sin cesar. Los
datos son una vez más escalofriantes y la desigualdad se manifiesta no sólo en
términos de ingresos y riqueza personal:
– Unos 56.000 multimillonarios,
entrarían en un campo de fútbol, controlan actualmente tres veces más riqueza
que la mitad de la humanidad en su conjunto.
– El 10% más rico de la población mundial gana más que el 90% restante, mientras que la mitad más pobre de la población mundial capta menos del 10% del ingreso global total.
– Las mujeres ganan solo el 32 % de lo que ganan los hombres
por hora de trabajo, considerando tanto las actividades remuneradas
como las no remuneradas; y el 61 % si sólo se toma en cuenta el trabajo
remunerado.
– La diferencia de gasto en educación
llega a ser de 40 a 1 entre diferentes lugares del mundo.
– El 10% más rico es responsable del 77% de las emisiones
asociadas con la propiedad de capital privado, y el 1% más
rico por sí solo el 41%, casi el doble que el 90% más pobre en
conjunto.
Según la revista Forbes, en
2025 hay 3.028 empresarios,
inversores y herederos milmillonarios en todo el mundo con
un patrimonio total de 16,1 billones de dólares, dos más
que en 2024. Por cierto, habiendo aumentado en este año mucho más
que nunca la cantidad recibida por herencia por cónyuges e hijos,
según el informe Billionaire
Ambitions Report, publicado hace unos días por la firma de
gestión financiera y patrimonial UBS.
La concentración tan inmensa de
riqueza que se da en
nuestro tiempo no es un hecho natural, ni fruto de la casualidad. Es el
resultado de aplicar políticas que desde hace años vienen
desmantelando derechos e instituciones de representación, control y
contrapoder. Pero ninguna de ellas hubiera sido exitosa sin añadir un
enorme poder mediático y cultural al financiero, económico y político
del que dispone ese grupo de milmillonarios que dominan el mundo.
No es casualidad que también en nuestros días se esté dando la mayor
apropiación de medios de comunicación de la historia por parte
de las personas más ricas.
Y ese poder mediático y cultural se
orienta principal y prioritariamente a un objetivo: hacer creer a la gente que el
mundo en el que vivimos es el no va más, el fin de la historia, el
modo de vida y el sistema económico natural que no se puede cambiar.
Es lógico que quienes obtienen sus privilegios del capitalismo quieran convencernos de que no hay otra posible forma de organizar la economía y la sociedad. No se les puede criticar por ello. Es lo que necesitan y hay que reconocer que lo hacen magníficamente bien.
La desgracia es que los partidos que
operan en la vida política con el supuesto fin de enfrentarse a todo eso no hacen mucho por
ofrecer un horizonte alternativo, un modelo social y económico diferente
al capitalismo. Operan en el corto plazo, se concentran en mover piezas
y hacen ajustes en el sistema, sin duda necesarios, pero a la vista
está que insuficientes para lograr que se frene la concentración de
riqueza que deteriora las economías, desestabiliza y rompe a las
sociedades, y destruye el medio ambiente. Ni siquiera en su
denominación se percibe que luchen por una fórmula específica de sociedad
distinta a la actual. Podemos o Sumar se podrían llamar Partido
Popular o Vox. Ninguno de esos términos tiene sustancia
identificativa. Sólo la mantiene el Partido Socialista
(el comunista se esconde tras otras siglas), ¿pero ¿cuándo hemos oído a
alguno de sus dirigentes decir que luchan por traer el socialismo como
alternativa del capitalismo?
La renuncia para definir y proponer un
modo diferente de sistema
económico y social por parte de las organizaciones políticas que se
consideran transformadoras es una verdadera tragedia. Lo quieran o
no, así ayudan decisivamente a que esos grandes multimillonarios
puedan convencer a la gente de que ya nada se puede cambiar.
Es una tragedia, además, fruto de un tipo singular
de ceguera, la que se produce por no mirar más allá de lo que se
tiene a un palmo de nuestras narices, como el borracho
que sólo busca las llaves perdidas junto al farol que lo alumbra. Cuando
se mira algo más lejos, ni siquiera mucho, podemos comprobar que a nuestro
alrededor hay multitud de experiencias que nos demuestran
que los seres humanos podemos satisfacer las necesidades de forma
menos costosa y mucho más eficiente, libre y pacífica cuando nos
guiamos por principios distintos a los que rigen en el capitalismo.
En el mundo hay más de tres millones
de cooperativas que emplean
a más del 10% del empleo mundial y que -a pesar de tener que
hacerlo en un medio ambiente desfavorable- funcionan igual o mejor
que las empresas de propiedad privada. La sanidad pública funciona
mejor, es más barata y no produce las muertes evitables de la
privada. Según la OCDE, en 2023 había 126 empresas públicas
(no guiadas, por tanto, por el afán de lucro capitalista) entre las 500
empresas más grandes del mundo, 92 más que en 2000. En 2024 había 1.115
bancos públicos en todo el mundo manejando 91 billones de dólares de
activos, prácticamente el mismo volumen del PIB mundial.
Hace unos años, Naciones Unidas calculó que el trabajo no
remunerado equivalía al empleo de 2.000 millones de personas a tiempo completo, la cuarta parte la población
mundial. Y se calcula que casi 1.000 millones de personas mayores
de 15 años realizan mensualmente algún tipo de trabajo voluntario en
todo el mundo.
En
mi último libro menciono,
además, otras muchas experiencias de vida económica y social
organizada bajo principios de ahorro, circularidad, solidaridad,
cooperación, afecto, cuidado a las personas y a la naturaleza, defensa
de lo común, democracia y codecisión… Todas ellas tienen, además,
un rasgo en común: aprovechan mejor los recursos y satisfacen las
necesidades proporcionando más bienestar, relaciones sociales menos
conflictivas y paz.
Para transformar de verdad el mundo hay que descubrir todo ese abanico
de experiencias, aprender de ellas, reproducirlas y hacer
que la gente de nuestro alrededor se movilice y empodere anticipando
el futuro, construyéndolas y comprobando así que vivir en un
mundo distinto al de ahora le conviene más y le satisface mejor. El
trabajo político en las instituciones es importante, fundamental
si se quiere, pero no puede ser el único que se realice, como
está pasando desde hace décadas a los partidos de izquierdas.
Es preciso construir desde abajo. Traer el futuro a la sociedad
real poniendo en marcha nuevo tipos de empresas, con formas de propiedad y
gestión alternativas; canales de distribución de los
bienes y servicios que no obliguen a gastar improductivamente más de
lo que valen; organizar el consumo racional y sosteniblemente;
gestionar lo común y no destruirlo… Nada de eso es inalcanzable ni
utópico. Lo tenemos a nuestro alrededor en multitud de experiencias
y lugares del. mundo. Y la mejor prueba de su brío, de su utilidad, de
su fuerza o de su entidad es que hayan brotado y no dejen de
crecer en todo el planeta a pesar del contexto tan adverso en el que nos
encontramos.
Publicado en lavozdelsur.es el 19 de
diciembre de 2025
*****

No hay comentarios:
Publicar un comentario