AMÉRICA LATINA ESCENARIO DE ESCENARIOS DE LAS CLASES Y LA LUCHA DE
CLASES.- Tiempos difíciles pero no
imposibles, asumir responsabilidades político-institucionales,
en un escenario marcado profundamente por la crisis estructural, crisis histórica
hoy manifiesta con mayor fuerza en los ámbitos de la Política – sobre todo cuando
se enfrentan dos modelos diferentes y –
Brasil, Argentina, Ecuador - hasta contradictorios,
caso de Venezuela, Bolivia, - Comunicar para, primero para forjar, crear, construir un camino de comunicación
Intercultural, para fortalecer una
alternativa política que construya nuevos
escenarios de Integración Continental, fuera, al margen de los Poderes
Imperiales (Estados Unidos, Canadá. )
así como desarrollar, reforzar y consolidar un camino independiente, autónomo,
propio para forjar
la Integración Político Continental es
un trabajo sumamente difícil – pero no imposible
-. UNASUR, CELAC, constituyen y
representan la forja de Instituciones Independientes, autónomas del control e
influencia de los viejos poderes facticos
siempre dominantes y hegemónicos en América
latina. La Organización de Estados Americanos, la OEA – hoy renovado, ya no
parece ser el “Ministerio de las
Colonias yanquis”, sino todo lo contrario, el instrumento político que
buscaba revivir el imperio para
bombardear desde sus fueros “institucionales” cualquier proceso de
integración continental que se pueda dar al margen o fuera del control del imperio y sus poderes facticos, hoy
descentralizados y muy activos.
Todos conocemos que en los últimos tiempos – tiempos neoliberales –
ante la crisis de las Instituciones post-Segunda Guerra Mundial -
Instituciones sociales, políticas, económico-financieras, culturales, militares,
ambientales Nacionales, Continentales y
Mundiales– han ingresado en una crisis global profunda. Crisis que ha llevado por ejemplo a las
Instituciones Políticas – Partidos,
Movimientos, Frentes Políticos – o las Instituciones Sociales ( Gremiales,
sindicales) a una profunda crisis de
representación, de conducción – la clase
política en crisis – crisis que lo ha llevado hasta los campos de la Sociedad Civil, Real, autónoma, emergente,
popular, plural, democrática – crisis de la ´política, que es
sustituida en el escenario de la lucha de clases, por el papel activo que hoy cumplen y desempeñan los
Medios de Comunicación – mass-media -.
El Poder de poderes de los mass-media en América latina – verdaderos
conglomerados mediáticos, que
falsifican, tergiversan deforman, la
comunicación, alimentando su odio, desprecio,
marginación o deformación de sectores sociales
que atenten o vayan contra los sagrados intereses de los “viejos dinosaurios latinoamericanos”. La Sociedad Interamericana de
Prensa – la SIP – precisamente cumple ese
nefasto y destructivo papel de desinformar a los millones de ciudadanos, porque asume activamente la función de defender
sus intereses de clase, pero va más allá, hoy los medios son activos y
poderosos vínculos de relación, comunicación, información entre el Poder Político y la Sociedad en general. Informar en esas
condiciones es una gran responsabilidad de titanes políticos – utilizando pequeños
y diversas formas de comunicación intercultural – aun así logramos cumplir en
parte nuestra gran responsabilidad que los Mass-Media,
no asuman ellos y solo ellos la función de comunicación – intermediación,
responsable, activa, segura en defensa de sus intereses de clase – entre el
Gobierno de turno y la sociedad en su conjunto.
/////.
AMÉRICA LATINA: EL TRIPLE
DESAFÍO DE COMUNICAR PARA LA INTEGRACIÓN.
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Javier Tolcachier.
ALAI viernes 17 de junio del 2016.
Más allá de dificultades coyunturales, la
integración regional de signo soberano es un proyecto permanente que –como todo
proyecto– sufre altibajos en el proceso de su consecución. La integración
representa una afrenta a la lógica de la subordinación. Señala no sólo un
camino de relativa independencia y paridad en relación a los centros de poder
establecido, sino que también proclama la posibilidad de una convergencia
intencional de los pueblos sin mediar imposición de modelos. Apunta en la
indiscutible dirección de la historia humana que implica la superación de
condiciones previas de dolor y sufrimiento, de opresión y violencia. Conlleva,
por tanto, en su esencia –y por sobre todo intermedio táctico– un eminente
conflicto con las pretensiones de dominio hegemónico. El signo integrador
solidario encarna y encara, además, una lucha inequívoca contra el inmovilismo
histórico y social.
La imagen de una identidad común que rescinda
fronteras ficticias, recoge anhelos de unidad, promueve relaciones de
desarrollo y abre a los pueblos la posibilidad de forjar un destino compartido
en sentido fraterno.
La encrucijada del momento geopolítico muestra la
reacción estadounidense contra el avance alcanzado en los últimos años por el
multilateralismo, en aras de la recomposición de un frustrado esquema unipolar.
Esta ofensiva es propugnada por sectores hiperconcentrados (banca,
corporaciones, complejo militar industrial), que tienen su anclaje jurídico,
militar, político y económico en el país norteamericano y manejan el sistema
político de aquel país.
El objetivo de dicha reacción es claro: destruir
todo esfuerzo de integración externo a su órbita de intereses y contrarrestar
las nuevas alianzas mundiales establecidas por los países BRICS, las relaciones
Sur-Sur. Así se pretende detener la inminente caída del sistema internacional
establecido en la segunda mitad del siglo pasado, cuyas instituciones y moneda
son controladas por los Estados Unidos de América.
Desde un punto de vista histórico, despunta también
de manera innegable un extendido, indignado e irreverente reclamo de superación
sistémica de lo viejo por algo nuevo, multiforme en su reclamo y acaso también
en sus objetivos. Dicha rebelión es mundializada, se produce en muy distintos
contextos culturales y su portador principal son las nuevas generaciones.
Frente a este escenario, la comunicación no ha
sido, no es, ni puede ser neutral. Más aún: gran parte de lo que llamamos
“comunicación” ha desaparecido, siendo fagocitada por la propaganda. Esa
modalidad de difusión masiva, es la que mantiene vivo a un sistema de
acumulación de capital ya largamente obsoleto en términos de economía real.
Ya desde la aparición en los EEUU del libro de E.
Bernays “Crystallizing Public Opinion” (1923), las técnicas de mercadeo
reemplazarían significativamente a todo otro mensaje en la esfera pública. Los
estudios cinematográficos de Hollywood aportarían la colonización modélica,
mientras que en el área política, los sucesivos estamentos de guerra
psicológica del Departamento de Estado norteamericano y la CIA cooptarían
medios y periodistas para diseminar infundios e ideología. Su misión fue (y
sigue siendo) la de potenciar la imagen de Estados Unidos como bastión del
mundo libre y como modelo de vida para los demás pueblos del mundo.
La larga noche de la posguerra, lejos de haber
desaparecido, llega hasta hoy. De manera directa o a través del servilismo de
las empresas locales, los contenidos difundidos por sus extendidos tentáculos
se manipulan para hacer creer a los públicos que el capitalismo es la única
realidad posible y deseable.
La alianza objetiva de poder local y poder foráneo
responde al interés de detener todo impulso democratizador, revolucionario o
redistributivo que pudiera amenazar con socavar la monopolización de recursos y
medios.
Esta articulación económico-medial que impulsó la
globalización mercantil, el debilitamiento estatal y la corrosión de lo
público, se opone de manera aparentemente contradictoria a todo intento de que
las algo irreales particiones administrativas poscoloniales llamadas “países”,
dejen paso a integraciones solidarias, cuya autonomía y fuerza pondrían en
entredicho la injusticia estructural de la real partición sistémica: el poder
financiero internacional en manos del 1% y el resto de los habitantes del planeta.
Contrainsurgencia mediática.
La maquinaria de desinformación de los grupos
mediáticos monopólicos es colosal en sus dimensiones, desintegradora en sus
pretensiones y manipuladora en sus procedimientos.
Así, por su propia lógica expansiva, no sólo pretende
asfixiar toda otra expresión u opinión en el espacio público, sino que también,
por su inherente lógica de dominación, apunta a la ocupación de todo espacio
simbólico mediante operaciones de contrainsurgencia semiótica.
Así es como la descarnada opresión y agresión se
disfraza de cruzadas por la “libertad”. Así es cómo la sacralidad de la
libertad en tanto supremo propósito de la especie es profanada y convertida en
“libertad” de mercado, de comercio, de prensa, derivando en esa desalmada y falsa
libertad individualista cuyo único destino son el desprecio por el otro, el
temor y la absoluta soledad. Peor aún, ese desatino lingüístico, moral y
conceptual exige para su instalación precisamente lo contrario: la pérdida de
toda libertad emanada de la igualdad de oportunidades, la real democracia y la
diversidad de expresiones. De esa manera, la libertad de todos queda supeditada
a los insensibles designios de unos pocos.
Así es como la politización social es sindicada
como rémora de tiempos idos, así es como el (aparente) vacío de significados
inunda la superficie mediada, en un intento de acallar toda crítica y esfuerzo
movilizador.
Así es como los paladines de la guerra, los
instigadores de dictaduras, los que operan desde las sombras, elevan acusaciones
denunciando a toda personalidad que emerge a través del genuino clamor popular
para defender sus derechos. Esta distorsión ha llegado a crear incluso en los
progresismos un sentido culposo de la formal (o formol-) democracia que el
antipueblo aprovecha para avanzar. En definitiva, la real dialéctica de valores
que se quiere oscurecer es aquella de la acumulación privada en oposición al
bienestar común.
La contrainsurgencia mediática del sistema se mueve
con los antepredicativos, es decir con elementos previos al juicio (prejuicios)
y no con racionalidades argumentales. Es el espacio de los relatos, de una
onírica macabra en sus intenciones pero atrayente en sus imágenes. Tal astucia
quiere conectar con la dimensión activa del receptor, cuya memoria está
forjada, en nuestra región, con muchos elementos de sumisión al poder foráneo y
la cultura eurocentrista.
La
riqueza de la diversidad.
Comprender esto es esencial para avanzar en la
integración de América Latina y el Caribe. Hemos sido formados en escenarios
mentales de autodegradación. La conquista impuso gran parte de sus creencias,
pretendiendo sepultar, tanto en términos físicos como simbólicos, toda
construcción cultural precedente. La explotación colonial, la orientación de la
fundación independentista ahora bicentenaria, su consolidación europeísta y
plutocrática, la subsiguiente masiva inmigración europea junto a las leyes
fascistas de proscripción cultural son factores que impusieron la instalación
de un pensamiento colonizado. Éste impide apreciar suficientemente el
mayoritario mestizaje cultural que nos caracteriza, dificultando el
hermanamiento regional y peraltando la prevalencia del de afuera. Así, es común
ver aquel rasgo autodestructivo en un contingente importante de nuestros
pueblos que impele a querer parecerse “al otro” para no ser visto como un
“otro”. Así, la liberación producto de la integración regional debe apuntar no
sólo a reparar la destrucción objetiva sino también a reconstruir la demolición
subjetiva.
No se trata de forjar identidades excluyentes,
chovinismos regionales simplistas o defender un arcaísmo estático y sin futuro.
Se trata de ponderar la riqueza de lo diverso, de recuperar la belleza de lo
multiforme, de aunar en sentido creativo lo mejor de los impulsos culturales
sojuzgados, para desde allí, en gesta de iguales, proponer horizontes de
colaboración y reciprocidad a las demás regiones.
Este panorama pone a la comunicación para una
integración emancipadora ante un triple desafío:
a.
Recuperar el sentido de la comunicación,
contrarrestando el aparato mediático de propaganda mercantilista mediante el
poder de la convergencia de lo diverso, mediante la articulación creativa de
los millares de medios populares, comunitarios, universitarios o cooperativos,
tan legítimos como aptos para dicha tarea. Es imperativo fijar agendas informativas
y matrices de análisis propias frente al entramado prefijado por los
conglomerados corporativos. Crear y compartir contenido multimedial de calidad
que sirva para entretejer lazos de integración entre los pueblos.
b.
Democratizar efectivamente la posibilidad de emitir
y de recibir información, reclamar y hacer efectivo el derecho humano a la
comunicación, exento de toda posibilidad de apropiación hegemónica.
c.
Hacer docencia sobre el escenario de conflicto
subjetivo entre comunicación liberadora y propaganda retrógrada. Al mismo
tiempo, ayudar a reflexionar sobre la dimensión decisiva de superar esquemas de
autodegradación y dependencia cultural, permitiéndonos la posibilidad de soñar
con horizontes de acción y desarrollo no condicionados.
En ese sentido, el trabajo del Foro de Comunicación
para la Integración de NuestrAmérica (FCINA), –articulación de medios, redes de
comunicación y movimientos sociales de América Latina y el Caribe comprometidos
con el avance de la integración de los pueblos de la región– representa, en
relación colaborativa con otras iniciativas similares, la señal adecuada.
Javier Tolcachier es investigador del Centro Mundial de
Estudios Humanistas y columnista en la agencia internacional de noticias
Pressenza.
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