“Brasil está atravesando un momento de suma gravedad institucional,
en el que se juega el destino de este gran país. Los medios gráficos como Folha de São Paulo, Estado de São Paulo,
Rede Globo, Editora Abril, Revista Veja, Midia Ninja y Jornalistas libres,
y diferentes radios y televisoras, como Rede
Globo, producen e imponen sentidos y saberes que por efecto de
identificación se transforman en
comunes, formando la opinión pública. Esos medios concentrados realizan una
manipulación del pensamiento: las informaciones que transmiten funcionan como
verdades irrefutables, ante la ausencia de voces alternativas. Se trata de un dispositivo que opera sobre
la subjetividad, la condiciona a través de la sugestión y la reiteración de
mensajes, que terminan imponiéndose como si fueran certezas. En Brasil esto apuntó a producir el
desprestigio de la dirigencia del PT, repitiendo hasta el hartazgo el falaz
argumento de la corrupción de sus líderes, para
desestabilizar a la presidenta Dilma Rousseff a pesar de su legitimidad por
haber sido
elegida democráticamente, logrando impulsar un proceso de impeachment”.
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BRASIL: LOS MEDIOS MASIVOS DE
COLONIZACIÓN.
El golpe en marcha y el nuevo dispositivo
de sugestión.
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Artistas,
intelectuales, juristas, escritores y dirigentes políticos de varios países
preparan un libro contra el golpe en Brasil, en apoyo a Dilma Rousseff. La
psicoanalista argentina Nora Merlín participa del proyecto con un capítulo que
detalla cómo operan los medios masivos sobre las subjetividades. Aquí, un
fragmento de ese texto.
Nora Merlín *
Página
/12 jueves 23 de junio del 2016.
El poder político,
económico, con sus medios de comunicación corporativos y parte de la Justicia,
están poniendo en juego en algunos países de América Latina una nueva modalidad
antidemocrática. Buscan desestabilizar gobiernos democráticos realizando golpes
de Estado institucionales, con el objetivo de implementar políticas
neoliberales. Los medios de comunicación corporativos asumen un rol crucial:
configuran la realidad, operan sobre las subjetividades, manipulan
significaciones; en definitiva, colonizan la opinión pública. En América
Latina, los medios concentrados generan un orden homogéneo opuesto a lo que se
entiende como una política democrática, que debe implicar disenso y pluralidad.
Brasil está atravesando
un momento de suma gravedad institucional, en el que se juega el destino de
este gran país. Los medios gráficos como Folha de São Paulo, Estado de São
Paulo, Rede Globo, Editora Abril, Revista Veja, Midia Ninja y Jornalistas
libres, y diferentes radios y televisoras, como Rede Globo, producen e imponen
sentidos y saberes que por efecto de identificación se transforman en comunes,
formando la opinión pública. Esos medios concentrados realizan una manipulación
del pensamiento: las informaciones que transmiten funcionan como verdades
irrefutables, ante la ausencia de voces alternativas. Se trata de un
dispositivo que opera sobre la subjetividad, la condiciona a través de la
sugestión y la reiteración de mensajes, que terminan imponiéndose como si
fueran certezas. En Brasil esto apuntó a producir el desprestigio de la
dirigencia del PT, repitiendo hasta el hartazgo el falaz argumento de la
corrupción de sus líderes, para desestabilizar a la presidenta Dilma Rousseff a
pesar de su legitimidad por haber sido elegida democráticamente, logrando
impulsar un proceso de impeachment.
Según la teoría
psicoanalítica, las relaciones sociales se normativizan con la instauración de
un operador simbólico denominado Ideal del yo. El individuo espectador ubica a
los medios de comunicación en el lugar de ese Ideal, y luego pone en juego un
mecanismo de identificación. Esto produce una idealización de los medios y una
identificación entre los espectadores, dando como resultado una psicología de
las masas: una hipnosis adormecedora en la que el sujeto deviene un objeto cautivo,
que se somete de manera inconsciente a los mensajes e imágenes que se le
ofrecen. El sujeto de la cultura de masas es pasivo, servil, sugestionado; con
un yo empobrecido obedece a un “amo” que articula ideologías e ideales. Al
operar esta captura, los mensajes que emiten los medios terminan imponiéndose,
condicionando opiniones, valores y pertenencias, lo que redunda en una
manipulación de la subjetividad.
En democracia es
fundamental regular el poder de influencia de los medios sobre la subjetividad,
basado en el marketing político, y derivado de técnicas de venta exitosas que,
a consecuencia de la rápida expansión de los medios, llegó a abarcar casi todos
los aspectos de la cultura. Consiste en un dispositivo planificado de
sugestión, cuyo fin es que el ciudadano devenga un consumidor que compra un
objeto o un mensaje político. Mediante técnicas que implican una producción
calculada de subjetividad construyen consenso, convencen, consiguen votantes,
imponen valores, hábitos, posicionan un producto, una idea o un candidato.
Muchas veces se adquiere una marca, una identificación y una pertenencia sin
advertir que tras ello hay un proyecto económico o político.
A partir de Freud y
Lacan, sabemos que las demandas no son necesidades naturales, básicas o biológicas,
sino que son construcciones discursivas: la mercadotecnia impone demandas que
luego aparecen como una elección libre del ciudadano. El actual modelo de los
medios de comunicación de masas produce gente seriada por efecto de
identificación, lo que tira por tierra la supuesta libertad que otorgan la
información y los mensajes comunicacionales. Si bien en apariencia amplían la
libertad individual, en sentido estricto se imponen, condicionan elecciones,
llegando a colonizar y enfermar a toda una cultura. Freud vio en el rebaño, en
la fascinación colectiva y en la homogeneización de la psicología de las masas
un prolegómeno del totalitarismo.
La democracia no puede
definirse por el sentido común, ni por el consenso de una masa de autómatas,
producidos por un dispositivo de sugestión de los medios de comunicación
concentrados. Una concepción democrática debe incluir pluralidad de voces,
evitando la monopolización de la palabra y la instalación de un discurso único,
tendiendo a que los mensajes se transmitan libremente, buscando asegurar el
derecho que tienen los ciudadanos a una información veraz, vertida de manera
responsable y racional.
Gran parte del espacio
público ocupado por los medios de comunicación se transformó en la sede del
odio y la agresión entre las personas. En esta versión, el derecho a la libre
expresión se confunde con una libertad de agresión en la escena pública. En
forma desmedida e insistente emiten mensajes agresivos, hostiles, que
incrementan el miedo, la angustia, el terror y el odio. Los noticieros y los
programas de “información” producen relatos falsos y teorías conspirativas, no
comprobadas, de sospecha y complot, instalando el significante “corrupción”
sobre los dirigentes del PT, apuntando a que el adversario político sea atacado
como un enemigo. Esta modalidad va dando sustento a la hostilidad entre los
miembros de la cultura, provocando sentimientos persecutorios e instalando los
afectos señalados, que van a funcionar como desencadenantes de enfermedad
psíquica. El “enemigo” es el prójimo que deviene en un objeto hostil al que se
lo puede humillar, degradar, maltratar, etc. Se produce como resultado una
sociedad transformada en un campo minado por la violencia y el odio en sus
variadas expresiones. Una cultura así planteada está en riesgo.
Frente a este panorama,
surgen algunos interrogantes: ¿dónde quedan las categorías de verdad, decisión
racional y autonomía del sujeto, para filtrar y administrar la información y
los afectos que éstas instalan? ¿Quién se hace responsable de los efectos
patológicos que se constatan en la subjetividad y en los lazos sociales? Ante
la constatación de la patología que producen los medios de comunicación y con
el objetivo de proteger la salud de la población y la democracia, resulta
imperioso desenmascarar los dispositivos con que operan. No se trata aquí de
una práctica de censura ni un planteo de tipo moral, sino de asumir una
decisión responsable fundamental a favor de preservar la salud de la comunidad.
El Estado, sus
representantes e instituciones, deben encarnar una función simbólica de
contención y pacificación social, garantizando el bien común, el ejercicio
democrático, la disminución de la violencia y la hostilidad entre semejantes.
Esto supone limitar la acción de los medios de comunicación de masas, para que
dejen de calcular, de manipular la subjetividad, instalando el odio y la
agresividad. Una cultura no sometida a un proceso de sugestión homogeneizante,
capaz de reconocer el lugar y la dignidad de las diferencias, significará un
gran avance en pos de la democracia y en contra del totalitarismo.
* Psicoanalista. Docente de la Facultad
de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Magister en Ciencias
Políticas, Universidad de San Martín (UNSAM-IDAES). Autora del libro Populismo
y psicoanálisis, Editorial Letra Viva.
Fragmento del capítulo “Un nuevo dispositivo
de sugestión: los medios masivos de colonización”, que formará parte del
libro La resistencia internacional al golpe de 2016 y que será lanzado en Río
de Janeiro en vísperas de la votación en el Senado, como apoyo a Dilma
Rousseff. Colaboran artistas, intelectuales, juristas, escritores y dirigentes
políticos de Brasil, Argentina, Alemania, Portugal, España, Francia, Inglaterra
y Estados Unidos.
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