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“Porque lo que está en juego en estos días en Venezuela es mucho más que su petróleo: es la nueva
arquitectura del sistema internacional y sus reglas, una de las
cuáles es que ningún país, por poderoso que sea, podrá atacar a otro
y someterlo por la fuerza. Quien calla otorga, dice un viejo refrán
español. Si China limita su protesta al plano declarativo
más pronto que tarde Estados Unidos volcará todo su enorme
poderío militar para someter al único actor del sistema internacional
que, como rezan varios documentos oficiales de Washington,
“quiere y puede” fundar un nuevo orden mundial. En
consecuencia, China tiene que actuar sin más pérdida de
tiempo para evitar que la pesadilla hobessiana de la ley del
más fuerte impere en el sistema internacional. El bloqueo de Taiwán
es su única carta. No sólo para defender a Venezuela
sino para prevenir una futura agresión por parte de Estados
Unidos. La historia enseña que los imperios se vuelven más violentos y
sanguinarios en su fase de declinación. Por eso se impone actuar con
la mayor rapidez y poner límites a la prepotencia imperial de
Washington.
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Fuentes: Página/12 - Imagen: Marco Rubio, Secretario de Estado del gobierno de EE.UU., principal funcionario de la política exterior estadounidense.
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POLÍTICA IMPERIAL DE ESTADOS UNIDOS
VENEZUELA Y DESPUÉS CHINA.
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Por Atilio A. Boron | 20/12/2025 | EE.UU.
Sociólogo. Politólogo. Dr. en Ciencias Sociales-.
Maestro Universitario. Buenos Aires. Argentina.
Fuente.
Revista Rebelión sábado 20 de diciembre del 2025.
La
escalada de la agresión estadounidense a Venezuela
parece incontenible, mientras se acumulan las ejecuciones
extrajudiciales en el Caribe y en el Pacífico. Las amenazas suben cada
vez más de tono y los bloqueos naval y aéreo se intensifican con el correr de
las horas. Se trata de medidas que violan la
Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, pero Trump y sus secuaces
parecen decididos a todo. Habrá que ver, no obstante,
si con una invasión quieren crear su propio Vietnam o su Afganistán;
en otras palabras, si son tan estúpidos como para ocasionar otro incendio,
pero esta vez no en tierras lejanas sino en el antejardín de los Estados
Unidos.
Los
gobernantes europeos, autoproclamados defensores de los Derechos Humanos, la
Democracia y la Justicia, consienten con su silencio los
crímenes de guerra que ya ha cometido la Casa Blanca en relación con
Venezuela. Otros gobiernos, como el de la Federación Rusa y la
República Popular China, han expresado cada vez con más fuerza su
desaprobación de la conducta de Washington y reiterado que
ambos países mantienen una “asociación estratégica integral” con
el gobierno bolivariano. Pero en el caótico círculo áulico de Trump
el secretario de Estado Marco Rubio (foto), hombre
de turbios antecedentes, receptor privilegiado de fondos del lobby
sionista y de la industria armamentista, enemigo
jurado de la Revolución Cubana y de cualquier líder o gobierno
progresista en la región y furibundamente anti chino, presiona
sin pausa por lograr “la paz a través de la fuerza”.
DESTINO MANIFIESTO la Doctrina del siglo XIX, con la que Estados Unidos justifica su expansión Territorial.
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Para
Rubio el ataque no debe restringirse a Venezuela,
sino que ha llegado la hora de someter a todos los países de la región.
Colombia y México están en la lista, Honduras también, así como todo
otro gobierno que no esté dispuesto a reducir al mínimo indispensable su
contacto con cualquier potencia “extra hemisférica”, como lo manda
la nueva Estrategia de Seguridad Nacional en un eufemismo para
referirse a China, Rusia e Irán.
Lo
que se juega hoy en Venezuela es mucho más que el
robo de su inmensa riqueza petrolera. Es la desesperada
tentativa de reconstruir el unipolarismo estadounidense y en el cual Washington
se arroga el derecho de ser el gendarme planetario y el único capaz
de imponer un orden mundial, ante cuyas exigencias el resto de los
países no tienen más opción que obedecer. Esta es una lectura
anacrónica, absurda y profundamente equivocada de la realidad
internacional, pero es la que hoy por hoy predomina en Washington.
Ahora bien: si estos planes no son neutralizados por otros
actores en el sistema internacional nada impedirá que Estados
Unidos ensaye la misma metodología que hoy utiliza en el Caribe en otros
rincones del planeta.
Por ejemplo, fomentando abiertamente el independentismo de Taiwán y apoyando su eventual independencia con la presencia de la Séptima Flota para disuadir toda tentativa de Beijing de recuperar a la provincia rebelde. O bloquear o, inclusive apoderarse del Estrecho de Malaca, absolutamente crucial para el comercio exterior de China. Dicho curso de agua es el de mayor tráfico marítimo del mundo por ser la ruta de salida de las exportaciones comerciales de China, así como de las importaciones de gas y petróleo procedentes del Golfo Pérsico y los minerales y metales procedentes de África. Un informe relativamente reciente de la UNCTAD aseguraba que aproximadamente la mitad del comercio marítimo internacional pasa anualmente por el estrecho de Malaca.
Ambas
iniciativas, auspiciar y apoyar la independencia de Taiwán o bloquear
el Estrecho de Malaca serían golpes durísimos a la República Popular
China. Por eso es por lo que en este convulsionado tablero de la
política internacional Beijing tiene que enviar una señal clara y
rotunda exigiendo el fin de la agresión militar a Venezuela. Y para
ello se requiere mucho más que palabras. La única opción, o tal vez
la mejor sin ser la única, es emular lo hecho por Estados Unidos e
imponer un bloqueo integral marítimo y aéreo sobre Taiwán, pero sin abrir
fuego o disparar sobre pequeñas embarcaciones como hizo Estados Unidos.
Porque lo
que está en juego en estos días en Venezuela es mucho más que
su petróleo: es la nueva arquitectura del sistema internacional y sus
reglas, una de las cuáles es que ningún país, por poderoso
que sea, podrá atacar a otro y someterlo por la fuerza. Quien calla
otorga, dice un viejo refrán español. Si China limita su protesta al
plano declarativo más pronto que tarde Estados Unidos volcará
todo su enorme poderío militar para someter al único actor del sistema
internacional que, como rezan varios documentos oficiales
de Washington, “quiere y puede” fundar un nuevo orden mundial.
En consecuencia, China tiene que actuar sin más pérdida de
tiempo para evitar que la pesadilla hobessiana de la ley del
más fuerte impere en el sistema internacional. El bloqueo de Taiwán
es su única carta. No sólo para defender a Venezuela
sino para prevenir una futura agresión por parte de Estados
Unidos. La historia enseña que los imperios se vuelven más violentos y
sanguinarios en su fase de declinación. Por eso se impone actuar con
la mayor rapidez y poner límites a la prepotencia imperial de
Washington.
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