BREXIT DE LA UNIÓN EUROPEA, NO DE LA OTAN.- Atilio
A. Boron.-
El triunfo del Brexit en
el referendo abre toda una serie de interrogantes. La
mayoría de los analistas ha puesto el énfasis en el examen de sus consecuencias
sobre los mercados, su exacerbada volatilidad y la cotización de las
principales monedas. Sin restarle importancia a este asunto creemos que está
lejos de ser lo más significativo. Los mercados son entidades veleidosas, siempre
sujetos a esa “exuberante irracionalidad” denunciada por Alan Greenspan, el ex
chairman de la Reserva Federal de Estados Unidos, de modo que pronosticar la
ruta a corto plazo de su derrotero una vez consumada la salida del Reino Unido
de la Unión Europea es un ejercicio ocioso y condenado de antemano al fracaso.
Más importante nos parece ponderar lo que esto significa en términos políticos:
un golpe si no mortal pero sin duda muy duro al proyecto de una Europa unida.
Con su deserción Londres debilita a un grupo de naciones que, con su
asociación, había tratado de reposicionarse en términos más favorables en el
turbulento tablero de ajedrez de la política internacional. Si con el Reino
Unido adentro la Unión Europea era un segundo violín en el concierto de
naciones, con los británicos afuera de la UE su gravitación cae aún más vis a
vis China y Rusia, para comenzar. Fue Angela Merkel quien mostró la mayor
preocupación y reclamó que sus asociados “mantengan la calma y la compostura”
ante la mala noticia. Pero la canciller alemana es una de las responsables de
la profundización de la senda autodestructiva por la que se internó Bruselas en
los últimos años: la perversión de un proyecto que tenía como metas una Europa Social,
una Ciudadanía Común Europea y que en con el paso del tiempo se transformó en
un programa para beneficio de la gran banca, sobre todo alemana, y al puro y
exclusivo servicio del capital. Los griegos, donde se inventó la democracia,
pueden dar fe de la furia destructiva de la Unión Europea, que al caerse la hoja de parra de su hueca
palabrería democrática puso en evidencia los alcances de la descomposición del
viejo proyecto europeo: un ardid para reforzar el poder económico, político e
ideológico de los grandes conglomerados empresariales sacrificando todo lo que
se opusiera a sus designios.
Una UE que acompañó a
Washington en todas sus tropelías y todos sus crímenes en
el escenario internacional y que ahora recoge los amargos frutos de su
complicidad. Era obvio que la
destrucción perpetrada por Occidente en Irak, Libia y ahora Siria
provocaría una incontenible marea de refugiados que no tienen sino un solo
lugar adonde dirigirse: Europa. Washington puede alegremente incurrir en tales
atrocidades porque está protegido por dos océanos que lo convierten en un
destino inalcanzable para quienes huyen del infierno desatado en sus países.
Pero Europa está ahí nomás. Y ese torrente humano despertó los peores instintos
en buena parte de las poblaciones europeas que pretenden ponerse a salvo de las
consecuencias de sus acciones. Por eso
la xenofobia fue un componente decisivo del triunfo del Brexit. Por eso la
saludó con alegría un xenófobo probado y confeso como Donald Trump, desde
Escocia y los representantes de la derecha en casi todos los países europeos.
Una UE debilitada en lo político, pero donde las artes de la política son cada
vez más toscas y rudimentarias en la medida en que la contundencia de las armas
se torna cada vez más importante para contener la marea de los descontentos. Londres se fue de la UE pero, como Jens
Stoltenberg –el Secretario General de la OTAN– se apresuró a declarar, el Reino Unido sigue siendo parte de
esa nefasta institución, la mayor organización criminal del planeta. Y en
tiempos como estos eso es lo que cuenta. Lo grave sería que decidiera salirse de la OTAN. Pero por
ahora no hay peligro de que tal cosa vaya a ocurrir.
/////
Ni el propio Gabinete del Primer Ministro Cameron - los Tories o conservadores) se pusieron de acuerdo en una sola Política. (O fuera o seguir en la U.E). Al final muchos de estos distinguidos caballeros y señoras hicieron campaña para salir de la U.E- (Es decir el Brexit) mientras el Primer Ministro hacía una campaña fría, sin llegar a los Ciudadanos en favor de permanecer en la U.E. Ahora a cosechar sus indecisiones políticas.
***
EUROPA: LO QUE LOS MEDIOS NO
DICEN SOBRE LAS CAUSAS DEL BREXIT.
*****
Vicenc Navarro.
Público
sábado 25 de junio del 2016.
No hay pleno conocimiento y conciencia en las
estructuras de poder político y mediático (que en terminología anglosajona se
llama el establishment político-mediático) que gobiernan las instituciones de
la Unión Europea, así como las que gobiernan en la mayoría de países que
constituyen tal Unión, de lo que ha estado ocurriendo en la UE y las
consecuencias que las políticas propuestas e impuestas por tales establishments
han estado teniendo en las clases populares de los países miembros. Durante
estos años, después del establecimiento de la Unión, se ha ido germinando un
descontento entre estas clases populares (es decir, entre las clases trabajadoras
y las clases medias de renta media y baja) que aparece constantemente y que
amenaza la viabilidad de la UE.
El rechazo de las clases populares a la UE.
Indicadores de tal descontento han aparecido ya en
muchas ocasiones. Una de las primeras fue el resultado del referéndum que se
realizó en varios países de la UE que, por mandato constitucional, tenían que
hacer para poder aprobar la Constitución europea. En todos los países donde se
realizó el referéndum, la clase trabajadora votó en contra. Los datos son
claros y contundentes. En Francia, votaron en contra el 79% de trabajadores
manuales, el 67% de los trabajadores en servicios y el 98% de los trabajadores
sindicalizados; en Holanda, el 68% de los trabajadores; y en Luxemburgo, el
69%. Incluso en los países en los que no hubo referéndum, las encuestas
señalaban que, por ejemplo en Alemania, el 68% de los trabajadores manuales y
el 57% de los trabajadores en servicios hubieran votado en contra. Unos
porcentajes parecidos se dieron también en Suecia, donde el 74% de los
trabajadores manuales y el 54% de los trabajadores en servicios también
hubieran votado en contra. Y lo mismo ocurrió en Dinamarca, donde el 72% de los
trabajadores manuales hubieran también votado en contra.
El rechazo a la UE por parte de la clase trabajadora ha ido aumentando.
Otro dato que muestra tal rechazo fue el
surgimiento de partidos que explícitamente rechazaron la Unión Europea, partidos
cuya base electoral fue precisamente la clase obrera y otros segmentos de las
clases populares que antes, históricamente, habían votado a partidos de
izquierdas, siendo el caso más conocido (pero no el único) el del partido
liderado por Le Pen y que, según las encuestas, podría ganar las próximas
elecciones en Francia. En realidad, la identificación de los partidos de
izquierda tradicionales con la Unión Europea (y con las políticas neoliberales
promovidas por el establishment de tal Unión) ha sido una de las mayores causas
del enorme bajón electoral de estos partidos en la UE (y, muy en particular,
entre las bases electorales que les habían sido más fieles, es decir, entre las
clases trabajadoras). Para que baste un ejemplo, en Francia, si la mitad de los
votos (predominantemente de la clase trabajadora) que habían apoyado al partido
de Le Pen hubieran sido para la candidata socialista Ségolène Royal, ésta
hubiera sido elegida Presidenta de Francia. En paralelo con la pérdida de apoyo
electoral, los partidos socialdemócratas en la UE perdieron también gran número
de sus militantes. El caso más dramático fue el del Partido socialdemócrata
alemán que, junto con la pérdida de apoyo electoral, perdió casi la mitad de
sus militantes, de 400.000 en 1997 a 280.000 miembros en 2008.
La evidencia es pues abrumadora que la
identificación de tales partidos de izquierda (la mayoría de los cuales han
sido partidos gobernantes socialdemócratas que han jugado un papel clave en el
desarrollo de las políticas públicas promovidas por la UE) con la Unión ha sido
una de las principales causas de su enorme deterioro electoral y de la pérdida
de su militancia.
El rechazo a la UE ha ido aumentando más y más entre las clases populares, a la vez que ha ido aumentado el apoyo entre las clases más pudientes
Por desgracia, las encuestas creíbles y fiables sobre la UE (que son la minoría, pues la gran mayoría están realizadas o financiadas por organismos de la UE o financiadas por instituciones próximas) no recogen los datos de la opinión popular sobre la UE según la clase social. Sí que los recogen por país, y lo que aparece claramente en estas encuestas es que la popularidad de la UE está bajando en picado. Según la encuesta de la Pew Research Center, las personas que tienen una visión favorable de la UE ha bajado en la gran mayoría de los 10 mayores países de la UE (excepto en Polonia). Este descenso, desde 2004 a 2016, ha sido menor en Alemania (de un 58% a un 50%) pero mayor en Francia (de un 78% a un 38%), en España (de un 80% a un 47%). Grecia es el país que tiene un porcentaje menor de opiniones favorables a la UE (un 27%).
El rechazo a la UE ha ido aumentando más y más entre las clases populares, a la vez que ha ido aumentado el apoyo entre las clases más pudientes
Por desgracia, las encuestas creíbles y fiables sobre la UE (que son la minoría, pues la gran mayoría están realizadas o financiadas por organismos de la UE o financiadas por instituciones próximas) no recogen los datos de la opinión popular sobre la UE según la clase social. Sí que los recogen por país, y lo que aparece claramente en estas encuestas es que la popularidad de la UE está bajando en picado. Según la encuesta de la Pew Research Center, las personas que tienen una visión favorable de la UE ha bajado en la gran mayoría de los 10 mayores países de la UE (excepto en Polonia). Este descenso, desde 2004 a 2016, ha sido menor en Alemania (de un 58% a un 50%) pero mayor en Francia (de un 78% a un 38%), en España (de un 80% a un 47%). Grecia es el país que tiene un porcentaje menor de opiniones favorables a la UE (un 27%).
Ahora bien, aunque raramente se recoge información
por clase social, sí que se ha recogido el distinto grado de popularidad que la
UE tiene según el nivel de renta familiar. Y, allí, los datos muestran que hay
un gradiente, de manera que a mayor renta familiar, mayor es el apoyo a la UE.
Es razonable, pues, suponer que la parte de la población que tiene una visión
más desfavorable de la UE es la clase trabajadora y otros componentes de las
clases populares.
Y lo que también aparece claro en varias encuestas
es que una de las mayores causas de tal rechazo es la percepción que las clases
populares tienen del impacto negativo que tiene, sobre su bienestar, la aplicación
de las políticas propuestas por el establishment político-mediático de la UE.
Esta percepción es mucho más negativa entre las clases populares (clase
trabajadora y clases medias, de renta media y baja) que no entre las clases más
pudientes. En realidad, el rechazo, siempre especialmente agudo entre las
clases populares, es claramente mayoritario entre la gran mayoría de la
población. Ahí vemos que, según la encuesta Pew, el 92% de la población en
Grecia desaprueba la manera como la UE ha gestionado la crisis existente en
Europa; tal porcentaje es de 68% en Italia, el 66% en Francia y el 65% en
España, países donde precisamente el descenso del porcentaje de población con
la opinión favorable de la UE ha sido mayor.
Ahora deben asumir directamente las consecuencias del retiro: Restricción de la migración, desplome de los mercados, aumento del precio del oro, caída de la Libra esterlina, fuga de capitales, vaída del PIB británico, aumento del desempleo, etc.
***
Este rechazo a la UE existe también entre la clase trabajadora del Reino
Unido.
Es en este contexto descrito en la sección
anterior, que debe entenderse el rechazo de las clases populares del Reino
Unido, rechazo que ha ido claramente acentuándose en los barrios obreros de
aquel país, y muy en especial en Inglaterra y el País de Gales. El voto de
rechazo a la permanencia en la UE procede en su mayoría de las clases
populares. Y ha sido un voto no solo anti-UE pero también (y sobre todo) un
voto anti-establishment británico y, muy en particular, anti-establishment
inglés, siendo este último el centro del establishment británico, pues
concentra los mayores centros financieros y económicos del país. El
establishment británico y el establishment de la UE habían movilizado todo tipo
de presiones (por tierra, mar y aire) a fin de que el referéndum fuera
favorable a la pertenencia. De esta manera, es un claro signo de afirmación y
poder que las clases populares se opusieran y ganaran al establishment. Por
otra parte, los datos mostraban que lo que ha ocurrido, iba a ocurrir. La
popularidad de la UE en el Reino Unido pasó de ser un 54% (ya uno de los más
bajos de la UE) en 2004 a un 44% en 2016 (según Pew). En realidad, el Reino
Unido es el país donde el porcentaje de población opuesta a dar mayor poder a
la UE es mayor (65%) después de Grecia (68%) Y, según otras encuestas, el
sector menos entusiasta con la UE eran las clases populares, que gradualmente
han ido transfiriendo su apoyo electoral del Partido Laborista al partido UKIP
(el partido anti UE).
La supuesta excepcionalidad de España.
Es un dicho común en los mayores medios de
comunicación que España es uno de los países más pro-UE, lo cual es cierto,
pero solo en parte (lo mismo era cierto con Grecia). Es lógico que Europa,
percibida durante muchos años como el continente punto de referencia para las
fuerzas democráticas, por su condición democrática y su sensibilidad social, se
convirtiera en el “modelo” a seguir por países como España, Portugal y Grecia,
que sufrieron durante muchos años dictaduras de la ultraderecha, seriamente
represivas y con escasísima conciencia social. Para los que luchamos contra la
dictadura, Europa Occidental era un sueño a alcanzar.
Pero, debido al control o excesiva influencia del pensamiento neoliberal en el establishment político mediático de la UE (muy próximo al capital financiero y al capital exportador alemán, que ha estado configurando las políticas públicas neoliberales que los establishment político-mediáticos de cada país de la UE han hecho suyas), este sueño se ha convertido en una pesadilla para las clases populares, particularmente dañadas por tales políticas neoliberales. Las reformas laborales que han dañado el estándar de vida de estas clases y los recortes de gasto público, con el debilitamiento de la protección social y del estado del bienestar, así como la desregulación en la movilidad del capital y del trabajo, han sido un ataque frontal a la democracia y al bienestar de las clases trabajadoras, realidad muy bien documentada (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). La pérdida de soberanía nacional que conlleva la UE ha significado la pérdida de soberanía popular, causa del deterioro de su bienestar. La evidencia de que ello es así es contundente, clara y convincente. Es más que obvio que esta Europa no es la Europa de los pueblos, sino la Europa de las empresas financieras y de los grandes conglomerados económicos.
Pero, debido al control o excesiva influencia del pensamiento neoliberal en el establishment político mediático de la UE (muy próximo al capital financiero y al capital exportador alemán, que ha estado configurando las políticas públicas neoliberales que los establishment político-mediáticos de cada país de la UE han hecho suyas), este sueño se ha convertido en una pesadilla para las clases populares, particularmente dañadas por tales políticas neoliberales. Las reformas laborales que han dañado el estándar de vida de estas clases y los recortes de gasto público, con el debilitamiento de la protección social y del estado del bienestar, así como la desregulación en la movilidad del capital y del trabajo, han sido un ataque frontal a la democracia y al bienestar de las clases trabajadoras, realidad muy bien documentada (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). La pérdida de soberanía nacional que conlleva la UE ha significado la pérdida de soberanía popular, causa del deterioro de su bienestar. La evidencia de que ello es así es contundente, clara y convincente. Es más que obvio que esta Europa no es la Europa de los pueblos, sino la Europa de las empresas financieras y de los grandes conglomerados económicos.
¡No
es chauvinismo lo que causa el rechazo a la UE!.
Ante esta
situación, el establishment político-mediático europeo quiere presentar este
rechazo como consecuencia de un retraso cultural de las clases populares,
todavía estancadas en un nacionalismo retrógrado, que incluye un chauvinismo
anti-inmigrante que merece ser denunciado. John Carlin, en el El País,
24.06.16, define este rechazo (Brexit) como resultado “de la mezquindad,
ignorancia, carácter retrógrado, xenofobia y tribal” de los que votaron en
contra de la permanencia. Y así se está interpretando, por parte de la mayoría
de los medios de comunicación europeos, el voto de rechazo a la UE por parte de
las clases populares británicas. Este mensaje intenta ocultar las causas reales
de tal rechazo, causas que he descrito en este artículo. Olvidan que, si bien
todos los xenófobos votaron a favor de la salida del Reino Unido de la UE, no
todos los que así votaron eran xenófobos.
En esta manipulación están participando poderes de la socialdemocracia europea que no han entendido todavía lo que está ocurriendo entre lo que solían ser sus bases. No quieren entender que el rechazo que está ocurriendo es hacia esta Europa que la socialdemocracia ha contribuido a crear, una Europa que carece de vocación democrática y sensibilidad social. El maridaje de los aparatos dirigentes de las socialdemocracias con los intereses financieros y económicos dominantes en la UE (y en cada país miembro) ha sido la causa de su gran declive, que todavía no entienden porque no quieren entenderlo. Lo que pasa en Francia, dónde hay un gobierno socialdemócrata que está intentando destruir a los sindicatos (como la señora Thatcher hizo en el Reino Unido), o en España, dónde el PSOE fue el que inició las políticas de austeridad, son indicadores de esta falta de comprensión de lo que está ocurriendo en la UE, y que es el fracaso de las izquierdas para atender a las necesidades de las clases populares. De ahí la transferencia de lealtades que están ocurriendo, en lo que refiere a los partidos.
En esta manipulación están participando poderes de la socialdemocracia europea que no han entendido todavía lo que está ocurriendo entre lo que solían ser sus bases. No quieren entender que el rechazo que está ocurriendo es hacia esta Europa que la socialdemocracia ha contribuido a crear, una Europa que carece de vocación democrática y sensibilidad social. El maridaje de los aparatos dirigentes de las socialdemocracias con los intereses financieros y económicos dominantes en la UE (y en cada país miembro) ha sido la causa de su gran declive, que todavía no entienden porque no quieren entenderlo. Lo que pasa en Francia, dónde hay un gobierno socialdemócrata que está intentando destruir a los sindicatos (como la señora Thatcher hizo en el Reino Unido), o en España, dónde el PSOE fue el que inició las políticas de austeridad, son indicadores de esta falta de comprensión de lo que está ocurriendo en la UE, y que es el fracaso de las izquierdas para atender a las necesidades de las clases populares. De ahí la transferencia de lealtades que están ocurriendo, en lo que refiere a los partidos.
Es lógico y
predecible que las políticas neoliberales y los partidos que las aplican sean
rechazados por las clases populares, pues son éstas las que sufren más cada una
de estas políticas, incluyendo la desregulación de la movilidad de capitales y
del trabajo. Regiones enteras en el Reino Unido han sido devastadas, siendo sus
industrias trasladadas al este de Europa, creando un gran desempleo en las
regiones. Y la desregulación del mundo del trabajo, acompañada de la dilución,
cuando no destrucción, de la protección social, ha creado una gran
inestabilidad y falta de seguridad laboral. En realidad, fueron las políticas
del gobierno Blair y del gobierno Brown (1997-2010) las que sentaron las bases
para este rechazo generalizado hacia la UE. Tales gobiernos de la Tercera Vía
facilitaron la llegada de inmigrantes a los que los empresarios contrataron con
salarios más bajos. Y así se inició el desapego con la Unión Europea (ver
“Don’t blame Corbyn if Brexit wins”, Denis McShane).
En España,
frente al descrédito del partido socialdemócrata (PSOE) debido, entre otras
razones a su participación en la construcción de esta Europa, han aparecido una
serie de fuerzas políticas, tanto en la periferia como en el centro (Unidos
Podemos y confluencias), que están canalizando este desencanto popular
acentuando, con razón, que esta no es tampoco nuestra Europa, y que se requieren
cambios profundos para recuperar la Europa democrática y social a la que
aspiramos y que debe construirse. Así de claro.
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