Estos
tratados de libre comercio que se acuerdan de forma bilateral o regional, cada
vez más comunes, tienen como objetivo principal regular las relaciones
comerciales entre los estados firmantes con el fin de aumentar el flujo
comercial y obtener así un mayor nivel de desarrollo económico. Para ello, se
establecen normas que deben garantizar y fomentar la circulación de bienes
mediante el establecimiento de zonas de libre mercado, de servicios y/o
inversiones de forma ilimitada. Los tratados suscritos por cualquiera de los
164 estados miembro de la OMC deben atenerse a unas determinadas reglas
marcadas por la propia OMC para, paradójicamente, evitar descontroles.
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TRATADOS DE LIBRE COMERCIO, LEJOS DE LAS LEYES
NATURALES.
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Ana Gorostidi.
Rebelión viernes 8 de diciembre del 2017.
Cheap
food, high wage -pan
barato y salarios altos-. Éstas eran las bondades con las que
los entusiastas impulsores del tratado de libre cambio de cereales, y de otras
materias primas, entre Inglaterra y Francia intentaban ganarse la aprobación de
los trabajadores allá por 1848. Hoy en día, casi 170 años después, el número de
tratados de libre comercio que rigen actualmente la gran mayoría del comercio
internacional sigue aumentando año tras año. ALCA, TTP, NAFTA,…etc, no son más
que algunos de los ejemplos más representativos por su peso en la economía
global, aunque sin duda los más sonados últimamente han sido el TTIP y el CETA,
acuerdos de libre comercio que la Unión Europea ha negociado durante la última
década con los Estados Unidos de América y con Canadá, respectivamente. Según
los propios datos de Organización Mundial del Comercio (OMC), y que se reconoce
con la “primacía para el establecimiento de las normas comerciales y la
gobernanza del comercio a nivel global” , actualmente existen 302 acuerdos
vigentes y otros 39 están siendo negociados. Y las bondades con las que se nos
presentan estos acuerdos tales como el crecimiento del PIB, el aumento de
empleos, el aumento de salarios,… en definitiva el desarrollo, difieren muy
poco de aquellas proclamas asociadas a las mencionadas en el ejemplo del libre
cambio de cereales de 1848.
Así
descritos y denominándose tratados libres -quién va a estar en contra de la
libertad- pocos pueden ser aquellos que, a primera vista, duden de los
beneficios que puedan generar a la sociedad en general. Sin embargo, una
enérgica contestación por parte de las clases populares a cada una de las
negociaciones de estos acuerdos parece estar intrínsecamente asociada.
Agricultores, ganaderos, sindicalistas, ecologistas, jueces,…consideran estos
tratados como ataques a la democracia.
Estos
tratados de libre comercio que se acuerdan de forma bilateral o regional, cada
vez más comunes, tienen como objetivo principal regular las relaciones
comerciales entre los estados firmantes con el fin de aumentar el flujo
comercial y obtener así un mayor nivel de desarrollo económico. Para ello, se
establecen normas que deben garantizar y fomentar la circulación de bienes
mediante el establecimiento de zonas de libre mercado, de servicios y/o
inversiones de forma ilimitada. Los tratados suscritos por cualquiera de los
164 estados miembro de la OMC deben atenerse a unas determinadas reglas
marcadas por la propia OMC para, paradójicamente, evitar descontroles.
La
OMC, que nació de manera dudosamente democrática para fijar las políticas
económicas del neoliberalismo, se reúne en una nueva ronda de negociaciones del
10 al 13 de diciembre en Buenos Aires (Argentina). En esta ocasión, además de
afianzar las medidas citadas anteriormente, se tratarán nuevas medidas como los
derechos de propiedad intelectual, las patentes o el comercio electrónico. En
este último caso, las conversaciones están dirigidas a impedir que los Estados
puedan regular el comercio electrónico o incorporar nuevos impuestos a la
transacción de datos. Este ejemplo deja a relucir cuál es el quid de
la cuestión; en cada una de las rondas de negociaciones de la OMC, lo que queda
de la llamada soberanía popular, sufre un severo revés al ceder soberanía a una
organización internacional que se escapa del control democrático.
La
experiencia deja al descubierto que las consecuencias de estos tratados no son
siempre aquellas con las que se publicitan, sino muy contrarias. Sabiendo que
los tratados de libre comercio y las reuniones de la OMC están impulsados por
una élite financiera y empresarial cuyo único objetivo es la acumulación de
beneficios y aumento de ganancia -porque para eso les pagan- quién puede pensar
que estos acuerdos realmente se establecen con la idea de mejorar las
condiciones de las clases populares . La contradicción es clara: el control y
la acumulación del capital por parte de una minoría choca frontalmente con las
necesidades reales y el bienestar de una mayoría, porque cuando una aumenta la
otra disminuye, y viceversa . ¿Por qué entonces esa elite minoritaria que tiene
su modo de actuar para controlar el comercio global a través de la OMC iba a
llegar a acuerdos que van en contra de sus propios intereses?
La
empresa resulta difícil, y más cuando desde la OMC elevan sus medidas
económicas a la categoría de las leyes naturales (como la ley de la gravedad o
las leyes de la termodinámica) e imposibles de ser cuestionadas, pero existen
alternativas a los tratados de libre comercio. Alternativas más plausibles que,
sin negar el desarrollo y el comercio, acometen los acuerdos sobre una base de
solidaridad entre los pueblos, el respeto por el medio ambiente y que en
definitiva repercuta de facto de manera positiva sobre la mayoría social. Unos
tratados comerciales en los que la mayoría social sea protagonista para velar
por sus intereses.
Los
recortes en sanidad, educación o investigación que han asolado a toda Europa y
la regresión de los derechos conquistados históricamente no han caído del
cielo. Son la consecuencia de estas políticas de liberalización que se
implementan en los acuerdos. Parece lógico por lo tanto revertir la tendencia
de las últimas tres décadas de liberalización de la economía. Requiere esfuerzo
y compromiso continuo, de ir tejiendo poco a poco una red alternativa y
solidaria, con
propuestas a nivel local y también global fuera de la lógica capitalista, para
construir esas sociedades más justas que soñamos.
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