“Contradicciones entre izquierda y progresismo.- Desde esa perspectiva, la repetida
embestida contra CEDIB en Bolivia ilustra varias facetas de esa
problemática y merece ser comentada otra vez. Toda esa situación muestra la
creciente divergencia entre el proyecto original de la izquierda y los
progresismos realmente gobernantes. Esa diferenciación produce un abanico de
contradicciones. La primera resulta
en que ahora se ataca a un grupo ciudadano
comprometido con los derechos humanos, aunque la defensa de esos derechos
era precisamente una de las banderas de la izquierda popular a inicios de los
años 2000. Una segunda resulta en
que los progresismos
tratan de acallar a las voces críticas y son muy poco tolerantes con los que
les indican sus errores. Pero aquella
izquierda de años atrás sólo pudo construirse desde su propia postura
contestaria. En tercer lugar, se silencian o atacan algunas de
las posiciones y saberes indígenas y campesinos, especialmente cuando alertan
sobre los duros impactos de los
extractivismos. También en ese
terreno, las voces campesinas e
indígenas aseguraron el empujón electoral inicial que
permitió ganar el gobierno”.
“Entonces, el ataque que se
mantiene sobre CEDIB en Bolivia no es solamente una guerrita contra una ONG, sino que sólo puede entenderse bajo esas
contradicciones. Si se persistiera en el
programa inicial de aquella izquierda, que intentaba ser plural, respetuosa y
comprometida con los derechos y los movimientos sociales, serían inconcebibles
los ataques a las organizaciones
ciudadanas. Pero con el paso del
tiempo esa izquierda se convirtió en progresismo, y esa mutación reforzó un
desarrollismo clásico, obsesionado con los extractivismos para mantener las cuentas públicas y que no toleraba las críticas. Se invisibilizan los
impactos y costos sociales y ambientales, se festejan los indicadores
macroeconómicos, se invoca a la Pacha
Mama pero se la contamina, y se ahonda la brecha con movimientos indígenas
y campesinos. La consecuencia inevitable fue el hostigamiento a las
organizaciones ciudadanas independientes. Por lo tanto, no es que grupos
como CEDIB sean de “derecha”, como dice el vicepresidente, sino que son atacados precisamente por ser fieles a
aquella izquierda en su sentido original, y no progresistas como se practica en
la actualidad”.
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AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: CONTROLAR Y
CASTIGAR LAS VOCES CIUDADANAS INDEPENDIENTES.
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Eduardo
Gudynas.
Rebelión
viernes 22 de diciembre del 2017.
Días atrás,
en Argentina, el gobierno de Mauricio Macri echó del país a un par de
activistas ciudadanos que criticaban los tratados de libre comercio y que
esperaban participar de reuniones alrededor de la Organización Mundial de
Comercio. Además, impidió la entrada al país o a esa cumbre a más de 50
personas provenientes de los movimientos sociales (1). Más o menos al mismo tiempo, en Bolivia se está estrangulando
a una organización de la sociedad civil. Y al tiempo que en Buenos Aires se
justificaban aquellas expulsiones sosteniendo que los deportados eran radicales
“disruptivos”, en Bolivia se dice que la ONG en cuestión es de derecha por
defender los derechos humanos y a la Naturaleza.
Estos y otros casos son ejemplos de la ambigüedad
conceptual que se extiende por América Latina. Ideas e ideologías pierden sus
significados y se convierten, poco a poco, en meras armas que usa el poder para
justificar sus actos. Estamos rodeados de ejemplos. Desde una postura ideológica, en Argentina, Macri recorta las
jubilaciones pero dice que se incrementarán (2). Desde la otra, en Uruguay, el tercer gobierno del Frente
Amplio usa el slogan de proteger la tierra y a quienes la trabajan, pero en
los últimos años se vendieron 8 millones de hectáreas, la mayor parte a
extranjeros, se perdieron más de 8 mil agricultores familiares (la caída más
alta desde que hay registros) y acaban de aprobar 12 variedades transgénicas (3).
Entre todo ese entrevero, uno de los objetivos
predilectos de los ataques gubernamentales son los grupos independientes de la
sociedad civil, especialmente los que denuncian la explotación de la Naturaleza
y de las personas.
En los países con gobiernos conservadores esos
grupos son denunciados como izquierda radical, y bajo los gobiernos
progresistas se dice que son de derechas, descafeinados o infantiles. Se repite
el hostigamiento y sólo cambian los términos utilizados. Por ejemplo, en Perú,
las administraciones conservadoras llaman a varias ONGs y los militantes que denuncian los derrames petroleros o la
contaminación minera por metales pesados, como radicales izquierdistas,
comunistas o etiquetas por el estilo.
Entre los países progresistas se puede citar uno de
los casos más recientes, donde se acusa de ser parte de la derecha a una
organización ciudadana que también aborda los derechos humanos y las cuestiones
ambientales y territoriales (4). Esto ocurre con el Centro de Documentación
e Información de Bolivia (CEDIB) de la ciudad de Cochabamba, recibiendo
otra vez los ataques más duros en una dinámica que no cesa y que revela,
posiblemente, algunas de las contradicciones más oscuras en las que se puede
caer.
No es sencillo reconocer las contradicciones en
aquellas posturas políticas que uno apoya. Por el contrario, siempre es más
sencillos que los conservadores las encuentran en la oposición política y los
progresismos las denuncien ante todos sus adversarios. Es necesario superar
esas limitaciones, y debe hacerse desde el compromiso con los derechos de las
personas y la naturaleza. Muchos grupos y militantes en el corazón de los
movimientos sociales están mostrando el camino.
Contradicciones entre izquierda y progresismo
Desde esa perspectiva, la repetida embestida contra CEDIB en Bolivia ilustra varias
facetas de esa problemática y merece ser comentada otra vez. Toda esa situación
muestra la creciente divergencia entre el proyecto original de la izquierda y
los progresismos realmente gobernantes.
Esa diferenciación produce un abanico de contradicciones. La primera resulta en que ahora se
ataca a un grupo ciudadano comprometido
con los derechos humanos, aunque la defensa de esos derechos era
precisamente una de las banderas de la izquierda popular a inicios de los años
2000. Una segunda resulta en que los
progresismos tratan de acallar a las
voces críticas y son muy poco tolerantes con los que les indican sus errores. Pero aquella izquierda de años atrás
sólo pudo construirse desde su propia postura contestaria. En tercer lugar, se silencian o atacan algunas de las posiciones y
saberes indígenas y campesinos, especialmente cuando alertan sobre los duros
impactos de los extractivismos. También
en ese terreno, las voces campesinas e indígenas aseguraron el empujón
electoral inicial que permitió ganar el gobierno.
Entonces, el
ataque que se mantiene sobre CEDIB en Bolivia no es solamente una guerrita
contra una ONG, sino que sólo puede
entenderse bajo esas contradicciones. Si se persistiera en el programa inicial
de aquella izquierda, que intentaba ser plural, respetuosa y comprometida con
los derechos y los movimientos sociales, serían inconcebibles los ataques a las
organizaciones ciudadanas. Pero con el paso del tiempo esa izquierda se
convirtió en progresismo, y esa mutación reforzó un desarrollismo clásico,
obsesionado con los extractivismos para mantener las cuentas públicas y que no
toleraba las críticas. Se invisibilizan los impactos y costos sociales y ambientales,
se festejan los indicadores macroeconómicos, se invoca a la Pacha Mama pero se
la contamina, y se ahonda la brecha con movimientos indígenas y campesinos. La
consecuencia inevitable fue el hostigamiento a las organizaciones ciudadanas
independientes.
Por lo
tanto, no es que grupos como CEDIB sean de “derecha”, como dice
el vicepresidente, sino que son atacados precisamente por ser fieles a aquella
izquierda en su sentido original, y no progresistas como se practica en la
actualidad.
El escarmiento.
A lo largo
de los últimos años, CEDIB ha padecido todas las consecuencias de esa deriva
progresista. Se los cuestionó desde los discursos gubernamentales y desde los
medios de prensa afines. Se amenazó con exilarlos o clausurarlos. Todo ello es
posible en un ambiente donde los conceptos se desenganchan de sus significados,
y lo hacen de modos que asombran. Entonces
un viceministro de “autonomías” dice que las organizaciones ciudadanas no
tienen autonomía para cuestionar la estrategia de desarrollo gubernamental, o
un encargado de temas ambientales afirmaba que se busca salir de la dependencia
extractivista cuando las medidas concretas que se tomaron las acentúan (5).
Bajo las ambigüedades y disoluciones en el marco de
los derechos muchas cosas se vuelven posibles, y basta observar lo que sucede
en los países vecinos. Por ejemplo, el
gobierno Macri en Argentina dice estar asegurando una recuperación
democrática pero a la vez embiste contra los indígenas mapuches y tolera un
nuevo racismo.
Esas
posturas se replican y reproducen desde otros espacios, y lo que
bajo condiciones de normalidad difícilmente se concretaría por intolerable y
desproporcionado, encuentra ahora un campo fértil para expresarse. Siguiendo
con el caso boliviano, pocos meses atrás el rector de la universidad local
logró echar a CEDIB del local que
usaba desde hace treinta años. En otras universidades habrían operado
necesarios contrapesos, y se le recordaría al rector que un centro
universitario estaría interesado en lo opuesto, en aumentar sus relaciones con
uno de los archivos bibliográficos más grandes del propio país. El costo de
aquella medida en la imagen en el mundo académico internacional fue muy alto
(el debate no estaba puesto en un logro educativo o científico, sino en que se
echaba a una pequeña ONG). El rector
reconquistó los salones, pero el hostigamiento no se detuvo, y ahora se sumó
una demanda que congeló el acceso a las cuentas bancarias de CEDIB. Entonces la disputa no parece
estar centrada en los salones sino que apuntó a estrangular financieramente a
un grupo ciudadano (6).
Estamos ante
una avalancha, en cámara lenta, de medidas que buscan sepultar a CEDIB. Algo así como un vigilar y
controlar. A los que persisten en su trabajo independiente se les castigará,
pero además se deja en claro a otros que si son tan atrevidos como para
continuar, habrá un escarmiento.
Ese
instrumento, el escarmiento, aparece tanto desde los flancos conservadores
como progresistas. Es una de las contradicciones que es necesario reconocer y
analizar, y desde ya aprender a elaborar antídotos para no repetir esos
extremos. Es que una verdadera izquierda no puede obsesionarse con las
revanchas.
Notas
1.
Conferencia de la OMC: el gobierno argentino deporta a una periodista
británica y a un activista noruego. Nodal, B. Aires, 9 diciembre 2017.
2. Macri
insiste con la reforma previsional. Ahora quiere hacer creer que las jubilaciones
subirán. Página 12, B. Aires, 6 diciembre 2017.
3. Crisis en
el agro: hay 8 mil productores familiares menos que hace 16 años. El Observador,
Montevideo, 21 diciembre 2017.
4. García
Linera tilda al CEDIB de "ONG de derecha" y este lo
denuncia por linchamiento público, Opinión, Cochabamba, 12 diciembre 2017.
5.
Siles a ONG que no se adecuaron a ley 351: "cometieron desacato y hay
consecuencias". Agencia de Noticias Fides, La Paz, 6 diciembre 2017.
“Estamos en transición del extractivismo al Vivir Bien”, entrevista a D.
Pacheco, Página Siete, La Paz, 6 diciembre 2015.
6. Ante el
nuevo empuje contra CEDIB se han lanzado varias campañas nacionales e
internacionales. Amnistía Internacional tiene en marcha una acción urgente,
distintas personalidades y grupos han adherido a una nota de apoyo, y más
recientemente, más de 40 instituciones y redes reclamaron respetar los derechos
del centro. Entre las adhesiones están la Coordinadora de Organizaciones
Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), dos redes continentales enfocadas en
temas de ambiente y de minería, seis instituciones especializadas en temas de derechos humanos, incluyendo las
coordinadoras de Perú y Ecuador, y el SERPAJ de Argentina, junto a grupos e
instituciones de 13 países latinoamericanos.
EDUARDO GUDYNAS es investigador en temas de
ambiente y desarrollo. Una primera versión de este artículo se publicó en
Página Siete, La Paz (Bolivia), el 17 de diciembre de 2017.
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