EL HAMBRE: LA
AUTÉNTICA CRISIS ECONÓMICA.- El hambre
afecta a, aproximadamente, mil millones de personas en todo el mundo y, a
medida que la crisis económica continúa, los esfuerzos por impulsar el
crecimiento empeoran la situación. La crisis
financiera mundial y la posterior recesión económica han dominado las mentes de
los líderes económicos de la OCDE
durante los últimos cuatro años. Pero una crisis más cruda y persistente
evidencia el fracaso de la economía global
para buena parte de los 7.500 millones de personas que viven en el planeta, y
señala la necesidad de buscar una nueva forma de hablar de economía si nuestro
objetivo es afrontar con éxito los retos del siglo XXI. La auténtica crisis no reside en la subida o bajada de los valores y
las acciones de los mercados financieros sino en los estómagos vacíos de mil
millones de personas. Una crisis que desaprovecha oportunidades, frena el
desarrollo y deja sin alimentos a una importante fracción de la humanidad.
Por supuesto que se están haciendo esfuerzos
para hacer frente al hambre en el mundo. En 2008, tras las
revueltas provocadas por el aumento de los precios de los alimentos en una
docena de países, los líderes mundiales prometieron emprender acciones. Los Líderes del G-7 acordaron en L’Aguila
(Italia), que la agricultura y la seguridad alimentaria deben figurar "en el centro de la agenda
internacional". Más tarde ese mismo año, el Comité de Seguridad Alimentaria, (CSA) fue reformado para
fortalecer los mecanismos de gobernanza del sistema alimentario mundial. Pero
estos esfuerzos o bien deben aún dar sus frutos (el recién reformado CFA aún está dando sus primeros pasos) o
simplemente se han reducido a promesas vacías. Tras la crisis alimentaria de
2008, los líderes del G-7 se
comprometieron en L'Aquila a proporcionar 20.000 millones de euros para
impulsar la agricultura en los siguientes tres años. Estos fondos han resultado
ser fondos reciclados de anteriores promesas o destinados a cumplir distintas
promesas al mismo tiempo.
Muchas de las políticas que fomentan la crisis alimentaria aún están en
vigor. Por ejemplo, desde la UE o los EE.UU. aún se impulsa la producción de biocombustibles a
pesar de que hay evidencias que señalan que éstos fueron la principal causa del aumento de los precios
de los alimentos en 2008 y uno de los principales factores causantes de la
volatilidad de los precios de los alimentos, además de contribuir a aumentar, y
no a disminuir, las emisiones de carbono. Según OXFAM el 1 % más rico posee el 48 % de
la riqueza mundial y el 20 % siguiente en riqueza posee el resto. Al 80 %
restante, es decir, la aplastante mayoría, solo le quedan migajas.
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EL
DERECHO Y LA POBREZA.
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Ana Cristina Bracho.
ALAI viernes 8 de diciembre del 2017.
Como
tantos otros miércoles caminé por el casco central de Caracas. A mi alrededor,
la gente iba apurada a sus distintos quehaceres salvo algunos, harapientos,
orillados que estaban allí sin apuro como esperando que otro les viera.
Una mujer
joven en la esquina de la Catedral con dos pequeños, agitaba la mano con un
pote vacío. No vendía nada, no hacía nada. Rompía el apuro de todos los demás.
A menos
de una cuadra un pregonero exhibía la prensa, el titular principal era la
afirmación de Alfred De Zayas, el experto de la ONU, negando la existencia de
la tan publicitada crisis humanitaria en Venezuela.
Su frase
no significaba que la muchacha que agitaba el pote no existiera como también
existen los niños que par de cuadras más allá limpiaban vidrios de carros en
vez de estar en la escuela. Lo dicho por De Zayas sólo quiere decir que la
situación venezolana no se enmarca en un concepto típico del derecho
internacional como es el de la crisis humanitaria.
En parte
porque la crisis humanitaria es la situación más terrorífica a la que se
enfrenta la humanidad, una que compromete severamente la capacidad de
sobrevivir de una población y porque, como cualquier otro concepto jurídico,
tienen que existir toda una serie de elementos para que una situación pueda
llamarse así. El tema fundamental es que la existencia de la crisis humanitaria
genera una activación del sistema internacional que admite intervenciones, fin
que algunos han buscado a cualquier precio en este año que termina.
Eso no
quiere decir que no exista pobreza o que no se haya condicionado, limitado o
restringido el acceso a ciertos derechos que habíamos considerado ganados para
todos y para siempre. Como el del niño que limpia los vidrios cuyo lugar es una
escuela.
Significa
que la pobreza y la crisis humanitaria son cosas distintas.
Según
datos publicados en el 2016 por Compassion Internacional.
Casi la
mitad de la población humana, o más de 3.000 millones de personas, viven con
solo 2,5 dólares o menos al día. Más de 1.300 millones sufren pobreza extrema,
es decir, viven con 1,25 dólares al día.
Unos
1.000 millones de niños en todo el mundo son pobres. Conforme a datos de
UNICEF, 22.000 niños mueren cada día a causa de la pobreza.
En todo
el mundo hay 805 millones de personas que pasan hambre.
Más de
750 millones de personas no tienen garantizado el acceso a agua dulce.
La
diarrea a causa de la falta de agua y las malas condiciones sanitarias e
higiénicas matan a 842.000 personas al año, o aproximadamente 2.300 personas al
día.
En 2011
la cantidad de niños de cinco años o menos a los que se les diagnosticó cese de
crecimiento y desarrollo debido al hambre crónica fue de 165 millones.
Las
enfermedades prevenibles como la diarrea o la neumonía se cobran la vida de 2
millones de niños al año. Son niños que viven en la pobreza y no tienen acceso
al tratamiento apropiado.
Según
cifras de 2013, 21,8 millones de bebés (de un año o menos) no fueron vacunados
contra la difteria, el tétano y la tos ferina.
Una
cuarta parte de la población humana, o 1.600 millones de personas, viven sin
electricidad.
El 80% de
la población mundial vive con menos de 10 dólares al día.
Según
Oxfam, para combatir la pobreza se necesitarían 60.000 millones de dólares al
año, o menos de una cuarta parte de las ganancias de las 100 personas más ricas
del mundo.
El hambre
es la principal causa de mortalidad en el mundo, y mata a más personas que el
sida, la malaria y la tuberculosis en conjunto.
En
conclusión, es evidente que el Derecho de los Derechos Humanos convive sin
mayores sonrojos con el hecho que la mitad de la población es pobre, no tiene
acceso a su protección y que entre ese universo de pobres, la mayor parte son
niños y no llegarán nunca a disfrutar de un proyecto de vida digno como es la
promesa fundamental del mundo actual.
Incluso
podemos observar cómo en muchos países y en el pasado legal de nuestro país la
pobreza no era considerada un problema jurídico como si lo fueron los pobres a
los cuáles se les castigó porque su simple existencia retaba al sistema.
Fueron
así conductas prohibidas: el espigamiento en fundo ajeno, la mendicidad, la
prostitución de la mujer “de la mala vida” mientras para los hombres eran
legales “los malos hábitos”, etc.
Por eso,
la pregunta silenciada –que como de costumbre es la fundamental- que es
el cuestionamiento sobre qué puede hacer el Derecho para evitar la pobreza y
dignificar a los pobres, llegamos a entender aquella vez que Chávez en
Copenhague insistía que en el tema ambiental, tan relacionado con esta materia,
lo que era necesario era cambiar el sistema.
El hecho que un sistema de Derechos Humanos haya convivido casi setenta
años con una pobreza galopante debe generar nuestros más profundos
cuestionamientos porque, desde un punto conceptual, la pobreza constituye una
violación múltiple de las libertades fundamentales de los seres humanos y, por
sobre todo, la violación del derecho a vivir una vida digna tal como lo
consagran los Tratados Internacionales de Derechos Humanos.
De esto
surgen dos líneas de trabajo maravillosas para quienes estén redactando una
nueva Carta Magna pues por un lado es la oportunidad de la creación de un
derecho a no ser pobre que no es más que la constitucionalización del derecho a
los programas públicos fundamentales para una vida digna, y por otro, de la
incorporación de una visión de los crímenes económicos –así como de la procura
de peores situaciones económicas para el país- como actos absolutamente
contrarios al espíritu del Estado Social de Derecho y de Justicia que incorpora
nuestro derecho.
Si la
crisis humanitaria no existe tampoco pueden obviarse que las cosas no son como
eran, que
existen personas que están allí sentadas en la orilla de nuestro caminar que
piden que alguien en su apuro, las vea.
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